Rab Yehuda Amital (1925-2010)
Rab Yehuda Amital nació en 1925 en Rumania y falleció en 2010 en Israel. Fue rabino, educador y político. Fundador y Rosh Yeshivá de Yeshivat Har Etzion, fue un influyente líder religioso y espiritual. Aunque originalmente asociado a Gush Emunim (el movimiento político fundado por los seguidores de Rab Zvi Yehuda Kook), sus posturas audaces y personales terminaron por alejarlo del grupo y lo impulsaron a tomar un camino diferente al de Rab Zvi Yehuda Kook.
Rab Amital fue víctima de la Shoá pero sobrevivió. No así su familia: sus padres y hermanos fueron asesinados. El lugar de la Shoá en el pensamiento de Rab Amital es fundamental. En otro orden de cosas, él mismo cuenta cómo uno de los pocos libros que pudo llevar al campo de concentración era un panfleto sobre el pensamiento de Rab Kook y cómo le ayudó a sobrellevar momentos duros y trágicos. La influencia de Rab Kook va más allá de lo ideológico: es personal y visceral. Ya terminada la Segunda Guerra Mundial, decidió irse a vivir a Israel. Estudió en Yeshivat HaDarom, una yeshivá jaredí ultraortodoxa, pero terminó decantándose por el sionismo religioso. Se transformó en un conocido líder del movimiento Gush Emunim. En 1968, poco después de la Guerra de los Seis Días, fue convocado para fundar y liderar una yeshivá en Gush Etzion, un asentamiento recién creado. Rab Amital aceptó y fundó Yeshivat Har Etzion, que hoy es la yeshivá sionista religiosa más grande del mundo. Llamó para que lo acompañe en el liderazgo a Rab Aharon Lichenstein y así formaron una sociedad que perduró durante 40 años, hasta sus respectivos fallecimientos. Fue uno de las mentes detrás de la idea de lo que es la Yeshivat Hesder (la combinación de yeshivá con servicio militar, más abajo se explica el tema). Como Rosh Yeshivá de Har Etzion, desarrolló una carrera educativa espectacular. Con el tiempo, se despegaría del mesianismo de Gush Emunim y, en 1988, fundaría Meimad, un partido político sionista religioso de centro-izquierda. En 1995, luego del asesinato de Itzjak Rabin, asumiría como ministro sin cartera del gobierno de Shimon Peres. Falleció en 2010.
Nota del autor Ezequiel Antebi Sacca
Antes de ir al tema del sionismo, empecemos con una pregunta que ya es un lugar común en la filosofía judía del siglo XIX, XX y XXI: ¿qué es ser judío? Esta pregunta es uno de los ejes centrales del pensamiento judío de los últimos dos o tres siglos. En la respuesta a esta pregunta encontramos bien delimitadas las distintas posiciones de los distintos movimientos que surgieron en el seno del pueblo judío en los últimos años. Veamos, entonces, qué responde Rab Yehuda Amital…
Un judío completo es aquel al que le ordenan y cumple las Mitzvot. Un judío consciente es aquel que, aunque no observa la Torá es consciente de su existencia y se siente impelido por ella. Y todos aquellos a los que la Torá ordena sus Mitzvot son judíos, sean o no conscientes de su existencia.
La visión de Rab Amital, como ven, es tradicional: el judaísmo –y, por extensión, la identidad judía- se constituye como tal solo por la Torá. La Torá nos ordena, comanda, exige: es esta exigencia la que forma al judío. Sin embargo, Rab Yehuda Amital señala con claridad una obviedad: la amplia mayoría del pueblo judío en la actualidad no cumple la Torá. Así, se forma una paradoja: el judío es judío por la Torá; pero muchos judíos ignoran o rechazan a la Torá. ¿De dónde surge este enredo?
El enredo surge de la doble faceta que tiene el ser judío:
Es judío el hijo de madre judía (o, en su defecto, aquel que hace una conversión válida). Así lo codifica la Halajá. Esta faceta podríamos denominarla “étnica”.
Por otro lado, se es judío solo por la Torá. Así lo formulan los grandes filósofos medievales, como Rab Saadia Gaon o Rambam (Maimónides). Esta faceta podríamos denominarla “religiosa”.
La primera faceta es indiscutible en un encuadre halájico-normativo y Rab Yehuda Amital lo acepta como dado. La segunda faceta se entiende normalmente como que un judío es judío cuando cumple Torá y Mitzvot: una persona sin estos dos atributos no es judía. Rab Yehuda Amital saca a relucir su agudeza cuando interpreta esta faceta de una manera totalmente distinta: no es la observancia de la Torá lo que nos hace judíos sino el mismo hecho de que nos sea ordenado cumplirla. De nuevo: somos judíos solo por la Torá, sí, pero esto no significa que seamos judíos solamente cuando la cumplimos o porque la respetamos (o sea, no es que si no cumplimos Torá y Mitzvot, somos gentiles) sino que la Torá es la que determina la exigencia de mi propio judaísmo. O sea, sin Torá, no hay judaísmo porque sin Torá, no hay mandamiento: no hay exigencia de ser judío.
Una nación preexistente puede decidir escribir una Constitución para mantener el orden interno y un sistema legal justo. Pero otra opción es que la propia Constitución sea la que determine el carácter y forme a la nación misma: antes de la Constitución, la nación no existía; es solo gracias a esta que surge la nación. Imagen ahora que la Constitución del pueblo judío es la Torá y entenderán de qué estamos hablando: el pueblo judío se constituye como tal solo por la Torá. No por su observancia sino por su misma existencia.
Rab Yehuda Amital señala también un dato muy interesante. La conversión más famosa en la historia del pueblo judío es la de Rut. ¿Cómo se convirtió? Cuando dijo estas palabras: “Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios” (Rut 1:16). ¿Qué tiene de interesante esto? Descompongamos la frase en dos:
“Tu pueblo será mi pueblo”.
“Tu Dios será mi Dios”.
Primero viene la afiliación con el pueblo de Israel; solamente después el culto a Dios, con su consecuente unicidad y el rechazo de la idolatría. O sea, el estar unido al pueblo es anterior al culto a Dios: no es que, como consecuencia de que creo en Dios, creo en el pueblo judío sino que, como consecuencia de mi relación con el pueblo judío (relación que, ya lo explicamos antes, se funda en la Torá), creo en Dios.
Rab Amital señala un hecho evidente: podemos encontrar personas con un alto sentido de la moralidad que, sin embargo, se autoproclaman ateas o agnósticas. Es más, hay muchísimos ejemplos de personas que, siendo totalmente seculares, entregaron su vida por altos ideales éticos o por el pueblo judío, la Tierra de Israel o el Estado de Israel. Rab Amital no está dispuesto a negarles su judaísmo a estas personas sino todo lo contrario: son judíos.
Todo este viene a colación porque Rab Yehuda Amital es un firme defensor de la unidad del pueblo judío: no importa si sos religioso o secular, de izquierda o de derecha, matemático o futbolista. Tenemos que estar unidos. De hecho –esto lo veremos más adelante- una de las tareas que se cargó al hombro Rab Amital fue servir como puente entre el mundo religioso y el secular.
Rab Yehuda Amital fue sobreviviente de la Shoá, y esto ocupa un lugar clave en su pensamiento. Para Rab Amital, la Shoá es un hecho trascendente en la historia del pueblo judío. No es una persecución más en la larga cadena de antisemitismo que se extiende desde la Antigüedad ni un hecho accidental o desafortunado; tampoco es, tal como lo planteara Rab Z. Y Kook, un proceso de purificación espiritual para la llegada del Mashiaj ni un castigo por el sionismo o el antisionismo de ciertos sectores del pueblo judío; no es explicable solamente desde la lógica. ¿Qué es entonces la Shoá?
Se escuchan muchas ideas sobre la Shoá: algunos afirman que era el precio que el pueblo judío tenía que pagar para que se forme un Estado judío; otros dicen que el Estado de Israel es la recompensa divina por la destrucción que trajo la Shoá; incluso algunos argumentan que la Shoá era la única manera de que los judíos abandonen Europa y vayan a Israel. Estas son posturas que me resultan difíciles de sostener: me inspiran una reacción visceral, una aversión natural. No me importan tanto estas posturas como lo que revelan: una visión histórica y religiosa que ignora a la Shoá y la anula de nuestra memoria colectiva. Esto es muy peligroso.
Para Rab Amital, la Shoá es una constante: es un tema que vuelve una y otra vez en sus clases, charlas, conferencias y discursos. Y es curioso porque, en líneas generales, el israelí tiende a darle mucho menos importancia a la Shoá que el judío diaspórico.
En la conciencia israelí hay un cierto desprecio a las víctimas de la Shoá: se dejaron asesinar, no se defendieron, si se hubiesen ido de Europa a la Tierra de Israel antes del desastre…No digo que sea algo adrede ni consciente: está incrustado en el inconsciente colectivo. Si quieren decirlo así, hay un orgullo del tipo: “Esto a nosotros no nos va a pasar, tenemos un Estado y ejército, somos fuertes y estamos dispuestos a defendernos, no vamos a ser pasivos”.
Rab Amital es muy crítico de esta actitud altanera y soberbia y de todo intento de explicar a la Shoá como parte de una teodicea: la Shoá es sencillamente inexplicable. Todo el que da razones para ella se pone en el lugar de Dios. No es que no podamos analizar las causas históricas, sociales, económicas, psicológicas o hasta espirituales de la Shoá. Hacer esto está bien y es muy loable. Sin embargo, una cosa es buscar causas y otra muy diferente, justificar.
Rab Amital está convencido de que la Shoá está metida profundamente en la psique del judío moderno. En sus palabras:
La Shoá está impregnada en la conciencia de nuestro pueblo, aunque no nos demos cuenta. Veo esta influencia en cómo muchos se alejaron del judaísmo y también en la Teshuvá de muchos en busca de sus raíces judías. En el extremismo también: en el Kahanaismo y en Shalom Ajshav. Pero también creo en la posibilidad de un cambio interno.
A su vez, Rab Yehuda Amital rechaza terminantemente el uso político de la Shoá y el uso de terminología nazi como forma de crítica. Dice así:
Cuando la gente usa palabra como “Auschwitz”, “Majdanek”o “Nazis” para describir otros fenómenos –sin importar lo serios que sean- veo una especie de desprecio a la Shoá. Si seguimos usando términos relacionados con la Shoá para referirnos al terrorismo, vamos a provocar que, en futuras generaciones, solamente los historiadores puedan diferenciar entre la Shoá y las guerras judías. Este lenguaje descuidado puede provocar que en un futuro el término “Shoá” sea un término general para cualquier desastre para el pueblo judío (…) Cuando un judío usa contra otro judío términos relacionados con la Shoá, también la desprecia. Ya sea un izquierdista que llama a los soldados israelíes “Judeo-Nazis” o un derechista que le grita a un oficial de policía “S.S.” o “Gestapo”, los dos están despreciando a la Shoá. ¡Incluso si su intención es buena y en aras del cielo!
Quizás la más importante creación de Rab Yehdua Amital sea el programa de las Yeshivot Hesder. ¿Qué es? Es un sistema educativo que combina estudios en una yeshivá con el servicio militar.
Rab Yehuda Amital fue uno de los que diseñó y planificó el sistema por el cual se integran muchos sionistas religiosos al ejército. Si bien la mayoría hace el servicio militar de la manera usual (tres años), una cantidad bastante importante hace Yeshivat Hesder, que permite que los sionistas se integren al ejército sin descuidar sus creencias ni prácticas religiosas.
Estos yeshivot están armadas desde la base con la idea de que sus alumnos sigan este programa. O sea, su calendario académico está planificado en base a esto. Y más: como una Yeshivat Hesder apunta a un público específico (jóvenes que quieren conjugar su servicio militar con sus estudios religiosos), su currículum es muy diferente del de una yeshivá jaredí (cuyos alumnos no interrumpen sus estudios para servir en el ejército).
Dicho de otra manera, no se trata solamente de integrar al sionista religioso sino también de crear un nuevo tipo de institución educativa acorde a las necesidades de la época.
En esta perspectiva, servir en el ejército no es simplemente un deber civil o una obligación para con el Estado sino fundamentalmente un deber religioso: es una Mitzvá. Es una obligación con el Estado, sí, pero también con todo el pueblo judío y con Dios mismo.
Rab Yehuda Amital fue uno de los líderes ideológicos de Gush Emunim. Sin embargo, con el paso del tiempo, Rab Amital iría moderando su discurso, rechazaría las implicaciones mesiánicas y defendería la existencia y el significado religioso del Estado de Israel no en términos de Redención mesiánica sino en términos de soberanía política e independencia.
Hay dos posturas con respecto a este quiebre en el pensamiento de Rab Amital:
Rab Amital tenía una visión mesiánica en la época de la Guerra de los Seis Días. Sin embargo, el curso de los acontecimientos (principalmente el shock que le supuso la muerte de varios de sus alumnos en sucesivas guerras) le hicieron cambiar su opinión y defender que el Estado de Israel tiene un significado religioso en términos de soberanía, independencia y Kidush Hashem pero no tiene nada que ver con el Mashiaj.
No existe ningún quiebre. El pensamiento de Rab Amital nunca cambió, simplemente se enfocó en uno u otro aspecto dependiendo de la época y lo que consideraba que era necesario enfatizar de acuerdo al momento histórico. Rab Yehuda Amital mismo defiende esta visión y dice que nunca pretendió extraer ninguna aplicación práctica ni política de la idea de que el Estado de Israel adelanta la Redención: para él, siempre se trató de una forma de expresar que Dios está detrás de este proceso histórico pero de ninguna manera quiso argumentar que esto había que interpretarlo literalmente.
Hay una anécdota genial con respecto a esto. Cito a Reuben Ziegler:
Diez años atrás, le presentaron a Rab Amital el manuscrito de un libro que alguien había escrito sobre su pensamiento. Le pregunté a alguien de confianza qué pensaba Rab Amital del libro. Me dijo: “No le gustó porque lo muestra como si hubiera cambiado sus ideas”. Se calló un segundo y agregó: “Pero entonces cambió de idea”.
Así que, ¿Rab Amital cambió o no cambió? Está en cada uno sacar sus propias conclusiones. Lo que resulta claro es que Rab Amital, incluso en sus libros y discursos más mesiánicos, rechazó siempre las visiones extremistas y tendió a la moderación.
Ahora bien, si la justificación del Estado de Israel no es, tal como lo planteara Rab Z. Y. Kook, el mesianismo, ¿cuál es? Hay tres:
Kidush Hashem (“Santificación de Dios”) .
Pikuaj Nefesh (“Peligro de vida”).
Maljut (“Reinado”, “soberanía”).
Si la Shoá fue el mayor Jilul Hashem (“Profanación de Dios”) de la historia, la creación del Estado de Israel es el mayor Kidush Hashem: un pueblo se levanta después de la peor tragedia de la humanidad, después de un genocidio atroz y lunático, y funda y construye un Estado floreciente, pujante y poderoso. En palabras de Rab Amital:
Así como no hubo un Jilul Hashem como la Shoá, no hubo un Kidush Hashem como el establecimiento del Estado de Israel. No cabe ninguna duda que debemos agradecer por el Estado de Israel, incluso si no es la Redención Mesiánica.
Por otro lado, solamente si el pueblo judío está unido tiene posibilidades de sobrevivir. Más todavía: el Estado de Israel es un escudo que protege a los judíos de todo el mundo de las persecuciones y el antisemitismo. Es decir, el Estado de Israel tiene el valor práctico de salvar físicamente a los judíos. Paradójicamente, la propia existencia del Estado provoca una reacción en los árabes que lo circundan y esto causa que los judíos israelíes estén en peligro constante de guerra y, por ende, de muerte. En aras de salvar nuestras vidas, tenemos que unirnos todos los judíos, sin importar si somos religiosos, seculares, ateos, agnósticos o creyentes. Citemos a Rab Amital:
Concierne al Estado de Israel, y esto tiene ramificaciones con respecto al tema de Pikuaj Nefesh. Si consideramos que Israel es un refugio para millones de judíos y que la supervivencia de esos judíos depende que haya paz y de la capacidad del Estado de Israel de derrotar a sus enemigos, y si estamos convencidos de que el establecimiento de un Estado judío y su supervivencia constituyen un Kidush Hashem, si el Estado de Israel nos resulta caro a nuestros ojos, si no nos contaminó la herejía jaredí, que excluye la mano Divina del proceso histórico que llevó al restablecimiento de un Estado judío y lo ve todo como si fuese un proceso humano en un cien por ciento, entonces tenemos que saber que el Estado de Israel solo puede perdurar si todos los sectores de la nación tienen buenas relaciones entre sí. Solamente si nos respetamos unos a otros como hermanos, sin importar nuestras respectivas ideologías, podemos mantener este Estado. De otra manera, estamos en peligro de destrucción.
Expliquemos la cuestión de la soberanía en palabras de Rab Amital:
Maljut Israel significa la independencia política de Israel. Encontramos que este concepto tiene dos connotaciones. El primero se relaciona con la salvación de la nación y su seguridad, y el segundo con la posibilidad de un dominio de justicia y verdad. Ya hemos internalizado la idea de Maljut en el primer sentido. Para aquellos que sobrevivimos a la Shoá, la independencia política nos da una sensación de libertad; pero para aquellos que nacieron en el Estado, Maljut Israel significa principalmente la posibilidad de defendernos a nosotros mismos y de absorber grandes masas de inmigrantes. Sin embargo, todavía debemos internalizar el segundo sentido de la expresión (un dominio de justicia y verdad), que es el objetivo final. En el fondo, todavía no internalizamos correctamente el concepto mismo de Maljut Israel porque si así fuese, estaríamos obligados a preguntarnos: ¿por qué es significativo y valioso para nosotros?
¿Hay algún antecedente para esta idea de soberanía política pero sin relación alguna con el mesianismo? La dinastía hasmonea. O sea, los sucesos de Januca. Sínteticamente, pasó lo siguiente: los judíos hicieron una guerra, recuperaron la soberanía política, se reinstauró la monarquía, esta se corrompió y fue un rotundo fracaso a nivel espiritual-religioso. Y sin embargo, ¡festejamos Januca! ¿Por qué? Porque la propia soberanía es positiva en sí misma. Cito a Rab Amital:
Rambam escribe que una de las razones para Janucá es que “se restauró la soberanía judía por más de doscientos años” en la época de los hasmoneos. Y esto a pesar de que conocemos el bajo nivel moral de muchos miembros de esta dinastía. La Mishná nos enseña que el Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) recitaba ocho bendiciones en Yom Kipur, de las cuales una es “Sobre Israel…”. La Guemará explica que esta bendición es “Sobre nuestra nación, Israel, que necesita ser salvada”. Rambam explica: “Su tema es que Dios debe salvar a Israel, y no dejarlo sin rey”. De nuevo: aunque sabemos qué tipo de reyes nos gobernaron en la época del Segundo Templo, y sabemos también de su bajo nivel moral y religioso, Rambam, sin embargo, afirma que la salvación de Israel se expresa en la soberanía y la monarquía.
Rab Yehuda Amital fue uno de los pocos rabinos que apoyó los acuerdos de Oslo y llamó explícitamente a llegar a algún acuerdo de paz con los palestinos y los vecinos árabes de Israel. Más sorprendentemente, era un rabino sionista religioso. Y digo sorprendentemente porque normalmente se asocia al sionismo religioso con la derecha y un rechazo frontal y visceral a toda concesión territorial. Sin embargo, Rab Amital estaba dispuesto a ceder territorios a cambio de paz.
Su razonamiento es muy sencillo: tenemos dos preceptos uno frente al otro. Por un lado, el asentamiento en la Tierra de Israel y la soberanía sobre ella; por el otro, salvar vidas. Si llegar a un acuerdo de paz va a acabar con las guerras y, por lo tanto, salvará vidas, entonces está permitido y es un deber buscar un acuerdo. Dicho de otra manera, salvar vidas es más importante que asentarse en toda la Tierra de Israel.
Además tenemos que agregar otro problema asociado con la anexión de territorios: en muchos de ellos viven árabes. Así, si se les otorgan los derechos correspondientes (y Rab Amital nunca duda que deba ser así porque es un ferviente defensor de la democracia), habría una mayoría árabe en el Estado, lo que causaría que el gobierno no sea un gobierno con mayoría judía. El resultado de todo esto es que, más allá de lo que digan los papeles, el Estado de Israel ya no sería un Estado judío: sus gobernantes serían árabes, la mayoría de su población sería árabe, su cultura sería árabe. La única manera de evitar esto es ceder los territorios con alta densidad de población árabe.
Sin embargo, no tenemos que llevar las cosas demasiado lejos. Rab Amital no es un pacifista: no está en contra de cualquier guerra. Hay guerras que son necesarias. No está dispuesto a perder la soberanía sobre toda la Tierra de Israel. Sobre una parte, sí, siempre y cuando haya posibilidades reales de paz, pero no más que eso. Hay límites también a lo que está dispuesto a renunciar Rab Amital en términos territoriales. Jerusalén, por ejemplo, no es negociable. En sus palabras:
La concesión de Jerusalén es imposible. Así como la vida de una persona no es un valor supremo y absoluto y hay algunas prohibiciones por las que debemos dar nuestras vidas antes que transgredirlas, lo mismo ocurre a nivel nacional: hay valores que la sociedad y el Estado deben sostener, sin importar el riesgo. (…) Una sociedad que valora “La santidad de la vida” por encima de todo, y que no incluye una “Vida de santidad” como valor supremo, está destinada a degenerar moralmente y corromperse. Lo mismo con respecto a la paz: a pesar de su gran importancia, no es un valor supremo ni absoluto ni exclusivo y hay cosas que no podemos sacrificar en aras de la paz.
Rab Amital argumenta que, en 1948, cuando se creó el Estado de Israel, lo que motivó al pueblo fue el anhelo de soberanía política, con la subsiguiente libertad y autonomía asociadas a ella. Solamente a partir de la Guerra de los Seis Días, en 1967, surge el mesianismo, la exaltación de los milagros y la idea de extender el dominio del Estado de Israel sobre toda la Tierra de Israel bíblica.
Rab Amital no solo ve mesianismo en el sionismo religioso. Para él, el mesianismo es la búsqueda de soluciones fáciles y simplistas, que eluden la realidad. Soluciones que no lo son porque pretenden acomodar la realidad a nuestros deseos o a nuestros conceptos o panorama mental. Escapismos, fugas de la realidad. En una entrevista, Yehuda Mirsky dice:
La noche de principios de 1983 en la que lo escuché criticar a Gush Emunim, Paz Ahora y Ariel Sharon como diversas formas de mesianismo fue uno de los momentos más formativos en mi vida.
Miren esta cita del propio Rab Yehuda Amital, donde expande la idea:
Hoy hay tres tipos de mesianismo falso en la Tierra de Israel: Gush Emumin, Paz Ahora y Ariel Sharon. Vivimos en una realidad compleja y cada uno propone una respuesta sencilla y única: Gush Emunim ofrece fe, Paz Ahora ofrece buenas intenciones y Ariel Sharon ofrece fuerza. Ninguna de ellas es suficiente. Las tres son necesarias: necesitamos buenas intenciones y fe, y, cuando sea necesario, fuerza.
En pocas palabras, lo que rechaza de raíz Rab Amital es el escapismo: los “ahora mismo”, como los que llama él. O sea, el “Lo quiero ahora y lo quiero ya” es un engaño: no hay atajos. La realidad no es blanco-negro, hay grises.
Rab Amital fue uno de los pocos líderes del sionismo religioso que salió a repudiar en el acto el asesinato de Itzjak Rabin. Dio un discurso muy fuerte, en el que acusó a sus colegas y compañeros de haber educado equivocadamente y de no haber condenado hechos e ideologías deplorables. Yeshivat Har Etzion, de la que él era Rosh Yeshiva, estuvo presente en el entierro de Itzjak Rabin.
Como un intento de bajar la polarización política y social, Shimon Peres, sucesor de Itzjak Rabin como Primer Ministro, convocó a Rab Yehuda Amital y le dio un puesto como ministro sin cartera. Su función era unir lazos: ser un puente entre el mundo secular y el religioso y entre la derecha y la izquierda política.
Rab Amital era conocido como un moderado a nivel político y religioso y un apaciguador nato. Su postura conciliadora, sin embargo, no surge de una especie de inseguridad sino todo lo contrario: está convencido de su postura y eso le permite tener flexibilidad.
En relación con esto, Rab Amital desarrolla un concepto muy interesante: dice que si el antisemitismo ataca a todos los judíos sin distinción, así también tiene que haber Ahabat Israel entre todos los judíos sin distinción.
Por otro lado, Rab Amital está en contra de la desobediencia civil como forma de protesta. En Israel, tanto la extrema izquierda como la extrema derecha pugnan por la desobediencia civil: la extrema izquierda, contra la “Ocupación”, se niega a servir en el ejército en los “Territorios ocupados”; la extrema derecha se niega a seguir las leyes estatales cuando considera que son contrarias a la Torá (por ejemplo: durante el desmantelamiento de Gush Katif, hubo choques entre la policía y el ejército y algunos colonos, que se resistían a abandonar el lugar). Citemos a Rab Amital:
En la época de la Guerra del Líbano, aparecieron movimientos de izquierda como Iesh Gvul (“Hay límite”), que llamaban a desobedecer las leyes del Estado. Llamaban a rebelarse, y eso nos shockeó. Ahora, la derecha está repitiendo el mismo mensaje: llama a desobedecer órdenes y se niega a aceptar la decisión de la mayoría del gobierno.
Todo esto puede provocar, Dios no lo quiera, la destrucción del Estado. Todos tenemos derecho a protestar y hacer marchas. ¡Pero hay que respetar las decisiones de un gobierno elegido democráticamente! Aquel que niega esas decisiones, niega la soberanía judía, Dios no quiera. No importa si tienen razón o no. Ese es el poder de la soberanía. Espero y oro para que prevalezca el sentido común .
Una buena forma de entender la originalidad y el valor de Rab Amital es compararlo con Rab Zvi Yehuda Kook. Antes de empezar, una aclaración: muchas veces, se tiende a presentar a Rab Amital y a Rab Kook hijo como opuestos en todo sentido. Ese tipo de presentación es muy simplista y me parece incorrecta. Si bien es obvio que sus pensamientos son muy diferentes, no creo en esas presentaciones maniqueas y veremos que también tienen varios puntos en común. Lo que sí es cierto es que Rab Kook hijo y Rab Amital representan dos lecturas muy diferentes de la obra de Rab Kook padre y dos formas muy distintas de relacionarse con diversos desafíos, como la existencia del Estado de Israel, el lugar de la democracia, el conflicto judeo-árabe y palestino-israelí, los compromisos territoriales, la relación entre los judíos religiosos y seculares, el lugar de la autonomía individual, el significado religioso de la soberanía política, la profecía, el significado de la Shoá y muchos otros temas más. Eso no quiere decir que sean opuestos en todo sentido.
El primer punto del que podemos hablar es la lectura de la obra de Rab A. I. Kook. Mientras que Rab Z. Y .Kook y sus alumnos hacen una lectura que enfatiza la importancia de la Tierra de Israel y su integridad, Rab Yehuda Amital pone el foco en la ética: la clave interpretativa de su lectura es la moral.
Por otro lado, Rab Z. Y. Kook y sus seguidores tienen una visión idealizada de Rab A. I. Kook y lo ven como una especie de profeta, que no se equivocó: si dijo que el sionismo era el principio de la Redención, esto es literal y hay que entenderlo tal cual; por el contrario, Rab Amital afirma que Rab A. I. Kook fue un gran hombre pero un hombre al fin y al cabo: se pudo haber equivocado y eso no disminuye su grandeza.
Así como Rabí Akiva pensó que Bar Kojba era el משיח (“Mashiaj”, Mesías) y, cuando la historia probó lo contrario, Rabí Akiva se retractó (y eso no hace que dejemos de verlo como uno de los más grandes sabios –sino el más grande- de la historia judía y de la humanidad), lo mismo deberíamos hacer con Rab A. I. Kook: pensó que el Mashiaj estaba a la vuelta de la esquina pero no era así. ¿Y cómo sabemos que el Mashiaj no está a la vuelta de la esquina? Porque hay dos hechos extremos e importantísimos que Rab A. I. Kook no previó: la Shoá y el conflicto judeo-árabe en Medio Oriente. A esto sumémosle los cambios tecnológicos de los últimos setenta u ochenta años y el abandono de la tradición judía por gran parte del pueblo judío. ¿Podría Rab A. I. Kook haber previsto estos cambios brutales? ¡No! Y que no los haya previsto no lo vuelve un falso profeta porque nunca fue un profeta, ni falso ni verdadero: fue una persona, muy sabia por cierto, pero persona al fin.
Otra diferencia interesante entre Rab Kook hijo y Rab Amital es la visión que tienen de la Redención: para Rab Zvi Yehuda Kook hijo, Gueulá significa Redención Mesiánica; para Rab Amital, hay dos tipos de Gueulá, una completa, que es la Redención Mesiánica, y una incompleta (pero no por eso irrelevante ni mucho menos), que es la soberanía política. Mientras que Rab Kook hijo mezcla las dos, Rab Amital las separa: Rab Z. Y. Kook le exige al Estado de Israel que cumpla su misión mesiánica y que trabaje para adelantar la llegada del Mashiaj; Rab Amital no considera que el Estado de Israel tenga relación con el Mashiaj. Es un tipo de Redención, sí, pero no es la Redención Mesiánica final: la labor del Estado de Israel es ser un país moral, con justicia social, una economía saludable, etc. Todo esto trae aparejado un conflicto básico en el pensamiento de Rab Z. Y. Kook, que no existe en el de Rab Amital: la confusión entre el Israel ideal y el real. Es decir, adscribirle al Estado de Israel concreto las características de aquel que nos imaginamos como el ideal: pensar que Israel es un Estado perfecto por obra y gracia de Dios sin importar lo que hagamos o dejemos de hacer.
Otra diferencia es cuál es la influencia de Rab Z. Y. Kook y de Rab Yehuda Amital en sus alumnos: a Rab Kook hijo se lo ve como una especie de profeta moderno (resulta muy interesante trazar este proceso y cómo llegó a su punto máximo luego de la Guerra de los Seis Días), mientras que todos rescatan la humanidad de Rab Amital, el que parezca un hombre común y corriente, sencillo y sin estridencias. Rab Amital siempre enfatiza la importancia de ser uno mismo y de no dejarse llevar por éxtasis místicos ni cosas por el estilo: que el desarrollo personal siga los tiempos de cada uno y no forzar las cosas.
Una diferencia más es cuál es el rol que asignan al Estado de Israel en la conformación de la nación judía. Mientras que Rab Z. Y. Kook lo interpreta en términos mesiánicos, como el marco para el fortalecimiento de la soberanía sobre toda la Tierra de Israel y como el impulsor de una Teshuvá nacional, Rab Yehuda Amital afirma que esas ideas, si bien son muy lindas e idealistas y que concuerda con ellas en principios, son erróneas: el Estado de Israel real y concreto no está impulsando este proceso; lo que sí es relevante, real y concreto es que hoy por hoy la amplia mayoría de los judíos se consideran a sí mismos judíos por su relación con el Estado de Israel. Rab Amital señala que el Estado de Israel sostiene el lazo entre los judíos en cuanto individuos y su pueblo, es el puente entre el destino individual y el nacional. Es verdad, quizás debería también ser todo lo que dice Rab Kook pero, en la práctica, no lo es, y eso no quiere decir que sea superfluo: su función es vital para la supervivencia del pueblo judío.
A pesar de todas estas divergencias, también hay puntos en común. Los dos interpretan en términos religiosos y espirituales el proceso histórico de la conformación del Estado de Israel moderno; los dos son rabinos, líderes espirituales y educadores; los dos critican la apatía, la indiferencia, el individualismo extremo y la pasividad. En resumen, los dos ven la mano oculta de Dios en el Estado de Israel: los dos intentan dilucidar el valor religioso y metafísico de los sucesos históricos.
El legado de Rab Yehuda Amital es inmenso. En términos educativos, es el fundador y fue uno de los líderes espirituales de una de las yeshivot más importantes de Israel. Más todavía: es el mismo ideólogo de las Yeshivot Hesder, que son una de las instituciones educativas más originales del Estado de Israel. Como educador, es muy conocido por su flexibilidad pero también por decir lo que pensaba. Una de sus frases de cabecera es que él no quiere educar otros Yehuda Amital sino educar personas. Justamente esta idea de educar personas implica educar individuos independientes, pensantes por sí mismos. Por eso, muchos de sus alumnos lo siguen en sus ideas religiosas, pero no en sus ideas políticas.