Cuentos del siglo 20
Los nazis concentraron a todos los judíos en la plaza, y los deportaron en trenes hacia el este.
La pequeña niña permaneció tres días y tres noches en el sótano, sin comer ni tomar absolutamente nada.
Sin poder soportar más el hambre y la sed, salió con sus últimas fuerzas de su escondite, y comenzó a marchar en dirección a la estación de tren.
Al llegar allí, un tren estaba por salir. Subió rápidamente a él, y en lugar que estaba vació se sentó.
Ella solo soñaba con abandonar a aquel infierno que se había llevado a su padre y al resto de su familia.
Al llegar a la frontera con Suiza, subió al tren un soldado alemán y con voz amenazante gritó: ¡Pasaportes. Documentos!
Cada persona sacó su pasaporte y se lo mostró para que lo revisase.
Cuando llegó el soldado al asiento donde se encontraba la pequeña niña, ella le enseño su servilleta al soldado. Éste observó detenidamente la servilleta, la revisó, y sin decir palabra se la devolvió …
Esta historia, comenzó en realidad doscientos años atrás.
Un anciano judío se hallaba gravemente enfermo. Los médicos locales le dijeron, que la única esperanza para poder salvar su vida era viajar a Viena y operarse con un médico experto allí.
Los gastos del pasaje de ida y vuelta, más los gastos de la operación, ascendían a mil rublos. Con gran apremio vendió todas sus pertenencias y logró juntar exactamente dicha suma.
Se dirigió a la Policía de su pueblo para que le emitan un pasaporte, y el policía que lo atendió le dijo: ¡Sucio Judío! Tu no tienes derecho a recibir un pasaporte. Si quieres uno, tendrás que pagarme mil rublos. De lo contrario, no podrás recibir tu pasaporte.
Quebrantado y desconsolado, decidió dirigirse a la ciudad de Berditchev, para plantearle su problema al Tzadik Rabí Levi Itzjak.Al llegar a allí, golpeó a la puerta de su casa, y encontró al Tzadik sentado leyendo de un libro.
Se acercó ante Rabí Levi Yitzjak, y se desahogó ante él contándole su gran pena.
Rabi Levi Yitzjak le dijo que se siente y que esperase a que él regresase.
Rabi Levi Yitzjak entró a su cuarto y cerro tras de sí la puerta.
Pasó una hora y Rabí Leví Yitzjak no salía, pasaron dos horas y no salía. Pasaron tres horas y no salía. Al comienzo de la cuarta hora, salió Rabí Leví Yitzjak de su cuarto, y entregándole un pañuelo totalmente húmedo con sus lágrimas, dirigiéndose a aquel judío le dijo: “Este es tu pasaporte”.
El hombre abrió la servilleta y vio que era un simple pedazo de tela blanca. Sin embargo, tan grande era su fe en el Tzadik Rabí Levi Itzjak, que confiado se marchó con el “pasaporte” que le había entregado.
Al llegar a la frontera, presentó confiado su “pasaporte”. Con este “pasaporte” llegó a Viena, y con este “pasaporte”, luego de una exitosa operación, también regresó de Viena.
Esta servilleta de tela, que habían contenido a las lágrimas de Rabí Levi Yitzjak de Berditchev, pasó de padre a hijo y de madre a hija, hasta que finalmente llegó a las manos de aquel padre que debió de abandonar a su pequeña hija.
Con ese “pasaporte” se salvó la niña del infierno nazi, con ese “pasaporte” llegó a las costas de Eretz Israel, donde pudo construir finalmente su nuevo hogar.
Esta mujer vive hoy en día en Jerusalem. En su testamento escribió que quiere ser enterrada junto con ese sagrado “pasaporte”, pues también le servirá para entrar con él al Paraíso, y así poder agradecerle a Rabí Leví Yitzjak de Berditchev, por haberle salvado – a través de sus lágrimas- su propia vida.
Que el mérito de Rabí Levi Yitzjak nos proteja y que traiga éxito y bendición sobre nosotros y sobre todo el pueblo de Israel. Amén.
estaba resuelto a encontrar los medios para contribuir a disminuirlos. Días enteros se pasaba en su laboratorio, en busca de respuestas satisfactorias para sus preguntas.
Cierto día, su hijo de siete años invadió su laboratorio decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió que se fuese a jugar a otro lado.
Viendo que era imposible sacarlo de allí, pensó en algo que pudiera darle al niño para mantenerlo ocupado. De pronto, encontró una revista en la cual había un mapa del mundo, justamente lo que él precisaba.
Con unas tijeras, recortó el mapa en varios pedazos, y tomando un rollo de cinta, se lo entregó a su hijo diciéndole: -“como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el “mundo” todo roto, para que tú sólo lo repares, sin recibir ayuda de nadie”.
El padre pensó que al pequeño niño le llevaría diez días componer aquel mapa.
Sin embargo, grande fue su sorpresa cuando, pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente diciéndole: “Papá, papá, ya lo hice, conseguí terminarlo”.
Al principio el padre no creyó en lo que el niño le estaba diciendo, pues pensó que era imposible que a su corta edad lo hubiese conseguido.
Desconfiado, levantó la vista de sus anotaciones, con la absoluta certeza de que vería un rompecabezas “mal hecho” por un niño.
Grande fue su sorpresa, cuando observo que el mapa estaba armado en forma completa a la perfección.
¿Cómo era posible? ¿Cómo un niño tan pequeño había sido capaz de lograr algo tan difícil y complejo?
El padre se dirigió a su hijo y con asombro le preguntó: -“Hijito, si tu no sabías como era el mundo… ¿cómo lo lograste armar?”
-“Papá – respondió el niño – yo no sabía como era el mundo, pero
cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Lo que hice fue dar vuelta el rompecabezas y comenzar a recomponer al hombre. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y me dí cuenta que había logrado arreglar el mundo …”.
La demora provocó que sus ropas se mojasen, motivo por el cual, le dijo el alumno al hombre que pedía la Tzedaká: “no está bien lo que hace usted, pues el Rabino se está mojando en medio de la lluvia torrencial, además de que se está dirigiendo a dar su clase”. Interrumpió el Rabino a su alumno y le dijo: “querido alumno: mi ocupación es la de dar mi clase y la ocupación de este señor es la de juntar el dinero para darlo de Tzedaká”. Créeme que yo no se cual de las dos ocupaciones es la más valorada en el cielo … por lo tanto, por demás que está justificado que me moje para poder cumplir con la mitzvá de la Tzedaká …
Luego de contar este cuento, comentó el “Jefetz Jaim”: Así también sucede con el estudio de la Torá y la conducta de muchos judíos: la Torá detalla todas las acciones que debemos de hacer en cada momento de nuestras vidas, y su sabiduría y su valor espiritual son inmensos. Sin embargo, muchos judíos solo la estudian de manera teórica, tal como el sirviente lo hizo con su lista, viviendo en la incoherencia de no traducir sus contenidos al terreno de la acción …
El joven no estaba dispuesto a aceptar aquella respuesta, y continuó exigiéndole que tomase sobre sí dicha promesa.
Más de una hora le insistió el joven en su pedido, y más de una hora, le contestó el “Jefetz Jaim” con el mismo argumento.
Se acercaba el tiempo límite para comenzar el banquete de Purim, y el alumno no estaba dispuesto a retirarse sin que el “Jefetz Jaim” le halla hecho formalmente la promesa.
Las personas le recomendaron al “Jefetz Jaim” que tome sobre si el compromiso, pues sino no iban a poder comenzar con el banquete, mas también a ellos el “Jefetz Jaim” les argumento de la misma manera
Finalmente, el “Jefetz Jaim” se dirigió al muchacho y le dijo así: “Mira, si voy a tener un lugar en el Paraíso o no, eso yo realmente no lo se; pero sí existe una cosa por la cual yo pienso que quizás merezca recibir un lugar en el Paraíso, y es que desde que tengo uso de razón, jamás he hablado “lashón hará” (maledicencia) sobre ninguna persona, ni tampoco lo he escuchado.
Si me prometes que de ahora en más no vas a hablar ni escuchar “lashón hará” sobre nadie, entonces te podré prometer que estarás junto a mi en el lugar que yo tenga en el Paraíso …
Le preguntaron los alumnos al Rabino: Por qué dedicó tanto tiempo a acompañar al señor hasta la dirección que necesitaba? Acaso no podría haber hecho lo que la gente comúnmente hace, que es dar las indicaciones de como llegar, y como máximo la persona hubiera preguntado nuevamente durante el camino donde quedaba la dirección exactamente? Por que usted decidió realizar una caminata tan extensa para acompañarlo al lugar preciso al cual tenia que llegar?
Les contestó el Rabino Ozer: Acaso no se dieron cuenta que el señor que preguntó por la dirección era tartamudo? Si yo no lo hubiera acompañado, el hubiera tenido que preguntar una y otra vez, con la incomodidad y vergüenza que eso implica para una persona de su condición. Para evitar que una persona sea avergonzada, vale la pena realizar una caminata tan larga como la que hicimos …
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Masuah es una organización que nuclea a jóvenes judíos de América Latina y España, fundada en Israel en el año 1996, por iniciativa del Rabino Nahum Neria, Yaakob Tabachnik y Shmuel Kornblit. [...]
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Sarah Benhamu
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