Cuentos del Baal Shem Tov

Unión de letras
Una vez se dirigió el Baal Shem Tov a sus jasidim y les pidió que salgan a las afueras de la ciudad de Mezivoz, pues allí encontrarían a uno de los sabios y justos de la generación.
Fueron a dónde el Baal Shem Tov les había dicho y vieron a un judío sentado en el campo, quien cantaba y recitaba las letras del Alef Bet. Al finalizar decía: Soberano del Mundo. Tu creaste el Alef Bet y tu combinas todas sus letras. Yo no se como alabarte ni como rezarte. Padre Celestial: Combina Tú las letras de la mejor manera posible, y considerada a esta como mi alabanza, pues sin duda Tú sabrás hacerlo mejor que yo.
Cuando regresaron y le contaron al Baal Shem Tov lo que habían visto, el Baal Shem Tov les dijo: hay veces que lo que puede lograr un judío con su simpleza, ni el más grande de los sabios es capaz de lograrlo mediante sus rezos …
El poder de la alegría
Una vez, al finalizar Iom Kipúr, no se podía ver la luna debido a una gran capa de nubes que cubría el cielo, lo cual provocó que el Baal Shem Tov se lamentase profundamente. Ello se debía a que si no podían decir la “Santificación de la Luna” (Kidúsh Lebaná) al finalizar Yom Kipúr, ello supuestamente representaba un mal augurio para el pueblo de Israel.
Sus alumnos no sabían nada acerca de la “gravedad” de no poder santificar la luna en la finalización Yom Kipúr; mas mientras esperaban que el cielo se despeje, se pusieron a cantar y a bailar alegremente.
Ellos bailaban, y la alegría y el entusiasmo crecían minuto a minuto. Tan grande fue su alegría que tomaron al Sagrado Baal Shem Tov de la mano, y lo llevaron al círculo para que bailase junto a ellos, hasta que la alegría de los jasidim llegó prácticamente hasta el corazón del cielo.
Todavía estaban bailando, cuando de pronto, las nubes se corrieron hacía un lado y apareció la luna en todo su esplendor.
El Baal Shem Tov ordeno inmediatamente “Santificar la Luna” y así lo hicieron todos sus alumnos junto a él.
Después de ese suceso, el Baal Shem Tov les contó a sus alumnos que lo que él no logró hacer por medio de sus rezos, lo lograron hacer ellos mediante el baile y la alegría que sintieron en aquel entonces: logrando que las nubes se disipen y que la Luna finalmente pudiese ser santificada.
“Soy un trapero pero no un trapo”
Rabí Israel Baal Shem Tov, deseaba profundamente conocer a la persona que iba a compartir con él el mundo venidero. Una vez, cuando se acostó a dormir, soñó que finalmente conocía a aquella persona, y que ésta vivía en un pueblo cercano de allí.
A la mañana siguiente, cuando Rabí Israel Baal Shem Tov se despertó, vistió rápidamente sus ropas y se dirigió al pueblo donde aquel hombre supuestamente vivía.
Grande fue su sorpresa cuando al mirar por la ventana, observó a una persona sucia y del prolija, que comía en forma verdaderamente desagradable.
Sorprendido el Baal Shem Tov por la conducta de quién habría de estar con él en el mundo venidero, se dirigió al Beit Midrash para estudiar un poco de Torá, y calmar su espíritu de la gran sorpresa que había tenido.
Luego de algunos días, decidió volver a la casa de su futuro “compañero del mundo venidero”, resuelto a investigar los méritos y acciones que dicha persona tenía.
Golpeó la puerta de su casa, se presentó ante su dueño y le contó el contenido de su sueño. Posteriormente le pregunto acerca de su vida y de su accionar.
El dueño de casa, si bien no sabía exactamente cuales eran sus méritos, pensó que quizás había algo en su conducta que posiblemente era valioso a los ojos de D-s.
Se dirigió pues al Baal Shem Tov y así le dijo: “Mi padre, que en paz descanse, era un judío sumamente justo, pero extremadamente bajo y delgado. El viajaba de pueblo en pueblo y vendía trapos. Un día, un grupo de cosacos lo detuvieron en el camino, y lo intimidaron a besar una cruz que ellos traían.
Mi padre, continuó relatando el dueño de casa, se rehusó a besar a aquella cruz. Los crueles cosacos, al ver la obstinación de mi padre, comenzaron a pegarle duramente con sus puños y a azotarlo con sus palos y látigos. Él continuó rehusándose y ellos continuaron pegándole.
¿Cómo debe de comportarse un judío en un momento así? Un judío debe santificar el nombre de D-s y no aceptar besar a aquello que para él representa la idolatría. Los cosacos le decían: “Nashek Iehudi Metunaf” – “Besa la cruz asqueroso judío”. Mas mi padre, se negó una y otra vez a hacerlo.
Mi padre era un judío pequeño y delgado. Luego que le pegaron y azotaron hasta prácticamente matarlo, le dijeron por última vez: “ o besas a la cruz o te quemaremos vivo”.
Mi padre era un trapero igual que yo. Se dirigió a ellos y con sus últimas fuerzas les dijo: “Yo soy un trapero pero no un trapo, y al símbolo que representa a vuestro dios yo no besaré”.
Tomaron los cosacos violentamente a mi padre, lo ataron a un árbol y lo prendieron fuego. El fuego ardió unos breves minutos y luego se apago.
A partir de aquel momento, decidí comer y comer para ser grande y fuerte, para que si -D-s no lo permita- un día llegan los cosacos y me obligan a abjurar de mi fe, mi cuerpo arda por un largo tiempo, para que los cosacos y todo el mundo sepan, que a un judío no se lo puede quemar tan fácilmente …”.
El Baal Shem Tov dijo entonces: ahora entiendo el mérito que he de tener al poder compartir el Mundo Venidero contigo …
Todo lo que tenía ...
Contó una vez el Baal Shem Tov, que el hijo del Rey se perdió por el camino. Sediento y hambriento, llegó a un campo en el cual había un pastor que pastaba a sus ovejas.
El pastor se dio cuenta por las ropas que llevaba, que no podía ser sino el hijo del rey la persona que estaba perdida, y se esforzó todo lo que pudo por darle el máximo de honor posible y ayudarlo de acuerdo a sus posibilidades.
Como no tenía una mesa en el campo, tomó un trozo de tela y lo colocó sobre la grama; y en lugar de la silla colocó una frazada. No le pudo dar de comer manjares ni delicias, pues solo tenía la comida simple que comían los pastores. Le trajo agua del manantial y le dio todo lo que necesitaba para que pudiera continuar su camino, despidiéndose cálidamente de él y deseándole todo lo mejor.
Cuando logro finalmente regresar al palacio, sus amigos realizaron un gran banquete en su honor.
Sin embargo, al recordar la bondad que había hecho aquel buen pastor para con él, le ordenó que primero traigan a aquel pastor, y que solo luego comenzarían a disfrutar juntos del banquete.
Trajeron al pastor y lo sentaron a su lado, brindándole el príncipe especial atención y grandes honores.
Al finalizar el banquete, se acercaron los amigos del príncipe y le preguntaron: ¿Acaso es más importante para ti el pedazo de tela y el trozo de frazada que colocó el pobre pastor sobre la grama, que todas las telas de seda, oro y plata que nosotros colocamos ante ti para este banquete?
Les contestó el príncipe: por supuesto que su pedazo de tela y su trozo de frazada fueron más importantes para mi, pues él me dio todo lo que tenía …
Hashem no nos mide según lo que tenemos, sino según aquello que damos … para nuestro judaísmo, para nuestros semejantes, y para todas las cosas valiosas que es importante dar.

 

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