Modelos de liderazgo judio en la historia
El material aquí presente fue producido por el departamento de Hagshama de la Organización Sionista Mundial para un curso que fue enviado en entregas semanales durante el año 1999.
Primera parte: desde los patriarcas hasta la Emancipación , fue producida por el Dr. Claude B. (Dov) Stuczynski
Segunda parte: Desde la emancipación hasta nuestros días , fue producida por el Dr. Iosi Goldstein
Proponer un curso sobre el liderazgo judio a través de la historia es un proyecto complejo, ambicioso, de difícil concreción. Y es que no solamente la historia del pueblo judio es una de las cronológicamente mas extensas. Sus propias condiciones históricas con un sin fin de cambios institucionales, sociales, políticos y culturales dictadas por los vaivenes de su existencia milenaria (dictadas por migraciones, expulsiones, conquistas, matanzas, conversiones, etc.), hacen del estudio de su liderazgo una tarea nada fácil. Es mas, la existencia de una Diáspora judía durante buena parte de su historia hacen que al problema de abordar el liderazgo judio en un plano cronológico, se le suma la problemática de su pluralidad y heterogeneidad sincrónica. Y es que el hecho que en una misma época al encontrar individuales y colectivos judíos en diferentes contextos geográficos, políticos, religiosos, sociológicos, económicos y culturales, la tarea de identificar criterios de periodización y caracterización del de liderazgo judio se hace nada fácil. A primera vista no se podrá fácilmente identificar el liderazgo judio de la comunidad judía de Berlín durante el siglo XVIII con el de la comunidad judía de Bagdad durante la misma época. Las diferencias culturales, mentales y ambientales rechazan todo acercamiento. A este respecto conviene anotar que la historiografía judía a abordado de manera muy disímil la problemática de la continuidad y de la comunidad de los diferentes grupos poblaciones judíos. Todas ellas, a la par de señalar al menos un elemento de cohesión Inter temporal (o metatemporal: e.g. S. R. Hirsch), han reconocido la amplitud de las transformaciones, de los cambios. Así mientras que para algunos la perdida de la soberanía judía y la destrucción del Segundo Templo (70 D.C.) marcaba el fin de la comunidad histórica entre los diferentes centros judíos fuera de su acerbo religioso (e.g. M. Jost) y para otros, el exilio no habría socavado completamente la cohesión nacional de aquellos: ya sea desde una óptica cultural y religiosa (e.g. H. Graetz), social (e.g. S. Dubnow) o territorial (e.g. B.Z. Dinur), siendo, el judio, un pueblo actuante en la historia, no podía mantener sus instituciones petrificadas o fosilizadas ante el cambio (A. Toynbee). Frente a esta variedad factual e interpretativa, EL PRIMER OBJETIVO DE ESTE CURSO será precisar no solamente la mera existencia de liderazgos judíos a través de su historia, sino que analizando sus instituciones y sus lideres mas marcantes, intentaremos establecer hasta que punto cada modelo de liderazgo pudo responder a las necesidades de su tiempo. Ahora bien, encontrándose nuestro curso enfocado preponderantemente desde una perspectiva histórica-evolutiva, presenta dos inconvenientes metodológicos que intentaremos salvar: uno de orden logístico y el otro de orden analítico. La falta de espacio y de tiempo para analizar, sino todos, al menos buena parte de los modelos de liderazgo judio, nos llevara irremediablemente a seleccionar aquellos modelos de liderazgo, aquellas instituciones y lideres que nos parezcan mas representativos para una época determinada. Esta constricción logística podrá acarrear una visión un tanto esquemática y estereotípica del tema a tratar. Las instituciones elegidas podrán fácilmente ser comprendidas como las únicas o las legitimas y sus lideres podrán aparecer como emblemas, como arquetipos y aun como héroes. Así en vez de un análisis histórico, podríamos rápidamente caer en la “moraleja”, en el “exemplum”, en el mito reduccionista. Sin poder completamente liberarnos de este obstáculo, intentaremos en la medida de nuestras posibilidades, ofrecer una contextualización histórica básica a fin de entrever otras posibilidades de liderazgo paralelo. Asimismo y para quienes así lo deseen, la existencia de la posibilidad de entablar una discusión interactiva a partir de lo esbozado en este curso, podrá enriquecer las perspectivas tratadas someramente. Por otra parte, nuestro curso al proponer no solamente una historia del liderazgo judio sino también sus modelos, incursiona en el terreno difícil terreno de la historia y de sus enseñanzas meta históricas. Acaso, la historia nos puede ensenar algo a nuestro presente tan distante en el tiempo y en sus condicionantes? Es que el análisis de modelos pasados de liderazgo judio pueden darnos a nuestro presente algo mas que su mero conocimiento? Para Aristóteles por ejemplo, la historia carece de toda utilidad práctica. Siendo la disciplina del evento único, particular y nunca del general (a diferencia de las ciencias exactas que se ocupan de lo universal y que buscan emitir leyes), no otorga mas que satisfacer la sed de curiosidad intelectual propia del ser humano. Para otros, el estudio histórico resulta de importantísima relevancia para el presente. Ya sea porque nuestro presente esta construido en base a un devenir histórico determinante, siendo pues fruto del pasado y no una “tabula rasa” (historicismo), ya sea porque salvando las diferencias existentes entre el pasado y el presente, es posible extraer del mismo modelos que sin necesariamente ser aplicables en nuestra época, resultan medios de referencia de primer orden que nos ayudan a cuestionar mejor nuestro presente. Es desde esta ultima perspectiva que venimos a proponer un SEGUNDO FIN A ESTAS CONFERENCIAS: que nuestro curso no sea leído como una lección de historia sobre el liderazgojudio, sino también como una suerte de espacio de reflexión ante las necesidades de nuestra modernidad.Para mayor comodidad, hemos realizado una periodización a nuestro curso teniendo en cuenta sus instituciones de liderazgo general más representativas. Dividiremos, pues nuestro curso de la siguiente manera:1- Época Bíblica ( Patriarcas c. 1850-c.1570 A.C.; Jueces c. 1570- c. 1280 A.C.; la Monarquía c. 1280-721 A.C.)-2- Segundo Templo y Dominación Romana (La Gran Asamblea 721 A.C.-140 D.C.; Sanedrin y Principado 140-429 D.C.).3- Edad Media (Yeshivot y Exilarcas 429-1038; Kehilot 1038-1348).4- Fin de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna (Las Federaciones (Vaadim) 1348-1648; Las Asociaciones voluntarias 1648-…).
Entendiendo por el concepto de liderazgo como aquel proceso de interacción humana en donde algunos individuos ejercen, o pretenden ejercer cierta influencia sobre otros, nuestro curso analizara algunas de estas interacciones dadas en el tiempo entre lideres y liderados judíos. Ahora bien, la sociología moderna ha identificado cuatro elementos básicos que constituyen la esencia del liderazgo:1) El LIDER con sus características personales, su habilidad y sus medios para llegar a los fines deseados.2) El grupo de sus SEGUIDORES con sus características propias.3) La SITUACIÓN en donde se genera esta interacción (su marco institucional, su contexto histórico, etc.).4) Los RETOS a los que se ven confrontados el/los líder/es y los liderados. Esta identificación cuartipartita implica ver al liderazgo mas como una característica de grupo que de sus lideres y de sus actos concretos, lo que nos lleva proponer una visión mas compleja que la de ver al líder como el motor de la historia (Carlyle), o caso contrario, como mero subproducto de la sociedad en que se encuentra (Plejanov). Pero además, esta concepción, que podrá aplicarse a todo tipo de agrupaciones judías en la historia (grandes o pequeñas, gubernamentales o no), nos revela que el acto de liderazgo (judio) implica necesariamente que estamos ante un acto político en su acepción mas amplia. Como ya Platon lo esbozaba en su Dialogo “Gorgias”, mientras que por una parte a la esencia de la política hay quien la resumiesen como la obtención por parte de los mas fuertes de los medios para ejercer el poder sobre los mas débiles (opinión de Calicles), se podía entender asimismo como el vehículo mas eficaz para canalizar las expectativas del grupo: el bien común (opinión de Sócrates). Recientemente, existen aquellos que han equiparado la política con el liderazgo en la concepción socrática que citábamos. Reteniendo esta idea para nuestro curso, en cambio la tomaremos en su bidimensionalidad Calicles/Sócrates, puesto que creemos que tanto el liderazgo en general, como el judio en particular, es factible de poseer estas concepciones. Ahora bien, la importancia del estudio del liderazgo para la compresión de la historia judía se puede desprender de los estudios de sociólogos como los de Max Weber (aun cuando para este, la condición del judio del Exilio en tanto que “paria” en la sociedad gentil, le impidió analizar su liderazgo en tanto que entidad en si). Recordemos que para este sociólogo, la estabilidad de los propios sistemas sociales en gran medida dependen de la aceptación de los liderados del derecho de los lideres a ejercer el control sobre ellos. Esto implica la existencia de un liderazgo legitimado por sus seguidores, que Weber identificaba en tres tipos:1) El CARISMATICO por el cual se acepta la autoridad del líder debido a creerse que el líder posee poderes personales extraordinarios, a veces mágicos (como ser: el profeta, el héroe, el demagogo).2) El TRADICIONAL en donde el líder es legitimado porque el o los miembros de su clase o familia siempre han sido reconocidos como lideres.3) El LEGAL, modelo que se aplica a todos aquellos que ejercen el liderazgo debido al reconocimiento de sus competencias técnicas. En donde los liderados obedecen impersonalmente al líder con el sentimiento de cumplir el deber ante lo establecido por la ley.Otro tipo de discernimiento de la naturaleza del liderazgo, se centraba en la identificación de los marcos de interacción identificados, esta vez, de acuerdo con sus contextos socio-históricos:1) El DEMOCRATICO, en donde el líder es un delegado coyuntural de sus seguidores (y lideres potenciales) con fines y limites de acción bien precisos.2) El de VANGUARDIA, en donde el líder, siendo visto como el vehículo para canalizar las expectativas del grupo, es quien fija sus metas dirigiendo a la sociedad hacia ellas, haciendo de su función un marco de carácter elitista y paternalista.
3) El ORGANICO en donde el líder encarna la personificación de su grupo y a su vez, su producto mas logrado, creándose así un sistema jerárquico fuertemente piramidal entre el líder y sus seguidores con sus consecuentes connotaciones absolutistas y totalitarias.
Hemos citado estas clasificaciones, no solamente porque pensamos aplicarlas para nuestros modelos históricos. El objeto de estas categorías responde a la necesidad preliminar de ver el liderazgo judio como un fenómeno cambiante y variado: en constante interacción con su realidad histórica. A este respecto debemos precisar que como suele suceder con los modelos teóricos confrontados a la realidad histórica, veremos que a menudo el liderazgo no se manifiesta en su pureza interpretativa, sino que presenta características mixtas.
Siendo la Época Bíblica el periodo constitutivo y autoritativo del pueblo judio, resulta claro que el estudio de sus modelos de liderazgo político implicara también tratar con modelos “canónicos” de prolongada impronta en la tradición política judía ulterior, dado el carácter Divino y/o fundacional-referencial de los textos bíblicos.
La tarea de reconstituir el liderazgo bíblico es de por si compleja. Esta dificultad no es tan solo la consecuencia de los prolongadísimos espacios de tiempo que supone la época bíblica con sus consecuentes cambios en todas las esferas, incluso en las referentes al liderazgo: el pasaje del patriarcado tribal a la noción de pueblo; del predominio del patriarcado al liderazgo de los jueces, luego de los reyes y profetas; las variaciones políticas marcadas por épocas de emigración, exilio, soberanía política, sumisión, etc.. Pero además, a esto se le suma la problemática que conlleva la reconstitución histórica a partir de una escasez manifiesta en la variedad y heterogeneidad de las fuentes primarias (en este caso: la Biblia que de por sí posee un propósito manifiestamente religioso y no histórico) , y muy especialmente, el propio carácter estilístico elíptico y discursivo de los textos bíblicos. Y es que a diferencia de los textos fundadores de la tradición política occidental provenientes de las civilizaciones greco-romanas, por ejemplo, las fuentes bíblicas adolecen de un discurso condensado y sistemático en lo referente a la naturaleza del liderazgo hebreo. Debemos aclarar que se trata de una característica común que emana de los textos bíblicos para toda extracción sistemática de sus enseñanzas. Buscar las directivas bíblicas en lo que concierne a una visión de liderazgo supone realizar una lectura dispersa y por lo tanto, inexacta.
Aun así, de la lectura de la Biblia parecen surgir dos características marcantes de su visión política común: la teocracia y la noción de pacto, a las que S.A. Cohen sumaba una tercera: la virtud política- consecuencia de la co-existencia dialéctica de las dos primeras.
La teocracia- De acuerdo con lo que parece desprenderse de la lectura de la Biblia, existiría un principio teocrático que implica un ideal de gobierno hebreo regido por Dios. Dios no solamente resulta ser el creador omnipotente del Universo y por lo tanto, su gobernante legitimo. Al intervenir en la creación, en la historia de la humanidad y muy particularmente en la de su pueblo elegido (a través de la revelación, los milagros, etc.), su impronta lo hace surgir como un verdadero gobernante y líder político ante los hombres. Es más, en el primer principio del Decálogo Dios se muestra mas como liberador político del pueblo de Israel del yugo egipcio, que en tanto que esencia ontológica. Su accionar como preceptor de leyes, de Mitzvot (preceptos) a través de la entrega de la Tora; su rol de juez en casos de litigio; sus simpatía hacia el extranjero, la viuda y el huérfano; su carácter de “guerrero” y redentor de Israel, corroboran la existencia del principio teocrático arraigado en la Biblia.
Este principio posteriormente fue traducido por el lenguaje rabínico como maljut shamaim: el reino de los cielos.
Ahora bien, el principio teocrático tal como aparece en la Biblia, supone la concepción que concibe al liderazgo humano y al de sus instituciones como un medio para concretizar la voluntad Divina y los ideales éticos-religiosos que de esta emanan y no como un fin. Así, los propios líderes de los hebreos se hallan sujetos a las leyes y a la justicia de Dios que el texto bíblico suele relatar con una transparencia sorprendente.
Es por ello que por mas excelsa que sea la situación de los líderes de Israel, estos son castigados por Dios si pecan ante El (Moisés y el pecado de la piedra, los hijos de Aaron y el fuego extraño, el profeta Jonás y el rechazo de su función amonestadora, etc.) . Los propios marcos de liderazgo se nos muestran como medios de y por lo tanto, dependientes de las directivas de Dios. Así, a veces líder niega como intrínseca a su función el principio de la sucesión dinástica, como el juez Gedeon: “No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: [Dios] será vuestro Señor” (Jueces 8: 23). Por este mismo principio es que se explica la resistencia del profeta Samuel a la demanda popular de los hebreos en pos de establecer un rey en Israel a la sazón de las naciones (I Samuel 8: 11-19). Un rey de carne y hueso traerá la opresión y la injusticia, sentenciaba Samuel. Aquel os traerá tanto sufrimiento que “clamareis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas [Dios] no os oirá en aquel día”.
La idea de que Dios es el único y verdadero rey de los hebreos supone rechazar toda transformación del liderazgo judio (y humano) en un fin en sí, evitando la reificación del poder tal como fue bellamente señalado por Martin Buber (Knigtum Gottes, Berlin 1936) y recientemente transformado por Yeshayahu Leibowitz en un alegato judio contra las ideas fascistas sobre el culto a la personalidad del líder, a las instituciones de poder, al Estado y a la tierra.
El pacto- Sin embargo, existencia del principio teocrático llevaría rápidamente a pensar en un Dios de Israel caprichoso y tirano (tal como lo concibió una parte del gnosticismo y sus herederos mas o menos directos), si no fuera por la existencia en la propia Biblia de la noción de pacto.
Este principio contractual implica el reconocimiento de la existencia de cierto grado de reciprocidad y de cooperación entre Dios y los hombres. Son pactos los que realiza Dios con Noe luego del Diluvio (Genesis 9:8-17), con Abraham tras su apego a la idea monoteísta (Génesis 18), con las tribus Israel en el Monte Sinaí (Éxodos 19, 20). De ellos comprendemos que a pesar de la asimetría evidente que existe entre los pactantes, en la práctica.
Dios acepta la libertad del ser humano de pactar con el así como la noción de limitación de sus funciones de liderazgo. Esta autolimitación del poder Divino impone la legitimidad de la iniciativa humana reflejada en sus instituciones de liderazgo, puesto que Dios y los hombres se muestran asociados en una misma empresa. Pero implica a su vez, que toda forma de liderazgo consciente de su protagonismo histórico (y no echada en una suerte de fatalismo pasivo dependiente de la acción de Dios en la tierra) debe ser responsable y emprendedora. De este principio de responsabilidad contractual deriva la suposición que de la misma manera que el liderazgo no le incumbe solo a Dios, tampoco puede ser el capricho de un líder o de una elite gubernamental. Constatación que permite el desarrollo de una concepción de liderazgo en tanto que virtud política.
Teocracia, pacto y virtud política mancomunadas en la Biblia, no desembocaron en la aparición de un principio de liderazgo democrático e igualitario judío, pero si en la conformación de liderazgos carismáticos (el profeta) y legales (los sacerdotes) (ver clase n.1 numeral ‘b’), así como el reconocimiento cabal en cuanto a la existencia legítima de una separación del poder. Es más, el texto bíblico no mira con buenos ojos cuando se da el monopolio de poder en un solo líder. El mismo Moisés, quien encarna como nadie en la Biblia la conjunción excepcional de liberador, legislador y profeta en una misma persona, se le niega la articulación absoluta de su autoridad en todas estas facetas. Así, por ejemplo, es su hermano Aaron a quien Dios le confiere el Sumo Sacerdocio y el liderazgo en lo referente al culto del tabernáculo. Tampoco la simiente levita de Moisés será la depositaria del poder político en Israel, pues esta pasara a miembros de otras tribus (especialmente la de Judá). Es mas, desde la época en donde se constituye la noción misma de pueblo de Israel (tras la salida de Egipto), el texto bíblico reconoce un liderazgo político tripartito consistente en: reyes, sacerdotes y profetas (Deuteronomio 17-18). Esta división de las funciones de liderazgo y la necesidad de su coexistencia sincrónica, no responderían tan solo a directivas de orden pragmático y utilitario sino esencialmente, son reflejo de la legitimación Divina de estos medios de ejercer el poder articulados por los hombres. Claro esta, en la práctica, la Biblia nos muestra que a la par de haberse instrumentado este modelo de liderazgo tripartito con una estabilidad durable, nos encontramos con muchos intentos de menoscabar este principio de gobierno. A veces, la razón se encuentra en cambios políticos radicales que necesitan de otras formas de liderazgo ad hoc: como ser la perdida de la soberanía política y el exilio, como sucedió con la destrucción del primer Templo. En este caso, los judíos se hallaron privados de ejercer la triada institucional en su plenitud, pero no por ello ceso de manifestarse como aspiración redentora (Zacarias 6:11). El predominio del rol escriba (sofer)en la reconstitución política de Judea en épocas de Esdras y Nehemías, fueron consecuencia de estos cambios históricos manifiestos. Otras veces, fue el apetito de poder que llevaron a la usurpación del poder. Esta realidad podemos apreciarla como un proceso mas o menos constante que se concretizó durante la consolidación monarquía (c. 1004-721 A.C.), con los intentos mas o menos exitosos de subordinar el sacerdocio a las directivas del rey. Así emerge el profeta no solamente como un abogado del sistema de liderazgo tradicional reconocido por Dios: es aquella institución de liderazgo judio que por querer escapar a los apetitos de poder del monarca, debe emplazarse contra aquel. De esta manera surgen entre los profetas, amen del mensaje divino e individual marcado por el carácter carismático de su liderazgo expresiones de critica social y de desobediencia política ante una monarquía que no solamente destruye la tradición política legitimada por Dios, sino también oprime a su pueblo con su gobierno corrupto e injusto, utilizando aun al sacerdocio (Jeremías 31, Malaquías 2:
4-8).
b- Modelos de liderazgo específicos.
La época de los Patriarcas (c. 1850-c.1570 A.C.), presenta caracteres de liderazgo que no solamente se ven caracterizados por los lazos tribales y familiares (Génesis 42:11), sino esencialmente por el nexo creado entre el Eterno y los patriarcas a partir de la Revelación y del principio contractual (Brit). (Por ello es que comentaristas rabínicos no excluyeron la posibilidad de interpretar que durante el viaje migratorio de Ur a la Tierra Prometida, Abraham y Sara habrían difundido la idea monoteísta entre otros hombres). La elección Divina de los patriarcas tampoco se articula en base a criterios de primogenitura (Genesis 17:21, 27, 48:19, 49:8), lo que viene a reforzar el factor ideológico en la concepción del liderazgo patriarcal. El hecho de que en el sistema patriarcal no exista una división de las funciones de liderazgo, hallándose las tres “coronas” de autoridad (la Divina, la sacerdotal y la civil) en un mismo patriarca (ver clase n. 1 numeral “c”), seria una situación de excepción. Podríamos explicar este fenómeno tan atípico en la historia del liderazgo judio por el número reducido de sus integrantes, por la falta de instituciones políticas en una situación de constitución en estado embrionario, en la presencia de los lazos de parentesco como factores de cohesión grupal, etc.. Y es que en la época patriarcal, no estaríamos frente a un grupo político en si (edad), sino ante una suerte de pre-historia del liderazgo judio. Habrá que esperar que los descendientes de Jacob/Israel (Bnei Israel) se multipliquen en Egipto para por primera vez, estar frente a una noción de pueblo.
Moisés era muy gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo” ) en tanto que lideres indiscutidos de los hebreos.
En este contexto podemos comprender que la “corona de la Tora”(“/keter Tora/”), el poder político que vehicula la voluntad de Dios en la persona del profeta, se convertiría en el único sistema de equilibrio eficaz ante los apetitos personales del rey, cumpliendo el rol de barrera a las tendencias absolutistas de la monarquía. Es verdad que el profeta, por ser aquel investido de poderes Divinos, examinaba los sistemas de poder y la sociedad de acuerdo al grado de fidelidad que demostraban con respecto a las directivas de Dios. Pero al ser asimismo intermediarios entre el pueblo y la voluntad Divina, se habían transformado en guardianes del principio de liderazgo contractual: los que los convierte también portavoces de las expectativas generales sobre la justicia social y la ética política (Cf. Daniel J. Elazar, _Convenant & Polity in Biblical Israel- Biblical Foundations & Jewish Expressions_, New Brunswick & London 1995, pp. 337-348). Asi, La ley Divina defendida por el profeta aparece al mismo tiempo concatenada con los valores del monoteísmo bíblico y con una marcada ética socio-económica y política frente al posible “maquiavelismo” pragmatico del monarca y de las instituciones de poder. Lo que no quiere decir que el profeta sea un líder anárquico. Debemos recordar que es el profeta quien al ungir al rey le confiere la legitimidad Divina, resultando a veces su consejero político (2 Samuel cap. 12; 1 Reyes cap. 12.). Pero con la creciente centralización del poder monárquico el profeta (que no posee infraestructuras de liderazgo como el rey o los sacerdotes, con la excepción de un grupo de acolitos, los “/bnei haneviim/” (2 Reyes cap. 2)) sera la única instancia de liderazgo que llegará a poder contestar algunos de los regímenes monárquicos (e.g. 2 Reyes cap. 9). Pero como Moshe Weinfeld lo sostenía en un artículo esclarecedor, el paso del sistema de “república tribal” del periodo de los Jueces a la monarquía no creo la pura y simple alienación entre el liderazgo del monarca y el del profeta aun en sus momentos de mayor fricción (Cf. Moshe Weinfeld, “The Transition from Tribal Republic to Monarchy in Ancient Israel and Its Impression on Jewish Political History”, in: Daniel J. Elazar (ed.), _Kinship and Consent- The Jewish Political Tradition and Its Contemporary Uses_, Washington 1983, pp. 151-166) . La erección del Templo en Jerusalén por parte del rey Salomón como centro del universal de culto Divino iría de la mano de un proceso de universalización de los propios mensajes enunciados por los profetas. Es aquí, por ejemplo, que al constituirse el principio de que el pueblo de Israel debería ser “luz para las gentes” (Isaias 42:6, 49:6) , se estaría trascendiendo con una noción de liderazgo de los límites grupales, geográficos e institucionales del término.
Tras la destrucción del reino de Israel por parte de los asirios, el rey Hizquiahu se perfila como un monarca que al renovar los lazos de fidelidad ante la ley de Moisés (2 Crónicas, caps. 29-31), restauraba la centralidad del Templo de Jerusalén y volvía a reconstituirse el sistema de liderazgo tripartito. Aun con de la destrucción del primer Templo y el exilio babilonio subsiste la institución profética, mientras que la descendencia davídica guardo su prestigio a pesar de la pérdida de la soberanía política. Sin embargo, no es por acaso que en esta nueva realidad histórica profetas como Ezequiel e Isaías destaquen la preferencia del término “/nasi/” al de “/melej/” para denominar al monarca, puesto que sería un indicador del paso hacia la preponderancia del “/keter Tora/” sobre el “/keter maljut/” (e.g. Jeremías cap. 27).
Por otro lado, el exilio babilonio supuso el nacimiento de los modelos de liderazgo comunitario, desarrollándose instituciones alternativas como la Sinagoga que vendría a reemplazar al Templo.
La sinagoga, una suerte de “pequeño Templo” (“/mikdash meat/”) según Ezequiel será uno de las instituciones mas revolucionarias en la historia del pueblo judío.
Como decíamos, este activismo intelectual y religioso en épocas de crisis fue acompañado por una fuerte carga de responsabilidad comunitaria por parte de sus lideres mas representativos: los “jajamim” (los sabios). En un contexto Erets Israelí en donde habían desaparecido el resto de las sectas judías del segundo Templo con el consecuente el colapso del sacerdocio y la perdida de toda fuerza política eficaz, eran estos herederos de los fariseos quienes abandonando una posición despectiva ante el poder tomaron las riendas del liderazgo judio en todas sus facetas conscientes. Ahora el Sanhedrin también asumía funciones políticas. Compuesto por setenta miembros, el juez supremo (*Ab beit-din*) y su líder máximo, el *Nasi* (príncipe), regían tanto la vida religiosa como la civil. Sin embargo en la practica estas dos instancias de liderazgo crearon una conflictividad de potestades. Con el correr del tiempo la institución del *Nasi* paso a ser hereditaria (a partir de la dinastía de Hilel el Anciano) cumpliendo funciones sobre todo civiles y políticas, teniendo el reconocimiento del Imperio romano como la instancia suprema en la representación de los judíos de los judíos, mientras que el *Ab beit-din* y el *Sanhedrin* se especializaron en el resto de las facetas de la vida judía. De una institución de liderazgo religioso: el *Sanhedrin*, surgía otra de cariz político, el *Nasi* en una relación de dependencia pero a su vez de conflictividad. Sin embargo, estamos frente a un época cuyo proceso de empobrecimiento económico y demográfico en *Eretz-Israel*, acompañada por la fijación de un calendario judio de bases matemáticas y autónomo (en 358) junto a su división en pequeñas unidades políticas (en durante el gobierno del emperador Diocleciano (284-305)) hasta llegar al fin del *Nasi* dictadas por directivas imperiales y religiosas (425), vinieron a disminuir considerablemente la dependencia de la Diáspora con el liderazgo judio en *Eretz Israel*, a favor del gran centro diaspórico de Babilonia.
El prestigio ascendente de Babilonia como centro de liderazgo judío tenía sus propias instituciones de liderazgo similares a las existentes en Eretz Israel. Por un lado encontramos al Exilarca (*Rosh-Gola*). Como el *Nasi* el *Rosh-Gola* legitimaba su liderazgo en tanto que dinastía descendiente del rey David. Era el representante político de los judíos ante el poder persa y como el *Nasi* se especializaba en asuntos civiles. Junto al Exilarca se encontraban las academias rabínicas (Yeshivot) de inmenso prestigio (Sura, Pumbedita, Mahuza, Nehardea) y de función similar al del Sanhedrin. Todo parece indicar que al menos en lo simbólico, el Exilarca expresaba su sumisión ante la autoridad del *Nasi* en lo referente al calendario, a la liturgia y al nombramiento rabínico (Mishna Rosh-Hashana 1:1,2,3, 2:1-4; Talmud Babli, Sanhedrin 14a). Inclusive la nominación del líder de la Yeshiva de Pumbedita dependía de las directivas de *Eretz Israel* (Talmud Babli, Horaiot 14a) . Sin embargo, en el marco de tensiones entre ambos centros de liderazgo judío (e.g. Bereshit Raba 33:3). será el prestigio de los sabios de Babilonia y la supervivencia del exilarca frente al *Nasi* que primara sobre *Eretz Israel*. Asimismo, el principio babilonio de Shmuel: “*Dina demaljuta dina*” (“la ley del reino es [nuestra] ley”) (Talmud Babli, Nedarim 28a), resultaría de importancia esencial para la acomodación política de los judíos en un proceso histórico de decadencia de Palestina. El liderazgo babilonio seria a su vez el sino de su época y el portavoz de la misma.
Desde el punto de vista del análisis institucional, a primera vista podemos observar el ascenso de dos modelos de liderazgo judío (en *Eretz Israel* y en Babilonia) casi sincrónicos y de analogías sorprendente. Sin embargo, a pesar de las apariencias existentes en la relación entre el *Nasi* y el *Sanhedrin* en *Eretz Israel* y el *Rosh Gola* y las *Yeshivot*, para Iaiah Gafni, se trataban de procesos muy diferentes de consolidación y funcionamiento del liderazgo en ambos centros (Isaiah Gafni, “‘Shebet umejoquek’- al defusei manhigut jadashim bitkufat haTalmud beEretz-Israel”,in: Isaiah Gafni & gabriel Motzkin (eds.), _Kehuna uMeluja- Iajas dat umedina deIsrael ubaamim_, Jerusalem 1987, pp. 79-91). De acuerdo con este investigador las diferencias se darian:
1-En la concepción de continuidad y antigüedad de las instituciones. En *Eretz Israel* existía una tradición histórica de cierto arraigo ya sea del Principado como de los *jajamim*. En Babilonia, tanto la institución del Exilarca (de fecha incierta pero que no remontaría a época anteriores a la Destrucción del Segundo Templo) como el de las *yeshivot* parecen ser instituciones recientes a pesar de los mitos posteriores que se constituyeron en torno a ella. Mientras que en Babilonia ambas instituciones nacen en un mismo tiempo, en *Eretz Israel* es a partir del Sanhedrin que nace el Principado.
2- Esta constatación explica que Babilonia la diferenciación en las competencias de liderazgo del Exilarca (político) y de las *Yeshivot* (religioso) se muestren mas pronunciadas que en *Eretz Israel*.
3-En Babilonia sus *jajamim* (*amoraim*) no eran de carácter hereditario.
En *Eretz Israel*, en cambio, la temprana institucionalización de los *jajamim* llevaría a la aristocratización del Sanhedrin., con la consecuente “rutinización del carisma” (Max Weber). En Babilonia habría que esperar al siglo VI por lo menos para presenciar en las *yeshivot* procesos análogos, cuando estas comiencen a ejercer funciones análogas a la del Exilarca.
Las críticas contra el sacerdocio y el poder civil por parte de los fariseos desemboco en un fariseísmo que propone el Principado en lo político y la aristocracia en lo religioso en *Eretz-Isarel*, mientras que en Babilonia la separación entre las funciones civiles y religiosas se darán siempre y cuando se conserven la especificidad hereditaria para unos y carismática para otros. Es como si estuviésemos frente a la siguiente ecuación de repetición diacrónica: en ausencia de liderazgo político, es el liderazgo religioso y carismático que crea uno a partir de el mientras que se dan en aquel procesos de nobilización y estagnación.
b- Edad Media – primera parte- Yeshivot y Exilarcas 429-1038
Por su brevedad, este capitulo deberá ser visto tan solo como una *coda* tendiente a unir el capitulo anterior con la clase n.5 que dedicaremos por entero a los modelos de liderazgo judio durante la Edad Media con su debida contextualización histórica.
La eliminación de cargo de Nasi por parte de las autoridades bizantinas (429), abre una época de verdadera hegemonía de la Diáspora judía de Babilonia que se prolongara hasta su decadencia en el ano 1038 con la paulatina emergencia de otros centros de liderazgo judío.
La existencia de un Exilarca y de las *Yeshivot* siguieron manteniéndose después de la conquista musulmana de Babilonia (640), llegando incluso a su mayor plenitud en tanto que instituciones de influencia. Y es que a la par de la decadencia de *Eretz Israel*, el ascenso del liderazgo babilonio se explica por la rápida expansión del Islam en buena parte de los territorios del antiguo imperio romano y su unificación (al menos hasta el siglo IX) en el Califato con sede en Bagdad, abarcando así casi un 90% de la población judía de entonces.
Debe tenerse en cuenta que el Islam conjugaba la inferioridad del judío como infiel con su status de minoría legitima en tierras musulmanas (*Dar el-Islam*) por ser “pueblo del libro”. Los judíos, en tanto que comunidad “protegida” o *dhimmis* (junto a los cristianos, los zoroastristas y los sabeos) poseían una legitimidad que se plasmaba en una amplia autonomía comunitaria a la par de la inferioridad jurídica que suponía su condición de minoria religiosa sometida. Así, durante la historia del Islam frente a los judíos, esta dualidad de percepción hacia el *dhimmi* llevaría a desplegarse una elasticidad muy pronunciada en lo referente a la aplicación de los principios de la *dhimmitud* en el espacio político: variando desde sus concepciones mas rigoristas a las mas tolerantes. Se puede decir que fue esta última la que caracterizó la política del gran conquistador del Islam y de Babilonia, Omar I, quien acaso por razones estratégicas, otorgo grandes espacios de accion ante el liderazgo interno de los *dhimmis* . Sin embargo, las instancias de liderazgo babilonio eran dinámica. Por un lado, el poder económico y político del Exilarca tendía a limitarse. Las Yeshivot, ahora junto al Exilarca y a la administración del califato se encontraban en Bagdad y se habían reducido a dos: la de Sura y Pumbedita. Ambas *Yeshivot* se encontrarían en una pugna constante entre si de prestigio, autoridad y dinero. Así a partir del siglo VIII encontramos un liderazgo judío tripartito los dos lideres de las *Yeshivot*, los *gueonim* y el *Rosh Gola* o Exilarca cuyas funciones y potestades tendían a confundirse. El Exilarca dependería cada vez mas del dinero recaudado entre las comunidades diasporicas ingresando en el mundo de la jurisdicción legal-halajica. Los *gueonim* recibiendo contribuciones de regiones en Babilonia, como antes era exclusividad del Exilarca, ingresaron en esferas de la representación política de los judíos ante el Califa. A partir de los siglos IX y X, un nuevo factor ingresaba en el juego de tensiones del liderazgo judío babilonio: los banqueros llamados por las fuentes judías “las perlas de la generación” (*pninei hador*), “los grandes de la generación” (*gdolei hador*). Este nuevo factor oligárquico por su cercanía con un califato cada vez mas embarcado en una economía monetaria, habría rápidamente adquirido características del liderazgo político propios al Exilarca y por lazos de parentela e influencias se encontraban prestos a dominar el mundo de las *Yeshivot*. *Rosh Gola*, *gueonim* y *pninei hador* actuaban en un sin fin de alianzas y disputas de poder, llegando a su punto mas alto durante el siglo X, en epoca del celebre Gaon de Sura, Saadia haGaon (Cf. Abraham Grossman, _Rashut haGola beBabel bitkufat haGueonim_, Jerusalem 1984).
Aun asi, tanto para los judíos de la Diáspora y de Babilonia el Exilarca representaba la continuación del liderazgo judío político y davídico a pesar del Exilio, lo que infundía de esperanzas mesiánicas y sobre todo daba respuestas al debate con el Islam (y el Cristianismo) sobre la elección o el abandono de Israel por parte de Dios. En cuanto a los gueonim, estos representaban en Babilonia al liderazgo espiritual y en la Diáspora, por lo menos, una autoridad especializada en materias de *halaja* (Tsvi Groner, “HaGueonim”, in: Irad Malkin & Zeev Tzahor (eds), _Manhig vehanhaga- kobetz maamarim_, Jerusalén 1992, pp. 143-163) que venia a suplir un vacío dejado por la desaparición de Jerusalem como epicentro de la vida judía.
Edad Media- Las Kehilot 1038-1348
El devenir histórico de los judíos durante la Edad Media supuso una vida política e institucional bajo la hegemonía del cristianismo y del Islam. Se estima que entre los siglos X-XI la población judía mundial no ascendería los 1.000.000 de personas. Un 80% de los judíos vivirían en tierras del Islam, mientras que tan solo un 20% en tierras cristianas. Estas proporciones se modificarían con el tiempo a favor de un crecimiento de la presencia judía en tierras de la cristiandad debido al desarrollo demográfico (en el norte de Europa: unos cuatro hijos promedio familiar), a las migraciones a tierras cristianas (causadas por persecuciones como las generadas por los Almohades en España de 1146 o por factores de atracción económico), a la transformación de tierras islámicas (España y Portugal de la “Reconquista”), etc. Sin embargo, a partir de finales del siglo XIII se comienza a presenciar un proceso de vaciamiento de la presencia judía oficial en el Occidente cristiano y una emigración consecuente hacia el Oriente (el Imperio Otomano, Polonia). La expulsión de los judíos de Inglaterra en 1290, las numerosas expulsiones que se darán en el suelo francés (como la de 1306 o la expulsión de Provenza en 1501), la de España y de Sicilia en 1492, el confinamiento de los judíos de los Estados Pontificios en los Ghettos de Roma, Ancona y Avinon (1555). Las matanzas y las persecuciones de los “pastorcillos” en el sur de Francia en 1320, las generadas por la Peste Negra en Alemania en torno a 1348. Los bautismos forzados de Napoles a finales del siglo XIII, en España a partir de los alborotos de 1391, la conversión masiva de los judíos de Portugal en 1497, etc.. Sin embargo, esta “terminalidad” del judaísmo medieval no nos debe conducir exclusivamente a empanar nuestra visión de liderazgo con una “historia lacrimosa”. El liderazgo judío no se vio tan solo confrontado con aquellos momentos de sufrimiento y de crisis generadas por el exterior.
Siendo entidades generalmente aceptadas en el status quo de las religiones mayoritarias y vencedoras, las instituciones de liderazgo judío debieron responder a los desafíos de la “normalidad” de su “época”.
Ahora bien, a pesar de las diferencias regionales y cronológicas se puede decir grosso modo que la Edad Media judía esta caracterizada por la urbanización de la sociedad judía, por una producción cultural que nada tiene que ver con la concepción estereotípica de un medioevo de barbarismo y retroceso, asi como su dependencia política de sociedades regidas por religiones monoteístas, universalistas y “dependientes” del judaísmo. Esta “dependencia” genética e ideológica explica en buena medida la inferioridad legal del judío en tierras del Islam y del Cristianismo, las expulsiones, las matanzas y las conversiones forzadas, pero también –y por paradójico que pueda parecer- la aceptación y la legitimación de comunidades judías más o menos autónomas con sus propias instituciones de liderazgo. Es así que para Robert Chazan ( “Medieval Jewish Political Institutions”, in: Zvi Gitelman (ed.), The Quest for Utopia- Jewish Political Institutions Through the Ages, Armonk, New York 1992, pp.67-79) la vida política de los judíos durante la Edad Media se vio propulsada por tres factores diferentes e interdependientes:
1- La necesidad de erigir sistemas e instituciones de liderazgo judío afín de abordar las necesidades y los intereses de los judíos de la diáspora medieval ante los contextos históricos específicos.
2- El propio carácter de la tradición normativa judía (la liturgia, los preceptos, etc.) exigía la presencia de sistemas sociales organizados que puedan garantizar el buen cumplimiento de la ley mosaica.
Tanto el numeral 1- como el 2- ponen de manifiesto el carácter voluntario y contractual que estaría en las base del liderazgo judío durante la Edad Media. Después de todo quien no quería ser judíos podría convertirse a la religión mayoritaria. La apostasía era también un medio de contestación de las instituciones comunitarias y de sus líderes. No es por acaso que el apostata Nicolás Donin, celebre por representar al cristianismo en la disputa religiosa de Paris en 1240 en torno al Talmud, antes de su conversión habría sido excomulgado por su comunidad por oposición a la misma. Sin embargo, Robert Chazan ha tenido el bien de señalar un tercer aspecto que viene a moderar el carácter puramente voluntario del liderazgo judío medieval:
3- La existencia de un reconocimiento de las autoridades mayoritarias (la monarquía, la aristocracia, la autoridad religiosa, las ciudades etc.) hacia un judaísmo autónomo. Por cierto es que esta autonomía respondería a la concepción común en el Islam y en el Cristianismo de que los judíos eran una suerte de excepción a la regla en la sociedad mayoritaria: que debía de aceptar como son bajo ciertas condiciones políticas, económicas y simbólicas de sumisión en tanto que entes aparte de la sociedad musulmana o del orden feudal o burgués de la sociedad cristiana y siempre y cuando no atenten contra los valores supremos de la mayoría. Lo que explica el hecho que las instancias de poder quisiesen a veces modificar las estructuras institucionales y de liderazgo judío afín de poder dominar mejor los destinos de la minoría hebrea. Pero esta premisa de autonomía pasa por la aceptación de las directivas formuladas por los lideres comunitarios y su validez legal general. De esta manera, no es extraño ver que las autoridades no judías generalmente apoyasen las medidas de coerción ejercidas por el liderazgo de las comunidades judías ante sus infractores al menos que estos prueben justicia o optasen por la apostasía. De esta manera, el liderazgo judío medieval no puede decidir por aquellos que no querían ser judíos, pero si por aquellos que por mas críticos que fuesen optasen por no dejar de identificarse con el rabinismo.
Con la instauración del Califato Omeya y con la decadencia paulatina del centro judio en Babilonia a partir de los siglos IX y X, presenciamos fenómenos de emigración de judíos desde el este al oeste, lo que trajo consigo el refuerzo y la formación de comunidades judías de alto prestigio como las del Cairo, Kairuan (Tunisia) y Córdoba. El influjo babilónico y el contexto islámico en la que se vieron caracterizadas estas comunidades de “judíos del Islam” es obvio. Desde un punto de vista cultural y religioso, la tradición babilónica (e.g. el Talmud, la impronta de las Yeshivot) se habría plasmado mediante la existencia de fuertes nexos de dependencia de estas comunidades con el centro babilónico (e.g. el envío de preguntas en materias religiosas y de dinero al Exilarca y a los Gueonim), para luego dar paso al nacimiento de tradiciones regionales y propias. Un proceso similar se articuló en el plano del liderazgo político. La existencia de líderes judíos en las diferentes comunidades judías del Islam se encontraron a la sombra del liderazgo babilónico. Si en un plano religioso eran las Yeshivot de Babilonia en la persona de sus líderes, los Gueonim, aquellos que tenían la última palabra en materia de jurisprudencia religiosa sobre comunidades tan distantes como las de España musulmana, en materias políticas era el Exilarca babilónico quien encarnaba la persona del rey judío a pesar del exilio y las esperanzas mesiánicas, por lo que si no era para todos el líder político real, lo era en lo referencial. Así no es de extrañarse que el tema del liderazgo del Exilarca babilónico haya surgido en el debate religioso en la España musulmana entre el judío de la corte Ibn-Narguila y el teólogo musulmán Ibn-Hasam. Con la decadencia del centro babilónico y la emergencia de los centros locales se daba paralelamente el afianzamiento y la legitimación de un liderazgo judío local tanto en lo religioso como en lo político. Frente al primero se trataba de un proceso de creación de nuevos centros de saber, un translatio scientiae, que debido a su carácter tradicional y conservador necesitaría sus propias justificaciones. A este respecto el “Libro de la Tradición” (Sefer HaKabala) de Abraham Ibn-Daud (Cordoba c.1110- Toledo c. 1180) nos ofrece un excelente ejemplo. En el episodio mas o menos mítico, que los investigadores han llamado “el relato de los cuatro cautivos” Ibn-Daud nos cuenta como cuatro sabios judíos de indiscutido saber eran apresados en alta mar por la flota musulmana del califa de Córdoba Abd-al-Rahman III y vendidos a diferentes comunidades judías del Mediterráneo musulmán: el Cairo, Kairuan y Córdoba. Era así que estas comunidades se transformaban en centros de liderazgo religioso autosuficientes e independientes de Babilonia. Para Ibn-Daud se trataba también de la prueba fehaciente de que Dios habría querido perpetuar la“cadena de la tradición” rabínica originaria en el Sinaí (Abot 1), ahora en la persona de un liderazgo disperso.
En cuanto al liderazgo político, todo parece indicar que el precedente babilónico del Exiliarca y de banqueros influyentes en la corte del califa, llevaron consigo el ascenso de un liderazgo político judío reconocido por el gobierno musulmán. A pesar de la imposibilidad de los judíos de ejercer cargos de poder en tanto que nacían protegida, uma al-dhimma, en la práctica, los líderes de los judíos eran a su vez personas que por su importancia en las Corte habrían adquirido cargos de poder que aunaban la representación de los judíos ante el califa (e.g. la recaudación de los impuestos como la djizia, la defensa de los intereses comunitarios, etc.) y el ejercimiento de cargos económicos y administrativos. Así a partir del
siglo IX en el Norte de África y en España, comienzan a surgir verdaderas dinastías de judíos de la Corte, los Neguidim (banqueros, médicos, traductores, diplomáticos, consejeros, arrendadores) que en este último país tendrán su continuación en los reinos cristianos. Solo en algunos casos, como en el de Maimónides (1135-1204) y su descendencia en Egipto, encontramos al cortesano judío ejerciendo el rol de autoridad religiosa entre las comunidades judías. Por lo general encontramos un liderazgo político identificado con la Corte pero diferente del religioso.
La doble naturaleza del judio de la Corte como representante y líder de las comunidades judías ante el gobierno y como miembro de una cuasi-aristocracia real, llevaba consigo la impronta de la responsabilidad de estos ante el sentir de las comunidades judías pero también a defender su condición de clase. Esta ambigüedad llevo a la constitución de verdaderas dinastías de judíos de la Corte que no necesariamente tenían el apoyo consensual de sus comunidades. Con el tiempo el monarca (musulmán o cristiano) les habría dispensado de pagar impuestos como al de la carne casher, recayendo su pago al resto de la comunidad. A veces el cortesano podía vivir fuera del barrio judío, era dispensado de utilizar el signo distintivo, excepcionalmente le era concedido portar armas, cabalgar a caballo etc.. Lo que muchas veces le llevo la animosidad y el enajenamiento por parte de las comunidades judías embarcadas muchas veces en una lucha entre sus elites oligárquicas y sus clases populares (E.g. Yom-Tov Assis, “Tsisa jevratit umaabak bein maamadi bekehilot Sefarad lifnei haguerush”, in: Yosef Dan (ed.), Tarbut vehistoria, Jerusalén 1984, pp. 121-145). Es por ello que el historiador Haim Bienart llegó a distinguir entre judíos de la Corte “buenos” y los “malos”, de acuerdo con el grado de solidaridad y de sensibilidad de estos con respecto al sentir de sus comunidades. Personalmente creo que esta division peca por dualista. El judío de la Corte en tierras del Islam o en la Península Ibérica era un tipo de liderazgo que solía incluir en una misma persona ambas condicionantes (Haim Beinart, Los judíos en las Cortes Reales de España, Buenos Aires 1975) .
En cuanto al resto de los paises de la cristiandad (especialmente: Italia, Alemania, Francia e Inglaterra) todo parece indicar que el surgimiento de las comunidades judías locales como centros de liderazgo autónomo también fue acompañado por una tradición religiosa anterior, aunque se encontrase mayormente desprovista de una continuidad tradicional en el plano de sus modelos de liderazgo. Esto quizás se deba a la paucidad numérica de las comunidades judías del norte de Europa (para el siglo XI se calculan unos 20.000 judíos residentes en Alemania y una suma un poco menor para los judíos de Francia residentes al norte del rio Loire), a una autonomía menor concedida por las monarquías cristianas (especialmente desde el siglo XII, a partir del desarrollo de corrientes monárquicas centralistas) , así como la dependencia cultural de estos centros con el judaísmo ya muy disminuido y carente de un fuerte liderazgo político que era Erets Israel.
Las investigaciones modernas vienen señalando que si para las comunidades judías en tierras del Islam fue Babilonia la fuente esencial de influencia, en el caso de Europa del norte habría sido esencialmente la impronta de Erets Israel. Así y hasta el siglo VIII el relativamente numeroso judaísmo en Bizancio y en el sur de Italia (Apulia, Sicilia) habrían mantenido fuertes lazos de dependencia con el liderazgo religioso de las Yeshivot de Erets Israel. Pero a partir de entonces surgiría un paulatino distanciamiento con respecto a este centro que seria la consecuencia de la penetración creciente de la influencia babilónica en aquellas regiones y muy especialmente, debido al nacimiento de un liderazgo religioso local y autónomo. Ahora bien, las comunidades judías asentadas al borde del rio Rhin (Ashkenaz) tendrían por origen el establecimiento de algunas familias provenientes de Italia y en menor medida de España y Provenza. Hasta por lo menos el siglo XI eran aquellas familias de patricios judíos alemanes (los Kalonymos, los Abun, los Machir) quienes influirían sobre las comunidades del Norte de Francia aun después de la actividad de un Rashi (Troyes 1040-1105) o de los Baalei Hatosafot (siglos XII-XIII), mientras que a partir de los siglos XII y XIII les ocurría lo propio a otras comunidades judías fruto de la expansión francesa (e.g. Inglaterra tras 1066) o alemana (e.g. Austria, Bohemia) (Abraham Grossman, Jajamei Ashkenaz harishonim, Jerusalén 1981; Idem, Jajamei Tzarfat harishonim, Jerusalén 1995). Estas comunidades fueron, al menos hasta el siglo XIII, de proporciones bastante reducidas y de relativa homogeneidad socio-economica y cultural, si las comparamos a las comunidades judías del Oriente y del Mediterráneo, lo que repercutió en la homogeneidad y en la cercanía entre sus lideres y liderados. Sus judíos se dedicaban esencialmente al comercio internacional y solo mas tarde al préstamo de dinero a interés. En estos contextos debemos comprender asimismo la emergencia de un liderazgo espiritual local e independiente a la par de la constitución de verdaderas federaciones comunitarias regionales (como la de Shum para las comunidades renanas) afín de garantizar el cumplimiento de las decisiones adoptadas por las pequeñas comunidades (kehilot) europeas (las llamadas takanot) (hacia 1096 existían unas 20 comunidades judías en Alemania) muchas veces divididas por las fronteras políticas de una Europa fragmentada. Esta característica sera una de los fenómenos mas salientes de la historia judía europea durante la Edad Media (Louis Finkelstein, Jewish Self-Government in the Middle-Ages, New York 1964 ) De esta manera, encontramos a lideres religiosos como Rabenu Guershom Meor-Hagola (“la luz del Exilio”) (960- Mainz 1028) , que contra todo precedente rabínico impone la monogamia como única forma de matrimonio judío, así como la prohibición manifiesta de que el esposo pudiese divorciase sin la correspondiente anuencia voluntaria por parte de su esposa bajo la pena de excomunión (herem). Esta medida de coerción que impone tan solo el ostracismo social del criminal en los marcos de una o varias comunidades indica la existencia de un verdadero consenso contractual y voluntario entre los líderes comunitarios y sus liderados, pero también como veíamos atrás, era el resultado de una cooperación por parte de las autoridades no judías. Sin embargo, esta relativa horizontalidad entre líderes y liderados no se daría para siempre. El crecimiento de las comunidades ashkenazies, la competencia económica creciente entre los judíos y los habitantes cristianos de las ciudades, así como el ascenso de los apetitos centralizadores de los monarcas y del papado, habían creado fenómenos de dinamismo y de tensiones entre los líderes entre sí y con respecto a sus liderados. Por una parte, el crecimiento demográfico y las corrientes emigratorias crearon una mayor heterogeneidad cultural y socio-económica entre los judíos de Ashkenaz. Así nacía un rabinato profesional (i.e. que vivía de su saber religioso) que venía a suplir las carencias de las masas ignorantes. Por otra parte, la división entre aquellas familias de patricios fundadores y los que emigraron posteriormente, afianzo el ascenso de un liderazgo judío “laico” y elitista: los sindicos (parnasim) o tovei hair (boni homines), que comenzaron a ver en el rabi un mero empleado comunal para la labor ritual de la comunidad y en su propia función, la de lideres comunitarios (Mordechai Breuer, Rabanut Ashkenaz bimei habeinaim, Jerusalen 1976) . Por otro lado, las percepciones externas hacia los judíos en tanto que “siervos del tesoro” (servi camerae) por parte del monarca absoluto, o en tanto que sujetos a la “potestad apóstolica” de acuerdo con los papas “reformadores”, al hacer de la comunidad judía otro elemento de poder real o papal, trajo consigo una mayor injerencia de las autoridades gentiles en la eleccion de sus lideres comunitarios ya sea como rabinos o en tanto que parnasim. Esta situación llevó al ascenso de familias “plebeyas” al zenit del liderazgo comunitario no por sus propias virtudes sino debido a que su riqueza les habían garantizado la confianza y el apoyo del príncipe, del obispo o del rey, en materias comunitarias. Desde entonces, las comunidades judías del norte de Europa sumidas en luchas más o menos abiertas entre rabinos y parnasim entraba en una fase de tensiones entre un liderazgo compuesto por “nuevos” o por “viejos” ricos o sabios, apoyados o rechazados por las estructuras del poder de la sociedad mayoritaria. Sin embargo ( con la excepción de los judíos en Inglaterra o de Italia del centro y norte), no se pudo dar un verdadero fenómeno de judíos de la Corte como en el caso de la España cristiana. Esto se habría dado así debido al hecho que el crecimiento cuantitativo y cualitativo de estas comunidades judías fue silenciado por las expulsiones, por las matanzas y por las conversiones forzadas provocadas o aceptadas a posteriori por sus gobernantes.
Fin de la Edad Media y comienzos de la Edad Moderna (Las Federaciones (Vaadim); El periodo pre-emancipatorio ).
El paso de la historia del pueblo judío del fin de la Edad Media a la Edad Moderna estan marcados por una serie de vaivenes geográficos y demográficos de impronta considerable. Como anteriormente lo veníamos mostrando, las conversiones en masa, las matanzas, las expulsiones y la “ghettoizacion” de los judíos en Europa occidental llevaron consigo un proceso de vaciamiento de judíos públicos en los países europeos, y la confinación en Ghettos en los Estados Pontificios y en la Republica Veneciana. Se daba entonces, un proceso de emigración hacia Oriente y el consecuente florecimiento de nuevos centros judíos en aquellas regiones (Polonia-Lituania y el Imperio Otomano) de gran importancia por su densidad demográfica y por su influencia sobre el resto de la Diáspora. Esta concentración en el Oriente fue acompañada por un proceso de relativa unificación del rito judio, creándose a partir de las postrimerías del siglo XVI dos grandes vertientes rituales: la ashkenazi y la sefardis, como consecuencia de la labor codificadora de Rabi Yosef Caro (1488-1575) y de su homologo ashkenazi, Rabi Moshe Isserles (c. 1525-1572).
La difusión de la Cabala de Safed también cumplió el rol de elemento unificador en el seno de buena parte del judaísmo diaspórico. Estos procesos de “comunicación” y de “globalidad” entre las comunidades mas diversas explicaría parcialmente la difusión que tuvo el movimiento del falso mesías Shabtai Zvi (convertido al Islam en 1666) en el Imperio Otomano, llegando desde el Yemen hasta Holanda. Lo que llevó a Gershom Scholem a señalar que esta “mediatización” del movimiento “sabateano” de carácter activista en el plano de la Redención mesiánica, seria una de los indicios mas marcantes que señalaban el paso del pueblo judio a la Edad Moderna.
El segundo movimiento migratorio se dio en el sentido contrario y sobre todo, a partir del siglo XVII. Ahora atraídos por la Europa absolutista y mercantilista, comenzarían a restablecerse nuevas comunidades judías en Europa Central y Occidental. Las mismas comunidades que en definitiva vivirán en carne propia fenómenos de primer orden que otrora fueron señalados como los comienzos mas cabales de la modernidad judía: el Iluminismo judío (en la persona de Moisés Mendelssohn (1729-1786) según Heinrich Graetz) y la Emancipación de los judíos con su paso a la condición de ciudadanos (eventos como la Revolución Francesa de 1789, según Simón Dubnow o Rafael Mahler). Recientemente el historiador Shmuel Ettinguer mostraría que fueron las propias condicionantes de la repoblación judía de Europa Central y Occidental las responsables del paso a la modernidad, por lo que se debería anticipar la línea demarcatoria de la periodización a unos 150 años, aproximadamente. Sea como fuere, resulta claro que tanto para Scholem como para Ettinguer se trata de una época de profundos trastornos en el vivir judío y de relevancia capital para su devenir en la posteridad.
A los efectos de nuestro curso veremos sucintamente en que medida estos dos procesos migratorios que mencionábamos antes contribuyeron a la creación de nuevos modelos de liderazgo judio.
a- El paso de Occidente a Oriente
La emigración de los judíos hacia el Oriente llevo a la fortificación de dos centros de vida judía de primer: el Imperio Otomano y el reino de Polonia (Lituania). Eran entonces dos potencias de primer orden que veían en el judio un factor cardenal para la reactivación de las economías locales Se estima que hacia finales del siglo XVI vivirían unos 150.000 judíos en el Imperio Otomano (excluyendo el Magreb), mientras que en Polonia y Lituania su numero total oscilaría en las 75.000 personas. Con el paso del tiempo el crecimiento demográfico tendera a favorecer al judaísmo del Este-europeo, ya que a mediados del siglo XVII se contarían unas 300.000 residentes de fe mosaica. A fines del siglo XVIII sumaban 750.000 almas.
“Clarum regnum Polonorum est paradisum Judaeorum”, era un dicho difundido que tras la experiencia de la Shoa nos parece hoy una ironía. Sin embargo, desde 1264 los judíos eran autorizados a residir en Polonia y a partir de 1512 sabemos de la nominación de judíos encargados de recolectar los impuestos: lo que junto con la existencia de los rabanei medina para las grandes regiones que conformaban Polonia y Lituania (una suerte de autoridad religiosa y política muchas veces nombradas por el monarca polaco), constituían el estado embrionario de un judaísmo este-europeo en plena expansión. El organismo de liderazgo máximo que caracterizara a este judaísmo será el Vaad Harba haAratzot en Polonia (“el Consejo de las cuatro regiones”: la Gran Polonia, la Pequena Polonia, Podolia y Volhynia) y el Vaad Lita (“el consejo de Lituania” compuesto por: Brest-Litovsk, Grodno y Pinsk). Estos “Consejos” habían comenzado a funcionar a partir de finales del siglo XVI, reuniéndose en sus comienzos dos veces al ano en las grandes ferias para tratar en torno a asuntos impositivos. Sin embargo, estas estructuras confederativas de liderazgo pasarían a tratar temáticas de orden propiamente comunitario (educación, asistencia a los necesitados, evitar la competencia económica desleal, etc. etc.) . Ahora bien, la unidad primera de estas organizaciones eran las comunidades (kehilot) . Estas enviaban a sus representantes a sus respectivos consejos regionales (glilot) , quienes enviaban sus representantes a los veadim. Los veadim poseían por su parte su burocracia e instancias de liderazgo que incluían un parnas a la cabeza del Ejecutivo del “Consejo” y un shtadlan cuya tarea era la de ser mediador entre las comunidades judías y las autoridades no-judías. Este sistema representativo de liderazgo judio nos puede parecer democrático. En realidad, aquellos que tenían uso de voto en cada kehila eran sus miembros más ricos y prominentes, por lo que los veadim eran una confederación de cariz oligárquico. Con la crisis social de 1648, la alienación entre el Consejo y las masas judías llego a tal punto que fueron las guildas profesionales y el movimiento jasídico que vinieron a llenar este espacio de liderazgo representativo. Tras las terribles matanzas anti-judías de los anos1648-1649 llevadas a cabo por las tropas ucranianas de Bogdan Chmielnicki y las guerras de Suecia y de Rusia contra Polonia en 1660, el judaísmo polaco pasaba por momentos de crisis y de pauperización que los “Consejos” no pudieron proponer respuestas convincentes a sus liderados. Así la disolución del Vaad Harba haAratzot en 1764 por parte de las autoridades polacas, era también función de la emergencia de otro modelo de liderazgo judio alternativo (junto a las guildas y cofradías): el jasidismo (Shmul Ettinguer, “The Council of the Four Lands”, in: Anton Polonsky et al. (eds.), The Jews in Old Poland 1000-1795, London & New York 1993, pp. 93-109). En estos contextos de liderazgo alternativo, tenemos que comprender el éxito y la difusión del movimiento jasídico en la persona de Rabi Israel Baal Shem-Tob (1700-1760) y de sus continuadores. El Rabi o Tzadik de los jasidim se erigía como un verdadero líder espiritual y místico que no solamente a través de su imitación y su adhesión se conseguía establecer nexos de mediación con una Divinidad a la que no siempre se le podían comprender sus intenciones. El Tsadik era el representante de Dios sobre la tierra y su líder carismático, por excelencia. Emplazados generalmente en pequeñas localidades, los lideres jasídicos imponían la creación de nuevos centros de liderazgo que poseían sus propias Cortes y que influenciaban mucho mas allá del perímetro de la ciudad o del pueblo en cuestión. Estas realidades nos explican que muchas veces los líderes jasídicos se enfrentaran con las autoridades establecidas de las comunidades en torno a temáticas como ser los lugares de culto (sinagoga o shtiblej) y la manera de matar ritualmente a los animales (shjita)). El hincapié puesto por los primeros jasidim en el sentimiento, en coronar los preceptos divinos mas con lo vivencial que con lo intelectual, suponía erigir un liderazgo alternativo y contestatario al existente que no parecía dar respuestas eficaces a la masa de sus liderados. (Chone Shmeruk, “Hasidism and the Kehilla”, in: Anton Polonsky et al. (eds.), The Jews in Old Poland 1000-1795, London & New York 1993, pp. 186-195)
En el Imperio Otomano las cosas fueron un tanto diferentes, por lo menos en sus comienzos. Y es que en esta vastísima región que iba desde los Balcanes a la frontera Persa y desde allí hasta Marruecos, los emigrados provenientes de la Península Ibérica se encontraron con comunidades pre-existentes establecidas desde antaño. Los descendientes del judaísmo bizantino o lo “romaniotes” en los Balcanes y las comunidades autóctonas de los mustaarabim en el Medio Oriente y en el Norte de África. Ahora bien, a pesar de la minoría numérica de los emigrados hispanos, estos poseían una autoconciencia de superioridad cultural frente a sus anfitriones judíos, mientras que las autoridades otomanas u otras veían en sus elites elementos que por su importancia económica merecían tener las “riendas” del liderazgo judío (Joseph R. Hacker, “Superbe et desespoir; l’existence sociale et spirituelle des Juifs iberiques dans l’Empire ottoman”, Revue Historique, DLXXVIII (1991), pp. 261-263).
Así en un primer momento los contactos entre los megorashim (“expulsados”) ibéricos y los toshavim (“habitantes autóctonos”) se caracterizaron por enfrentamientos y tensiones intercomunitarias tanto en un plano ritual (costumbres) como en el del liderazgo comunitario (e.g. formación de comunidades diferentes de megorashim y de toshavim), que generalmente, terminaron por la victoria de los megorashim sobre los toshavim.
En el Imperio Otomano no habría aun un liderazgo institucional centralizado hasta las reformas del Tanzimat durante el siglo XIX. Aceptadas como autónomas, las comunidades judías en el sistema del millet basado en el derecho islámico, poseían en cada ciudad o localidad sus kehilot reconocidas, lo que permitía la creación de un sin fin de agrupaciones e instancias de liderazgo de acuerdo al origen de sus miembros o a otros criterios de filiación grupal. En general, cada kehila giraba en torno a su sinagoga que articulaba el resto de sus instituciones comunitarias. Ahora bien, cada ciudad de importancia poseería un liderazgo en común, representado por el estaba el Haham Bashi en lo religioso y el kya o shtadlan en lo civil (i.e. la colecta de los impuestos gubernamentales y comunitarios), actuando por ende como representante político de los judíos locales ante las autoridades (Stanford J. Shaw, The Jews of the Ottoman Empire and the Turkish Republic, New York 1991, cap. 2). Esta fragmentación del liderazgo comunal se muestra casi que contraria a los sistemas
confederativos del judaísmo Este-europeo de aquel entonces, conllevando la dificultad de llegar a controlar a sus miembros ya divididos en razón a su heterogeneidad comunitaria. Por ello, de cuando en cuando se realizaban esfuerzos a nivel local para llegar a acuerdos (haskamot) que tengan una aplicación general en una región o ciudad. Pero la falta de un liderazgo centralizado era siempre factor de dificultad a la hora de llegar al consenso aun en las pocas instituciones existentes de liderazgo inter-comunitario. Así por ejemplo, con la muerte del Haham Bashi de Estambul el “romaniote” Rabi Eliahu Mizrachi en 1526, las tensiones entre “sefardies” y “romaniotes” fueron tales que solo en 1834 se pudo nombrar a un sucesor a dicho puesto!
Este vacío en los andamiajes del liderazgo de los judíos del Imperio Otomano (y las regiones mas o menos dependientes del mismo) fueron aprovechados por los judíos avecinados a la Corte del Sultán. Estos, generalmente de origen ibérico –muchos de ellos de origen “marrano”- actuaron como prominentes consejeros, banqueros, diplomáticos, médicos, etc., desde el siglo XVI y hasta la segunda mitad del siglo XVII. En algunos casos llegaran a tener títulos de nobleza como fue el de Don Yosef Nasi, Duque de Naxos (c. 1524-1579) o el de Alvaro Mendes/Ibn Iaish Duque de Mitilene. En calidad de judíos de la Corte estos se erigían como representantes y lideres de los judíos ante el Sultán y en algunos casos como patrones “proto-sionistas” de la colonización judía en Safed y en Tiberiades en (Leah Bornstein-Makovetsky, “L’activite diplomatique de l’elite sepharade apr?s l’ expulsión”, in: Shmuel Trigano (ed.), La societe juive ? travers de l’ histoire, Paris 1993, vol. III, pp. 433-462). Su dependencia con un Sultán cada vez menos dependiente de sus cortesanos judíos y mas de su propia Corte, los llevaría a perder su eficacia representativa en tanto que líderes ad hoc del judaísmo otomano. La relativa ineficacia del liderazgo judio establecido frente a los embates del movimiento mesiánico de Shabtai Tzvi a mediados del siglo XVII seria una prueba de ello.
Por otra parte, desde los comienzos del siglo XVI se puede percibir a claras un proceso de emigración de Oriente a Occidente y de re-poblamiento de Europa Central y Occidental por judíos, llevados a cabo esencialmente por dos fenómenos autónomos de establecimiento en torno a:
1) La constitución de comunidades judías de origen “marrana”
2) Las comunidades cuyas bases fueron los “judíos de la Corte” (Hofjuden)
Como veremos a continuación, las diferencias que separan ambos fenómenos, revisten al menos tres elementos en común e interdependientes:
1- El ser comunidades sin tradición política e institucional
2- Su extrema dependencia con sus lideres políticos
3- Sus trazos de liderazgo “moderno” .
1) Las comunidades de origen “marrana”
El fenómeno “cristiano nuevo” o “marrano” desde sus comienzos fue acompañado (en España desde 1391 y en Portugal desde 1497) por olas migratorias y por la conformación de nuevas comunidades. En un principio dirigidos esencialmente hacia al Norte de África y al Imperio Otomano, durante el siglo XVI encontramos comunidades judías de origen “marrana” en Italia (e.g. Ferrara, Venecia, Liorna), mientras que durante los siglos XVII y XVIII en Europa del Norte y Occidental (e.g. Ámsterdam, Hamburgo, Londres) y en las Américas (e.g. Recife, Curazao, Nueva York) . Estas comunidades respondían a los motivos bien difíciles de discernir entre las persecuciones religiosas o étnicas en Iberia y la búsqueda de nuevos horizontes de expansión económica.
Y es que esta “gente da na??o” o “homens de negocios”, como eran llamados, basaban su vida grupal en el poderío de sus elites dedicadas al comercio internacional o a la banca, erigiendo para ello redes de filiales en aquellos lugares de especial atractivo económico. Por ello, la fundación de las comunidades sefardíes de origen “marrana” en Europa Occidental iban de la mano de la actividad comercial y financiera que ejerciesen sus miembros más prominentes. Cuando Richelieu, por ejemplo, ‘hacia la vista gorda” ante la presencia de comerciantes portugueses de sospechosa fe mosaica en una Francia que oficialmente no toleraba la presencia judía, ponía de manifiesto que la razón de la presencia de estos sefardíes obedecía a una básica “Razón de Estado” sintetizada en su conveniencia y utilidad económica. Es en estos marcos mercantilistas que podemos comprender que las comunidades de origen “marrana” fuesen lideradas por sus elites económicas: los parnasim. Casos como los potentados Duarte Nunes da Costa (alias Jacob Curiel) o Antonio Lopes Suasso (Baron de Belmonte) de Ámsterdam durante el siglo XVII, muestran la existencia de un liderazgo sefardí de corte fuertemente oligárquico.
Es verdad, también existían los rabinos y toda una burocracia religiosa bastante sofisticada. Quizás mas que en otros contextos, el liderazgo religioso se hacia mas imperioso que nunca en estas comunidades de antiguos cristianos nuevos. Desde su ingreso en las kehilot estos “judíos nuevos” pasaban por un largo proceso de rejudaización a todos los niveles, lo que implicaba la necesidad de poseer un liderazgo religioso muy activo y vigilante. Sin embargo y como lo señala Yosef Kaplan, el paso del “cristianismo” al judaísmo de estos “marranos” iba de la mano de un proceso de selección y adaptación de aquellos elementos ibéricos y cristianos que podían ser de utilidad para la constitución de esta nueva identidad judía normativa y comunitaria. Entre ellos iría imponiéndose la visión de un liderazgo rabínico confinado al espacio sagrado de la sinagoga hostil a todo “entusiasmo” religioso, mientras que el espacio público y civil seria relegado a las autoridades seculares de sus parnasim. Grosso modo, estaríamos frente a un liderazgo judio moderno en el sentido de su delimitación y separación bien marcada entre los asuntos de la “Iglesia” y los del “Estado” en el interior de sus comunidades (Yosef Kaplan, “La comunidad sefardí de Ámsterdam en el siglo XVII: entre la tradición y el cambio”, in: Los judíos nuevos de Ámsterdam. Estudio sobre la historia social e intelectual del judaísmo sefardí en el siglo XVII, Barcelona 1996, pp.23-55).
2- Los judíos de la Corte (Hofjuden)
El mercantilismo había afectado a Europa Central especialmente entre los años 1650-1750. El ideal del monarca Absoluto que vela por la prosperidad de sus habitantes se hizo eco en una región dividida en un mosaico de pequeños Estados soberanos. En estos contextos políticos y económicos, el soberano comienza a invitar a aquellos judíos, generalmente, grandes comerciantes de Europa Oriental y de Bohemia, que servirán su Corte por razones estrictamente utilitarias. Serán los banqueros y los financistas del monarca. En tanto que Hofjuden, la relación de estos judíos cortesanos con respecto a la voluntad del soberano se caracterizara por lazos de extrema dependencia, fragilidad y vulnerabilidad. Estas características de base en la relación entre el Hofjude y el monarca las vemos en muchos casos concretos. Así, mientras que la Comunidad judía de Viena era expulsada en 1670 por Leopold I, siete anos después el mismo gobernante nombraba al judío
Samuel Oppenheimer (1630-1703) como proveedor imperial y luego a otros judíos de la Corte que pasarían a vivir en Viena formando nuevos núcleos comunitarios. Las posiciones manifiestamente antisemitas de Federico II de Prusia (reina entre 1740-1786), no impidieron que “sus” judíos financiasen su campaña militar durante la Guerra de los Siete Anos (1756-1763). Por lo que la posición del judio de la Corte fue, en general, mas que precaria, sin poder reducirla tan solo al celebre caso de Sus Oppenheimer (1698-1738), caído en desgracia tras la muerte de su soberano protector.
De acuerdo con Michael Graetz, no existiría ningún nexo de continuidad entre los Hofjuden y los potentados judíos del siglo XIX como los Rotschild.
Estos serian el fruto de un enriquecimiento posterior proveniente de las clases medias (Michael Graetz, “Court Jews in Economics and Politics”, in: Vivian B. Mann & Richard L. Cohen (eds.), From Court Jews to the Rotschilds. Art, Patronage, and Power 1600-1800, Munich & New York 1996, pp. 27-43). Sin embargo, existiría otro tipo de continuidad radicada en la impronta de los Hofjuden como agentes de los procesos de modernización en el seno de las comunidades judías. Y es que el judio de la Corte era el líder máximo e
indiscutido de sus comunidades. En muchas ocasiones, estas se habían erigido tras la invitación y el establecimiento del Hofjude por parte del soberano.
Lo que quiere decir que el Hofjuden solía ser la fuente de legitimidad de la comunidad judía. Del Hofjude dependía la supervivencia de la comunidad judía y a menudo, el propio integrante individual de la misma tenia por origen la familia o el sequito de sus servidores y asistentes. Esto explica que de la misma manera que el monarca absoluto ejercía un poder muy estrecho con respecto al Hofjude , este ejercía su liderazgo absoluto con respecto a su propia comunidad en todas sus instancias (civiles, religiosas, comunitarias).
Es verdad, la necesidad del Hofjude en el sistema mercantilista prepararía el terreno para la implantación de una visión mas utilitarista y menos “diabolizada” del judio en Europa preemancipatoria (Shmuel Ettinger, “Los comienzos del cambio de actitud de la sociedad europea hacia los judíos, in: David Bankier (ed.), La Emancipación judía, Jerusalén 1983, pp. 27-59). Pero a su vez, el estrecho contacto del Hofjude con su Corte generaron a menudo procesos de aculturación judía en con el mundo cultural y mental de la aristocracia no-judía de Palacio. La posición en sus comunidades jerárquicamente “indiscutida”, habría hecho que los liderados pudiesen imitar referencialmente las “maneras aristocráticas” asimiladas por su líder, el Hofjude. Allí radicarían, según Shmuel Ettinger y Jacob Katz, los inicios de los procesos de aculturación, secularización y apertura hacia el mundo no-judio que caracterizaran buena parte de la modernidad de las generaciones posteriores.
a- Dos pensadores del liderazgo judio: Maimónides y Spinoza
b- Conclusión a la primera parte del curso
a- Dos pensadores del liderazgo judio: Maimónides y Spinoza
El decorrer de nuestro curso nos ha llevado por los meandros del liderazgo judio a través de su historia; desde los patriarcas hasta la época de la Emancipación. Hemos tratado de la continuidad y las transformaciones del liderazgo judio a través del tiempo, de los contextos regionales y de las situaciones históricas. Sobre las conclusiones de lo tratado hasta ahora nos referiremos en nuestro capítulo de conclusión. Sin embargo, a la par de haber existido lideres e instituciones de liderazgo judio, también existieron sus correspondientes teorías de liderazgo. En cursos anteriores nos habíamos referido a una ausencia explicita de una vision de liderazgo sistemático a partir de la lectura de las fuentes bíblicas. También hemos mostrado que durante el Segundo Templo y la época talmúdica, existía una verdadera reticencia por parte de los rabinos, los jajamim, a toda búsqueda de un liderazgo civil que pueda llevar al ensoberbecimiento del líder y a la corrupción de sus liderados. En cambio, fue durante la Edad Media y los comienzos de la Edad Moderna cuando presenciamos un verdadero florecimiento de teorías de liderazgo judío, basadas mas que nada, en la relación que debería existir entre el Poder Civil (Keter maljut) y el Poder Religioso (Keter kehuna y keter tora). Una de las características mas curiosas de estas reflexiones es que casi nunca se basan en la experiencia de los modelos de liderazgo judio existente en la Diáspora pero si en los sistemas de gobierno no judio existentes en sus épocas. Y es que esto parece indicar la existencia de una visión generalizada por la cual se puede hablar de un verdadero liderazgo judio pleno cuando puede ejercer mas o menos libremente, el Poder Civil y el Poder Religioso sobre sus liderados. Quizás esta falta de reflexión teórica del liderazgo diaspórico sea la consecuencia de la tradición bíblica y referencial, así como de las expectativas mesiánicas de la Redención y de la reconstitución de la Dinastía de David. Puede haber sido asimismo, fruto del convivir entre dos mayorías (el Cristianismo y el Islam) que explicaban el sometimiento político de los judíos de la Diáspora a los gobiernos gentiles como prueba empírica del abandono de la elección Divina sobre el pueblo de Israel. Pero además, siendo sus pensadores filósofos, centrados en la reflexión particular judía a partir del pensamiento griego y de sus reformulaciones medievales, es claro que el punto de partida de estos pensadores de la política judía serán los escritos políticos como los de Platón o de Aristóteles, para quienes el gobierno de la Polis pasaba por una identidad, al menos étnica, entre los lideres y los liderados.
Como decíamos, el punto de partida de estos pensadores del liderazgo judio parece ser por una parte la observación de un estadio pasado bíblico (y futuro utópico) en donde el Pueblo de Israel poseía su propia soberanía política en constante dialogo con las fuentes del pensamiento greco-romano. Pero por otra parte, las reflexiones teóricas no se remitían tan solo a la abstracción de un tiempo perdido o a elucubraciones futuras de carácter hipotético. Buena parte de estas eran también el fruto de la observación de los sistemas de gobierno, de las instituciones de su entorno no-judio como punto de referencia esencial. Así debemos comprender cuando Don Isaac Abrabanel (Lisboa 1437- Venecia 1508) tomaba el modelo contemporáneo de la República de Venecia como el ideal de gobierno judio. Habiendo sido judio de la Corte de los reyes de Portugal y de España; habiéndose visto exilado y sorprendido por el edicto de expulsión de los judíos de España en 1492, era claro para este que solo el sistema republicano-representativo (aunque oligárquico) de Venecia era aquel que ponía a salvo a sus liderados de las arbitrariedades y de los caprichos mas repentinos y desmedidos de sus líderes.
Volviendo a nuestro tema, señalemos que las teorías de liderazgo judio durante el Medioevo y los comienzos de la Edad Moderna mas que tratar del liderazgo en si analizaban la relación entre el Poder Civily el Poder Religioso. Para Aviezer Ravitzky se habrían elaborado visiones muy diferentes sobre la convivencia entre estos poderes, pudiéndose catalogar en cuatro posibilidades: de unidad, división, colisión y subordinación (Cf. Aviezer Ravitzky, Dat uMedina bemajshebet Israel: degamim shel ijud, hafrada, hitnagshut o kfifut, Jerusalén 1998). Ahora bien, el análisis de estas perspectivas traían consigo un análisis bastante sistemático sobre el carácter de aquellos lideres que ocupan el poder en base al modo de relación entre el Poder Civil y el Religioso.
A los efectos de nuestro curso tomaremos tan solo los dos ejemplos quizás mas significativos y contrastantes: el del líder emergente a partir de un gobierno de unidad entre la religión y la política a partir de la teoría política de Maimónides (1135-1204) y el del líder en un sistema subordinación de lo religioso a lo político en los escritos de Baruj Spinoza (1632-1677).
Maimónides y el liderazgo judío.
De acuerdo con Maimónides, lo político deberá servir a lo religioso en un sistema de unidad en la persona de su líder. Partiendo de que existe una contradicción entre la naturaleza del hombre como ser político (Aristóteles) cuya sociedad es la única que le pueda garantizar la concreción de todas sus potencialidades y una individualidad que lo lleva no solamente a distinguirse de los demás sino a buscar la concreción de sus apetitos caprichosos, Maimónides propone a la ley y al líder como aquellos vehículos de represión del egoísmo individual y de canalización del bien común. Ahora bien, para Maimónides los preceptos de la ley judía (la halaja) emanado de la Tora es aquel sistema legal que no solamente se preocupa por él bienestar político y social de los hombres, sino también aboga por la perfección espiritual de los hombres (“tikun hanefesh”) y el conocimiento de la verdad. Por ello la Tora será vista como la unión de lo terrestre y de lo espiritual, de lo político y lo religioso. Lo mismo sucederá entonces con el líder: quien debería encarnar a su vez la quintaesencia de las virtudes humanas y el conocimiento verdadero de Dios. Así Maimónides ve en la persona del Profeta bíblico y muy particularmente en Moisés, como aquel modelo ideal de líder que encarnaría ambas características. Como se ve, podemos entonces vislumbrar la impronta de Platón sobre la concepción de liderazgo en Maimónides. El Profeta maimonideano corresponde al filósofo de la “República” solo que a partir de la lectura de Alfarabi, puesto que sus aptitudes personales lo hacen idóneo para liderar a las masas tanto en lo político como en lo religioso. Pero el Profeta supera al filósofo-estadista de la “Republica” de Platón porque sus cualidades “imaginativas” le permiten conocer el mensaje de Dios hacia los hombres (Leo Strauss, “The Philosophical Grounding of the Law”, in: Philosophy and Law- Essays Toward the Understanding of Maimonides and His Predecessors, Philadelphia 1987, pp. 79-110). Tambien el Mesías maimonideano encarna las mismas características de líder que une lo político con lo civil. En cuanto al monarca, si bien no posee la mediación carismática del profeta ante Dios, este debe someterse a la ley Divina (la Tora) actuando en pos de su implantación y cumplimiento en su reino. La visión del líder ideal en Maimónides impondrá entonces reconocer en ella su carácter elitista como lo estipulan algunos pasajes de su “Guía de los Perplejos” (e.g. 2:36). Ya sea desde la óptica de la excepcionalidad personal de los requisitos del líder, así como el rol del líder frente a sus liderados. De acuerdo con Maimónides, seria el líder aquel que actúa como mediador de Dios frente a las masas generalmente ignorantes y supersticiosas con un alto sentimiento de responsabilidad paternalista.. Sin embargo hay quienes sostienen que el elitismo de Maimónides presente en la “Guía de los Perplejos” y en su teoría política ideal, debe ser equilibrado por una visión contraria que supone un liderazgo solidario y a la escucha de sus liderados, tal como aparecen en sus “Epistolas” (Abraham Halkin & David Hartman, Crisis and Leadership: Epistles of Maimónides, Philadelphia-New York- Jerusalem 1985). Según esta tesitura interpretativa, tanto en las “Epistolas”, en su código legal: el “Mishne Tora”, así como en su propia biografía marcada por una labor de intenso liderazgo como jefe de la comunidad judía (especialmente en Egipto), muestran una concepción de liderazgo, es verdad, paternalista, pero cuyo líder judio debe estar a la escucha de los problemas de su tiempo y sensible a la realidad de sus liderados.
Su deber seria guiar a su público hacia un estadio superior de cercanía con respecto a sus necesidades y al conocimiento de la esencia real de las cosas. A partir de esta tesitura interpretativa podríamos suponer que Maimónides (en su propia persona?) habría visto al líder judío en la realidad histórica de la Diáspora como una suerte de Profeta sin sus cualidades carismáticas-divinas ?
La persona y la obra de Baruj/Benedictus de Espinoza/Spinoza parece encontrarse en el polo opuesto de Maimónides. Este hijo de Marranos portugueses instalados en Ámsterdam fue excomulgado por la comunidad judía del lugar en 1656 debido a su rechazo de la religión judía. A partir de entonces, viviría en un entorno cristiano de librepensadores y de deístas, sin por ello convertirse a ninguna otra religión.
Spinoza seria a lo sumo un “líder” de un grupo de unos pocos esclarecidos: ni judíos ni cristianos. Tan solo “filósofos”.
En su “Tratado Teológico-Político” (1670), Spinoza trato de dos tipos antitéticos de liderazgo: el bíblico que lo caracterizaba como el sistema teocrático y el gobierno basado en lo visto en su Holanda natal caracterizado por fuertes trazos democráticos. Para Spinoza, la teocracia bíblica se manifestó por la voluntad del pueblo de Israel de delegar su propia capacidad de raciocinio y de libertad personal para en la persona de un líder investido por un pretendido poder emanado de Dios, a modo del esclavo que delega su libertad a la persona de su amo. Pero debido a que el líder bíblico no es Dios sino es un pretendido mediador que no usa de la razón sino de la imaginación se creo un liderazgo político arbitrario justificado por un sistema de creencias insensatas que merecería el titulo de superstición. Por lo tanto Spinoza aspiraba a un sistema de liderazgo basado en la razón y en la auto-critica. Consciente que esta búsqueda de la verdad a todo precio que caracteriza al filósofo es relevante para unos pocos puesto que las masas solo la llevarían por las sendas de la anarquía, Spinoza augura un sistema político mayormente basado en la razón que establezca la paz social sin llegar al error del gobierno teocrático, aunque es consciente del valor educativo esencial que posee la religión para las masas. Para ello decide reducir el control de la religión por parte sojuzgarla a la del Poder Político.
El Poder Político y sus respectivos líderes cumplirán la función de legislador mientras que el Poder Religioso será un instrumento para que las masas acepten y cumplan las leyes promulgadas por el Poder Político. Para ello, Spinoza pide transformar las religiones existentes de manera que cumplan un servicio fiel, eliminando en lo posible la mayor cantidad de supersticiones y de potencialidades anti-estatales. Ahora bien, el líder político debe ser consciente de las necesidades “míticas” de su liderado pero el mismo no es filósofo.
El filósofo por su carácter individualista e iconoclasta nunca puede ser un líder político. A lo sumo es aquel que podrá colaborar con el líder político quien por su propio rol, se encuentra lejos de conocer la verdad en su desnudez. Con razon Leo Strauss sostiene que en el pensamiento de Spinoza se da una relación de cierta desdeñosa distancia con respecto a los sistemas de liderazgo que puedan rápidamente degenerarse en una suerte de Totalitarismo laico (Leo Strauss, Spinoza’s Critique of Religion, New-York 1965, pp. 224-250).
De hecho, Spinoza no esbozo ninguna teoría explicita de liderazgo judío, puesto que habiendo identificado el judaísmo con la Teocracia, suponía que políticamente el judaísmo no tenía más nada que ofrecer.
Es más, en esa religión estatizada que Spinoza proponía para educar a las masas, este pensador abogaba por utilizar a la persona de Cristo (no de Moisés como en Maimónides) como emblema de pensamiento religioso. De allí. es que nos encontramos frente a la disyuntiva tantas veces tratada si a Spinoza se lo puede catalogar como pensador judío, ahora con respecto a sus modelos de liderazgo. Hay quien sostiene que la judeidad de Spinoza radica tan solo en sus orígenes y en la reflexión que desarrolla a partir de las fuentes judías estudiadas en su juventud. Así, Leo Strauss sostiene que al “Tratado Teológico-Político” se lo puede leer como una respuesta a las teorías políticas de Maimónides. Pero existe otra interpretación: aquella que ve en Spinoza precursor del judaísmo laico antes que este naciese.
Aunque sin haber dado soluciones concretas para el judaísmo contemporáneo, las fuentes judías utilizadas por Spinoza suponen una reflexión de liderazgo de potenciales interpretaciones judías en el momento en que el judaísmo laico se haya convertido en un fenómeno social. Por ello no es de sorprenderse las lecturas entusiastas de Spinoza realizadas por los judíos laicos, sobre todo a partir del siglo XIX. No es extraño entonces comprender que las directivas propuestas por Spinoza para el líder del Estado cristiano puedan ser de relevancia para el judío una vez que se genere el movimiento sionista. Así, entre los entusiastas de Spinoza encontramos al primer ministro israelí David Ben-Gurion (1886-1973), a quien se le ha reprochado haber querido “domesticar” la religión judía para afianzar su poder de líder político en el joven Estado judío (Yirmiyahu Yovel, Spinoza, el marrano de la razón, Madrid 1995, pp. 183-212).
Al venir a finalizar con esta parte del curso “Modelos de liderazgo judío a través de la historia. Primera parte: desde los patriarcas hasta la Emancipación”, quisiera hacerlo sucintamente a través de la constatación de cuatro conclusiones básicas que se desprenden de nuestro análisis :1) Existencia- Nuestro curso mostro que el fenómeno de liderazgo judío fue una constante durante su historia. Esta constante se dio porque los judíos fueron vistos, tanto por el exterior como por ellos mismos, como una corporación colectiva que necesitaba de sus líderes e instituciones para canalizar sus necesidades y anhelos. Esta constatación que puede parecer pueril, lo será en menor medida cuando se compare esta parte del curso a la Segunda, caracterizada en buena medida, por una adhesión mucho más voluntaria del judío a sus líderes. Hecho que implica que hasta la Emancipación habrían mas medios de forzar la aceptación del líder por parte de los liderados.2)Transformación- Que el liderazgo judío pasó por un sin fin de transformaciones con una elasticidad sorprendente. Metamorfosis de liderazgo dictadas por los cambios históricos que incluyen elementos externos e internos. Para buena parte de su historia, diría Shmuel Ettinguer, los judíos supieron modelar sus propios modelos de liderazgo en base a lo que las estructuras de gobierno de la mayoría les permitían desarrollar. Pero a su vez, esta extrema maleabilidad del liderazgo judío supuso en muchas ocasiones adoptar modelos de liderazgo en base a lo visto en la sociedad circundante (e.g. en los modelos de liderazgo no-judíos). Además hemos visto líderes de todo tipo, rehuyendo prácticamente a toda homogeneidad o catalogación sociológica del ser líder judío.3)Continuidad- Que a pesar de la extrema adaptabilidad del liderazgo judío y su heterogeneidad, se puede esbozar una continuidad básica que supone la constante del liderazgo judío. Pero además, este liderazgo parecería verse conformado por tres componentes esenciales en lo que respecta a sus fuentes de autoridad: la existencia de un liderazgo judío político (keter maljut), de un “establishment” religioso (keter kehuna), a la par de fuentes tradicionales o Divinas de liderazgo (keter tora). Lo que no quiere decir que las relaciones entre estas tres fuentes de poder se hayan dado de forma constante durante la historia. Bien por el contrario! Sin embargo, esta constante nos habla de un liderazgo judío que tiene por base esencial el reconocimiento de una tradición judía y de una religión más o menos aceptada.4) Éxito- Nuestro estudio mostro que en la maleabilidad del liderazgo judío: en su disposición a la adaptación y al cambio sin perder la identidad básica de grupo radica su éxito. Sin embargo, creo haber mostrado a lo largo de estas páginas, una visión muy lejana a todo romanticismo histórico y nostálgico. Como ser líder no es solamente representar a los liderados sino también liderarlos, la historia de los liderazgos judíos supuso también una historia de luchas de poder: a veces frente a los liderados, otras veces, frente a otras instancias de liderazgo paralelo o referencial (judío o no). Esta doble visión del liderazgo judío como delegación de poder y como poder en sí, es la que pretendí mostrar para no dejar en ningún lector el “gusto pastoso” de un devenir cómodo siempre justo, verdadero, razonable y por lo tanto, inerte.5)Eficacia- La adaptabilidad de aquellos elementos de cohesión de identidad judía
Unidad 8: El liderazgo judio en la era del Iluminismo y la Emancipación.
Introduccion: Aclarando conceptoEl tema que nos ocupa tiene un espacio importante en la historiografia delas ultimas decadas. Un ejemplo cabal de ello es el libro publicado en elano 1992 por el Centro Zalman Shazar de Historia del Pueblo de Israel y laSociedad Historica Israeli, denominado “Lider y liderazgo”, basado en uncongreso cientifico desarrollado en Jerusalen en el ano 1987. En el mismo el profesor Yehoshua Arieli acentúa la paradoja de la libertad en la época moderna: por un lado existe la “promesa prometeica” segun la cual la esencia de la consciencia laica moderna es la libertad individual y la búsqueda del individuo para controlar su destino a traves de la ciencia y la tecnología, pero por otro lado esta era la asigna una importancia creciente y crucial a factores y procesos impersonales que minimizan la posibilidad de que todo individuo pueda fijar su destino. Esta paradoja acompano a los movimientos revolucionarios de la era moderna, y se manifiesta en forma candente en nuestros días. Una de las respuestas a esta paradoja fue la tendencia a generar líderes que intentaron interpretar y solucionar el dilema básico que se nos ha presentado. Al no poder cada individuo controlar la naturaleza y definir su propio destino, deposita en una autoridad reconocida el derecho a reclamar sus libertades esenciales. Es por ello que la era moderna es también la era de grandes ideologias, como el Liberalismo, el Socialismo, el Comunismo, el Fascismo, etc. Ninguna ideologia pudo desarrollarse e implementarse sin la intermediacion de un liderazgo reconocido. El rol de estos lideres fue buscar cerrar las brechas entre la realidad y los ideales prometeicos de libertad, control de la naturaleza y del destino propio.Frente a estos ideales se desarrollaron ideologias nacionalistas de raíces románticas y organicistas que rechazaron la idea de libertades individuales, elevando la nocion de la nacion como ente superior que debe ser liderado hacia su destino de grandeza, o ideologías marxistas que definen a la clase social proletaria como ente depositario de los ideales de libertad y futura armonia, para lo cual es necesaria una vanguardia revolucionaria o liderazgo con la capacidad de interpretar las necesidades “objetivas” del proletariado y buscar su liberación.El liderazgo judío en la época moderna estuvo signado por procesos históricos y sociológicos que afectaron a Europa y otros continentes en general. La epoca del Mercantilismo y de las monarquías absolutistas desato nuevas fuerzas en el seno del Judaísmo europeo que difícilmente puedan ignorarse. La transición de una comunidad tradicional y autónoma a un organismo voluntario dependiente del estado central genero nuevas necesidades que solo un nuevo modelo de liderazgo podría enfrentar. Tal como lo estableció el sociólogo Yaacov Katz en su libro “Tradición y Cambio”, la disolución de la comunidad judía tradicional fue acompañada por una búsqueda de nuevas esferas de acción basadas en nuevas teorías, orientadas hacia conocimientos científicos, razonamientos filosóficos, y una idea optimista de progreso general. Los lideres del Iluminismo judío buscaban formas de integración de los judíos a los espacios “neutrales”, libres de prejuicios religiosos. Este fue el primer gran desafío del liderazgo judío europeo en la época contemporánea.Pero los nuevos modelos de liderazgo judio debieron tomar en cuenta una realidad particular del pueblo judío. La fragmentación interna, la falta de unidad política y espiritual, son una constante que marca las pautas de liderazgo que se cristalizaron a partir de la Revolución Francesa. Asimismo, los procesos migratorios que se desarrollan desde el siglo XIX definen un nuevo mapa de la dispersión judía que obstaculiza la posibilidad de aceptar un liderazgo común. En resumidas cuentas la separación entre el mundo occidental y el mundo de Europa oriental y paises islámicos, incidió en los modelos de liderazgo y en la influencia de diversos líderes judíos. En otras palabras, no debemos hablar de liderazgo judío sino de modelos de liderazgo y de diversos contextos que nos permiten comprender el rol que cumplieron los líderes judíos en el marco de sus respectivas comunidades.El liderazgo judío moderno debe pues analizarse en función de varios parámetros especiales:1. El contexto de la modernización económica y la transición hacia un mundo capitalista.2. El contexto de la secularización religiosa y cultural, con el impacto del racionalismo y del Iluminismo (Haskalá) en marcos judíos.
3. El contexto de la emancipación política y la integración de los judíos como ciudadanos con aparente igualdad legal.
4. El contexto demográfico de conformación de un centro judio con creciente importancia en los Estados Unidos en particular y en el mundo occidental democrático en general. A la par notamos la decadencia paulatina del Judaísmo de Europa Oriental (Rusia Zarista) y el muy lento despertar de las comunidades judías bajo dominio Otomano o de países árabes.
5. El contexto histórico de la decadencia de los grandes imperios y el ascenso del nacionalismo étnico como variante política importante que desestabiliza a los regímenes conservadores europeos. Las guerras nacionales del siglo XIX y las guerras mundiales del siglo XX son sin duda un factor esencial que impacto en la evolución de comunidades judías y generó distintas repuestas del liderazgo judío.
6. El contexto histórico-político del surgimiento del movimiento sionista, su evolución como fuerza colonizadora en Palestina-Eretz Israel, y la creación del Estado de Israel. Este contexto es fundamental ya que del mismo surgirán pretensiones de liderazgo que no todos los sectores del pueblo judío aceptaron. En este eje político los líderes sionistas debieron enfrentar al liderazgo de otras fuerzas opuestas al Sionismo, como ser al partido socialista judio “Bund” o el partido ortodoxo “Agudat Israel”.
En función de estos parámetros desarrollaremos nuestro análisis de los modelos de liderazgo judío en la era moderna. En la presente unidad analizaremos los nuevos modelos de liderazgo judío en la época del Iluminismo y la Emancipación, es decir desde fines del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. Los demás focos históricos serán los siguientes:
– La era del Nacionalismo (desde mediados del siglo XIX hasta la primera Guerra Mundial).
– La época del Mandato Británico en Palestina-Eretz Israel y del Holocausto (1920-1948).
– Las primeras décadas del Estado de Israel (1948-1973).
– La era de las negociaciones de paz (1973-1999).
Del marco conceptual y cronológico anteriormente expuesto se puede deducir una tendencia a acentuar un enfoque centrado en el Sionismo y el Estado de Israel. Ello no necesariamente sera así, si bien no cabe duda que el surgimiento del Estado de Israel, después de la terrible tragedia del Holocausto con todas sus implicancias a nivel del liderazgo judío, representó para el pueblo judío un desafío ineludible: ante la enorme debilidad estructural de la existencia judía en el mundo se intento presentar un Estado judío que reivindica a todo el pueblo y lo lidera, que pretende superar las debilidades estructurales de fragmentación, dispersión y migraciones permanentes. En este sentido consideramos legítimo establecer los focos de análisis en el siglo XX en base al desarrollo de la comunidad judía de Eretz Israel y la evolución del Estado de Israel, si bien no nos restringiremos en forma exclusiva a los modelos de liderazgo surgidos en Israel.
Moisés Mendelssohn (1729-1786) representa sin lugar a duda el prototipo de líder judio de la era del Iluminismo. Si bien su marco de acción fue una Alemania dividida y liderada por Prusia, las pautas de su liderazgo reflejan dilemas comunes al Judaísmo del siglo XVIII. Mendelssohn incurrió en campos de acción y reflexión nunca vistos anteriormente, salvo quizás en el caso de Baruj Spinoza en el siglo XVII. La conjunción de rasgos pragmáticos(estudios de contabilidad y dedicación al comercio) con rasgos filosóficos (inserción en salones literarios, publicación de obras en alemán que trascendieron los círculos judíos), y rasgos tradicionales (enorme erudición en las fuentes del Judaísmo, interés en la filosofía judía medieval), constituyen una formula novedosa que tuvo un enorme impacto en el desarrollo del Judaísmo contemporáneo. El hecho de que Mendelssohn haya actuado con consciencia de liderazgo, ofreciendo un nuevo modelo de vida para el judío moderno, nos permite acentuar su figura como prototípica. La orientación hacia el futuro y la intención de marcar un camino para los judíos en una sociedad emancipada de la religión oficial, son también parámetros importantes para comprender la trascendencia del liderazgo de Mendelssohn. Mendelssohn fue un judío cabal, cumplidor de las normas que el Judaísmo tradicional prescribe, pero abierto hacia las nuevas tendencias culturales y dispuesto a promover una síntesis entre lo tradicional y lo moderno, basada en un ideal optimista de integración a la sociedad circundante sin renunciar a la identidad propia. En una época signada por la disolución de marcos comunitarios autónomos y de profundos cambios sociales, Mendelssohn simbolizó la imagen del judío que quiere y puede vivir en dos mundos, con su enorme capacidad intelectual supo ser a la vez un filósofo que influyó en intelectuales de renombre como Kant y Lessing, y un propulsor de la cultura judía en alemán (por ejemplo con la traducción del Pentateuco al alemán o su “Biur”, comentarios en alemán de esa fuente). Su liderazgo radica en el hecho de que supo sintetizar las nuevas tendencias y simbolizar todo lo que la corriente de la “Haskala” (Iluminismo Judio) pretendía. En términos de Yaacov Katz, Mendelssohn represento el prototipo de “maskil”, judío ilustrado versado tanto en la “Tora” como en la lengua y la cultura alemana, interesado en la promoción de valores universales. Ese liderazgo implicaba una inserción en la “elite espiritual”, que actuaba en un especie de esfera neutral o semi-neutral en la cual no existían religiones superiores dueñas de verdades absolutas. No obstante ese generación de transición hacia la emancipación no fue consciente de la dualidad de la actitud de la capa intelectual alemana, que en ultima instancia pretendía la conversión del liderazgo comunitario judio, o al menos su asimilación a la cultura mayoritaria anulando toda manifestación de Judaísmo. La generación de “maskilim” que Mendelssohn lidero tenia una visión muy clara del futuro de la vida judía, según la cual la estructura económica de la sociedad judía debía transformarse y productivizarse. Mendelssohn pretendía que los judíos cambien sus ocupaciones típicas, centradas en el comercio y las finanzas, fundamentalmente hacia profesiones libres y estudios universitarios. Su visión de la comunidad judía era moderna, no debe tener autonomía jurídica ni imponerse ante cada individuo sino basarse en el voluntarismo y la vida espiritual. En ese sentido fue un precursor de la separación entre religión y estado. Según esta concepción la educación debe cumplir un rol decisivo y todo judio debe estar expuesto a una socialización que armonice entre la tradición judía y la cultura alemana o universal., lo que de hecho implico la priorización de la educación general antes que la judía. Ello explica la enorme oposición que despertó este liderazgo de “maskilim”. Antes de la revolución francesa, y tomando en cuenta que la mayor parte de los judíos del mundo estaban concentrados en Europa oriental, en Polonia, el Imperio Austro-Húngaro y mas tarde la Rusia Zarista, el nuevo modelo significo un ataque directo a las tendencias centrales del Judaísmo de fin de siglo XVIII. Si bien el edicto de tolerancia del emperador austro-húngaro Jose II, abrió las esperanzas de muchos judíos, la mayoría absoluta todavía aspiraba a continuar inmersa en el mundo tradicional. El liderazgo de Mendelssohn se manifiesta en el hecho de que supo anticipar procesos socio-históricos que serán característicos de la era emancipatoria posterior a la revolución francesa. Después de la era de Napoleón con su Asamblea de Notables judíos y su Sanhedrin, no cabía ninguna duda de que era ineludible la búsqueda de nuevas respuestas a los desafíos de la sociedad moderna.Para Mendelssohn el Judaísmo es una “religión natural”, basada en un código ético y moral que de ninguna manera puede convertirla en superior o inferior a otras religiones, y que debe explicarse racionalmente. Esta concepción, expresada cabalmente en su libro “Jerusalén” (1783), lo acerco a losfilósofos e intelectuales alemanes pero lo alejo del liderazgo tradicional que con justicia veía en ella un enorme potencial destructivo de la “Halaja” (cuerpo de tradiciones orales y de normas prescriptivas) y de la autoridad rabínica. Por otro lado Mendelssohn contribuyo a presentar una imagen diferente del Judaísmo ante la sociedad global, que presenta un modelo ejemplar de comportamiento moral. La ley de Israel es una ley moral, con esta actitud apologética del Judaísmo pretendió sentar las bases para una verdadera aceptación del judio en la sociedad moderna. El Judaísmo en una religión normativa, por lo cual el campo de los valores y la fe quedo abierto a la libre interpretación y reflexión.Como hemos establecido anteriormente Mendelssohn era un líder característico de una etapa de transición y transformaciones. Su compromiso con las normas del Judaísmo tradicional y el enorme reconocimiento que le otorgo la sociedad alemana le permitieron gozar de un status privilegiado, de aquí que no fuera atacado en forma virulenta o directa por el liderazgo tradicional de su época. Pero sus discípulos no merecieron el mismo trato ni tampoco supieron mantener el compromiso total hacia las tradiciones o preceptos normativos. Después de la muerte de Mendelssohn, hacia fines del siglo XVIII, la polémica desatada por los “maskilim” recrudeció, dadas las características “deístas” (énfasis en la religión natural interpretada racionalmente) de la filosofía iluminista. Los discípulos de Mendelssohn no dudaron en atacar al Talmud y en librarse del compromiso hacia los preceptos normativos, lo que de hecho equivalió a una declaración de guerra contra el Judaísmo tradicional. Del intento de armonizar entre Judaísmo y cultura general se paso a un llamado abierto a corregir o reformar la religión judía, tal como lo insinúo Napoleón ante la Asamblea de Notables (1806) y fue aceptado por el Gran Sanhedrin en Francia. Una de las peores consecuencias de esta corriente fue la tendencia de algunos discípulos de Mendelssohn, como Salomon Maimon – critico famoso de la filosofía Kantiana-, a la conversión o la asimilación absoluta. La misma familia de Mendelssohn terminó convirtiéndose al Cristianismo, tal fue el caso de su hijo y su nieto, el músico Felix Mendelssohn Bartoldi. Ese es quizás el mayor fracaso del liderazgo de Mendelssohn, la apertura de puertas y justificativos para la asimilación. Si bien esa no fue su intención todo líder debe evaluarse históricamente también por las consecuencias de sus actos.
No es casual que la filosofía de Mendelssohn penetro principalmente en los círculos mas adinerados de la sociedad judía alemana y europea, y encontró un eco especial en ciudades como Hamburgo, Ámsterdam o Londres. Un ejemplo típico del impacto de las ideas de Mendelssohn en la primera mitad del sigloXIX es la figura del poeta Enrique (Heinrich) Heine (1797-1856),representante de la primera etapa de la era de la emancipación (libertadesciviles e igualdad legal). Heine lucho con su pluma contra las tendencias reaccionarias de la sociedad prusa-alemana, contra el antisemitismo, si bien desconocía la cultura judía. Junto a intelectuales judíos como Leopoldo Zunz y Abraham Geiger, contribuyo a la difusión del nuevo modelo de cultura judía que busca analizar los aportes de la cultura judía a la cultura universal. Desde la “Asociación para la cultura y la ciencia de los judíos “ o “Verein”, denominada también como la escuela de la “sabiduría judía” – “Jojmat Israel”- se sentaron las bases para la investigación del Judaísmo o lo que hoy en día denominamos Ciencias Judaicas. Este marco permitió a intelectuales como Heine un acercamiento al Judaísmo y genero un interés por mantener la continuidad judía desde una perspectiva crítica y moderna. No obstante, Heine mismo demostró que el Judaísmo podía ser también una carga que uno debe botar llegado el momento adecuado. Para ingresar a la sociedad civil y obtener una profesoría universitaria Heine se convirtió al Cristianismo, si bien luego terminó arrepentido y con la sensación de haber perdido a ambos mundos. La sociedad alemana lo rechazó de todas maneras y su carrera literaria llegó a un punto culminante en París, donde retomo su interés por el Judaísmo y llego a abogar por la defensa de la identidad particular judía con derecho eventual en algún momento a reclamar la reposición de la tierra de Israel, una especie de “proto-Sionismo”.No cabe duda de que el movimiento de “Jojmat Israel” significó una continuación del modelo de liderazgo de Mendelssohn, con la pretensión de reformar al Judaísmo de acuerdo a las nuevas filosofías racionalistas. Esta escuela logró sin embargo importantes logros a nivel del surgimiento de una conciencia histórica judía y la investigación de la historia del pueblo judío, centrada en la figura del historiador Heinrich Graetz (1817-1891).Al recuperar una visión nacional de la historia judía Graetz simbolizó el puente entre el liderazgo intelectual de la “Haskala” y la primera generación de sionistas. En otras palabras, los “maskilim” no solo abrieron las puertas para la asimilación y la reforma del Judaísmo tradicional, sino que también contribuyeron a la búsqueda de nuevas formas de identidad judía, acordes al espíritu de la sociedad moderna, y en Europa oriental fue una corriente que promovió la proliferación del literatura y lengua hebrea junto al surgimiento del Sionismo.La generación de Heine vivencio las luchas por la emancipación en Europa, y a su vez los dilemas en torno a la conservación de la identidad judía en una era de crisis y transformaciones. Otro líder político que sin duda simboliza tal dilema fue Gabriel Riesser, nacido en Hamburgo, abogado que fue discriminado en el ejercicio de su profesión por ser judío, dedicó sus energías a la lucha por la emancipación de los judíos alemanes junto a toda la sociedad. Se destaco en todas sus publicaciones por el ataque contra los antisemitas de la época y brego por la liberación de la sociedad alemana del yugo de una monarquía reaccionaria, lucha que culmino con la revolución de 1848 en el marco de la denominada “primavera de las naciones”, evento que lo condujo a la Asamblea Nacional reunida en Frankfurt. Como liberal alemán Riesser promovió el desarrollo de una Constitución que asegure igualdad civil a los judíos (1849), si bien tal logro fue rápidamente abolido y la revolución reprimida. Riesser representa pues una continuación del liderazgo judío, esta vez a nivel político y no espiritual. Simbolizó el orgullo judío sumado al liberalismo alemán, síntesis muy cuestionada en su época. Gabriel llegó a ser el primer juez judio en Alemania.En resumidas cuentas vemos que la era del Iluminismo y la Emancipación es una etapa de transición en la cual surgen nuevos modelos de liderazgo judío, centrados en lo espiritual, cultural o político. Líderes judíos como Mendelssohn o Riesser buscaban formas de integrar la identidad judía con el nacionalismo moderno liberal. Fueron precursores de procesos históricos que llegaran a su punto culminante durante la segunda mitad del siglo XIX. No son los únicos líderes judíos de su época, sino meros representantes del dilema mas característico de la misma, como integrar al judío a la sociedad civil sin perder su Judaísmo. Como prototipos de líderes judíos creemos que supieron sintetizar logros y fracasos, marcaron caminos nuevos y a su vez abrieron puertas para una mayor asimilación al entorno cultural. No se los puede ni debe juzgar solo por esa opción sino por el intento sincero de renovar el Judaísmo de acuerdo a nuevas realidades, muchas veces exigidas por los regímenes políticos de la época.
A. Dos modelos, un desafío: el liderazgo liberal y el liderazgo sionista. Los nuevos modelos de liderazgo judio en la era moderna constituyen una respuesta al desafío de la modernidad en todas sus facetas: la secularización del Iluminismo racionalista, la emancipación, y la integración a la sociedad civil. Por otro lado, estos procesos encerraban un potencial destructivo de asimilación total, resultado de una aculturación absoluta. No es casual pues que el primer desafío del liderazgo judio hacia inicios del siglo XIX fue la búsqueda de respuestas judías a las demandas de cristianización y de asimilación de los marcos iluministas. En el transcurso de la primera mitad del siglo XIX surgirá un nuevo desafío: el nacionalismo. En un principio este nuevo movimiento surge como una reacción contra el avance avasallador de Napoleón en Europa y sus intentos de imponer los ideales universalistas de la Revolución Francesa sin tomar en consideración identidades colectivas nacionales, mezclando intereses personales y dejando traslucir motivaciones imperiales de vieja estirpe. Esta primera ola nacionalista es pues una mezcla entre la reacción conservadora de las fuerzas monarquistas aglutinadas en el Congreso de Viena en 1815, y una filosofía romántica y orgánica de la historia tal como la desarrollo el filósofo alemán Fichte. Esta visión conservadora de la nación excluía por completo la posible inserción de los judíos en el ente nacional orgánico, y generaba un rechazo total traducido en ataques antisemitas. Este será pues el segundo gran desafío para el liderazgo judío.En esta primera etapa de la era nacionalista hubo diversas reacciones de líderes judíos, acordes al desafío del nacionalismo romántico-antisemita. Ya hemos mencionado en la unidad anterior una de ellas, la de Gabriel Riesser (1806-1863), quien intentó liderar un modelo liberal de nacionalismo en el cual hay lugar tambien para los judíos. Este mismo modelo fue adoptado en Inglaterra por el Baron Lionel de Rotschild, representante de la ciudad de Londres ante la Camara de los Comunes desde 1847, quien no podía ocupar su banca por negarse a prestar juramento cristiano. Recién en el año 1858 se adoptó una formula que permitio su juramento y asunción, iniciando una verdadera era liberal para el Judaísmo inglés, que preparó el terreno para la asunción por primera vez en la historia de un primer ministro de origen judío, Benjamin Disraeli (1868, y en 1874-1880). Sin duda Disraeli, quien fuera bautizado siendo nino, no representaba un modelo de liderazgo judío, sino de liderazgo político moderno en general, desde una óptica inglesa conservadora e imperialista. No obstante su interés por los asuntos judíos y el hecho de que siempre admitio públicamente sus lazos afectivos con el pueblo judío, nos permiten establecer que Disraeli formo parte del modelo de liderazgo liberal con tendencias universalistas.Este modelo tiene ribetes políticos muy claros, pero en algunos casos adoptó también ribetes filantrópicos como en los casos del Baron Maurice de Hirsch (1831-1896), o Sir Moisés Montefiore (1784-1885). La filantropía de prominentes judíos emancipados en Europa es parte de este modelo liberal de liderazgo, con caracteristicas paternalistas y claras intenciones de modificar las bases sociales y demográficas del Judaísmo, con miras hacia una mayor dispersion en el mundo, una integración política y una productivización de sus bases. El campo de acción de estos líderes judíos era el mundo, dondequiera existan condiciones para intervenir, como ser la Argentina y Brasil en el caso del Baron Hirsch y su empresa de colonización agrícola, la “Jewish Colonization Association- JCA”, o las iniciativas de Moisés Montefiore para consolidar el “Ishuv” judio de Eretz Israel y defender los derechos de los judíos del Imperio Otomano. Montefiore tradujo su riqueza financiera en logros políticos como ser su nombramiento como “Sheriff” de Londres o juez de la Corte Suprema de Justicia, puestos desde los cuales supo utilizar los contactos diplomáticos para ayudar a judíos perseguidos. Montefiore se destaca tambien por haber sido el único gran filántropo judío del siglo XIX que presidio el ente rector de la comunidad judía de Gran Bretaña, el “Board of Deputies”. Esta concepción filántropica estaba tambien amparada en instituciones como la “Alliance Isra?¨lite Universelle”, también denominada en Hebreo “Kol Israel Javerim”, fundada en París en el ano 1860, ente que puso hincapie en la búsqueda de igualdades civiles para los judíos de todo el mundo. La A.I.U tambien tuvo un importante rol educativo al crear una red de escuelas judías destinadas a productivizar al judío en el mundo franco parlante.El modelo liberal filantropico fue desarrollado por judíos prominentes que deseaban capitalizar sus logros personales a favor de la comunidad judía en general. Pero este modelo fracaso al menos en su version política continental europea, junto con la derrota de las revoluciones burguesas de 1848 y el retorno de las monarquías. Ante este fracaso surgen hacia mediados de siglo nuevos modelos de liderazgo basados en la premisa del nacionalismo judío. Los precursores del Sionismo, Hess, Alkalay, Kalisher, constituyen pues un intento más de encarar el desafío de la era nacionalista para el pueblo judío antes de que maduren las condiciones para crear un movimiento de masas. Justamente este sería el rol del liderazgo, anticipar las necesidades y elevar respuestas antes de tiempo, es por ello que podemos definir a Hess, a Alkalay y a Kalisher como líderes judíos en el sentido cabal de la palabra, si bien no lideraron movimientos y se presentaron en el escenario histórico antes de los grandes brotes antisemitas que catalizaron el desarrollo del Sionismo político. (Sobre los precursores del Sionismo y las corrientes del Sionismo ver mi curso anterior en el marco de la Ujace).Estos pensadores elevaron por primera vez un diagnóstico basado en el posible fracaso de la emancipación europea y en la necesidad de orientar los esfuerzos del pueblo judío en general hacia la concentración nacional en Eretz Israel. En ese sentido supieron interpretar procesos históricos antes de tiempo, y elevaron una visión revolucionaria, cada uno a su manera, de la realidad judía.Pero el verdadero modelo de liderazgo sionista surge solo hacia fines del siglo XIX, en el contexto de un Imperio Ruso en decadencia, en el cual se desarrollaban condiciones de vida judías miserables tanto en un plano político como económico. Europa oriental es el caldo de cultivo de los nuevos modelos de liderazgo judío de la era nacionalista, si bien parte importante de este liderazgo sionista surgira en el centro de Europa. El dilema permanente entre la búsqueda de igualdad civil (emancipación) y la consolidación de una identidad nacional moderna, es una constante en el pensamiento de los primeros líderes sionistas. Dado que en Rusia no existía una emancipación real, y que derechos otorgados a sectores judíos esclarecidos fueron quitados en gran medida después del asesinato del Zar Alejandro II (1881), con el estallido de una enorme ola de pogroms antisemitas, no es casual que el potencial de elevación de nuevos modelos de liderazgo judío estaba latente. Ante estos desafío también intentaron actuar los filántropos de Europa occidental, pero ellos en gran medida adoptaron la corriente de migraciones hacia occidente, tratando de canalizarla para sus propios fines. El único filántropo judio que quizás tomo más conciencia de la posibilidad de congeniar metas con el incipiente movimiento sionista fue el Barón Edmond de Rotschild (1845-1934), de la rama francesa de esta familia de banqueros judíos. Coincidiendo con los procesos emergentes el la Rusia zarista, este filántropo intento canalizar su apoyo financiero hacia las colonias agrícolas de la primera ola de inmigrantes a Eretz Israel, a partir del ano 1881 (denominada “primera Aliá”). Es casi seguro que colonias como Rishón le Zion, Zijron Iaacov y Rosh Pina, no hubieran sobrevivido sin su apoyo financiero, pero su visión era similar a la del Barón Hirsch o de Moisés Montefiore: productivizar al judio, supervisándolo en forma paternalista e intentando inculcarle una cultura europea. No existía en este modelo de liderazgo un cambio radical o una visión diferente a la de otros filántropos liberales de Europa occidental, solo el accionar en Eretz Israel, que en gran medida caracterizo también a Sir Montefiore, que coincidente con los nuevos esfuerzos nacionales definidos como sionistas.Leon Pinsker (1821-1891) y Asher Guinsberg (“Ajad Haam”, 1856-1927)) son fieles representante de este potencial de liderazgo sionista surgido de la miserable realidad característica de Europa oriental. El llamado de Pinsker a la “auto-emancipación” (1882) fue el producto de una conciencia de liderazgo, no en vano fue escrito en alemán y difundido también en Alemania.La obra literaria de Ajad Haam asimismo refleja su permanente preocupación por diagnosticar de la forma mas realista posible la miseria judía de oriente y occidente, orientando filosófica e ideológicamente al Judaísmo hacia un destino nacional cultural y político. La supremacia de la cultura es un elemento caracteristico del liderazgo de Ajad Haam, que en parte lo llevo a dejar el terreno político y concentrarse en el literario, hecho que se tradujo en una concepcion de liderazgo concebida en función de una conciencia nacional, como voz y espiritu crítico, como faro de luz para el liderazgo político.
Ajad Haam incursionó también en el terreno de la política sionista, como uno de los líderes del movimiento colonizador “Jibat Sion” o “Jobebei Sion” (Amantes de Sión), primer movimiento que aglutino a diversas asociaciones sionistas e intento canalizar sus esfuerzos hacia la colonizacion de Eretz Israel durante la llamada “primera Aliá”, en el cual tuvo militancia Pinsker. Pero el principal esfuerzo del liderazgo de Ajad Haam no fue canalizado hacia esa veta, sino hacia la concepción elitista de que se debe forjar un cuadro de conductores, de elites que podran brindar ejemplos de acción y orientar a las masas judias. Estos cuadros de liderazgo serán la vanguardia del “Centro espiritual” que sera creado en Eretz Israel, serán a la vez los intelectuales, científicos, rabinos y educadores que en primera instancia poblaran el centro espiritual, y a su vez cumpliran funciones educativas para la Diáspora en la “preparación de los corazones” y la difusión de la nueva cultura e identidad judia. Con este fin Ajad Haam estableció la asociación “Bnei Moshe” (Hijos de Moshe), una especie de alianza secreta creada hacia el ano 1889, conto al principio con unos 100 miembros y en pleno apogeo en la decada del 90 se constituyo en punto de referencia para otros centenares de judíos. Esta asociación fue muy activa en la difusión de los ideales de Ajad Haam tanto en Eretz Israel, fundando por ejemplo en la ciudad de Iafo la primera escuela Hebraista o luchando contra el modelo de patrocinio filantrópico de las colonias adoptadas por el Baron Rotschild, y en Europa oriental, fundando marcos de estudio modernizados, editoriales hebreas y el periódico sionista en lengua hebrea “Hashiloaj”. No obstante, la debilidad política de Ajad Haam repercutió en la debilidad de “Bnei Moshe”, que termino agotándose rápidamente hacia fines de siglo, en el marco de los esfuerzos de Herzl para impones un liderazgo con otras prioridades.
Una de las conclusiones de este análisis es que comparando diversos modelos de liderazgo judío del siglo XIX, rápidamente descubriremos la precariedad del modelo liberal político, la fragilidad del modelo liberal filantrópico, y las limitaciones del modelo sionista espiritual o cultural. El gran aporte de Biniamin Teodoro Herzl (1860-1904) al liderazgo judío fue su habilidad para traducir el potencial de cambio en hechos políticos concretos, como ser la creación de una Organizacion Sionista Mundial (1897) o de elementos organizativos y financieros para liderar un movimiento nacional organizado, reconocido por la opinión publica mundial y en especial por el liderazgo político europeo de la época. Mucho se ha ya escrito o hablado sobre el liderazgo sionista de Herzl, en este reducido espacio nos limitaremos a acentuar sus rasgos de líder y su aporte a la transición del pueblo judío hacia un nuevo siglo con nuevas realidades. Herzl fue ante todo el prototipo de líder judío total, dedicado sin concesiones a la causa nacional judía, sacrificando para esta causa a su propia familia y carrera profesional- sea como abogado, periodista o escritor dramaturgo. La política fue quizás su mejor arte o profesión, entrelazada con la diplomacia. Herzl supo trascenderlos límites del ghetto judío, sintetizar la imagen del judío emancipado- casi asimilado- que retorna a sus raíces y trae la panacea nacional, casi mesiánica. Como líder en una era de crisis y transición, supo también acentuar la importancia de la unidad nacional, de la inclusión de amplios sectores del Judaísmo en el seno de la organización sionista. Su llamado era aglutinante, evitaba las disputas o polémicas internas, lo que desdibujo lineas ideológicas pero no logro eliminarlas. Temas conflictivos como la identidad religiosa o la educación judia fueron barridos debajo de la alfombra para dejar el escenario libre y todos los esfuerzos focalizados en la meta política: la obtención del charter, de la autorización imperial para asentarse en Eretz Israel- o en un territorio nacional en otra parte del mundo. Su obsesion por el consenso lo llevó a abandonar el programa Uganda, al notar que el tema territorial se convertía en otro elemento polémico que podría llevar a rupturas internas. En última instancia, el liderazgo Herzeliano era la política de la via media, del diálogo permanente en búsqueda de consenso. Esa es también su gran debilidad.
La historiadora Hedva Ben-Israel propuso la tesis que establece un lazo profundo, casi compulsivo, entre la auto-imagen de cada pueblo –con su caracter y valores básicos- y el liderazgo nacional que surge en épocas de crisis y la dirección hacia la cual este liderazgo encamina a la nación (“Liderazgo nacional y caracter nacional”, en Líder y liderazgo (1992), Jerusalem, Centro Shazar, p. 235).
En otras palabras, líder y nación se influyen recíprocamente, el líder interpreta las necesidades y cualidades básicas de su pueblo y trata de canalizarlas hacia vias constructivas. No importa si a este fenómeno lo denominamos “mentalidad” nacional o “carácter” colectivo, no se trata de cualidades raciales sino del conjunto de aspiraciones y frustraciones acumulados a lo largo de la historia y que son características solamente de ese conglomerado étnico denominado nación. El liderazgo judío del siglo XIX demuestra la validez de esta hipótesis, y nos relata la historia de un pueblo con profunda conciencia histórica pero que debió afrontar enormes desafios tanto para su identidad como para su existencia, desafíos que diversos modelos de liderazgo afrontaron. Cada modelo de liderazgo ofrecio otra forma de encaminar el curso de la nación, interpretó otra faceta de la auto-imagen del pueblo, otra via para responder a los dilemas elevados en una era de crisis. En plena era nacionalista, en la segunda mitad del siglo XIX, el desafío ya no es mas la obtención de una igualdad civil o emancipación sino el retorno del pueblo judío a la historia, la recuperación de su memoria colectiva y el despertar de una nueva identidad nacional basada en las raíces del pasado pero profundamente sumergida en los fundamentos de la sociedad moderna.
El liderazgo judio sionista y de Eretz Israel:
En las postrimerias de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) el mundo judío seencuentra totalmente dividido, con un liderazgo fragmentado. El Sionismo político fracasó en su intento de imponer un liderazgo homogeneo y aceptado, si bien continuó siendo el unico movimiento o ideología con pretensiones de liderara todo el pueblo judío, las demás corrientes ideológicas pretendían a lo sumoliderar en el seno de las comunidades judías de paises específicos. La realidadde la post-guerra era sumamente indefinida para el judío: por un lado se encuentra una comunidad judía en crecimiento y formación constante en los Estados Unidos, basada en olas migratorias que seran casi interrumpidas a partir del año 1921 y fundamentalmente en 1924, y por el otro la conforma un ente nacional judio en Palestina-Eretz Israel con el patrocinio de la Liga de las Naciones quien reconoce el Mandato Británico sobre ese territorio y acepta el compromiso elevado en la Declaracion Balfour (2.11.1917) de crear un Hogar Nacional Judío. En el medio continúa el enorme dinamismo de las comunidades judías europeas, signadas por la polarización política desarrollada entre tres polos ideológicos: los regimenes liberales democráticos, los países quecomienzan con Italia a adoptar el regimen fascista y la Union Sovietica como regimen comunista que intenta exportar la revolucion bolchevique. El Judaísmo europeo es el más afectado por la era de las grandes confrontaciones ideológicas, hecho que impacta en los modelos de liderazgo judío emergentes de tal crisis.El movimiento sionista post-Herzeliano afronta también las enormes divisiones características del Judaísmo en el siglo XX. Durante la Primera Guerra Mundial estuvo a su vez afectado por la división entre los dos grandes ejes confrontados: Alemania, el Imperio Austro-Hungaro y el Imperio Otomano por un lado, Inglaterra, Francia, Rusia (hasta la Revolucion Bolchevique) y los Estados Unidos (desde 1917) por el otro. Dado que el centro del liderazgo sionista estaba en Berlin la confrontacion bélica paralizó la posibilidad de actuar como un movimiento nacional unificado. La aparente neutralidad del movimiento no evitó que el liderazgo sionista de cada pais adopte una actitud patriótica en función de las grandes alianzas. Es asó que se desarrolla un nuevo centro de liderazgo sionista en Londres, personificado por la figura de Jaim Weizmann(1874-1952). Weizmann nacio cerca de Minsk, Bielorusia, estudio Bioquímica en Alemania, y profesor de las universidades de Ginebra y Manchester. Desde muy joven se identificó con el Sionismo político de Herzl pero a su vez bregó por la inclusion del Sionismo espiritual, influenciado por Ajad Haam. En el ano 1901 fue uno de los fundadores de la “Fracción democrática” en el seno de la Organizacion Sionista Mundial, especie de partido político que criticaba el énfasis del establishment Herzliano en la diplomacia y la política, desdenando las actividades culturales y la redefinición de la identidad judía. Esta actitud lo condujo a una postura denominada “sintética”, que alentaba la integración delsionismo político con el espiritual y el práctico. Weizmann se convirtió hacia la Primera Guerra Mundial en la principal figura del movimiento sionista, hecho que fue ampliamente demostrado en los años de la guerra. Su rol fue decisivo como científico al servicio del esfuerzo bélico británico que brego por un acercamiento estratégico y moral entre el Sionismo y el Imperio Británico, esfuerzo que resulto en la proclamación de la Declaración Balfour. Weizmann refleja pues el ascenso de un nuevo modelo de liderazgo, representante del judío nacido en el viejo imperio ruso zarista que emigro a Occidente aprovechando las oportunidades de realizar estudios universitarios para iniciar carreras científicas que sirvieron asimismo de catapulta para el activismo nacional judío. Este modelo era incluyente, es decir buscaba superar viejas antinomias y sintetizar o unificar sin borrar huellas ideológicas. Por sus profundas raíces judías producto de un educación tradicional combinada con una educación moderna, y como resultado de la vivencia migratoria, Weizmann pudo ofrecer una alternativa que superaba las viejas disputas entre Herzl y Ajad Haam y a la vez ofrecía una estrategia de construcción de las bases necesarias para el desarrollo de un gran “Ishuv” (asentamiento) judio en la Eretz Israel mandatoria, con una visión ideológica profundamente espiritual y realista al mismo tiempo. Weizmann encabezo la delegación sionista a la Conferencia de Versailles (1918-19) y supo maniobrar en ese contexto para que las principales naciones del mundo, siguiendo los pasos de Gran Bretaña, acepten el postulado central de la Declaración Balfour: el derecho legitimo del pueblo judio de retornar a Eretz Israel para reconstruir su hogar nacional. Lo mismo hizo luego en la Conferencia de San Remo (1920), lo que sentó las bases para que la Liga de las Naciones avale la transformación del régimen militar de conquista británica sobre Palestina en un Mandato civil que se compromete a cumplir los objetivos de la Declaración Balfour. Paralelamente Weizmann promovió la enseñanza de la lengua hebrea y el desarrollo de un centro espiritual en Eretz Israel, fue uno de los más activos promotores de la creación de la Universidad Hebrea de Jerusalén, cuya piedra fundamental fue colocada en el ano 1925 en el Monte Scopus con la presencia de Lord Balfour.Weizmann tuvo un rol activo como presidente de la Organización Sionista Mundial en la década del 20 en la creación de la Agencia Judía para Eretz Israel (Sojnut Iehudit, fundada en Zurich en el ano 1929)), especie de organización techo destinada a aglutinar en torno a algunos objetivos del Sionismo a figuras prominentes del mundo judio como ser Albert Einstein, o el juez norteamericano y líder del “American Jewish Committee” Louis Marshall, o el estadista socialista francés Leon Blum. Estos lideres, opuestos tradicionalmente a la concepción sionista herzliana de la concentración nacional territorial basada en la premisa de la liquidación de la Diáspora, eran hasta ese entonces figuras anti o no-sionistas. La nueva formula establecida por la carta del Mandato Británico posibilitaba la creación de un organismo que represente a los judíos de todo el mundo y que se constituya en referente para negociar con el gobierno del Mandato Británico las condiciones para la creación y desarrollo del Hogar nacional judio. Weizmann era muy consciente de las limitaciones del liderazgo sionista, tanto financieras como operativas y por su lucha ideológica con otras corrientes muy fuertes en el seno del Judaísmo europeo como ser el Bund, la Agudat Israel o el Reformismo. De aquí la táctica destinada a ampliar el liderazgo judio para que a su vez aumente la legitimación otorgada al Sionismo por Gran Bretaña.Existía también una premisa mas, clave para comprender el futuro accionar del movimiento sionista: la cooperación pragmática con las elites políticas e intelectuales del mundo occidental como base para una campaña masiva de recaudación de fondos para ser invertidos en Eretz Israel. Esta premisa partía de la base de que el liderazgo judio filantrópico liberal, ante la amenaza real de un antisemitismo racial virulento que se perfilaba en Polonia y Alemania, tenía interés en colaborar con la concepción de crear un asilo para judíos perseguidos, evitando un posible aluvión migratorio a occidente y garantizando la productivización del judío, lo que podría eventualmente modificar su imagen.En otras palabras el pro-sionismo era a la vez un arma de lucha contra el antisemitismo y un medio para forjar una imagen mas positiva del judio, alejada de ocupaciones comerciales y financieras. Esta concepción era atractiva asimismo para intelectuales judíos que apoyaban aunque mas no sea en forma tenue la concepción Ajad-haamista de crear un centro espiritual en Eretz Israel, el cual podría aportar también al cambio de imagen del judio de la diáspora.El historiador israelí Iosef Gorni definió la concepción social de Jaim Weizmann como un “elitismo utópico” (En la antología “Líder y Liderazgo del Centro Shazar, 1992, op.cit. pp. 287-296). Para Gorni la utopía es un elemento central en el pensamiento de los grandes lideres sionistas, entendida como una visión transformadora de la vida judía que busca en forma planificada vías de implementación. Según esta concepción Herzl fue un “estadista escritor”, Jabotinsky un “estadista poeta”, Ben Gurion un “estadista constructor” y Weizmann un “estadista científico”, y todos ellos reflejaban un aspecto de la utopía sionista. Según Weizmann la ciencia es parte integral de la cultura humana, y como científico se sintió comprometido con la realidad practica que le demandaba un cambio en la situación del judio. Como científico Weizmann se sintió atraído por las demandas morales de Ajad Haam hacia el liderazgo judio, y adoptó las premisas de la organización “Bnei Moshe”, que luego se tradujeron el la búsqueda de un síntesis dialéctica para el sionismo. La conjunción de un etos moral elevado con un pragmatismo científico son pues dos pilares esenciales del liderazgo de Weizmann. Esta concepción lo acerco al espíritu del sionismo socialista y de los movimientos obreros en Eretz Israel, sin adoptar el Socialismo como ideología. En los anos 20 Weizmann quedo impactado por la obra colectivista de los kibutzim (granjas colectivas con medios de producción socializados) y demostró entusiasmo por esta vía de integración de un elitismo necesario en esa etapa de construcción del hogar nacional judio, basado en una visión utópica del futuro de la sociedad judía. Esta elite servidora se sacrificaba en aras de la utopía sionista y era una continuación de la elite política e intelectual representada por “Bnei Moshe” y por la “Fracción democrática”. A esta elite constructiva se le suma la elite intelectual y científica de la Universidad Hebrea de Jerusalén, de la cual esperaba desarrollar una metodología única y judía de investigación que aporte a la cultura universal. Es en este campo de la utopía sionista con raíces morales y realistas que Weizmann y Ben Gurion se encontraron, colaboraron y finalmente se confrontaron para liderar la construcción del estado judio (Sobre Ben Gurion y su concepción sionista ver mi curso “Corrientes y dilemas en el pensamientos sionista contemporáneo”, Ujace, unidad 6, y en la próxima unidad de este curso, número 11).
Mientras el “Ishuv” judío de Eretz Israel se conformaba como un embrión del Estado judío en base a las olas migratorias de la decada del 20 y el 30, el Judaísmo norteamericano también inició un periodo de estabilidad social y económica solo después de la abrupta caída del aluvión migratorio hacia el ano1924. No es casual que el liderazgo judío de ese país estaba signado por el grado de antiguedad en el lugar y de inserción socio-económica. La vieja eliteoriunda de Alemania, arribada a partir de mediados del siglo XIX, es la que tomara las riendas del liderazgo judío en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Esta primera etapa de liderazgo judío estuvo simbolizada por la primacia del modelo liberal filantrópico europeo. Instituciones como el”American Jewish Committee” (Comite Judío Americano), fundada en el ano 1906, estuvieron al frente de toda iniciativa de liderazgo, y su fin era la lucha a favor de los derechos civiles de los judíos de todo el mundo, tal como pregonaba en Francia la “Alliance”. Esta pequeña elite estaba compuesta por jueces, políticos y exitosos hombres de negocios que veian con preocupación la situación del Judaísmo ruso, europeo y del mundo musulman. De esta institución surgió también la iniciativa de crear en el año 1914 el “American Jewish Joint Distribution Committee” (Comite Conjunto Americano de Distribución), ente conjunto de ayuda filantrópico a judíos afectados por la Primera Guerra Mundial (en especial judíos de Palestina-Eretz Israel. El Joint tuvo un rol importante en la ayuda a refugiados judíos de Rusia y Polonia en la post-guerra que huían de persecuciones provocadas por el enfrentamiento entre comunistas y monarquistas o se veían aquejados por una profunda miseria económica. La enorme preocupación por los peligros del antisemitismo europeo llevó a cierto acercamiento de estos círculos con Weizmann y el movimiento sionista, tal como mencionamos antes en lo referente a la creación de la Agencia Judía y la inclusión de Louis Marshall como eje central de este organismo nacional.Pero el líder judóo norteamericano más destacado en la post-guerra fue sin duda alguna Louis Brandeis, juez de la Corte Suprema de Justicia, promotor del Sionismo ante el presidente Widrow Wilson, y en una primera etapa gran colaborador de Jaim Weizmann. En los años 1919-1920 Brandeis desafío el liderazgo de Weizmann en el movimiento sionista, alegando que la era política finalizó y que ahora solo se debe enfatizar la campaña de construcción en Eretz Israel, descentralizando el poder de Londres, desburocratizando el organismo e imponiendo criterios de eficiencia y racionalidad. El argumento central era que con la creación del Keren Hayesod, fondo nacional financiero, los donantes a la campaña deben supervisar con criterios económicos la distribución de dinero. La propuesta anticipaba una lucha ideológico y táctica a la vez, que durante décadas y hasta nuestros días aqueja al movimiento sionista: ¿Que dimensión tiene la primacia, la ideológica-política o la financiera pragmática?
También dejaba traslucir la demanda de la creciente comunidad judía norteamericana de liderar al Sionismo, abandonando la hegemonía europea centrada en Londres y en la figura de Weizmann. Finalmente triunfo, en las convenciones sionistas de Londres y de Cleveland, la linea de Weizmann, considerada mas popular y aceptada por las masas judías, contrapuesta a la visión de una minoría “oligárquica” liderada por Brandeis.Como alternativa al AJC y fiel reflejo de los inmigrantes de Europa Oriental llegados hacia el fin del siglo XIX y hasta la Primera Guerra Mundial, de millones de judíos con raíces profundas y al menos en parte identificados con el movimiento sionista, se creó entre los anos 1916-1918 el “American Jewish Congress” (Congreso Judío Americano), que puso mayor hincapié en la ayuda a Eretz Israel, la lucha contra el antisemitismo en Europa y la cooperación con la Organización Sionista Mundial. El líder indiscutido de este movimiento Stephen Wise (1874-1949), prominente rabino reformista y luchador por los derechos de los trabajadores, el sindicalismo limpio de corrupción y el partido demócrata.Wise fue uno de los fundadores de la Federacion sionista en Nueva York en el año 1897, y secundo a Louis Brandeis en la puja por convencer al presidente Wilson de apoyar al Sionismo. Fue presidente de la Organizacion Sionista Americana en 1918-1920 y en 1936-38, y uno de los principales fundadores del Congreso Judío Mundial en el ano 1936. Wise fue el líder judío norteamericano más destacado en la decada del 30, pero como tal demostró las enormes debilidades y divisiones internas de esta comunidad, y en gran medida su política de apoyo incondicional al presidente Roosevelt fracaso, por lo cual es considerado responsable del fracaso durante la Shoá en la salvación y rescate de judios europeos.
La conclusión personal de Ben Gurion ante la magnitud de la tragedia judía fue pues poner el énfasis principal en la estrategia de construcción del embrión de estado, lo que implico organizar hacia final de la guerra un frente conjunto de rebelión armada contra Gran Bretaña, en el marco del cual colaboraron las tres agrupaciones militares clandestinas del Ishuv: la “Hagana”, el “Etzel” organización militar nacional de orientación activista y revisionista – y el “Leji” – combatientes por la libertad de Israel, grupo de tendencias anti-británicas durante toda la guerra y con un visión anti-imperialista. Si bien este frente armado se derrumbo en julio de 1946 por las disputas en torno al atentado contra el cuartel central del mandato británico en el hotel King David de Jerusalén, la estrategia de Ben Gurion continuo tal como la trazo durante la guerra: continuar la lucha anti-británica centrada en la eliminación del Libro Blanco de 1939, a la par de una profundización del frente diplomático en los campos de refugiados judíos en Alemania y Austria para conectar este tema con los esfuerzos para crear un estado judio finalizando el mandato británico en Palestina, y afianzar la linea de operar como lobby político en los Estados Unidos para convencer al presidente Truman de apoyar al menos parcialmente los objetivos del movimiento sionista, con miras a romper la alianza entre Gran Bretaña y los Estados Unidos. Ben Gurion tuvo éxito en esta estrategia combinada, en el marco de la cual no dudo en aprovechar la ayuda de Jaim Weizmann y Najum Goldmann en el frente diplomático norteamericano pero pasando a poner hincapié en la lucha armada y las necesidades de seguridad del Ishuv que esta a punto de convertirse en estado soberano.
Esta es otra cualidad de un líder, su consciencia de que debe documentar sus pasos y acciones pensando en los historiadores del futuro y en la memoria colectiva del pueblo. Pero Ben Gurion permanece en la consciencia colectiva como “el constructor del estado judio” (nombre del libro de Abraham Avi-Hai, aparecido en español en 1986), y no como el “líder filosofo” o el estadista intelectual, la cualidad que mas sobresalió en el fue el pragmatismo y su lectura veloz de la realidad acompañada por una habilidad para comprender procesos a largo plazo. En el caso de Goldmann primo el ideal espiritual y la visión intelectual de la realidad por sobre todo, y la constante preocupación por lo que considero el eje central de la problemática judía: la asimilación.
Ambos líderes se complementaron y elevaron dos modelos apasionantes de liderazgo judío.
Unidas que si bien rechaza las conquistas israelíes de territorios y exige su retirada – esta aun en discusión si el texto implica la retirada de territorios o de todos los territorios – garantiza la necesidad de paz, reconocimiento mutuo y libre navegación en aguas internacionales. Eshkol cosecho los frutos políticos de la guerra y sentó las bases para la estrecha alianza política y militar con los Estados Unidos, pero falleció repentinamente en febrero de 1969.
Dado que la elite política israelí estaba hegemonizada por los lideres laboristas arribados a Eretz Israel en el periodo de la segunda y tercera “Alia” (1904-1914, 1918-1923) no es casual que la sucesora de Eshkol cumpla con este requisito. Golda Meir (1898-1979) poseía sin embargo dos atributos novedosos: su condición femenina en una sociedad acostumbrada a priorizar modelos masculinos de liderazgo, y el hecho de que si bien nació en Rusia su familia emigro siendo ella una niña a los Estados Unidos, por lo cual es en gran medida el producto de la educación norteamericana. En 1921 emigro a Eretz Israel y se asentó en un “kibutz”, a la par de comenzar a activar en el partido laborista y en la central sindical “Histadrut”, escalando al Ejecutivo de la Agencia Judía después de la Shoa como jefa del departamento político. En otras palabras tuvo una trayectoria similar a la de otros lideres laboristas israelíes pero impuso matices especiales a su liderazgo, y en un periodo en el cual las relaciones con Estados Unidos en general y con el Judaísmo norteamericano en particular eran vitales, su perfil biográfico ayudo mucho a continuar la estrategia comenzada por Ben Gurion y Weizmann durante la Shoa y afianzada por Eshkol después de la Guerra de los Seis Días. Golda, así fue popularmente llamada, tuvo un perfil de diplomata – mas allá de sus roles políticos en la Agencia Judía fue la primer embajadora israelí en la Unión Soviética en 1948 – y activista gremial, ocupo el cargo de ministro de Trabajo en la década del 50 y a partir de 1956 y hasta 1965 fue ministro de Relaciones Exteriores. Siendo una figura clave del partido laborista, su secretaria general, logro acumular la fuerza suficiente para ser nombrada sucesora de Eshkol. No obstante ello su liderazgo estuvo ensombrecido por las secuelas de la Guerra de los Seis Días: el rechazo árabe a todo negociación con Israel o de posible reconocimiento de su existencia como estado judio, la decadencia del liderazgo de Nasser como presidente egipcio que estaba comprometido con la linea del rechazo total y queinicio una guerra de desgaste en el Canal de Suez que fue dolorosa y costosa para Israel.
El periodo de liderazgo de Golda Meir fue relativamente breve y estuvo signado no solo por el conflicto latente con el mundo árabe, que amenazaba con estallar nuevamente en forma permanente, sino también por el aumento de la consciencia social en Israel y el surgimiento del activismo de los judíos orientales en Israel, liderado por un grupo denominado “los panteras negras”. En el frente del conflicto árabe-israelí Golda era considerada una líder de linea dura que exigía negociaciones directas y un reconocimiento formal que los países árabes no estaban dispuestos a aceptar – llegando por ejemplo a rechazar la iniciativa de Najum Goldmann de negociar indirectamente con el nuevo presidente egipcio Anuar Sadat. En el frente social, Golda demostró actitudes prejuiciosas de la vieja elite oriunda de Europa oriental – “Ashkenasi” – hacia la masa de judíos depaíses árabes arribada a Israel en las décadas del 50 y del 60 y que se perpetuaban en el estrato socio-económico mas bajo de la sociedad israelí. En ese sentido Golda continuo la línea ideológica de Ben Gurion, que al promover la visión de un nuevo judio que debe negar su pasado en la diáspora y centrarse en su aporte pionero al desarrollo del joven estado judio ignoro las enormes dificultades económicas y culturales de los nuevos inmigrantes, sumada a la hostilidad hacia culturas judías tradicionales y en especial hacia la identidad de judíos de los países árabes del Medio Oriente – linea que se manifesto en la adopción de la politica de “mezcla de grupos étnicos” (“Kur Hituj”) y la conformación de una identidad homogénea. El fracaso del liderazgo de Golda Meir se manifiesta pues en ambos frentes: en el frente político-militar Golda avaló la política del ministro Dayan basada en la falsa ilusión de que los árabes no tienen una opcion bélica debido a la profunda derrota del 67, y a la auto-imagen de una Israel poderosa e invencible, hecho que adormeció al liderazgo en general y en especial al servicio de inteligencia; en el frente social Golda no supo apaciguar la presion de los judíos orientales y desarrollar una política de bienestar destinada a encarar problemas estructurales de vivienda pública, trabajo, educación, etc. En ambos frentes se mostró sorprendida cuando los hechos explotaron sorpresivamente, sea cuando los “Panteras negras” incurrieron en la violencia y la violacion de las leyes para elevar sus reclamos, que para Golda fue una confirmacion de los estereotipos a los cuales se aferraba, o cuando estalló la Guerra de Iom Kipur en octubre 1973 sin que Israel se sienta preparada ni militar ni políticamente.
Si bien la Guerra de Iom Kipur es considerada una victoria militar, desde el punto de vista político fue un fracaso absoluto (“Mejdal”) que tuvo profundas repercusiones a nivel del liderazgo israeli. Israel logró mantener casi todos los territorios conquistados en 1967 – Egipto logro mantener a su tercer cuerpo de ejército en el Sinai y ello le permitió reclamar la posesión del Canal de Suez y su reapertura – pero perdio su imagen de invencible y la confianza absoluta en su supremacia militar. Golda y Dayan tuvieron que asumir la responsabilidad de este fracaso, si bien se negaron en principio a aceptarla y lucharon para no ceder sus puestos de liderazgo. La presión del nuevo movimiento de protesta que canalizó todas las frustraciones de muchos israelíes contra el viejo liderazgo, hizo erupcion y contribuyó al recambio de liderazgo que surgió como la principal conclusion de esa guerra. El partido laborista busco como sucesor de Golda a un líder con perfil mas joven, nacido en el pais y con trayectoria militar, la persona elegida fue Itzjak Rabin (1922-1995), nacido en Jerusalén, oficial de “Tzahal” desde la guerra de la independencia en 1948, comandante en jefe de las fuerzas armadas en la decada del 60 y en especial en la guerra de 1967. Luego de esa guerra se retiró del ejército y se desempeñó como embajador israeli en los Estados Unidos hasta despues de la guerra de 1973, fue electo como diputado en el Parlamento (“Knesset”) y al poco tiempo fue nombrado jefe del partido laborista “Mifleguet Ha Avoda”) y llamado para suceder a Golda en la jefatura de gobierno (junio de 1974). Rabin inició la era de paz en el Medio Oriente, basada en el acercamiento gradual con Egipto – país que bajo la presidencia de Sadat se alejo del bloque sovietico y manifesto una voluntad de paz inédita hasta ese momento. Asimismo afianzó los lazos con los Estados Unidos y promovió una política social de inversiones en infraestructura social, con el fin de afrontar las demandas del frente social interno. Pero ello fue quizas demasiado tarde, el pais había atravesado un temblor o terremoto político que tuvo efectos retardados en el año 1977, en elecciones que provocaron la derrota del Laborismo, la caída de Rabin por consiguiente, y el ascenso de Menajem Beguin.
Menajem Beguin (1913-1992) era oriundo de Polonia y crecio en el movimientojuvenil sionista “Betar”, bajo la influencia de su lider ideologico ZeevJabotinsky. Un rasgo particular de su biografia es que atraveso la primera etapade la Segunda Guerra Mundial, huyendo de Varsovia a Vilna, que dada la ocupacionsovietica y la oposicion de Stalin al Sionismo implico su reclusion en un campode trabajos forzados del cual fue liberado para reclutarse en las filas delejercito polaco en el exilio. En 1942 arribo a Eretz Israel y a partir de 1943asumio la comandancia del “Etzel” (Organización militar combatiente), liderándola rebelión anti-británica hacia el final de la guerra. En 1948 fundo el partido “Jerut”, heredero del movimiento revisionista en el Sionismo, y desarrollo una dura oposición al liderazgo de Ben Gurion, pero sin amenazar seriamente su hegemonía. Los largos anos de oposición le permitieron forjar vínculos muy profundos con amplios sectores del Judaísmo oriental y las capa ssocio-económicas mas bajas. Su poder oratorio era enorme y su presencia era considerada carismática para los seguidores pero demagógica para sus opositores.Su legitimación como líder nacional, no solo de un reducido sector, se produjo a partir de la Guerra de los Seis Días y llego a su punto culminante en las elecciones de mayo de 1977. Pero Beguin de 1977 es muy diferente a aquel líder del “Etzel” o de “Jerut”, es un líder mas pragmático y atento a las nuevas realidades, que se había acercado al centro político a través de un alianza con los sionistas liberales en la década del 60 y que adopto posiciones moderadas.Beguin de 1977 es un continuador de las políticas de Rabin tanto en el frente externo como en el frente interno, es un líder que forma coalición con el nuevo partido democrático por el cambio (“Dash”) del arqueólogo Igael Yadin y que convoca a Moshe Dayan a su gabinete nombrándolo ministro de Relaciones Exteriores, iniciativas que rápidamente se reflejaron en las negociaciones con Sadat, su visita a Jerusalen en noviembre de 1977 y en el inicio de conversaciones de paz que culminaran con la firma del tratado de paz de Camp David en 1979.
Beguin y Rabin son los dos líderes claves de la era de paz en el Medio Oriente, a pesar de las enormes diferencias existentes entre ellos tienen también rasgos en común, el principal de ellos fue la adopción de una estrategia de paz como una de las metas principales del Estado de Israel. Pero ambos entendieron en forma muy diferente el significado de este proceso, para Beguin el foco principal era Egipto, y si bien los acuerdos de Camp David garantizan que Israel respetara “los legitimos derechos del pueblo palestino” Beguin pretendía a lo sumo otorgar a los palestinos una autonomía restringida y sin rasgo alguno de soberanía, a la par de que nego todo negociación con la OLP y su líder Arafat e invadió el Líbano en 1982 con miras a intentar eliminar la amenaza palestina desde territorio libanés. Rabin retorno a la arena politica activa en los años 80 en el marco del gobierno de unidad nacional del premier Itzjak Shamir, como ministro de Defensa (1984) y tuvo un rol muy activo en la represión de la rebelión palestina denominada “Intifada” a partir de diciembre de 1987. Es decir que también Rabin soporto la misma dualidad que Beguin, entre la guerra y la paz, pero sus compromisos ideológicos eran menores que los de Beguin – quien tenía un lazo ideologico y sentimental con los territorios de Eretz Israel que había heredado de Jabotinsky – y como resultado de la “Intifada” se reforzó su identificación con la necesidad vital de retomar el proceso de paz. Beguin quedo muy desgastado con la guerra del Líbano, renunciando a la jefatura de gobierno y a la vida politica en el ano 1983, Rabin logro superar la enorme caida de 1977 y recuperar la jefatura de su partido en 1992, obteniendo en ese año una victoria electoral que le permitió retornar al puesto de primer ministro y darle un enorme impetu al proceso de paz con los palestinos (acuerdo de Oslo en septiembre de 1993) y con Jordania (acuerdo de paz en septiembre de 1994). A pesar de ello quedo demostrado que el liderazgo de la era de paz ya no es un liderazgo consensuado, sino pendular. En una sociedad tan dividida en torno a temas claves como la paz a cambio de territorios, los modelos de liderazgo cambian y varian dinámicamente. También en la era de paz la amenaza militar continúa, pero se restringe a los ataques de grupos fundamentalistas islámicos como el “Hamas” que logran frenar y amenazan con destruir la continuación del proceso de paz, y por sobre todo resalta el odio que un liderazgo de paz puede atraer. Rabin fue asesinado en noviembre de 1995 por ese odio y por la confusión de conceptos existentes hoy en día, entre estado democrático y estado teocrático, entre autoridad civil y autoridad rabínica, entre lealtad a una ideología y definición del opositor a la misma como un traidor que eventualmente merece ser asesinado.
El proceso de paz continuó a pesar de la muerte tragica de Rabin, pero cada vez más notamos en Israel los peligros de la falta de un liderazgo consensuado, las divisiones internas en torno a diversos temas son cada vez mas profundas, y a pesar de que los primeros ministros son elegidos por voto directo su dependencia de coaliciones frágiles y la estabilidad de los gobiernos no está garantizada:
Biniamin Netaniahu logro gobernar durante 3 años (en lugar de los 4 años y medio que le correspondía por mandato electoral de 1996) y el actual premier Ehud Barak no logra estabilizar su coalición de gobierno luego de 5 meses en el gobierno. En ambos casos un eje de discusión y deligitimación de estos líderes es el proceso de paz: en el caso de Netaniahu la discusión en torno a las negociaciones con los palestinos y la implementación de los acuerdos de Oslo, y en el caso de Barak la perspectiva de un acuerdo de paz con Siria que implique la necesidad de una retirada israelí de las alturas del Golan. Otro dato interesante es el hecho que tal como ocurrio en la decada del 70 también en la década del 90 el factor social es clave para la democracia israelí: ningún líder podrá gobernar establemente y avanzar en el proceso de paz sin encarar seriamente y paralelamente los problemas estructurales como la pobreza, las brechas en la educación formal, la desigualdad y decadencia del estado de bienestar. Esta es la segunda prueba del nuevo liderazgo: generar solidaridad interna, consensuar opiniones contrapuestas en Israel y en el mundo judío en general como ser el tema de las conversiones, y normalizar las relaciones con todo el mundo arabe. El desafio es colosal, casi utopico, pero sin la visión “realista utópica” sera imposible liderar en Israel del siglo XXI.