El talmud y la pedágogia

Fuente: Pixabay.

EL TALMUD Y LA PEDAGOGIA*

Por GUSTAVO D. PEREDNIK
perednik@netvision.net.il


La Ciencia de la Educación es hoy una carrera respetable en toda universidad occidental que se precie. Lo que pocos saben es que la forma en que los contenidos deben ser transmitidos ya fueron materia de preocupación para los sabios de Israel hace miles de años. La educación pública, obligatoria y temprana, lejos de ser un invento cristiano del siglo XI, como lo consignan historiadores de occidente, ya existía en la época del Talmud.


Quienes nos dedicamos a la educación desde la teoría y la práctica, solemos equivocarnos cuando limitamos la posibilidad de nuestras fuentes bibliográficas a autores como Bruner, Dewey, Erikson o Schwab. A menudo nos parece que sólo las mejores plumas contemporáneas responderán a las principales preguntas que se le presentan al educador de hoy, y en todo caso construimos nuestra biblioteca pedagógica en base de educacionistas de este siglo.

Las fuentes judías, con todo su prestigio especialmente en lo que a estas cuestiones se refiere, son en el mejor de los casos muy respetadas, o se les reconoce representar la vanguardia de su época en materia educativa. Pocas veces, sin embargo, se repara en que hay páginas de nuestra literatura sagrada que constituyen una obra maestra en este terreno y que su vigencia sigue plena. Me atrevo a decir que cada maestro hebreo, madrij y director escolar, debería estudiar y enseñar como referencia, por ejemplo, Baba Batra 21a, una página memorable del Talmud.

Tres tratados o “portones” inician el cuarto de los seis órdenes talmúdicos, Nezikin, que legisla en materia civil y procedural. El último portón (Baba Batra) incluye una página que es una joya de la literatura educacional. Hay en la mentada página una serie de normas y discusiones en teoría educativa, a la que se dedica casi en exclusividad y cuyo alcance sorprende por su antigüedad. El texto trae en forma concentrada una docena de recomendaciones formuladas hace dieciséis siglos y pico, que tienen validez aun hoy en día, vigencia que reafirma cuán prioritaria y de avanzada siempre fue la educación en Israel.

 

EDUCACION PRIMARIA POPULAR

Empecemos recordando que la Torá señala a los padres como directamente responsables por la educación de sus hijos. Por ello el Talmud plantea la cuestión de los huérfanos, una categoría que en la Torá representa a los desprotegidos, quienes podrían quedar virtualmente desprovistos de educación.

Para resolver la cuestión, Rabí Iehoshua Ben Gamla crea la escuela pública obligatoria en el año 64, y por ello el texto que analizamos comienza por exaltar su figura. “Si no hubiera sido por él” nos dice el Talmud, “se habría olvidado la Torá en Israel”.

En una primera etapa las escuelas con sus responsables (melamdei tinokot) se fijaron en Jerusalem. Pero los chicos eran llevados a la Ciudad de David sólo por sus padres y por ello el problema se reiteró, ya que los huérfanos quedaban nuevamente sin ir al centro de enseñanza. Rabí Ioshua Ben Gamlá lo resolvió con la obligatoriedad de levantar escuelas en todas las ciudades, a las que los niños asistirían a la edad de 6-7 años. Esta disposición permitió asimismo superar la dificultad de la deserción, que es mencionada en el mismo texto.

Cabe destacar que los historiadores en general consideran como comienzo de la escuela primaria a los centros que creó la Iglesia a partir del siglo XI en Europa, especialmente destinados a los niños pobres. La medida de Rabí Iehoshua precede en nada menos que un milenio a estas experiencias. Y si en lugar de traer la versión del Talmud babilónico que estamos comentando, tomáramos la narración que hace el Talmud de Jerusalem, Israel se habría adelantado aun dos siglos más (el Talmud de Jerusalem, en Ketuvot 8:11, atribuye la escuela primaria pública a otro maestro, el hermano de la reina Shlomtsión, Shimón Ben Shetaj, del siglo I a.e.c.).

Lo importante es que un tercer gran pedagogo talmúdico, Rabí Shmuel Ben Shilat, termina por institucionalizar la edad de iniciación escolar en los seis años.

 

DILEMAS PARA EL LECTOR

Además de la mentada tríada de prescripciones (educación masiva, obligatoria y temprana), la misma página establece tres principios más. Dos son atribuidos a Rabí Aba Arija, a saber:

  • que el castigo debe ser siempre leve; y
  • que se debe estudiar en pareja (javruta) para que los alumnos puedan aprender los unos de los otros.

Cabe mencionar que este sistema es el que usa hasta hoy en día en las ieshivot (academias talmúdicas) en todo el mundo, y hay quienes suponen que esta forma talmúdica del estudio es una de las fuentes que inspiraron a Freud para crear el psicoanálisis.

El sexto estatuto tiene que ver con el número límite de niños por clase, y su legislador es Raba Bar Rav Iosef. Nunca una clase debería tener más de veinticinco alumnos. Si se superara ese límite (hasta cuarenta niños) debería adjuntarse un ayudante oficial (reish dujna). Vale la pena recordar aquí que la Asociación Nacional de Educación de los EE.UU., cita al Talmud como fuente para adherirse a esta medida… dieciocho siglos más tarde.

Por si no bastara para despertar nuestra valoración, la misma página del Baba Batra 21a, plantea dos polémicas que quedan sin solución y que podrían transformarse aun hoy en día en ejercicios pertinentes para directores de escuela. Raba y Rab Dimi son los que dan sendas alternativas de solución, y la decisión final queda a criterio del lector.

La primera es la pregunta acerca de qué debemos hacer si conseguimos un mejor maestro que podría reemplazar a uno que ya tiene antigüedad. ¿Debemos reemplazarlo o no? Por un lado, se desea incentivar la sana competencia en el personal docente; pero por el otro, se nos enseña, es importante crear una atmósfera de estabilidad.

Un dilema parecido aparece cuando hay que optar entre un profesor versado en su materia, y otro menos conocedor pero más claro en su exposición. ¿Acaso una persona que domina un tema a la perfección está automáticamente capacitada para enseñarlo? En términos que nos proporciona el mismo Talmud, la pregunta es si acaso la mera experiencia podrá corregir los errores pedagógicos de un docente conocedor que jamás haya aprendido didáctica. Quien considera que sí, que la experiencia de por sí mejora al maestro, optará por el criterio de la erudición para elegir al docente. Quien cree, por el contrario, que la experiencia sola no basta, se guiará, para contratar a un profesor, por el criterio de la claridad. El Talmud, fiel a un estilo que le es propio, no da respuesta a esta doble alternativa, e invita al lector pensante para que se adentre en el tema.

Quienes se dedican al tema de la educación judía podrán encontrar en el Talmud material de apoyo y estudio. Baba Batra 21a es una buena ventana para que el educador se asome al Talmud y lo valore como guía.

*Publicado por Hagshama.


El talmud y la pedagogia

talmud y pedagogia

EL TALMUD Y LA PEDAGOGIA*

Por GUSTAVO D. PEREDNIKperednik@netvision.net.il


La Ciencia de la Educación es hoy una carrera respetable en toda universidad occidental que se precie. Lo que pocos saben es que la forma en que los contenidos deben ser transmitidos ya fueron materia de preocupación para los sabios de Israel hace miles de años. La educación pública, obligatoria y temprana, lejos de ser un invento cristiano del siglo XI, como lo consignan historiadores de occidente, ya existía en la época del Talmud.


 Quienes nos dedicamos a la educación desde la teoría y la práctica, solemos equivocarnos cuando limitamos la posibilidad de nuestras fuentes bibliográficas a autores como Bruner, Dewey, Erikson o Schwab. A menudo nos parece que sólo las mejores plumas contemporáneas responderán a las principales preguntas que se le presentan al educador de hoy, y en todo caso construimos nuestra biblioteca pedagógica en base de educacionistas de este siglo.

Las fuentes judías, con todo su prestigio especialmente en lo que a estas cuestiones se refiere, son en el mejor de los casos muy respetadas, o se les reconoce representar la vanguardia de su época en materia educativa. Pocas veces, sin embargo, se repara en que hay páginas de nuestra literatura sagrada que constituyen una obra maestra en este terreno y que su vigencia sigue plena. Me atrevo a decir que cada maestro hebreo, madrij y director escolar, debería estudiar y enseñar como referencia, por ejemplo, Baba Batra 21a, una página memorable del Talmud.

Tres tratados o “portones” inician el cuarto de los seis órdenes talmúdicos, Nezikin, que legisla en materia civil y procedural. El último portón (Baba Batra) incluye una página que es una joya de la literatura educacional. Hay en la mentada página una serie de normas y discusiones en teoría educativa, a la que se dedica casi en exclusividad y cuyo alcance sorprende por su antigüedad. El texto trae en forma concentrada una docena de recomendaciones formuladas hace dieciséis siglos y pico, que tienen validez aun hoy en día, vigencia que reafirma cuán prioritaria y de avanzada siempre fue la educación en Israel.

 

EDUCACION PRIMARIA POPULAR

Empecemos recordando que la Torá señala a los padres como directamente responsables por la educación de sus hijos. Por ello el Talmud plantea la cuestión de los huérfanos, una categoría que en la Torá representa a los desprotegidos, quienes podrían quedar virtualmente desprovistos de educación.

Para resolver la cuestión, Rabí Iehoshua Ben Gamla crea la escuela pública obligatoria en el año 64, y por ello el texto que analizamos comienza por exaltar su figura. “Si no hubiera sido por él” nos dice el Talmud, “se habría olvidado la Torá en Israel”.

En una primera etapa las escuelas con sus responsables (melamdei tinokot) se fijaron en Jerusalem. Pero los chicos eran llevados a la Ciudad de David sólo por sus padres y por ello el problema se reiteró, ya que los huérfanos quedaban nuevamente sin ir al centro de enseñanza. Rabí Ioshua Ben Gamlá lo resolvió con la obligatoriedad de levantar escuelas en todas las ciudades, a las que los niños asistirían a la edad de 6-7 años. Esta disposición permitió asimismo superar la dificultad de la deserción, que es mencionada en el mismo texto.

Cabe destacar que los historiadores en general consideran como comienzo de la escuela primaria a los centros que creó la Iglesia a partir del siglo XI en Europa, especialmente destinados a los niños pobres. La medida de Rabí Iehoshua precede en nada menos que un milenio a estas experiencias. Y si en lugar de traer la versión del Talmud babilónico que estamos comentando, tomáramos la narración que hace el Talmud de Jerusalem, Israel se habría adelantado aun dos siglos más (el Talmud de Jerusalem, en Ketuvot 8:11, atribuye la escuela primaria pública a otro maestro, el hermano de la reina Shlomtsión, Shimón Ben Shetaj, del siglo I a.e.c.).

Lo importante es que un tercer gran pedagogo talmúdico, Rabí Shmuel Ben Shilat, termina por institucionalizar la edad de iniciación escolar en los seis años.

 

DILEMAS PARA EL LECTOR

Además de la mentada tríada de prescripciones (educación masiva, obligatoria y temprana), la misma página establece tres principios más. Dos son atribuidos a Rabí Aba Arija, a saber:

  • que el castigo debe ser siempre leve; y
  • que se debe estudiar en pareja (javruta) para que los alumnos puedan aprender los unos de los otros.

Cabe mencionar que este sistema es el que usa hasta hoy en día en las ieshivot (academias talmúdicas) en todo el mundo, y hay quienes suponen que esta forma talmúdica del estudio es una de las fuentes que inspiraron a Freud para crear el psicoanálisis.

El sexto estatuto tiene que ver con el número límite de niños por clase, y su legislador es Raba Bar Rav Iosef. Nunca una clase debería tener más de veinticinco alumnos. Si se superara ese límite (hasta cuarenta niños) debería adjuntarse un ayudante oficial (reish dujna). Vale la pena recordar aquí que la Asociación Nacional de Educación de los EE.UU., cita al Talmud como fuente para adherirse a esta medida… dieciocho siglos más tarde.

Por si no bastara para despertar nuestra valoración, la misma página del Baba Batra 21a, plantea dos polémicas que quedan sin solución y que podrían transformarse aun hoy en día en ejercicios pertinentes para directores de escuela. Raba y Rab Dimi son los que dan sendas alternativas de solución, y la decisión final queda a criterio del lector.

La primera es la pregunta acerca de qué debemos hacer si conseguimos un mejor maestro que podría reemplazar a uno que ya tiene antigüedad. ¿Debemos reemplazarlo o no? Por un lado, se desea incentivar la sana competencia en el personal docente; pero por el otro, se nos enseña, es importante crear una atmósfera de estabilidad.

Un dilema parecido aparece cuando hay que optar entre un profesor versado en su materia, y otro menos conocedor pero más claro en su exposición. ¿Acaso una persona que domina un tema a la perfección está automáticamente capacitada para enseñarlo? En términos que nos proporciona el mismo Talmud, la pregunta es si acaso la mera experiencia podrá corregir los errores pedagógicos de un docente conocedor que jamás haya aprendido didáctica. Quien considera que sí, que la experiencia de por sí mejora al maestro, optará por el criterio de la erudición para elegir al docente. Quien cree, por el contrario, que la experiencia sola no basta, se guiará, para contratar a un profesor, por el criterio de la claridad. El Talmud, fiel a un estilo que le es propio, no da respuesta a esta doble alternativa, e invita al lector pensante para que se adentre en el tema.

Quienes se dedican al tema de la educación judía podrán encontrar en el Talmud material de apoyo y estudio. Baba Batra 21a es una buena ventana para que el educador se asome al Talmud y lo valore como guía.

*Publicado por Hagshama.