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Fuente: Pixabay.

Rav Shlomo Aviner

Publicado por Majon meir

Tzedaka a los mendigos

 Pregunta: En varias ocasiones, nos encontramos con mendigos en la calle y en particular junto al Kotel en Jerusalén. ¿Acaso debemos dar limosna a todo aquel que extiende su mano? ¿Cuánto debemos dar? En cierta ocasión, le di a un pobre unas monedas y me las devolvió con desprecio; ¿cómo es posible saber que realmente es un necesitado y no un simple farsante? ¿Acaso se puede no darle limosna?

Respuesta: En general, no se da Tzedaká sin una verificación previa. Existe sólo una excepción y es cuando una persona pide comida porque está hambriento. En ese caso, hay que darle comida de inmediato. El Shulján Aruj determina: “Un pobre que no conocemos y dice: ‘estoy hambriento, alimentadme’,  no se verifica si es un farsante sino que hay que sustentarlo de inmediato. Si está desnudo y dice: cúbranme; se verifica si es un farsante” (Shulján Aruj, Yoré Deá, 151, 10).

Indudablemente, quien posee riquezas y se niega a dar limosna es una persona cruel e infringe una Mitzvá de la Torá. Pero, al igual que todo precepto, la Mitzvá de Tzedaká también tiene límites. Un límite establece que no hay que darle a todo aquel que pide, sino a quien realmente necesita, como dice el Rambam: “Después de constatar su situación precaria” (Sefer Hamitzvot, 232). Quien dio caridad sin verificación previa y resultó que el mendigo era un farsante, no cumplió la Mitzvá de Tzedaká, sino que gastó su dinero porque sí y perdió de ayudar a verdaderos pobres.

Según el Talmud, malvados intentaron matar al profeta Irmiahu. Él los maldijo diciendo: “Señor del mundo, incluso en el momento en que hagan caridad, que impostores los engañen, de modo que no reciban recompensa” (Baba Kama, 16b). A veces, los malvados se despiertan y hacen un buen acto, pero si dan limosna a farsantes no cumplen a través de ese acto ningún precepto.

A lo largo de toda la Torá el hombre es visto como un ser honesto, recto y bueno siempre que no se haya demostrado lo contrario.  Sin embargo, este principio tiene algunas excepciones – por ejemplo, el mendigo mencionado anteriormente – y esto debido a la multiplicidad de impostores. También en nuestra época, los rabinos contemporáneos determinaron que todo mendigo es considerado como un impostor hasta que no se haya demostrado lo contrario. Entre ellos, algunos son muy ricos, como por ejemplo, en Jerusalén un mendigo que recorre desde la estación central de autobuses hasta el Kotel recibe unos 500 a 800 shekels por día.

Obviamente, la verificación si el pobre es un impostor o lo es realmente no puede ser realizada por cualquiera. Esta debe ser llevada a cabo con la discreción de un tribunal rabínico (ver Otzar Mefarshei Hatalmud, Baba Metzia, 27 b). Éste se quien le da al pobre la autorización, llamada: “permiso de recolectar” (Shulján Aruj, Yoré Deá, 253, 12).

Sin embargo, hay que poner cuidado que ese “permiso de recolectar” no sea falso. Sucedió que un impostor falsificó un documento de un Gran Rabino pero se confundió entre el nombre de él y su padre que era también un Gran Rabino pero que había muerto años antes. Otro impostor recaudaba dinero para un enfermo grave con un verdadero documento, pero la Providencia Divina lo condujo a la casa de ese enfermo que hacía tiempo se había recuperado…

Todo lo dicho anteriormente se refiere a la persona que se encuentra en la indigencia y se dirige a personas piadosas para que le ayuden a resolver su problema, por lo tanto, los responsables deben ayudarle a salir de su difícil situación.

Pero acerca de un pobre que solicita a toda persona, una tras otra, la ley es diferente. Esa persona es definida por los rabinos como “quien recorre de puerta en puerta”. Así determina el Shulján Aruj: “A un pobre que recorre de puerta en puerta, no es necesario darle un gran presente sino que alcanza con un mínimo” (Shuljan Aruj, Yoré Deá, 253), puesto que él se dirige a muchas personas y de todos obtendrá lo pedido.

¿Qué significa un “mínimo”? El Rambam explica: “Un pobre que recorre de puerta en puerta no es necesario darle un gran presente sino que se le da un higo seco, como está escrito: “¡No vuelva avergonzado el oprimido! El pobre y el menesteroso alaben tu nombre!” (Tehilim, 74:21) (Matanot Aniim, VII:7). Alcanza con darle un higo seco o su equivalente, es decir 20 Agorot. De este modo, él podrá recolectar 100 shekels por día.

Si él se ofende y se niega a recibir un pequeño presente,  señal que no es realmente pobre. El Rabino Jaim David Halevi escribió: “A un pobre que recorre de puerta en puerta, alcanza con darle algo pequeño, puesto que de todos modos está prohibido arrojar a un pobre que tiende su mano sin darle nada…pero, en nuestros tiempos, hay también pobres que no se conforman con poco y exigen cifras determinadas, mostrando no menos que una carta de un rabino o de un médico para justificar sus pretensiones. Y los farsantes se multiplicaron. No estoy seguro que se pueda confiar en una recomendación. De todos modos, esa persona entra en la categoría de quien recorre de puerta en puerta y por lo tanto hay que darle una donación mínima como lo determina la Halajá. Un verdadero pobre que es “necesitado” tal como se define en la Torá, no es consentido y acepta todo lo que le dan según la definición del Rambam, incluso un higo seco o su equivalente. Si alguien no acepta un pequeño presente no es de nuestra responsabilidad” (Asé Lejá Rav, IX:34-35).

Por lo tanto, cuando se desea cumplir la Mitzvá de Tzedaká como corresponde, es preferible donar a las instituciones conocidas de beneficencia y caridad.

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