Rab Shneur Zalman de Liadi (1745-1812)

(Wikipedia)
Rab Shneur Zalman de Liadi, conocido como el Alter Rebe, es el fundador de Jabad, una de las corrientes más importantes del Jasidismo.

Nota del autor Ezequiel Antebi Sacca

Jerusalem fue construida de las ruinas de Safed


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El Jasidismo


El Jasidismo es un movimiento fundado por el Baal Shem Tov (Israel ben Eliezer, 1698-1760) a mediados del siglo XVIII que enfatiza la piedad devocional, el canto, el baile y la alegría como caminos para llegar a Dios. Se caracteriza por la existencia de liderazgos carismáticos y fuertemente personalistas: un Rebe con un grupo de seguidores incondicionales. Hoy en día, hay muchos grupos jasídicos. Los más conocidos son Jabad, Satmer, Gur y Breslov. El Jasidismo es un movimiento que ha ejercido y ejerce una profunda influencia en el judaísmo contemporáneo.

Rab Shneur Zalman de Liadi es uno de los líderes de la tercera generación de Jasidim, después del Baal Shem Tov y el Maguid de Mezritch. Conocido como el Alter Rebe, Rab Shneur Zalman de Liadi es el fundador de Jabad, un ala del Jasidismo que enfatiza el aspecto intelectual y la meditación. Seguramente estos atributos hayan permitido un cierto acercamiento con los sectores más tradicionales del judaísmo, que veían con recelo lo que consideraban excesos y falta de límites dentro del Jasidismo.

El libro más importante del Alter Rebe, y la base del Jasidut Jabad, es el Tania, que recopila sus enseñanzas. Para los seguidores de la filosofía de Jabad, el Tania es la “Torá Escrita” del Jasidismo, la piedra fundamental de la faceta esotérica y profunda de la revelación Divina.

El Jasidismo en general, y la filosofía de Jabad en particular, están fuertemente basados en la Cabalá. De hecho, una de las características distintivas del movimiento es la idea de que ya llegamos a un momento histórico de quiebre, en el que las almas sedientas de espiritualidad buscan las facetas más ocultas de la revelación Divina, cristalizadas en la Cabalá. Sin embargo, voy a evitar lo máximo posible el uso de terminología cabalística, tanto por mi ignorancia al respecto como porque no me parece necesaria para entender los puntos esenciales que vamos a analizar.

Dios y el mundo


Quizás sea bueno partir de una distinción conceptual. Existen varias formas de conceptualizar la relación entre Dios y el mundo. En primer lugar se puede aceptar la existencia de Dios (teísmo) o negar su existencia (ateísmo). Más raramente, puede negarse la existencia del mundo (acosmismo). Finalmente, puede considerarse que Dios está separado del mundo porque lo trasciende (deísmo) o que Dios y el mundo son lo mismo (panteísmo).

Algunos sostienen que la postura del Rab Shneur Zalman de Liadi es el acosmismo: la negación de la existencia real del mundo. En el fondo, el universo es una ilusión. Lo único que existe realmente es Dios. Cuando la Torá dice que “No hay otro fuera de Él”, no se está refiriendo a la inexistencia de otros dioses, sino a que literalmente no existe nada fuera de Él. Todo es Dios.

Dios llena y rodea el mundo. Dios es inmanente y trascendente al mismo tiempo. El mismo Dios que se revela en cada partícula y en cada átomo es el mismo Dios que está más allá de toda determinación material o conceptual. Todo, absolutamente todo, y más allá también, es Dios.

Sin embargo, es claro por nuestra existencia cotidiana que nosotros nos percibimos como algo separado de Dios. El mundo pareciera funcionar de manera autónoma e independiente, siguiendo patrones regulares, y ser autosuficiente. Cada uno de nosotros siente que toma decisiones y que está completamente separado de Dios.

Esta percepción ilusoria de separación e independencia es una consecuencia de que vivimos en un mundo que está estructurado de tal manera de que parezca funcionar sin necesidad de depender de Dios.

Pero el objetivo es anularse frente a Dios y transformarse en un recipiente de la Presencia Divina. Es decir: dejar entrar a Dios en nuestra vida mediante el autosacrificio. Romper con la ilusión de separación para poder ser una vasija en donde ingrese la santidad.

Dios creó el mundo con el único propósito de que incluso los mundos más bajos, mundanos y materiales sean una morada para Él.

La existencia del mal


De la (falsa e ilusoria) percepción de separación e independencia surgen la idolatría y la arrogancia.

Todo aquello que se percibe como independiente de Dios, que se cree autónomo y autorregulado, es una barrera para que permee la santidad. Por definición, allí donde hay egoísmo, Dios no se revela.

Sin embargo, en realidad, el mundo material que habitamos es una emanación Divina. La creación es una cadena de mundos entrelazados entre sí, que surgen del Infinito y van materializándose cada vez más, bajando desde lo alto, hasta llegar a nuestro mundo.

Cada mundo en esta cadena pareciera ser más independiente de Dios y se nos aparece como más lejano y autónomo. Entonces, a medida que nos vamos alejando del Infinito, la apariencia de autonomía e independencia se hace más intensa y fuerte.

Nuestro mundo material está compuesto por dos tipos de materiales: aquellas cosas que pueden ser elevadas hacia la santidad y aquellas cosas que no. La diferencia es el grado de independencia y autonomía que sienten estas cosas. Aquello que se percibe como independiente y autónomo recibe su energía vital del “otro lado”. Es algo así como un subproducto no deseado en la cadena de producción de los mundos, un sustrato externo y superficial. De allí emerge todo lo prohibido y profano.

Hay una voluntad interna y profunda de Dios, que es la luz que permea desde adentro a las cosas y les da vida o anima, unificándose con el ente; hay otro tipo de voluntad Divina, externa y superficial, de donde emergen esos subproductos “no deseados”.

Pero la separación e independencia no deja de ser una apariencia. En el fondo, todo es Dios. No hay nada alejado o separado. La división es una percepción ilusoria.

Toda la existencia depende de Dios. Las diferencias de grado son desde nuestra perspectiva limitada y finita. En verdad, el universo está anulado en su fuente Divina, del mismo modo que los rayos del sol provienen del Sol y no existen sin él.

El mal, entonces, es una ilusión: es la percepción de alejamiento, división, separación, autonomía e independencia.

Jabad


Jabad son las siglas de Jojmá, Biná y Daat. Es decir: sabiduría, entendimiento y conocimiento. En términos cabalísticos, son las sefirot intelectuales o mentales. O sea, las capacidades o energías que se relacionan con la mente. Se expresan en el ser humano, pero en realidad son fuerzas cósmicas, atributos Divinos.

Jojmá es el punto inicial, un destello de luz. Es el comienzo de una idea, concentración de la energía en un solo punto. Es un chispazo: un concepto todavía sin desarrollar, que está concentrado en un sitio.

Biná es la expansión de la idea a partir del punto inicial. Es deducir todas las ramificaciones de la idea, conectarlas y ponerlas de manifiesto. Visualizar de manera clara todos los detalles de la idea, ampliarla y llevarla hacia sus límites.

Daat es la internalización del conocimiento, hacerlo propio. Transformar la idea en algo que forma parte de la persona. Es unirse a la idea hasta que sea parte de uno mismo. No pensarla como una idea allá afuera, un concepto abstracto, sino llevarla al corazón y la mente. La información deja de ser algo externo a mí para pasar a ser algo que está dentro de mi mente y que me afecta en mi vida.

Tzadik, Beinoni y Rashá


De acuerdo a la filosofía de Jabad, hay tres tipos básicos de seres humanos (cada uno, a su vez, tiene divisiones): Tzadik (Justo), Beinoni (Intermedio) y Rashá (Malvado).

El Tzadik es aquella persona que ya dominó el mal y no se asocia en lo absoluto con la maldad. Está por encima del instinto del mal, porque lo eliminó por completo de su interior. Tiene una conducta ejemplar: la acción, el habla y el pensamiento están perfectamente alineados y direccionados hacia el amor a Dios. El Tzadik es la piedra fundamental del mundo y el líder espiritual por excelencia de la generación. Es alguien que está por encima de las determinaciones de la naturaleza y que se mueve en estándares absolutamente elevados y trascendentes. Solamente una élite tiene el potencial de ser Tzadik. La mayoría de nosotros no está, ni podría estar, en este nivel.

El Rashá es aquella persona que está dominada por el instinto del mal. Notemos que no es una persona que siempre hace el mal, sino aquella persona que está guiada por el instinto del mal. Esto es muy importante, porque cualquiera de nosotros, en el momento de pecar, cae en el nivel de Rashá, porque nadie pecaría si no fuera porque, en ese momento, está dominado por el instinto del mal.

El Beinoni es aquella persona que, si bien en la práctica nunca transgrede ni va a transgredir, está en una lucha constante contra el instinto del mal. Notemos que el Beinoni no es una persona que tiene 50% de méritos y 50% de pecados, sino una persona que actúa, habla y piensa siempre bien, pero que tiene un cierto nivel de deseo corporal o material. Todos nosotros deberíamos considerarnos Beinonim para poder progresar en nuestro camino espiritual.

La diferencia fundamental entre el Tzadik, el Beinoni y el Rashá es el grado de conexión de la conciencia con el Infinito (la faceta de Dios como absolutamente trascendente). El Rashá se percibe como separado e independiente; el beinoni puede dominar su instinto gracias a la ayuda Divina, que lo ilumina; el Tzadik está permanentemente conectado con el Infinito, sin interrupción ni flaqueza.

Alma Divina y alma animal


Hay dos tipos de almas: el alma Divina y el alma animal.

El alma Divina es literalmente una parte de Dios y proviene del lugar más recóndito y elevado de la Divinidad. Está conectada de manera directa con las profundidades de la trascendencia Divina. Es la chispa de Dios que anida dentro de cada uno de nosotros.

El alma animal es un subproducto, casi un espejo negativo del alma Divina. Es corporal, egoísta y malvada, porque se percibe como autónoma y separado de su fuente Divina. De todos modos, tiene una función: es la que incita al movimiento y al cambio, la que nos lleva a mejorar y a no quedarnos estancados.

Estas dos almas están en lucha constante en el interior de la persona. Toda la vida es una pelea por preservar la pureza del alma Divina y elevarse por encima del alma animal.

En este punto, tenemos que introducir uno de los aspectos más polémicos de la filosofía de Jabad. De acuerdo al Alter Rebe, hay una jerarquía muy clara de almas: el judío tiene alma Divina y alma animal, mientras que el no judío solamente tiene alma animal. Por definición, hay una diferencia ontológica entre el judío y el no judío: para el Alter Rebe, toda la humanidad, con la excepción del pueblo judío, está sumida en el egoísmo.

Si algo no está direccionado hacia Dios, entonces es un subproducto “negativo” o secundario. Las naciones del mundo, con la excepción del pueblo judío, son ese subproducto en el terreno de la humanidad.

El conocimiento Divino


Podemos encarar este mismo asunto desde otra perspectiva.

Aristóteles señalaba que el conocimiento surge de la interacción entre tres elementos: el sujeto que conoce, el objeto conocido y la mente en donde se da el conocimiento. En otras palabras: una persona piensa sobre algo, y ese pensamiento se da en la mente. Por ejemplo: “yo pienso en un árbol” quiere decir que mi mente (en contraposición a mi cuerpo) está recibiendo estímulos del mundo exterior y los procesa de tal manera de tener un árbol en la mente. El árbol que está allá afuera no es el mismo árbol que está en mi mente, y mi mente tampoco es lo mismo que mi cuerpo. Entonces: sujeto que conoce (yo), objeto que se conoce (árbol) y lo que conoce (mente).

En base a esto, Maimónides señala que Dios es el sujeto que conoce y el objeto conocido simultáneamente. En otras palabras: Dios conoce al mundo conociéndose a Sí mismo. Esto quiere decir que Dios no percibe al mundo como algo separado o aislado de Sí mismo.

El Alter Rebe entiende de esto que Dios no es algo externo al mundo. El mundo está inmerso en Dios. Por eso, Dios no necesita pensar en algo externo a Él para conocer al mundo. En realidad, la totalidad de la existencia está dentro de Dios.

Luz y recipiente


Podemos plantear la cuestión de la relación entre la presencia Divina y el cosmos nuevamente con otros conceptos.

Dios es Infinito. Está más allá de toda limitación. También está aquí y ahora, en este mundo material. Dios es trascendente e inmanente.

Toda la creación está formada por luces o energías que la revitalizan y animan. Como no son materiales ni corporales, estas luces son limitadas. Permean absolutamente todo lo que existe.

Sin embargo, esas luces necesitan un recipiente que las reciba. Este recipiente tiene que ser necesariamente limitado. La luz no puede llegar de manera pura y completa. Por lo tanto, el recipiente contrae esa luz infinita e ilimitada y la transforma en algo finito, mensurable y limitado.

La intención de las Mitzvot


Si aplicamos estas ideas al terreno de la práctica, podemos descubrir la relación adecuada entre la Kavaná (intención) y las Mitzvot (preceptos).

Las Mitzvot son acciones que ocurren en el plano físico. Son “vestimentas” que contienen una luz infinita y limitada, y permiten que esa luz se exprese en este mundo material. Son la forma de revelar al Infinito en este mundo. Permiten transformar la oscuridad en luz.

Por su parte, la Kavaná es un atributo mental. No ocurre en el plano físico, sino en un plano más elevado. Es luz ilimitada, infinita y expansiva. Por eso, tener la intención adecuada a la hora de actuar es muy importante. Permite que las Mitzvot se expandan de manera infinita y revelar la luz interna que se oculta en ellas.

La Halajá – con sus límites, definiciones y medidas- es una forma de contener la luz infinita revelada en el monte Sinaí. Es la manera de transformar la ilimitada revelación Divina en algo tangible y aprehensible por el ser humano.

Todo el objetivo de la práctica de las Mitzvot es hacer descender la presencia Divina a este mundo. El objetivo está en este mundo: transformar lo material en un medio para lo espiritual. Elevar hacia lo alto todo aquello que parece ser profano y secular.

Abarcar la mente Divina


Si las Mitzvot son vestimentas que reciben la luz infinita Divina mediante lo corporal, entonces el estudio de la Torá es algo más elevado porque se refiere a un plano puramente mental.

Sin embargo, se necesita Kavaná para elevar el estudio porque las palabras de Torá están concretizadas en algo limitado (libros, por ejemplo), y necesitan algo espiritual o mental que las eleve hacia su fuente.

El objetivo del estudio de la Torá es unirse a Dios. Dado que la Torá es la Sabiduría Divina investida en un formato limitado, acorde a los niveles de los distintos mundos, su estudio serio y profundo lleva a captar (dentro de las posibilidades humanas), la Sabiduría de Dios.

Cuando una persona comprende algo de la Torá (por ejemplo: una Halajá), su mente se unifica con la mente Divina. Digamos que la mente humana se expande para abarcar un concepto que antes le parecía lejano: la idea ahora pasa a formar parte del intelecto de la persona.

El proceso de estudiar la Torá es un ejercicio de aprehender la Sabiduría Divina, internalizando gradualmente en la mente humana aquello que originalmente está solamente en la mente Divina. Por eso, es un acto intelectual cuyo objetivo es ir adquiriendo conceptos e ideas que surgen de la Torá.

Desde esta perspectiva, el estudio de la Torá es superior a la práctica de las Mitzvot. Dado que todo surge en la mente, y siempre el intelecto domina al corazón y las emociones, entonces el estudio de la Torá por sí mismo, sin motivaciones ulteriores, es fundamental.

La sabiduría de las naciones


Quizás en base a estos conceptos se pueda entender mejor la posición del Alter Rebe respecto a los “estudios seculares”.

Utilizar la mente para algo que no es la Torá es un desperdicio de energía mental. Es una forma de introducir contenidos externos a la Sabiduría Divina en nuestra mente, contaminando e impurificando aquellos atributos mentales que son la base de toda la existencia humana.

Recordemos que la mente domina al cuerpo. Por lo tanto, introducir ideas foráneas o equivocadas es el camino más corto para que la mente se desvíe. Inevitablemente, el cuerpo va a seguir a la mente.

Recordemos también que la humanidad (con la excepción de Israel) está inmersa en el egoísmo y la animalidad. Pareciera no haber nada que Israel pueda aprender del resto de las naciones.

Sin embargo, hay algún tipo de “conocimiento secular” que puede ser redimido o elevado si se lo utiliza como un medio o herramienta para hacer Avodat Hashem (rendir culto a Dios) o comprender mejor la Torá.

La definición de cuál es este tipo de conocimiento y cuáles deberían ser sus límites es probablemente una discusión demasiado extensa para nuestros propósitos, pero la retomaremos en el artículo sobre Rab Abraham Itzjak Kook.

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