El Rab Daniel Oppenheimer, con un estilo unico analiza las historias del TaNa”J entrelazando el relato de la Tora, los Nevihim y los Ketubim, con las moralejas del Talmud, el midrash, los comentaristas del TaNa”J y las enseñanzas de nuestra vida cotideana.

Ioshua comienza la conquista
LA CONQUISTA DE IERIJÓ
Nuevamente espías
Iehoshúa dispuso enviar espías a la contigua ciudad de Ierijó y obtener un informe de lo que allí sucedía.
A tal fin, ordenó a Calev ben Iefuné y a Pinjás el Cohen (hijo de El’azar, el Cohen Gadol y nieto de Aharón) que se prepararan para ingresar a la ciudad disfrazados de vendedores ambulantes de ollas.

Esta situación nos llama la atención: ¿por qué Iehoshúa envió espías?; ¿acaso no recordaba que en la ocasión previa – 40 años atrás, cuando él mismo había sido enviado por Moshé junto a otros once hombres a la misión, resultó ser un gran fracaso?

¡Sin duda, no habría olvidado el desafío que había atravesado él mismo junto a Calev ben Iefuné, cuando debieron enfrentar solos a los otros diez que trajeron un informe perjudicial y alarmante!
¡Incluso los amenazaron con ser apedreados y ese desgraciado evento terminó por demorar la marcha a la Tierra de Israel por 39 años más!

Posiblemente Iehoshúa confió en que habiendo demostrado cada uno en su momento ambos – Calev y Pinjás – un claro celo por defender la Voluntad de D”s, no caerían en el error de los espías anteriores. Asimismo, en esta oportunidad, no se trataba de un emprendimiento exigido desorganizadamente por el pueblo, sino de una misión secreta de la cual el pueblo no estaría enterado.
En casa de Rajav
Calev y Pinjás acometieron su reservada tarea de inmediato y entraron a la ciudad. Aquella noche se dirigieron a la casa de una mujer llamada Rajav. Algunos interpretan que poseía un hospedaje, mientras que otros consideran que el pasaje nos dice que se trataba de una persona que anteriormente había sido de mala reputación.
El rey de Ierijó se enteró de inmediato de la presencia de estos dos extraños, dándose cuenta de que eran espías y ordenó a Rajav entregar a los hombres rápidamente. Calev y Pinjás corrían peligro de muerte.
Sin embargo, y con gran valentía, Rajav los escondió entre los linos que tenía sobre el techo de su casa. A los agentes del rey, les dijo que las personas a quienes buscaban ya se habían retirado, y que habían huido de la ciudad, sugiriéndoles perseguirlos hacia las montañas cercanas en rumbo al Río Iardén (en cuyas adyacencias acampaba el resto del pueblo israelita).
Así hicieron, pero, por si los espías aún estuvieran en la ciudad, se cerraron sus portones.

Fue en aquel momento que Rajav se dirigió a sus “huéspedes” y confesó que ella había abandonado la idolatría para subordinarse a la Ley de la Torá: “Sé que D”s entregará a Ustedes esta tierra… que abrió las aguas del Iam Suf (Mar Rojo) frente a Ustedes al salir de Egipto…que entregó a los dos poderosos reyes, Sijón y Og en vuestras manos… estamos encrespados frente a vuestro pueblo y no quedó brío o ánimo para luchar en vuestra contra… pues Vuestro D”s es Quien gobierna en las alturas y en la tierra…”.
“Por consiguiente, les pido que al conquistar la ciudad, dejen con vida a mis padres y a mis hermanos…”
Calev y Pinjás juraron cumplir con su pedido. Solamente exigieron que como señal de su vivienda, dejara un listón de tela roja colgado de la ventana.

Pero… quedaba aún un gran peligro: ¡¿cómo saldrían de la ciudad sin ser descubiertos?!
Rajav de inmediato ofreció la solución: su vivienda estaba situada dentro de la propia muralla de la ciudad. Las ventanas daban hacia el exterior de la misma, y esto permitiría una escapatoria sin atravesar los portones de Ierijó.
Dicho y hecho: con una larga soga los hizo bajar por la ventana y les advirtió esconderse en las montañas cercanas tres días, hasta que sus perseguidores hubieran vuelto de su pesquisa.
Así hicieron Calev y Pinjás. Al retornar a Iehoshúa informaron lo que habían escuchado de Rajav, como así también el compromiso asumido respecto a su salvoconducto.
¿Qué había ocurrido?
Se nos presentan varias preguntas:
¿Por qué Rajav salvó a los espías?
También: ¿fue exitosa la misión asumida por Calev y Pinjás? ¡A diferencia del intento anterior en vida de Moshé, en el que los espías se filtraron casi desapercibidos durante 40 días por todo lo largo y ancho de Cna’an, esta vez fueron detectados de inmediato y no pudieron ver nada en Ierijó! ¡Afortunadamente salvaron sus vidas!

Sin duda, hay más de lo que se percibe a simple vista.
La misión de Iehoshúa, no equivalía a la de personas comunes que necesitan atesorar información de puntos estratégicos en el campo enemigo para organizar una maniobra militar.
A Iehoshúa se le había prometido la Asistencia Di-vina. Claro que debía llevar a cabo el “Hishtadlut” (esfuerzo humano) que el caso requería. Así lo hizo.
¿Qué dedujo de Ierijó?
En primer lugar vio la Providencia Di-vina: Los dos espías fueron justamente… a la casa de la única persona que les ayudaría. No solo eso: Rajav – viviendo en medio de la corrupción moral de Ierijó los últimos cincuenta años, les aseguró que la degeneración de los habitantes del país era tal, que se cumplían las palabras de D”s a Avraham: “pues (no sería conquistada Cna’an) hasta que no se colme el pecado del Emorí” (Bereshit 15:15), cosa que evidentemente había sucedido (“no quedó brío o ánimo para luchar en vuestra contra…”). Ya no quedaban méritos para salvar a los habitantes anteriores del país, razón por la que el camino hacia la conquista estaba despejado. Quizás fue el contraste de lo que conocía Rajav frente a la conducta de los Tzadikim, lo que le permitió llegar a esa afirmación.
A la conquista

Iehoshúa estaba solo en la oscuridad de la noche. De repente, frente a él, una figura de aspecto humano lo enfrentaba con la espada desenvainada. ¡Quién era! ¿y por qué lo enfrentaba? ¡¿sería quizás un soldado de Ierijó?!
Iehoshúa se acercó al individuo e indagó: “¿Eres de los nuestros o enemigo?”.
Sin embargo, no se trataba de un ser humano. La imagen pertenecía a un emisario Di-vino.
“Soy un mensajero de D”s: ahora llegué, quítate el zapato de tu pie, pues la tierra sobre la que estás parado es santa”.

Los Sabios se explayan sobre este diálogo enigmático. ¿Por qué un emisario en aquel crítico momento, y a qué se debían esas misteriosas palabras “ahora llegué”?
En primer lugar, el mensaje del ángel de D”s era que la batalla que se avecinaba se realizaría por medios extranaturales y sería comandada por el ángel – y no por Iehoshúa. En la época de Moshé, éste había prescindido de la “asistencia” de un ángel. La presencia de Moshé lo hizo innecesario.

Sin embargo, hay un mensaje adicional.
Poco más tarde (Iehoshúa 8:13), cuenta el TaNa”J que Iehoshúa “fue y pernoctó aquella noche (BaEmek) en el valle”.
Los Sabios explican que este diálogo nos enseña acerca de la gravedad de “Bitul Torá” (pérdida innecesaria de estudio de Torá) aun en situaciones difíciles (estaban enfrentados a una ciudad sólidamente guarnecida). En cualquier momento comenzaría la guerra.

Previamente, dada la situación de peligro, se había salteado una vez la ofrenda del Korbán Tamid (ofrenda diaria). Sin embargo, ese día no habían estudiado Torá. De inmediato, Iehoshúa se comprometió a que eso no se repetiría y pernoctó “baEmek” (en lo profundo del estudio – como vimos en otra cita, Emek en hebreo es valle, pero también significa profundidad – Eruvin 63:).

Fue así que Iehoshúa – según el mandato de D”s- ordenó a los hebreos circunvalar las murallas de la ciudad de Ierijó durante seis jornadas consecutivas – una vez por día. El séptimo día (Shabat) debían rodear la ciudad siete veces y luego de hacer sonar el Shofar con gran estridencia, la muralla caería frente a sus ojos. Así sucedió (dado el espesor de la muralla, en lugar de caer, lo cual no sería de mucha ayuda, se hundió literalmente en la tierra. Quien visite las ruinas, las puede ver aún hoy). Iehoshúa cumplió con la promesa asumida con Rajav (Iehoshúa 6:17 – según el Talmud, Rajav terminó casándose con Iehoshúa y fue antecesora de grandes profetas…).

Iehoshúa dispuso que nadie debía tomar del botín de Ierijó para sí, sino que todos los bienes quedarían consagrados para el Santuario (Iehoshúa 6:19). Ierijó debía permanecer como monumento recordatorio para épocas futuras, que la conquista de Israel ocurrió por milagro Di-vino, lo cual significaba que los judíos debían ser merecedores de ahí en más de permanecer viviendo en esa sagrada tierra. Asimismo, Iehoshúa maldijo a aquel que reconstruyera la ciudad de Ierijó, con la muerte de sus hijos. (Jiel, quien varios siglos más tarde reconstruyó Ierijó, sufrió la maldición de Iehoshúa…).

Pero, no todos cumplieron con la orden de Iehoshúa. Aján, un miembro de la tribu de Iehudá, tomó secretamente varios elementos de oro del botín y los escondió dentro de su carpa.
Tropiezos
Cuando esto sucedió nadie estaba enterado, pero el pasaje que cuenta la situación lo describe de modo contundente: “Los Bnei Israel fueron infieles…”…
Detrás de Ierijó habían 30 reyes adicionales que gobernaban sobre las distintas ciudades-estado fuertemente atrincheradas de Cna’an. La ciudad siguiente en la conquista de la tierra era Ai. Iehoshúa nuevamente envió espías a la ciudad para determinar el curso de las acciones a tomar.

El informe fue alentador: no haría falta enviar a todo el ejército. Alcanzaba con meramente dos o tres mil hombres para vencerla.
Efectivamente Iehoshúa delegó la tarea en tres mil hombres, pero… ¡ay! cayeron 36 hombres de Iehoshúa y el resto huyó ante los enemigos. (Según los Sabios, cayó un solo hombre – Iair ben Menashé – que era muy sabio y justo, por lo que se lo comparaba con la mayoría del Sanedrín que tiene 71 miembros, de donde proviene el número 36).
Obviamente todo el pueblo se asustó terriblemente creyendo que estaban perdidos en una tierra ajena y hostil.
Iehoshúa de inmediato comenzó a rezar a D”s, y así permaneció el resto del día en señal de duelo. La respuesta de D”s fue nuevamente firme: “Pecó Israel…”
Responsabilidad colectiva
La pregunta obvia es por qué se acusa a todo el pueblo por la defección de una sola persona.
Rav Eliahu Dessler sz”l responde a esta cuestión, y sus palabras deben ser aplicadas a muchas circunstancias análogas comparables:
Cuando una persona, que vive en el seno de una comunidad o una sociedad, comete un yerro grave, esto manifiesta un estado que atañe a toda la comunidad en la que vive.
¿Por qué?
Pues cuando toda esa sociedad es muy meticulosa en el cuidado de los aspectos que conducen a cierto pecado, ningún individuo se atrevería a ir tan lejos como para cometer tal agravio a la voluntad de D”s. En cambio, cuando la negligencia – aunque fuera leve – es generalizada, y todos cometen pequeños deslices similares, siempre podrá existir un individuo que sea más osado que el resto e incurra en un acto más grave que los demás.
Fue así que D”s hizo saber a Iehoshúa que todo el pueblo fue responsable de lo que Aján había hecho, y todos debían expiar aquel pecado de desobediencia.

Si bien no es idéntica, el Baal Shem Tov transmitió una enseñanza similar a la que acabamos de esbozar. Él dice que cuando – lamentablemente – somos testigos de actos de terceros que entendemos incorrectos, esto se debe a que se exige de nosotros analizar qué es lo que hay en nuestra propia conducta que se ve reflejado en la acción inadecuada del otro.

D”s dijo que no informaría a Iehoshúa quién era el pecador.
Iehoshúa debería hacer marchar a todo el pueblo, y luego a la tribu de Iehudá, hasta que Aján había de ser identificado.
Aján confesó su pecado ante Iehoshúa y de inmediato fue castigado.
D”s entonces ordenó nuevamente ir al asalto de Ai. Esta vez la conquista fue rotundamente exitosa.
Todos los reyes de Cna’an temieron a Iehoshúa. La conquista sería larga. Demoraría 7 años más. Luego serían 7 años adicionales hasta que cada israelita tuviera su parcela de tierra adjudicada.

Los Guivonitas engañan, Ioshua detiene el sol, y la recuperación
PRESOS DEL ENGAÑO
Después de las victorias hebreas iniciales frente a las ciudades de Ierijó y Ai (donde habían sido derrotados en primera instancia), el resto de los habitantes de Cna’an sintieron pavor ante el avance de los hebreos.

Sabían que Iehoshúa les daría tres opciones:
1. rendirse y someterse a cumplir los preceptos universales que incumben a todos los seres humanos (lo cual les daría derecho a permanecer en paz dentro del país, pero obligaría a los hebreos a defenderlos de terceros puesto que no se establecería ninguna alianza con ellos, cosa que la Torá prohibió),
2. abandonar el país (como terminó haciendo un solo pueblo), o
3. guerrear en contra de él (como hicieron todos los demás). (Midrash Rabá Dvarim 5:14)

Uno de los pueblos, los guivonitas, habitantes del centro de Cna’an, próximos al lugar en donde hoy en día es Ierushalaim, conociendo las cualidades humanas de los hebreos y su responsabilidad en cuanto a cumplir con su palabra, decidieron engañar a Iehoshúa para lograr que él firme un tratado con ellos.

Prepararon, pues, una delegación de hombres que se acercarían al campamento de los hebreos en condiciones lastimosas, creando la sensación que venían de una procedencia muy lejana. Se vistieron con calzados andrajosos, ropa harapienta, llevaron consigo pan mohoso en bolsos desgastados y cargaron cantimploras carcomidas.
Cuando alcanzaron el campamento de los hebreos en Guilgal, manifestaron que venían de una tierra muy lejana y querían hacer un trato con ellos, habiendo escuchado acerca de las maravillas que D”s había hecho para ellos en Egipto, y cómo habían superado a los poderosos reyes que ya habían vencido. Ante las dudas expresadas por los hebreos, mostraron la vestimenta y el pan enmohecido que traían.

Iehoshúa y los jefes de las tribus se alegraron del hecho de que – en medio de tanto recelo y odio que sentían en los cna’anitas – habría gentiles que se fascinaban con los milagros de D”s y estarían dispuestos a viajar de “tan” lejos para demostrar su adhesión. Esperaron, pues, que este fuese el comienzo en que las naciones respetaran a D”s como corresponde.
Por lo tanto, no creyeron necesario consultar con el Urim veTumim (oráculo que vestía el Cohen Gadol en su pectoral), sino que aceptaron pactar con los guivonitas, jurándoles no agredirlos.

Descubren la verdad
Pasaron apenas unos pocos días, y el pueblo se enteró de la verdad: habían sido objeto de un terrible engaño. Los guivonitas eran, efectivamente, habitantes vecinos del lugar.
Pero… la palabra es la palabra.
Si bien la Torá enseña que existe la opción de anular una promesa o un juramento que una persona no puede cumplir mediante el protocolo de “Hatarat Nedarim”, especialmente en una situación como esta, en la que habían sido engañados, no querían pasar por un Jilul haShem. Las naciones debían entender que los judíos no renegarían de una promesa que habían emitido.
Pero, por otro lado, D”s había enunciado expresamente en la Torá que no podían permanecer idólatras en la tierra de Cna’an porque servirían de malísimo ejemplo a los judíos.

Iehoshúa entonces decidió que convertiría a este pueblo en leñadores y aguateros, que estarían al servicio del pueblo y del Mishkán (ya en la época de Moshé había habido gentiles que estaban bajo esa condición).
Al ocupar este puesto innoble, los guivonitas no representarían una clase a la que los judíos querrían aspirar a pertenecer, y, también, estarían morando en la cercanía del Mishkán, donde los Cohanim tendrían un control adecuado sobre ellos.

Fue entonces que Iehoshúa los llamó y les hizo saber su desagrado por el modo en que habían simulado, diciéndoles cuál había sido la determinación que había tomado.
Ellos aceptaron su destino, pues temían que Iehoshúa tomaría venganza a raíz de la perfidia con que habían actuado.

Los otros reyes cna’anitas, cercanos geográficamente a los guivonitas, sintieron que la sumisión de éstos ante los israelitas representaba un acto de traición, y cinco de ellos decidieron unirse para atacarlos. Los guivonitas acudieron entonces desesperadamente a Iehoshúa para que los defendiera.
Y así sucedió. Iehoshúa, obedeciendo la orden de D”s, salió al cruce de estos cinco reyes y los derrotó.

Iehoshúa detiene el sol
El día del combate fue uno que pasó a la historia por un acto de Iehoshúa, que no tuvo igual antes o después. Iehoshúa pidió al Todopoderoso que detenga el movimiento de los astros – y D”s accedió a su petición (si bien también sucedió una situación similar en la época de Jizkiahu, cuando estaba enfermo y D”s le mandó una señal que se curaría – en Ieshaiahu 38:8, en su caso el milagro no se debió a un requerimiento humano).

La batalla demoraba, y el día estaba por acabar, dejando las operaciones militares sin concluir como una victoria absoluta.
Iehoshúa, al ver que se estaba acercando peligrosamente el Shabat (Pirké d’Rabí Eliezer 52), pidió que “el sol se detenga en Guivón, y la luna en el Valle de Aialón”.
Los astros obedecieron la orden de Iehoshúa y se detuvieron ¡durante 36 horas!

Tratándose de una guerra obligatoria (por la conquista de la Tierra de Israel), la santidad del Shabat no debería constituir un obstáculo a la prosecución de la batalla (más aun habiendo peligro de vida). Sin embargo, puesto que había sido originada como respuesta al ataque de terceros en contra de los guivonitas, la contienda podía no revestir esa condición que autoriza violar el Shabat, por lo que Iehoshúa recurrió a la solicitud de un hecho milagroso.

La trayectoria celestial diaria de los astros, que en su conjunto sirven a la humanidad – en particular al pueblo de Israel – a cumplir su función espiritual, configura una sinfonía a la que se refiere como “Shirá”, o sea, un Himno de Gloria dedicado a la magnificencia de la creación Di-vina del universo.
Al interrumpir el itinerario de las luminarias celestes, Iehoshúa debió reemplazar la expresión de aquel himno cósmico silencioso, con el suyo propio (Midrash Tanjumá, Ajarei Mot 9).

La demora del sol tuvo repercusión universal, y con ella se cumplieron las palabras del patriarca Ia’acov que había vaticinado en su bendición a Iosef (Bereshit 48:19), diciendo que un descendiente de Efraim (hijo de Iosef) realizaría un acto que trascendería entre todas las naciones. Iehoshúa lo era.
Asimismo, se cumplió el pasaje (Bereshit 1:18) en el que (según la exégesis de los Sabios) D”s habría de someter a los astros a la voluntad de los tzadikim.
La interrupción de la marcha del sol tenía también como objetivo hacer saber a los cna’anitas que la batalla de Iehoshúa en realidad la libraba el Todopoderoso.
Sin embargo, este acontecimiento extraordinario no los hizo reflexionar, pues D”s ya había endurecido su corazón e hicieron caso omiso a la maravilla (Iehoshúa 11:20).
La repercución a largo plazo
La determinación de Iehoshúa respecto a los guivonitas tenía carácter provisorio. Muchos años más tarde el rey David determinaría las condiciones permanentes de los guivonitas:

Durante el reino de David, D”s castigó a los judíos con tres terribles años de sequía y hambruna. El primer año, el rey supuso que tal vez existía entre el pueblo algunos que practicaban idolatría. Mandó investigar, y la sospecha resultó infundada.
El hambre seguía. El segundo año David creyó que quizás la sanción Di-vina se debía a que entre sus súbditos habría quienes cometían transgresiones vinculadas al adulterio. Después de una nueva averiguación minuciosa, también esta aprensión concluyó inconsistente.
La calamidad no aflojaba. ¿Sería quizás que habría personas que prometían caridad sin intención de hacer valer su palabra? Las pesquisas demostraron que no era ese el tema.

Finalmente, D”s hizo saber al rey que habían cuestiones pendientes desde la época del rey Shaul. Una era que el rey no había recibido al fallecer heroicamente en la batalla, las suficientes expresiones de luto merecidas. Este flagelo ya no se podía remediar, pero existía otra ofensa que había permanecido impune durante todo ese lapso de tiempo:
Como resultado de la maledicencia de Doeg, Shaul permitió que se castigue con la muerte a los Cohanim de Nov que habían asistido a David en su huida del propio Shaul.

Independientemente del grave error de condenar a los Cohanim, que en realidad eran inocentes, había otros que sufrieron indirectamente como consecuencia de este acto: los guivonitas recibían su sustento por proveer al Mishkán y a los Cohanim con leña y agua. Ahora habían quedado sin su fuente de ingresos, y su situación se fue deteriorando durante los años que siguieron a este penoso episodio.
Ellos también consideraban que su proximidad a los Cohanim era una gran fuente de mérito espiritual que habían perdido.

La hambruna que sufrió todo el pueblo – a pesar de no ser los protagonistas directos de estos actos – se debió a que permaneció callado ante los atropellos que se habían cometido.

El rey David trató infructuosamente – con los guivonitas – de aplacarles los ánimos, ofreciendo resarcir sus pérdidas para restaurarlos en la sociedad, pero ellos no querían compensación monetaria alguna. Solamente estarían satisfechos si podían vengarse… de los descendientes de Shaul.
Efectivamente, fue eso lo que se hizo, y siete familiares pagaron con su vida.
Este castigo no se llevó a cabo por las vías normales de la ley, pues hijos no pagan por los errores de sus padres. Sin embargo, en este caso, David los juzgó acorde a las atribuciones extraordinarias que la Torá inviste al rey. Actuó con Ruaj haKodesh y el Arón haKodesh (Arca de la Ley) lo asistió para detectar quiénes sufrirían la pena. Solo entonces volvió la lluvia que alivió la situación.

La justicia severa que se aplicó en aquel momento tenía un carácter ejemplificador. Quienes observaran el rigor con el que se trató incluso a los integrantes de las familias reales, por un maltrato que se produjo en perjuicio de extranjeros que ni siquiera estaban realmente integrados al pueblo, sabrían reconocer y valorar el nivel infinitamente superior de la moralidad e imparcialidad de la Torá.

La conducta de los guivonim ante David demostró que no eran aptos para integrarse y pertenecer al pueblo de Israel.
Existen tres particularidades que caracterizan a nuestro pueblo: “son compasivos, pudorosos y generosos”. Claramente, la cruel sed de venganza de los guivonitas mostró que carecían de esos rasgos ineludibles.
La ley, entonces, quedó establecida para la posteridad: “Los netinim (=guivonim), aun si se convierten al judaísmo no pueden integrarse al pueblo de Israel por la eternidad” (Ievamot 78:, 79.).

La conquista de Cna’an recién había comenzado. Iehoshúa debía aún continuar con su tarea de dominar la tierra y distribuirla entre los hebreos.
Cuando todo eso ya había pasado, Iehoshúa despidió a los soldados de las dos tribus (Reuvén y Gad) y media (Menashé) que habitarían lejos del centro espiritual del pueblo: en la ribera opuesta del Iardén.
Los integrantes de estas tribus habían cumplido con creces aquello que habían prometido oportunamente a Moshé, y no habían podido morar junto a sus familias durante todos estos años. Iehoshúa insistió en que no dejaran de observar (ahora que se alejaban) escrupulosamente la Torá.

Pactos del pueblo con Dios y responsabilidad colectiva

RESPONSABILIDAD SOLIDARIA
Antes de morir, Moshé había cerrado un nuevo pacto con el pueblo de Israel.
Si bien el pueblo ya había pactado anteriormente (con D”s) que obedecería todas las Mitzvot, Moshé volvió a convocar a la nación para convenir un nuevo pacto (Dvarim 29:9).
¿Qué habría en esta ocasión que no se había acordado previamente?

Pues en esta oportunidad, el pueblo sumaba un factor adicional a su compromiso anterior. No solo sería cada uno responsable por si mismo individualmente, sino que el nuevo juramento obligaba a todos a velar por el cuidado de las Mitzvot por parte de todo el pueblo.
O sea: que si otras personas – muchas o pocas – violaran la ley, estaría prohibido permanecer impávido o pasivo ante la situación. Callar tranquilamente, cuando actuando o hablando se podría evitar situaciones erradas, convierte el silencio en complicidad.
Esto no significa que la gente “hiciera justicia por mano propia”, ni que se convertirían todos en policías secretos o agentes encubiertos que buscan encontrar las faltas ajenas para denunciarlas.
Claramente el pasaje final del convenio aclaraba que las acciones en privado pertenecen a la jurisdicción de D”s (Dvarim 29:28), y solamente aquello que se obra públicamente es responsabilidad colectiva de rectificar.
A tal fin existen medios adecuados, por un lado – y métodos inapropiados, por el otro. Obviamente, habría que actuar dentro del marco de la ley.
Ratificación del pacto
Una vez cruzado el río Iardén con Iehoshúa, el primer sitio al que se debían dirigir, se encontraba entre los Montes Guerizim y Eival. Allí deberían ratificar una vez más este convenio. (Según una opinión en la Guemará – Sanhedrin 42: – el pacto abarca aun aquello que una persona podría llegar a infringir en su ámbito personal y privado).
Este concepto será difícil de digerir para nuestra mente occidental que sostiene que en la privacidad, cada uno es “dueño de hacer lo que quiere”, y que nadie debe inmiscuirse en la vida ajena…. La Torá, sin embargo, enseña que nada de lo que se haga “en privado” permanece reservado en aquel perímetro (Pirkei Avot 4:4).
El altar cuestionado
Pero… al poco tiempo, se enteraron de un acontecimiento inesperado: del lado oriental del Iardén habían erigido las dos tribus y media, un Mizbeaj (altar) – (Iehoshúa 22:10).
Puesto que ya se había establecido el Mizbeaj principal junto al Mishkán de Shiló, quedaba terminantemente prohibido seguir ofreciendo Korbanot (ofrendas) en otro sitio de Israel.

La respuesta fue inmediata, absoluta y categórica. Se reunieron las 10 tribus en Shiló para poner fin a lo que consideraban una rebelión contra D”s y una afrenta a la unidad de Israel – aunque fuese necesaria la fuerza militar para rectificar la situación.
De inmediato se formó una delegación encabezada por Pinjás.
“Si sienten que el suelo que han elegido es menos sagrado que la Tierra de Israel (por estar fuera de los límites establecidos por la Torá y lo prefirieron por la mejor pastura para sus animales), pues vuelvan a asentarse con nosotros de este lado del Iardén. Pero sepan que vivir a la distancia, no les autorizará a quebrantar ni una sola ley” – advirtieron.
“¿Olvidaron, acaso, la epidemia provocada por el pecado de Peór (donde hombres de Israel se juntaron con mujeres moabitas)? ¡Aún hoy (al menos 15 años más tarde) no dejamos de percibir las consecuencias nefastas de aquella perversión!”.
“¿Quizás creen que esto no nos incumbe? – ¿se olvidan que a raíz del pecado de Aján toda la nación fue castigada con la derrota frente a la ciudad de Ai?”

Los integrantes de las tribus que habían levantado el altar, de inmediato hicieron su descargo: el objetivo de la construcción del altar no era para utilizarlo con fines rituales, sino que tenía un significado meramente simbólico, que serviría en el futuro en caso de una potencial escisión en el pueblo que vivía físicamente separado por el Río Iardén. “Quizás” – sospecharon – “el día de mañana, vuestros propios descendientes rechacen a los nuestros argumentando que no pertenecen a la nación judía. Por eso hemos construido este monumento (que no cumple ningún otro propósito práctico) para que sirva de recordatorio que nosotros no ofrendamos acá porque pertenecemos al pueblo de Israel con sede única en Shiló”.
Los delegados de las tribus mostraron satisfacción ante la justificación, y volvieron para informar al pueblo.

Iehoshúa era muy anciano y se despidió del pueblo antes de fallecer, con dos alocuciones en las que los instó a permanecer fieles a las enseñanzas de la Torá y a no olvidar todos los milagros que D”s había realizado para protegerlos y permitir que merecieran obtener (y establecerse en) la Tierra de Israel.
De este modo siguió a su mentor Moshé, quien también amonestó a la nación antes de morir. Sin embargo, poco tiempo después de la muerte de Iehoshúa, la solidez e integridad del pueblo, peligraría por adicionales desafíos.

Los episodios que se describen a continuación, están narrados al final del libro Shoftim, pero según muchos comentaristas, sucedieron poco tiempo después de la muerte de Iehoshúa, o sea, al comienzo del período de los Shoftim.

Hay un pasaje que se repite en el contexto de estos lamentables incidentes, y que describe uno de los factores por los que se presentaron, y el motivo de la reacción generalizada del pueblo (Shoftim 17:6, 18:1, 19:1, 21:25): “En aquellos días no había un rey en Israel (que rigiera e hiciera cumplir la ley). La gente obraba como (le parecía) era recto a sus ojos”.
Al carecer de un rey que centralice el gobierno de los hebreos, faltaba la autoridad que hubiese hecho cumplir la ley – y evitar que suceda lo que terminó aconteciendo.

La estatua de Mijá
La estatua de Mijá
Una mujer había consagrado un dinero que su hijo – Mijá – le había sustraído. Cuando el episodio se aclaró, ella solicitó a un joyero que convirtiera la plata devuelta en una estatua (Shoftim 17:2). Esta imagen no fue creada para ser adorada, ni representaba una deidad específica. Fue – “simplemente” – un intento propio y espontáneo de vincularse y servir a D”s “a su manera”.
Obviamente, aun si esta fuera la intención, ello igualmente no está permitido y debía haber sido censurado por los judíos en general y por los tribunales en particular, pero la falta de una autoridad central y el hecho de no tratarse de un paganismo concreto, hicieron que esta falta quedara impune y perdurara por muchos años. Esta situación dejó una mancha en la historia de nuestro pueblo y se conoce como “La estatua de Mijá”.

Un día, pasó un joven Leví, Iehonatán ben Guershom ben Menashé (que no era sino un descendiente del propio Moshé), y fue contratado por la familia para atender y cuidar la imagen y recibir a todos los visitantes que quisieran admirar la efigie. Así Iehonatán pasó a integrar la familia de Mijá. Hasta que…

Un grupo de habitantes de la tribu de Dan, insatisfechos con la parcela de tierra asignada, salió en búsqueda de tierras que le agraden y – en su itinerario – fueron recibidos por Mijá. Allí reconocieron a Iehonatán y obviamente se sorprendieron al ver a un descendiente de Moshé cumpliendo tareas en un sitio impropio. Ante la pregunta del porqué estaba allí, Iehonatán respondió que lo hacía por necesidad económica, sin atribuir valor deífico alguno a la estatua. Hizo referencia a lo que había aprendido de Moshé, en el sentido que era preferible hacer “Avodá Zará” antes de ser menesteroso y necesitar ser alimentado por otros.

El error de Ionatán fue que “Avodá Zará” – en este contexto – no se refiere a la idolatría convencional, sino a “una tarea ‘zará’ (extraña y degradante) diferente a la rutina de uno” (Bavá Batrá 110.). Muchos años más tarde, al ver cuánto le significaba el dinero a Iehonatán, el rey David le ofreció un cargo en la tesorería real, para rescatarlo de esta tarea despreciable – e incluso lo condujo a hacer Teshuvá.

El Talmud inquiere sobre el hecho de que no se listara a Mijá en la nómina de aquellos que repudiaron (con su conducta) su porción en el Mundo Venidero (incluso habría “fuerzas angélicas” que lo querían destruir). No es que Mijá estuviera residiendo en un lugar remoto. Tan cerca del Mishkán vivía, que “¡el humo del Mizbeaj se mezclaba con el humo del incienso de la imagen de Mijá!” (Sanhedrín 103:). Sin embargo, y a pesar de la gravedad del caso, la falla de Mijá fue encubierta (y nos deja una lección importante), pues: “en su casa siempre había pan disponible para los viajeros”. De aquí vemos claramente el poder protector que tiene la hospitalidad.

Iehonatán aconsejó a los viajeros acerca del curso a tomar para concretar su plan. Efectivamente, al volver, convencieron a sus compatriotas de Dan llevar a cabo la expedición y conquistar la zona norteña de Laish aledaña a Tzidón. No se trataba de personas delicadas, sino más bien un grupo de individuos toscos e insensibles – como ya veremos.
Sin embargo, en el camino en su campaña hacia el norte, volvieron a pasar por la casa de Mijá y se llevaron al ídolo – junto a Iehonatán a quien convencieron para que los acompañe, y sin concernirle las protestas de Mijá, a quien amenazaron para que no intente recuperar su estatua. Ante la superioridad de los integrantes de Dan, Mijá finalmente desistió y volvió.

No pasó mucho tiempo, y una nube negra se cerniría sobre Israel.

La concuvina en la Guiva y la lucha con la tribu de Biniamin
La concubina en la Guiv’á
Esta historia comenzó con problemas domésticos (Shoftim 19:2). La concubina de un hombre de Leví se escapó de su casa al hogar de su padre por el temor que le infundía su amo (Guitín 6:), que se caracterizaba por un temperamento colérico.
Cuando traducimos “Pileguesh” como concubina, no estamos hablando de relaciones extra-matrimoniales o engaños entre los esposos, sino de una práctica admitida por la ley, en la que no hay compromiso de Ketuvá, y – según ciertas autoridades – ni siquiera hay un compromiso formal conyugal (ver Ramba”m y Ra’avad Hil. Ishut 1:4).

Cuando el amo fue en búsqueda de la mujer, el “suegro” lo demoró varios días, hasta que finalmente se despidió para llevarla de vuelta a su casa.
Ya en camino y pasando por un pueblo perteneciente a la tribu de Biniamín, le costó encontrar alojamiento para la noche, pues nadie lo invitó ni él solicitó socorro. Ya habiendo anochecido, un anciano que volvía de su trabajo lo recibió amablemente, pero en el transcurso de aquella noche la mujer fue raptada y vejada.

Recién a la mañana, el concubino la encontró desfallecida a la puerta de la casa en la que habían pernoctado. Luego, ella falleció en el camino. Muy enojado, realizó un acto (adicional) atroz para crear indignación en la gente y juntar las voluntades del pueblo de Israel en contra de los malhechores, desmembrando el cuerpo muerto y enviando los trozos a las distintas ciudades de Israel. El modo macabro de actuar naturalmente tuvo el efecto deseado. Los hebreos por doquier se horrorizaron ante un acto que no tenía parangón con maldad alguna desde la salida de Egipto.

De acuerdo a la letra estricta de la ley, el castigo que le tocaría a los asaltantes por las circunstancias en la que sucedió la violación, sería un caso de condena ejemplificadora para evitar que se repitiera (Ramba”n, Bereshit 19:8), lo cual debía ejecutarse por los tribunales de la propia tribu de Biniamín, en cuya jurisdicción había sucedido el crimen.

Las demás tribus juntaron un ejército de 400.000 hombres para exigir a Biniamín la entrega de los criminales para juzgarlos. Sin embargo, éstos se negaron a hacerlo, pues debía ser tratado por las autoridades locales.
Los tribunales de Biniamín no hicieron justicia, pero sí en cambio prepararon un ejército propio para defenderse.

La guerra civil fue monstruosa. En la primer batalla, y luego de haber consultado con D”s acerca de qué tribu debía liderar la batalla, terminó con un saldo terrible para las tribus: cayendo 22.000 hebreos aquel primer día. También el segundo día sufrieron un revés en el campo de batalla con numerosísimos caídos.
Luego de estas dos derrotas ante Biniamín, los hebreos se reunieron ante el Mishkán, lloraron y ayunaron, volviendo a inquirir ante D”s acerca de si debían proseguir en su lucha de hermanos.
Esta vez la respuesta fue que debían luchar y que Biniamín sería entregado en sus manos.
Y así sucedió. En la tercera batalla Biniamín quedó casi totalmente diezmado ante el resto del pueblo.
Nuevamente se convocaron para llorar y lamentarse por lo sucedido. Evidentemente, esta guerra civil dejó una terrible huella en el pueblo. La provincia de Biniamín fue destruida, y se requirió un esfuerzo especial para rehabilitar la tribu – y que la nación no quedara con una tribu faltante.

Una de las preguntas más evidentes es porqué la cantidad de bajas que sufrió el pueblo en esta cruenta guerra civil.
Ramba”n explica que ambas facciones fueron penadas: Biniamín por no hacer justicia, y dejar impunes a los culpables de la violación.
El resto del pueblo fue castigado por querer imponer sobre Biniamín la ley por la fuerza, e ir a la guerra sin inquirir a D”s si era justificada. Asimismo, en los pasos iniciales de la guerra confiaron en su poder militar tan superior al de Biniamín, de modo tal que solo preguntaron quién debía liderar la lucha, pero sin creer necesaria la Asistencia Di-vina.

El Talmud (Sanhedrín 103:), sin embargo, dice que el motivo del gran exterminio fue que el pueblo luchó para defender su propia dignidad (en este segundo episodio de la violación, lo que denota una demostración de debilidad moral en el seno del pueblo), mientas que permanecieron impasibles ante la presencia del “ídolo de Mijá”, una afrenta a D”s Mismo.

Sin embargo, la línea conductora de todos estos episodios fue la misma: el pueblo estuvo dispuesto a luchar para evitar los males morales que sucedían en su medio – tal como se habían comprometido antes de ingresar a la Tierra de Israel y como volvieron a concertar en Shjem el día que entraron.
En las palabras de los Sabios, esta condición de responsabilidad colectiva se denomina “Kol Israel arevim ze bazé” (todo Israel es garante uno del otro – Shavuot 39.).
Al igual que la solidaridad que nos convierte a todos los judíos en una nación indivisible y sólida, la preocupación por la salud ética de nuestros hermanos (y de los demás por la nuestra…) nos da ese rasgo singular.

Obviamente, los métodos deben ser cautos y consultados, y la manera óptima de mejorar la conducta de los judíos es brindando un modelo de vida ejemplar.
Asimismo, la sobre-actuación en buscar y publicitar los errores ajenos se asemeja más a una campaña política de desprecio y dista de interpretar lo que los Sabios nos transmitieron en este sentido. (Aun más: quien está abocado a menoscabar la actuación ajena, termina creyéndose perfecto y libre de errores, impidiendo que otros lo ayuden a mejorar…).

En un mundo que progresivamente niega cada vez más la existencia de reglas éticas, y en el que ninguna conducta es cuestionable pues “todo vale”, y en una sociedad que termina permitiendo aun lo que – hace apenas unos años – parecían pautas claras e inviolables, la enseñanza de esta condición de responsabilidad moral colectiva suena extraña. La “timidez” que encubre, otorga. La tarea de esclarecimiento es ardua, y requiere reflexión, tranquilidad y valentía.
El TaNa”J, nos muestra que estos criterios fueron sagrados para nuestros antepasados, y bajo estos términos les fue cedida la Tierra de Israel.

Debora, una madre en Israel
DÉBORA
Una madre en Israel
En la época inmediata después de la muerte de Iehoshúa, comenzó un período que conocemos como “Shoftim” (Jueces). Los “jueces” no se restringieron a lo que hoy entendemos como “Poder Judicial”, sino que fueron – sucesivamente – los guías del pueblo.
Estos gobernadores que encauzaron al pueblo durante varios siglos (hasta la asunción del primer rey: Shaul) no conformaron una dinastía, sino que pertenecieron respectivamente a distintas tribus. Cumplían las veces de generales y gobernantes, así como sus guías espirituales. Cada uno de ellos defendió al pueblo de Israel de manos de sus vecinos belicosos ocupantes y usurpadores, cuando éstos invadían el país para someter a los hebreos. Al mismo tiempo, estos jueces corrigieron – cada uno a su turno – las falencias espirituales que padecía el pueblo y que habían, en consecuencia, provocado a su sometimiento a manos enemigas, en primer lugar.

La jerarquía y gloria de cada Juez, dependió del mérito y nivel espiritual de los israelitas del momento.

Este período de “Shoftim”, estuvo marcado por una serie de ciclos – mientras los hebreos no estaban siendo guiados por una monarquía – en los que cayeron en el flagelo de la idolatría intermitentemente una y otra vez, copiando las costumbres de los pueblos vecinos.

Cada vez que esto sucedía, HaShem los castigaba con la agresión y sometimiento bajo alguna de esas naciones, a quienes los hebreos estaban emulando en sus conductas.
Ante el dolor y el sufrimiento, los hebreos recordaban y tomaban conciencia que se habían desviado y que estaban encaminándose por la vía equivocada.
Y en cada oportunidad, D”s les envió un líder que corrigiera sus errores espirituales, y que, posteriormente, los salvara de sus adversarios.
Después llegaba la tranquilidad. Sin embargo, una vez que el Juez fallecía, los hebreos volvían a caer en el error anterior, y comenzaba un nuevo ciclo.

Visto desde la perspectiva histórica, uno se asombra por la reiteración del mismo error. Sin embargo, se debe tener en cuenta que solían transcurrir muchos años entre una caída y la próxima, y la experiencia previa, no impedía a la nueva generación repetir lo que había sucedido con sus padres o abuelos.
La inclinación hacia el mal, tiene aquella particularidad de saber disfrazar cada nuevo desafío para que no parezca igual al anterior, a primera vista.

Solamente a la luz de la historia, podemos reconocer lo nefasto de estos ciclos.
También nosotros debiéramos reconocer cómo la asimilación con los vecinos de los países en los cuales vivían nuestros antepasados, culminó con el destierro y la expulsión de los judíos de esos sitios (Francia, Polonia, España, Alemania, entre otros). Tristemente somos testigos como aún hoy se repiten los ciclos…

Renovados enemigos
Después de 150 años desde que Iehoshúa había conquistado la tierra de Cna’an y echado a sus incorregibles pecadores habitantes, cumpliendo la orden de la Torá, los cna’anitas habían vuelto a aparecer para instalarse en una porción geográficamente importante al norte de la Tierra de Israel.

Una vez establecidos, comenzaron a someter y oprimir a Israel, peor aun que los enemigos anteriores, posiblemente con intención de recuperar toda la tierra que habían perdido. Prácticas cotidianas, tal como ir a sacar agua del aljibe y trasladarse de una ciudad a otra, se tornaron muy peligrosas. Los habitantes de las ciudades que carecían de muralla protectora, abandonaron sus hogares para asilarse en otras fortificadas.

La persecución no se circunscribió solamente a lo material, sino que no perdían oportunidad para humillar a los judíos verbalmente (Ialkut HaMajirí Mishléi 23:26). El nuevo rey de los cna’anitas era Iavín y su joven y poderoso general era Sisrá.
En poco tiempo lograron armar un gran ejército que poseía 900 carros de guerra (lo que hoy equivaldría a tanques acorazados), mayor incluso a las huestes del Faraón que se habían hundido en el mar.

Los israelitas no estaban a la altura espiritual que D”s esperaba de ellos (Shoftim – Jueces 4:1), razón por la cual cayeron en manos de sus archi-enemigos durante veinte años. A pesar de los grandes guías que tuvieron, Ehud ben Gueirá y Shamgar ben Anat, la situación moral no se revirtió para mejor. Los judíos, desesperados, se volvieron hacia D”s y clamaron por Su ayuda.

En el norte de Israel vivía una mujer llamada Débora (en hebreo se pronuncia Dvorá). Como en todos los demás relatos del TaNa”J, no sabemos muchos detalles de su historia personal.

En primer lugar, sabremos que Débora era una profetisa. No fue la única, sino que se suma a otras seis mujeres que cumplieron con el mismo rol (posiblemente hubo muchas más, como también hubo muchos profetas más que aquellos cuyos nombres conocemos, salvo que fueron escritas exclusivamente las profecías que debían eternizarse para la posteridad).

Débora no solamente era profetisa, sino que, al mismo tiempo, fue jueza de Israel. Bajo “jueza”, no nos referimos a los miembros del poder judicial, como lo entendemos hoy, sino a que los judíos de aquel momento iban a consultarla por su gran sabiduría. Fue una madre en Israel en todo el sentido de la palabra (Shoftim 5:7). Amaba a los judíos y, dada su piedad, inspiró a Israel a volver en Teshuvá y superar el letargo espiritual que padecían en aquella época.

Si seguimos leyendo, vamos a aprender que se la apoda “mujer de Lapidot”. Los Sabios nos dicen que Lapidot no es necesariamente el nombre de una persona, sino que se refiere a las llamas del Mishkán (en aquel tiempo aún no se había construido el Bet HaMikdash, el Sagrado Templo de Ierushalaim). Débora se dedicó – a pesar de ser una mujer muy acaudalada con empresas y bienes en distintos lugares de Israel – a preparar ella misma las mechas para la Menorá – el candelabro del Mishkán (Ialkut Shimoní – Shoftim 42).

¿Qué tiene de especial el preparado de esas mechas? ¿No lo podía hacer cualquier otra persona? Si quería donar estas mechas, y siendo alguien pudiente, ¿no tenía sirvientes suficientes que pudiesen hacer esa labor?
No. Ella misma quería involucrarse en la tarea. La inserción personal en la Mitzvá vale. Como lo dicen los Sabios: “Es más Mitzvá si lo hace uno, que si envía a un delegado” (Talmud Kidushín 41.). En la tarea de preparar para Shabat, el Shulján Aruj (Oraj Jaím 250:1) menciona que la persona misma debe participar en los preparativos, como lo hicieron muchos de los Sabios del Talmud.
Pero hay aquí un detalle más: la intención. Débora procuraba que las mechas sean gruesas para que iluminen más. “Respondió D”s: ‘¡Débora! Tú tuviste el deseo de acrecentar Mi luz, y Yo (en retribución) aumentaré tu luz en Iehudá y Ierushalaim’”

Ijud
Débora recibía a la gente bajo una palmera de dátiles.
¿Por qué?; ¿no tenía casa?; ¿acaso tenía calor?
No.
El tener su “consultorio” al aire libre respondía al cumplimiento de una norma que muchos judíos desconocen. Se llama la ley de Ijud (Talmud Meguilá 14.).
Ijud es una ley de la Torá. Por Ijud está prohibido a un hombre y a una mujer (cuando no son padre o madre e hijo/a o marido y esposa) estar a solas en un lugar recluido.
Esta ley bíblica se refiere a mujeres casadas, pero más tarde, el rey David y su tribunal, la hicieron extensiva a todas las mujeres. Bajo “recluido” entendemos todo sitio retirado o encerrado por donde es poco factible que pase alguien y pueda ver a quienes están solos en aquel momento.

Este precepto se viola aun si son varios/as las personas involucradas, y aun si algunos de ellos son niños y abarca incluso a los novios, primos y a personas muy familiares y amigos entre sí, a veces aun con mayor rigor en la ley, dependiendo de la circunstancia. Asimismo, el rigor crece en la medida en que los participantes sean “prutzim”, o sea relajados en su conducta moral (por ejemplo, se tocan con mujeres que no deben).
En la violación de esta ley son responsables todos los protagonistas adultos (mayores de Bar Mitzvá) hombres y mujeres y es independiente de otras leyes que prohíben el contacto físico con personas del sexo opuesto que no sean los familiares directos antes mencionados. (Para mayor información acerca del tema en particular sobre lo que se debe hacer en situaciones corrientes tal como visitas al médico o al psicólogo, babysitters, remiseros, hijos adoptivos, huéspedes que se quedan a dormir en una casa, chicas que van a estudiar a la casa de sus compañeras, obreros que están haciendo arreglos en la casa, hermanos que viven solos, etc., se debe estudiar el Shulján Aruj, Even HaEzer 22 y hay varios libros dedicados a esclarecer la ley en las múltiples situaciones que suelen aparecer).

A muchos, estas leyes les podrán parecer extrañas. Sin embargo, esto es el resultado de la liberalidad y descontrol moral general que padece nuestra sociedad y que influye con tanta intensidad en nuestras vidas. “En realidad, lo que expresan estos preceptos son la Voluntad de D”s y el respeto por la dignidad humana y la nobleza ética” (Introducción a “The Halachos of Yichud” de Rav Dovid Ribiat Feldheim Publishers).

La gente, pues, acudía a pedir el consejo imparcial de la jueza Débora.
Fue entonces, que Débora mandó llamar a Barak – que según ciertas opiniones era su marido – y le transmitió la orden Di-vina de ir a guerrear contra Iavín. Este mandato ya está en la Torá, donde dispone que los judíos tienen la obligación de alejar a todos los cna’anitas de la Tierra de Israel.

La amenaza de Sisrá
Barak era un estudioso que había aprendido Torá de Iehoshúa, e incluso era espiritualmente superior a Débora. (Según ciertas opiniones, la impulsora del ascenso espiritual de Barak fue la propia Débora). La situación era grave, pues los judíos no contaban con carros. Barak, en su modestia, sospechaba que carecía de suficientes méritos para triunfar y llevar a buen término su misión. Por lo tanto, confió más en la virtud de Débora, que era profetisa, y condicionó el cumplimiento de la orden a que ella lo acompañara.
“Sí” – respondió Débora – “sin embargo, la gloria será mediante otra mujer digna”.

La batalla terminó en un amplio triunfo.
Esto no se debió al poder bélico de Israel, sino a la intervención Celestial que tuvo lugar mediante las estrellas que apoyaron a los judíos (Shoftim 5:20). En la práctica, esto resultó en un recalentamiento de los carros de Sisrá, que los tornó inservibles y el vértigo que flageló a los cna’anitas (Talmud Pesajim 118:).
Sisrá fue derrotado totalmente. Escapó corriendo a pie y Barak personalmente persiguió al general fugado. Sisrá se encontró en el camino con la carpa de Jever HaKení. En la vivienda, solo estaba su esposa, Iael.
Sisrá le pidió a ella que lo protegiera de quienes lo buscaban.

¿Quiénes eran estas personas? Muchos años antes, Moshé Rabeinu había huido de Egipto luego que se le informara al Faraón que Moshé había hecho justicia con un egipcio que apaleaba mortalmente a un hebreo. Moshé había escapado a Midián y fue recibido en el hogar de Itró. Dada la hospitalidad de Itró, D”s lo recompensó y de su descendencia provino Iael, que en el futuro repetiría la bondad de Itró, de una manera muy especial, al salvar al pueblo de Israel (Midrash Rabá, Shmot 4:2). Iael pertenecía entonces a los descendientes de Itró, que se habían convertido al judaísmo, y como Débora, guiaba al pueblo con sus consejos (Rash”í).

Iael
Iael recibió a Sisrá y le ofreció leche en lugar del agua que él había pedido. Muy pronto, Sisrá yacía en el piso profundamente dormido. Iael, que sabía de la opresión a la que estaba sometido el pueblo de Israel debido a la crueldad de este hombre, no vaciló. Tomó una estaca de la carpa y la clavó en la sien de Sisrá. El tirano estaba muerto. Unos momentos más tarde, Barak llegó hasta el lugar y se encontró con que, tal como había vaticinado Débora, la gloria de aquel día se había producido a manos de una mujer valiente y heroica: Iael.

Ud. se preguntará: ¿con una estaca? ¿no había otro elemento con el cual lograr su cometido?
El Targum explica que Iael quiso cuidarse de la prohibición de la Torá, por la cual una mujer no debe utilizar instrumentos – Keilim (lit. “vestimentas”) típicos de hombres (Dvarim 22:5). Dado que las armas, lanzas y espadas son artefactos de guerra, que es el área de los hombres, Iael usó otro objeto, no convencional. En Shulján Aruj, estas leyes están explicitadas en Ioré De’á 182:5.

El cántico
Débora y Barak compusieron en aquel momento de victoria uno de los famosos poemas de alabanza a D”s semejante a la canción de glorificación de Moshé y del pueblo después de cruzar milagrosa y triunfalmente el Mar Rojo.
En aquel poema, Débora elogió a los maestros de la Torá, quienes, a pesar de las circunstancias, no dejaron de recorrer los caminos en momentos difíciles para seguir enseñando Torá al pueblo.

El Monte Tabor, donde tuvo lugar la batalla, recibió ahora su recompensa (alegórica) por haberse ofrecido en su momento para que Israel recibiera la Torá a sus laderas. Al comienzo del poema, se repite la palabra “Anojí” (el mismo del comienzo de los 10 mandamientos), pues D”s no deja de recompensar todo gesto (aun dentro del dominio de las cosas inanimadas).
Asimismo, Débora recordó a los judíos de la época, lo difícil que había sido su situación hasta que ella, Débora, madre en Israel, apareció en escena. Estas palabras no fueron adecuadas: “Todo el que se vanagloria, si es profeta – su profecía se aleja de él” (Talmud Pesajim 66:).
Por jactanciosa, Débora descendió de su nivel por unos momentos hasta que volvió a despertar: “Despierta, despierta, Débora” (Shoftim 5:12).

La pregunta perenne acerca de cómo se convive con vecinos beligerantes, siempre ronda en nuestra mente: ¿la solución confiable es diplomática, política o militar?
Esta historia nos debiera inspirar y recordar que en una situación análoga, lo que prevaleció primordialmente fue la fe en el Todopoderoso. Esto trajo aparejado la tranquilidad anhelada. Que D”s nos permita volver a aquella paz espiritual basada en la fe.

Un punto adicional, muy relevante para muchas parejas:
La mujer, exitosa laboral y socialmente, no encuentra la contención que solía apreciar en su marido al momento de casarse. La vida se torna compleja.
Para ciertas opiniones contemporáneas, esto significa el fin del matrimonio.
Débora – salvando las distancias – nos marca la forma de obrar en esta delicada situación. No pensó egoístamente en si misma, sino en cómo apoyar a su cónyuge. De otro modo, habría estado insistiéndole diariamente que “se mueva más”, que “pruebe tal o cuál cosa”, que “haga como todos”, que “no sea vago”, etc.
Mencionamos anteriormente que ella era quien preparaba las mechas, pidiéndole a su marido venderlas a quienes quisieran donarlas para el servicio del Mishkán de manera productiva y decorosa.
Estar cerca del Mishkán pondría a su marido en proximidad de los Sabios de Israel, y esto solo lo elevaría espiritualmente gracias al modelo que ellos difunden (¡cuántas inteligentes intenciones en una aparente simple acción…!).

Débora sabía que no se logra nada por el mero hecho de insistir, si no se buscan soluciones prácticas que incluyan activamente y con dignidad a todas las partes involucradas.
Tuvo razón (sin necesidad del “yo te lo dije”…). Seguramente no tendría resultados inmediatos o instantáneos. Requeriría paciencia y perseverancia, una actitud positiva, alguna sonrisa, y calidez…

Y Barak podría aceptar y participar del crecimiento mancomunado, pues no había sido forzado a hacerlo, ni había sido degradado o atormentado. Fue asistido de la manera más considerada y efectiva, y sin disgustos, aceptó lo que finalmente vemos fue lo mejor para él.
Pensemos por un momento cuántos fracasos hemos sufrido al tratar de forzar cambios en otra persona, especialmente en los seres queridos y cercanos.
Siempre está la opción de acusar al otro por su carácter – o participarlo de proyectos importantes.
Si no gusta leer, se le puede recriminar – o dejar libros al alcance para que se tiente a tomarlos en su mano y hojearlos.
Como estos, hay innumerable cantidad de ideas creativas, generosas de corazón – y con un enorme potencial de efectividad.
¿Y crecen? – Ambos: el que recibe y el que da.

Guidon

GUID’ÓN
La situación de los Israelitas en la época de Guid’ón era crítica. Los Midianitas, una nación vecina, dominaban a los hebreos de manera absoluta. Año tras año, venían sumados a los amalequitas y otros pueblos del Oriente, y arrasaban todos los cultivos de Israel. Encontrarse en medio del trabajo del cultivo y de la preparación posterior de los cereales frente a las hordas destructivas de los enemigos, podía resultar un riesgo de vida, razón por la cual los israelitas, ya empobrecidos materialmente, debían esconder sus pocos víveres en cuevas, como último recurso.

El objetivo de estos enemigos no se reducía a un atropello por obtener ganancia material malhabida. Los midianitas estaban molestos por la naturaleza del pueblo judío vecino, y querían aniquilarlo espiritualmente sin que quede recuerdo alguno de ellos (Tehilim 83:3). Es posible que ello se debiera a que aún estaban resentidos por la aplastante derrota sufrida en la época de Moshé, casi doscientos años antes, luego que mandaron a sus hijas a seducir a los varones de Israel para que pequen.
La estrategia de muchos judíos fue, como en tantas otras ocasiones análogas, aparentar adaptarse a las normas de sus enemigos, adoptando externamente sus distintivos paganos.

Débora había fallecido ya hacía varios años, y el pueblo de Israel estaba sin un guía espiritual que los gobernara y alejara de aquella situación penosa.
Claro está: la provocación de los pueblos vecinos no era arbitraria. Fue D”s Quien había entregado al pueblo de Israel en manos enemigas, dado que, como hemos venido diciendo, no estaban a la altura de lo que Él esperaba de ellos.

La enseñanza de la Hagadá
Era el segundo día de Pesaj, y Guid’ón estaba reflexionando. La noche anterior había celebrado el Seder con Ioash – su padre – y con el resto de la familia. El padre había narrado acerca de la salida de Egipto, y todo lo relacionado con las maravillas que habían marcado aquel evento histórico.

Guid’ón caviló sobre el relato del padre de anoche. ¿Cómo podía ser? Si D”s amaba a Su pueblo y lo había rescatado en el pasado – ¿porqué no volvían a suceder aquellos mismos milagros de antaño?
Guid’ón no era un hijo “común y corriente”. Dada la peligrosa circunstancia en la que vivían, Guid’ón temía por el bienestar de su padre, de hallarse sin resguardo cuando los atacantes arrasaran la zona. “Quédate tú en casa. No puedes correr y escapar como yo. Déjame ocuparme del trabajo” – pidió Guid’ón a su anciano padre.
A raíz de su sinceridad y del cumplimiento de Kibud Av (honra al padre), Guid’ón mereció ser visitado por un emisario Di-vino.

El ángel escuchó las palabras de Guid’ón, quien protestó ante D”s que Israel no merecían el sufrimiento que estaban padeciendo.
“Ve con esta fuerza (la que posee aquel que sale en defensa escudando al pueblo de Israel), ve con la pujanza de la convicción de aquel que estudió la situación y determinó el curso que debe tomar” – le dijo.
D”s ama a aquel que – a su vez –justifica y argumenta a favor de sus hermanos judíos, tratando de ver siempre lo bueno en cada uno de ellos.

Al igual que Moshé, Guid’ón no sentía que él era la persona adecuada para que un acto de bravura suyo fuese significativo para motivar al resto del pueblo a desafiar a los aguerridos midianitas. Ni él era conocido, ni su familia era prominente dentro de la tribu de Menashé. El Emisario Di-vino realizó, pues, actos extraordinarios para convencerlo de que la misión que le encomendaba era auténtica. Fue entonces que Guid’ón construyó un altar y proclamó públicamente su adhesión a D”s – una práctica que manifiestamente hacía frente a los déspotas conquistadores.

Nuevamente D”s exigió un acto aun más contundente de oposición al régimen dominador. Esta vez, Guid’ón debió destruir un altar pagano erigido en sus comarcas, para aplacar los ánimos tiranos midianitas. Luego – cuando lo albergaba la oscuridad de la noche – construyó un nuevo altar en un sitio visible para todos, sobre el cual ofreció animales que habían sido criados y engordados para ser dedicados a ritos idólatras.

La acción de Guid’ón hubiese estado en contravención a numerosas leyes de la Torá (salvo que en este caso fueron expresamente dictadas por D”s como excepción).
¿Por qué?
La ofrenda de Guid’ón se llevó a cabo: 1. fuera del Mishkán (el santuario de Shiló), 2. de noche (los Korbanot se traen solamente de día), 3. sin ser él un Cohen, 4. ni utilizar utensilios consagrados, pero 5. sí usando elementos y 6. leña de la idolatría, sacrificando un animal 7. destinado a ritos paganos que 8. también había sido adorado como tal (Tmurá 28:, Midrash Rabá, B’midbar 14:1)!!

Esto provocó un gran revuelo en su pueblo: ¡¿quién era Guid’ón, acaso, para poner a todos en peligro al irritar innecesariamente a los poderosos midianitas?!
Su padre Ioash, sin embargo, redarguyó la acusación argumentando que si efectivamente los ídolos poseían el poder que se les atribuía, debían defenderse solos y castigar ellos mismos a Guid’ón…

El acto de osadía de Guid’ón logró las temidas consecuencias: midianitas y amalekitas reunieron un enorme ejército y acamparon en el norte de Israel. Guid’ón, por su lado, mandó convocar a los tribus aledañas para rechazar la nueva invasión.
Pero… ¿era él la persona indicada para liderar la batalla?
Guid’ón recurrió nuevamente a un artificio mediante el cual solicitó se le asegure que él debía dirigir la defensa contra los invasores.
Por lo general, está prohibido “testear” a D”s.
Moshé, en su alocución final antes de morir (Dvarim 6:16), expresamente advirtió que no se debe poner a prueba a D”s, del modo en que el pueblo lo había intentado en el desierto.

Sin embargo, la intención de Guid’ón no era asegurar el éxito de su misión, sino saber si él debería, o no, tomar el mando (Malbi”m).

D”s no requiere grandes ejércitos
Guid’ón, como verificación, pidió a D”s que el rocío moje un trozo de lana mientras que a su alrededor quedara todo seco, y luego solicitó que sucediera lo opuesto. En ambos casos, D”s demostró que, ciertamente, Guid’ón debía encabezar las tropas hacia la lucha.

Guid’ón acercó posiciones con el enemigo. Pero D”s le hizo saber que los soldados que lo acompañaban eran excesivos, no sea que luego se jacten que ellos habían conseguido la victoria. Por lo tanto, Guid’ón despidió a 22.000 soldados – todos los que temían ir a la guerra.

D”s insistió en que aún eran muchos: probaría a los 10.000 restantes exigiendo que bebieran agua del lago. Aquellos que se arrojaron al suelo – sin arrodillarse en cuclillas – eran los más tzadikim entre ellos, pues jamás se habían inclinado – aun en situaciones permitidas – para no parecerse en absoluto a quienes se arrodillaban ante imágenes. Eran solamente 300 hombres: “Con estos vencerás a Midián” sentenció D”s.

Esta situación no constituye un hecho aislado en la historia.
La Torá nos adelanta que la mayoría numérica o la fuerza bélica no determinan el éxito militar de Israel frente a sus enemigos (Vaikrá 26:8 – al igual que Avraham que luchó con 318 soldados contra un ejército de 4 reyes). Así también resaltamos el milagro que D”s hizo por nosotros en Janucá.
En este sentido la historia de nuestro pueblo siempre se opuso a la lógica. Y no en vano: D”s nos hizo saber una y otra vez que solamente Él define el curso de la historia.

Aquella noche, D”s instruyó a Guid’ón para que vaya hasta el campamento de los enemigos, y así afianzar su convicción en que – a pesar de su incalculable cantidad – serían entregados en manos de Israel.
Sigilosamente se acercaron Guid’ón con su asistente y escucharon una conversación que mantenían dos hombres midianitas en su tienda del campamento.
Uno había soñado con una galleta de cebada que rodaba en el campamento de los midianitas tumbando las carpas. El compañero de inmediato le interpretó que su pesadilla no podía significar otra cosa que la lanza de Guid’ón, en cuyas manos D”s había entregado a su pueblo.

El mérito del Omer
La mención de la “galleta de cebada” – justamente en Pesaj – era una clara alusión a la ofrenda de Omer que se trae en el Bet haMikdash el segundo día de dicha festividad, y cuyo mérito ahora los asistía, especialmente en aquel momento en el que el mérito de los tzadikim era insuficiente (Midrash Rabá, Vaikrá 28:6).

Guid’ón volvió con los suyos y decidió sobre una estrategia: dividió a los trescientos hombres en tres columnas. A cada uno de los soldados le dio un Shofar, un cántaro y una antorcha, y los estacionó alrededor del campamento de los midianitas.
Luego que Guid’ón tocó el Shofar y rompió el cántaro que sostenía, todos lo copiaron y gritaron: “¡D”s realizará la victoria a manos de Guid’ón!”.
D”s provocó entonces una batahola entre los enemigos, y terminaron destruyéndose entre ellos mismos. Muchos de los que lograron escapar cayeron en manos de la tribu de Efraim a quienes Guid’ón logró alertar, sosegándolos ante su inquietud por no haber sido convocados inicialmente a la guerra en contra del invasor.

La batalla aún no había concluido. Guid’ón debió perseguir a una parte del ejército midianita que había huido hacia el este del río Iardén.
Allí, Guid’ón se llevó una gran decepción: no todos los judíos fueron solidarios con la campaña de Guid’ón. Es más, los habitantes de dos ciudades, Sucot y Pnuel, que él atravesó, fueron abiertamente hostiles al negarles víveres a sus hombres. Fueron castigados más tarde por su cruel actitud.

La victoria de los israelitas sobre Midián y los otros pueblos fue contundente y Guid’ón pasó a la historia como uno de los Shoftim (Jueces) justos que guiaron a Israel con el ejemplo y con su sabiduría.

Cuando por fin hubo paz, el pueblo pidió a Guid’ón que gobierne sobre ellos, y que se forme una dinastía con sus hijos y nietos, pero Guid’ón se negó rotundamente.
Puesto que la victoria fue exclusivamente de D”s, era a Él a quien debían volver a someterse y obedecer.

Solamente pidió un favor: en recuerdo de la gran victoria articulada por D”s, Guid’ón quería que quedara alguna clase de trofeo: quizás un monumento o un monolito. Por lo tanto, solicitó de los guerreros que entregaran los aros que los enemigos utilizaban en sus narices.
Dado que el número de enemigos había sido formidable, la colecta también fue enorme. Con todo el oro juntado, se hizo entonces un Efod.
El Efod es una de las prendas especiales que viste el Cohen Gadol cuando cumple funciones en el Bet haMikdash.

Hay que tener mucho cuidado con los amuletos
Sin embargo, los pasajes que siguen dan testimonio que aquel Efod no fue auspicioso para Guid’ón o para su familia.
El Midrash (Ialkut Shimoní, Shoftim 64) menciona que el pasaje dice la misma expresión acerca de Guid’ón, que la que se refiere a Avraham y David: falleció en buena ancianidad – pero la continuidad no fue la de aquellos dos grandes hombres.

Como en tantos otros casos, el propósito inicial por más noble que sea, se pierde.
Lo que había comenzado siendo un homenaje a D”s por la victoria y la salvación, terminó convirtiéndose en una suerte de amuleto en cuya creencia, las personas “pueden cambiar su suerte”.

La Torá nos enseña que solamente nuestro apego a las Mitzvot modifica nuestra “realidad”. Indudablemente, ciertos preceptos nos son más difíciles de cumplir que otros. Puesto que vivimos arraigados a lo terrenal, todo esfuerzo por acatar las leyes de la Torá, asienta nuestra espiritualidad.
La tendencia a creer supersticiosamente que algunos elementos nos traerán suerte, es claramente opuesta a lo que la Torá nos indica.
Está saturada en la sociedad (antigua y contemporánea), la noción de una salida rápida y con mínimo compromiso – de situaciones apremiantes.

El comienzo denodado de la historia de Guid’ón, en contraste al desenlace en la época de su hijo, debe dejar en claro a qué se llama espiritual, e impulsarnos a cumplir mejor las Mitzvot.

Como mencionamos, en reconocimiento a sus proezas y victorias, el pueblo le había pedido que él y sus hijos reinaran sobre la nación.

Avimelej y la metáfora de Iotam

Avimelej
Los eventos inmediatos a su fallecimiento, sin embargo, demostraron ser muy sombríos.
Uno de sus hijos, Avimelej, indujo a los habitantes de Shjem a apoyarlo para acceder al trono, exponiéndoles que era preferible para ellos ser gobernados por una sola persona – en lugar de ser regidos por setenta hombres (Guid’ón había dejado setenta hijos). Así fue coronado por los habitantes de la ciudad de Shjem. Con el apoyo de gente de mal calaña y a fin de asegurar su dominio sobre toda la nación, mató a todos sus hermanos. Solamente se salvó uno de ellos, Iotam, que logró escapar a la muerte.

Hablando a la población desde un sitio alejado sobre el Monte Guerizim (próximo a Shjem), pero desde el que los habitantes de Shjem lo podían escuchar, Iotam ilustró lo sucedido con la siguiente metáfora:

“Los árboles del bosque decidieron que querían coronar a un rey, y se dirigieron al olivo para que desempeñe el cargo. Sin embargo, el olivo renunció a acceder a tan magna responsabilidad, pues no quería dejar de dar sus frutos y su aceite, que era su tarea principal”.
El ejemplo se refería al gran Otniel ben Knaz, quien luego de la muerte de Iehoshúa se negó a aceptar el cargo de mandatario del pueblo, conservando su dedicación a estudiar y enseñar la Torá, tal como lo venía haciendo.

“Fueron, entonces, los árboles y se dirigieron a la higuera para que ella reinara sobre ellos. Sin embargo, también la higuera se negó a dejar de brindar sus frutos dulces que la gente disfrutaba – para dedicarse a presidir”.
La higuera representa a la profetisa Dvorá que no quería conducir a la nación y abandonar su enseñanza de Torá y su profecía. Cuando sí debió dirigir a la nación, esto se debió a que las circunstancias la obligaron a hacerlo.

“Fueron, pues, los árboles y solicitaron a la vid que asuma el cargo. Pero también la vid rechazó el pedido, aduciendo que ella se encargaba de brindar el vino que alegra a D”s (cuando se vierte sobre el altar) y a las personas”.
Esto concernía al propio Guid’ón que también se había rehusado a convertirse en rey.

“Los árboles se orientaron al arbusto espinoso pidiéndole que él mande sobre ellos. Él, sin embargo, no se negó, sino que respondió: ‘si es que verdaderamente quieren que yo los rija, pues vengan y cobíjense a mi sombra; pero si vuestra propuesta no es seria, saldrá fuego del arbusto y quemará los grandes árboles del Líbano’”.
Es difícil acercarse o cobijarse junto al arbusto, pues las espinas lastiman a la persona. Las palabras de Iotam estaban dichas en forma sarcástica, y luego terminó explicando la metáfora:
“Pues si vuestra elección de Avimelej ha sido auténtica e íntegra, y si ustedes creen que han obrado correctamente con la familia de Guid’ón, quien los salvó de manos de los enemigos, matando salvajemente a sus hijos – pues alégrense con este nuevo rey a quien eligieron dada su vinculación materna con ustedes (Avimelej era hijo de otra madre). Sin embargo, si no es así, pues sepan que aflorará el fuego de Avimelej y acabará con los habitantes de Shjem, y surgirá un fuego de los habitantes de Shjem y Miló y consumirá a Avimelej”.

¡Si la gente escuchara a Iotam!
Tantos creen que el poder y el mando representan algo apetecible y deseable. Sin embargo, como efectivamente señaló, los verdaderamente grandes, asumieron su cargo dirigencial solamente cuando no había una alternativa mejor.

Iotam escapó, y Avimelej gobernó por la fuerza sobre el pueblo durante tres años, hasta que comenzó una guerra civil en la ciudad de Shjem, que lo había apoyado inicialmente en su gesta por el poder.
Avimelej sometió esa ciudad, y quemó a los habitantes que se habían refugiado en su torre.
Luego atacó la ciudad de Tevetz en la que también se refugiaron en la torre. Cuando Avimelej se disponía a quemarla al igual que la de Shjem y se acercó a la torre, una mujer arrojó desde arriba la piedra de un molino y le quebró el cráneo.
Avimelej, moribundo, llamó a su auxiliar pidiéndole que lo mate de inmediato con la espada “para que no se diga que una mujer había acabado con su vida” – el gran guerrero.
Obviamente, para quien no es el protagonista de la historia, esto es un absurdo: ¡qué le cambiaba – acaso – a Avimelej lo que la gente diga después de su muerte!
Sin embargo, sepamos que el delirio y la ilusión que se forma en la mente del hombre jactancioso, lo lleva a esa postura maniática – hasta la muerte!

Iftaj
IFTAJ

Uno de los personajes más enigmáticos del TaNa”J fue el Juez Iftaj.
Desde pequeño, Iftaj había sido dejado de lado por sus hermanos por ser hijo de una madre de mal nombre. Al sentirse discriminado, Iftaj se alejó de su hogar y se juntó con malas compañías (Anashim Rekim – Shoftim 11:3).
El Talmud (Bavá Kamá 91:) toma el caso de Iftaj como ejemplo para demostrar que uno es similar a la gente con quien se asocia… (“Dime con quién andas…”)

En aquel momento las tribus de Israel estaban siendo nuevamente acosadas por sus vecinos. En esta ocasión, los enemigos eran los amonitas que habitaban al este de Israel. La provincia hebrea adyacente a los amonitas era Guil’ad (en donde hoy es una zona de Jordania). Habitaba allí una familia a la que pertenecía Iftaj.

La historia de Iftaj se desarrolló después que el pueblo se arrepintiera de sus últimos desvíos morales. D”s determinó volver a socorrer a Su pueblo, pero solamente por lástima a su sufrimiento (Shoftim 10:16). Si únicamente hubiese sido por virtud, ya no merecerían la salvación de D”s: ¡tantas veces habían prometido, y en todas habían vuelto a caer en la idolatría!
Por lo tanto, la salvación de Israel – aun cuando se desprenderían del azote de los vecinos – en esta oportunidad no contaría con los atributos milagrosos que habían caracterizado las ayudas anteriores, sino que sería una liberación militar marcada con los sinsabores comunes de posicionamientos de fuerza – y muchas bajas en las filas propias.

Desesperados por un líder que los defienda
Ante la desesperación del pueblo, los ancianos (líderes) de Guil’ad recurrieron a Iftaj para que los socorriera y se hiciera cargo de la campaña militar necesaria para salvar a los hebreos.
Iftaj puso sus condiciones:
“Si los israelitas lo declaraban a él como jefe del ejército y del pueblo aun después de finalizada la guerra con los amonitas, entonces aceptaba el cargo que le estaban ofreciendo”. Fue así que los líderes de Guil’ad – reunidos en Mitzpá – se comprometieron a su nombramiento definitivo. (En esto Iftaj se diferenció de muchos de sus predecesores como Guid’ón, que habían renunciado al poder).

Iftaj se dispuso a reunir un ejército, haciendo un llamado al resto de las tribus para que acudan a ayudar a las tribus fronterizas más afectadas. Pero no todas aceptaron la apelación.
Iftaj comenzó su misión intentando resolver el conflicto con los enemigos de manera pacífica.
Sin embargo, las “negociaciones” se empantanaron. La discusión giraba en torno a las tierras tomadas por los hebreos en la época de Moshé al acercarse a la tierra de Israel. En aquel momento, como habíamos visto, Sijón, el rey emorita, atacó a Israel y fue totalmente vencido. Sus tierras pasaron a manos israelitas, incluyendo aquellas que Sijón previamente había quitado a Moav en una guerra. Ahora los amonitas la reclamaban y querían recuperarla.
Iftaj le trató de hacer entender a los amonitas, que Israel jamás había usurpado sus tierras, y que, por lo tanto, no era un tema con ellos.
Finalmente, y ante la imposibilidad de entrar en razón, Iftaj guerreó contra los amonitas – y los venció.

Sé cauto al abrir la boca
Al volver a su tierra, Iftaj se encontró con una situación compleja.
Antes de salir, Iftaj había hecho una promesa riesgosa: “Aquello que saliera primero a su encuentro desde su casa – si volviera victorioso de la contienda – sería ofrendado a D”s”.
Estas palabras eran aventuradas, pues, si bien Iftaj se refería a un animal apto para ser ofrendado, vacuno, caprino u ovino, podía también presentarse con una situación de un burro o un perro, los cuales no son aptos para ofrendas…

El Talmud comenta que fueron tres (en algunos pasajes se cuentan cuatro: Eliezer – sirviente de Avraham, Calev, Shaul e Iftaj) los que pidieron de modo equivocado: dos de ellos fueron reciprocados de modo favorable, y uno de ellos malogró su objetivo. Ese fue Iftaj.

Sin embargo, Iftaj no estaba preparado para la terrible sorpresa con la que se encontró a su regreso: su propia y única hija salió alegremente a recibir a su padre…
¡¿Qué debía hacer ahora?!
En realidad, la Torá no recomienda hacer promesas (Dvarim 23:23), pero, al mismo tiempo, prevé qué hacer ante situaciones en las que las promesas no pueden ser llevadas a cabo.
Eso se denomina “Hatarat Nedarim”.
No todas las promesas requieren – o pueden – ser anuladas. En el caso de la promesa de Iftaj, se estaría hablando de sacrificios humanos, que son detestados por numerosos pasajes de la Torá. Por lo tanto, no cabría cumplir con su voto de modo textual. Su situación, entonces, sería un caso de disputa rabínica: según Rabí Iojanán debería consagrar una suma de dinero según lo que estipula la Torá (Vaikrá 27:1). Según Resh Lakish, sus palabras no tendrían valor alguno y estaría totalmente absuelto, sin requerir siquiera una anulación (Midrash Tanjuma, Bejukotai 5).

Responsabilidad compartida
Recordemos que en aquella época quien oficiaba como Cohen Gadol era Pinjás.
Iftaj debiera haber ido a Pinjás para anular su promesa deslucida. Sin embargo, Iftaj sostenía que dado lo encumbrado de su cargo, era Pinjás quien debería acercarse a él para resolver el tema. Por otro lado, Pinjás sostenía lo contrario: Él era Cohen Gadol – hijo de Cohen Gadol – y en cambio, Iftaj había hecho su promesa y a él le incumbía solucionar la situación. Pinjás realmente no creyó que Iftaj llevaría a cabo el drástico cumplimiento literal de sus palabras.
El resultado de esta diferencia fue – que ninguno de los dos se acercó al otro… y la promesa no se anuló.

Ambos, Iftaj y Pinjás terminaron seriamente castigados por D”s. Iftaj terminó con su cuerpo sucesivamente más mutilado, mientras que Pinjás perdió el Ruaj haKodesh (Espíritu Profético Di-vino).

Obviamente uno se asombra ante tal escenario. ¡Cómo podía un padre permitir que su hija sufra en tal estado!
Parte de la respuesta la encontramos en el comienzo de esta odisea: Iftaj se había asociado a malas compañías. Si hubiera estudiado Torá, la cosa hubiese sido diferente (Midrash Tanjuma, ibid). La Mishná (Pirkei Avot 2:5) enseña que “un ignorante no puede ser temeroso de D”s, ni un inexperto puede ser diligente”. Aun con buena voluntad, el desconocimiento hace perder el rumbo de las personas y les hace creer que lo que hacen es bueno – aun cuando puede ser que vayan en el rumbo opuesto.

Cuando la hija de Iftaj se enteró del triste fin que le esperaba, trató en llanto de convencer con pruebas irrefutables al padre que lo que estaba por hacer era desacertado:
“¡¿Acaso la Torá aborda los sacrificios humanos?! – solamente dice que ‘un hombre que quiera ofrendar, traerá un animal vacuno, ovino o caprino’ (Vaikrá 1:2)”
“Ia’acov había prometido dar un diezmo de todo lo que D”s le daría (Bereshit 28:22): ¡¿acaso ofrendó a uno de sus doce hijos?!”
“La profetisa Janá votó dedicar su hijo a D”s (Shmuel I 1:27,28): ¡¿acaso ofrendó a Shmuel?!”
Pero no pudo hacer cambiar la determinación de su padre.

De allí, fue a consultar al Sanhedrín (“ir a las montañas” se interpreta en las palabras del Midrash como acudir al tribunal). Pero D”s causó que no encuentren una forma legal de absolver la promesa del padre (por el rigor con el que en aquel momento Iftaj trató a los hermanos de la tribu de Efraim).

Resignada, pidió a su padre que le permitiera ir a las montañas a llorar por su juventud perdida. Así fue, y con sus compañeras lamentó su lozanía tierna que quedaría abruptamente truncada.
El TaNa”J cuenta que cada año, las doncellas irían desde ahí en más, año tras año, durante cuatro días para llorar por la muchacha.

¿Cuál fue en realidad el fin de la hija de Iftaj?
Sobre eso hay discusión entre los Sabios: hay quienes sostienen que ella fue ofrendada – así se expresa en el Midrash Tanjuma Bejukotai que acabamos de citar, mientras que otros (Ibn Ezra) sostienen que vivió el resto de su vida de modo ermitaño.
El fin trágico de esta parte de la historia dejó su huella en los Sabios de la época. El desconocimiento del rigor y de los alcances de las palabras emitidas y su obligación de cumplirlas – o revocarlas frente a un Tribunal – quedó claramente grabada en la conciencia de la gente de entonces.

Guerra civil
La historia de Iftaj no terminó allí.
La tribu de Efraim se sintió desplazada por no haber sido convocada a la guerra (debemos considerar que desde la época de la Jueza Débora, que había amonestado fuertemente a las tribus que no habían acudido solidariamente a asistir a las que habían estado más perjudicadas – Shoftim 5:23, todos eran concientes de su deber responsable).
De inmediato avanzaron sobre Guil’ad. Ya en época de Guid’ón había sucedido una situación similar, pero Guid’ón supo calmar a sus oponentes y terminar el roce en paz. No fue así esta vez.
Iftaj retrucó a los hombres de Efraim que ellos sí habían sido requeridos. Finalmente, Iftaj respondió la retirada de Efraim de su territorio, y reconociendo a sus hombres por su peculiar pronunciación de la letra “sh”, los fueron eliminando simultáneamente haciendo caer a miles de sus integrantes…

Es muy común – en ciertos círculos – escuchar quejas acerca de los líderes de la generación – comparándolos con los líderes espirituales superiores de generaciones previas.
El Talmud nos enseña que “Iftaj en su generación, como Shmuel en la suya (Rosh haShaná 25:)” – cada líder debe ser respetado por las personas de su época – sea cual fuere, y aun si se tratara de un guía de menor calibre – igual que si se tratara de un líder más importante de otra época. En aquel momento, los hebreos no merecieron un líder de mayor virtud que Iftaj, lo cual no les permitiría menospreciar al dirigente que D”s adjudicó a esa comunidad.

Iftaj gobernó durante los siguientes seis años.
Las lecciones de esta tan sombría historia se nos narra en el TaNa”J pues, como toda palabra que allí se relata, contiene enseñanzas eternas. Los caminos inconmensurables de D”s estarán siempre fuera del alcance de los humanos. Como expresamos anteriormente, tampoco es nuestro deber entender o defender el accionar de los personajes que se mencionan. Pero sí, aprender a través de las palabras esclarecedoras de los sabios del Talmud.

Shimshon
SHIMSHÓN
Uno de los personajes del TaNa”J menos comprendidos y cuya historia está más tergiversada en la mente del neófito (por haber estado expuesto a la des-información de “fuentes” superficiales) fue, sin duda, el Juez Shimshón.
Dado que estamos muy limitados en penetrar las enseñanzas que nos transmite el TaNa”J a través de los actos de los justos de otras épocas, aun estas líneas, en las que trataremos de ser fieles a las palabras de los Sabios, solo permitirán una reducida aproximación al tema.

Shimshón nació en una familia de la tribu de Dan, que vivía en proximidad geográfica a los filisteos (hoy esto sería la franja de Gaza, y las ciudades israelíes Ashkelon y Ashdod) en el suroeste del Israel de entonces.

En esos años los filisteos tenían supremacía militar sobre los israelitas, quienes sufrían bajo su yugo. Los padres de Shimshón, Manoaj y su esposa Tzlalponit (Bava Batra 91.) – eran Tzadikim (justos), pero no habían contado aún con la bendición de tener hijos.

A la esposa de Manoaj se le apareció un ángel, quien le indicó que sería mamá de un niño y con él comenzaría la salvación de Israel de manos filisteas (Shoftim 13:5). Sin embargo, su hijo no sería simplemente un guerrero común, ni tampoco conduciría a la nación o a un ejército a la guerra. La lucha que libraría habría de tener características muy particulares: la santidad de su carácter le permitiría llevar a cabo esa pelea de modo solitario.
Por lo tanto, la educación de aquel hijo especial, debía comenzar ya desde su concepción en el vientre de su madre: puesto que el hijo sería Nazir, ella misma debía abstenerse de todo aquello a lo que el Nazir debe renunciar, e incluso tomar distancia prudencial (Harjakot) de lo que le está vedado. (Este fue un caso excepcional en la historia – y aun así, tampoco recayeron sobre él todas las leyes de Nazir – Nazir 4:).

El objetivo de ser Nazir
Es conveniente a esta altura explicar brevemente la noción de “Nazir”.
Como ya hemos antes mencionado, la Torá enseña por un lado que la palabra de la persona es santa: debe cumplir con su palabra empeñada, al pie de la letra. Sin embargo, no recomienda que las personas se compliquen con promesas y votos en general.
La obligación de cada judío es obedecer la Torá. Cuando se hacen votos innecesarios sin antes estar seguro de cumplir con lo que ya está estipulado como deber, se entra en un terreno riesgoso. D”s sabe mejor que nosotros lo que necesitamos, y los votos espontáneos dan la apariencia opuesta.
Cuando los votos de la persona crean una situación de auto-flagelación, la Torá califica a quien los asume de “pecador”, porque está renunciando a las bondades que D”s le ha ofrecido.

Sin embargo, la Torá menciona un voto con características muy especiales, para ser empleado en casos muy puntuales. Es la promesa de ser Nazir.
Quien asume esta condición – que nunca es menor de un período de 30 días – tiene prohibido impurificarse con muertos, comer o beber todo aquello que provenga de la uva y cortarse el cabello. El Nazir puede hacer su voto por el tiempo que decida y, una vez llegado a su fin, termina su cumplimiento con una ceremonia en el Templo de Ierushalaim.

La palabra “Nazir”, proviene de la raíz “Nezer” (o sea “corona”). El motivo real por el que se puede contraer esta obligación, es para tomar distancia de situaciones lindantes con el pecado cuando el individuo siente que corre riesgo de caer en yerros espirituales. Es esperable, que después de cumplir con el período prometido, se mantenga la condición espiritual lograda mediante la abstención, para estar fortalecido frente a los desafíos espirituales que lo acechan.

La esposa de Manoaj relató a su marido el incidente que le había ocurrido, y ambos rezaron a D”s para que vuelva el ángel a ampliar las indicaciones que debían seguir.
Así sucedió, y la segunda vez la mujer llamó a su marido para escuchar las palabras Di-vinas.

Al leer el texto del TaNa”J, el segundo mensaje del ángel pareciera ser una mera reiteración de su primer recomendación. Tampoco se entiende el motivo por el que la madre debía observar las leyes pertinentes al hijo.
Rav Elya Meir Bloch sz”l responde que la diferencia entre ambos mensajes radica en un pequeño gran detalle. En la segunda instancia, el ángel le recomienda a la madre no solo abstenerse del vino, sino también tomar distancia de “todo” lo que incluso remotamente se relaciona con la uva – o sea, ser más estricta de lo que el mínimo de la ley le exige. De ese modo, su hijo a nacer podrá tomar el entusiasmo y la convicción de su madre como modelo…
No era para menos: el desafío de Shimshón era único. Por un lado, debía ser guía y ejemplo para su pueblo, y por otro, debía enfrentar a solas a los filisteos, lo que únicamente podría llevar a cabo mezclándose con ellos y en sus vidas indecentes y deshonestas sin que ello afectara en lo más mínimo su nivel espiritual. Esto solo habría de darse, si podía mantener una vida abstemia, motivo por el cual debía ser Nazir.

Rav Shimón Schwab sz”l explica que Manoaj pidió la segunda aparición del ángel para saber cómo podía educar a un hijo, a fin de que cumpla leyes (Nazir) a las que él mismo no estaba obligado. La respuesta consiguiente fue que, justamente, Manoaj mismo asumiera esos preceptos para si mismo, de manera que se vuelva también en un ejemplo apropiado para su hijo.

Algunos meses más tarde nació Shimshón, y “fue bendecido por D”s”. A primera vista, no parecía poseer virtudes especiales: la descripción física de Shimshón en el Talmud es de un “rengo de ambos pies” (Sanedrín 105.). Difícilmente sea la apariencia de un héroe. El versículo nos habla que su fuerza especial se debía al espíritu Di-vino que lo acompañaba (“lefa’amó”) en ciertas oportunidades (cuando D”s así lo disponía). También se asemejaba a las campanas de una prenda que vestía el Cohen Gadol: “la Presencia Di-vina lo acompañaba por doquier”. Su fuerza era de origen Di-vino (Sotá 10.) y no se debía – ni a su musculatura, ni a su cabello largo.

Sin embargo, no nos quedemos con su aspecto físico disminuido. El nombre Shimshón se identifica con el propio Nombre de D”s, pues “así como D”s protege al mundo, Shimshón defendió a Israel” (Sotá 10.).
“Cinco fueron creados con rasgos físicos extra-humanos, y luego sufrieron precisamente en aquellas áreas en las que sobresalían: ‘…Shimshón (poseía esa particularidad) en su fuerza…’” (ibid).
También en la bendición de Ia’acov había una alusión a su equidad y entereza semejantes a lo Di-vino: “Dan juzgará a su pueblo igual al Único de las tribus de Israel” (Shimshón pertenecía a la tribu de Dan).

En su época, los hebreos estaban en un nivel espiritual inferior a, por ejemplo, la época de la jueza/profetisa Débora. Al igual que el resto de las tribus que habían oportunamente escuchado las palabras proféticas del patriarca Ia’acov antes de fallecer, Dan había recibido la suya.
En aquel vaticinio, recordemos, Ia’acov comparó a Dan con una “serpiente que muerde el talón del caballo en el camino, haciendo caer así al jinete que lo montaba…” – y siguió diciendo – “¡Tu salvación invoco, Oh’ D”s!” (Bereshit 49:18).
¿Qué significó todo esto?
Ia’acov, al presagiar la vida de Shimshón con todos los atributos especiales que mencionamos, creyó que él sería el anhelado “Mashíaj” (redentor de Israel). Cuando lo vio (en su visión profética) caer en manos adversarias, rezó por él.

Shimshón fue hasta la tierra de los Filisteos. Allí vio a una filistea y decidió comenzar la salvación de Israel.

Un matrimonio extraño, pero proveniente de D”s
A sus padres (y a la familia de la filistea) les dijo que se pensaba casar. Ella se convirtió al judaísmo (Ramba”m, Mishné Torá, Isurei Biá 13:14). Sus padres le formularon la pregunta habitual del padre judío: ¿Acaso no existen niñas bonitas judías como para que te busques justamente una filistea?

Mas los padres “no supieron que esto era proveniente de D”s” (Shoftim 14:4), pues Shimshón tenía aquel gran desafío: por un lado debía auxiliar a su pueblo y – por el otro – su pueblo no contaba con mérito suficiente para ser salvado. Siendo esta la situación, Shimshón debió encubrir sus peleas con los filisteos detrás de una “cortina de humo” y hacerlas parecer como si se tratara de problemas y venganzas personales (lo cual no era extraño para el modo de vida filisteo).
Shimshón respondió a los padres que “esta niña es adecuada en mis ojos” (no era el pensamiento verdadero de Shimshón, pero por haberlo dicho, más tarde fue castigado con la pérdida de la vista).

Shimshón había, efectivamente, purificado sus ojos de modo que no sería arrastrado por lo que sus ojos vieran. Por ese motivo, D”s aprobó que él decidiera qué estrategia tomar para incursionar entre los filisteos, aun si eso implicaba tomar a una mujer de ellos como esposa.
Si bien las intenciones de Shimshón eran puras, este pequeño desliz (de mencionar que él aprobaba – con un pequeñísimo rasgo de orgullo – la idoneidad de la muchacha, más allá que era una orden de D”s) disminuyó en el nivel inmaculado de su probidad (Mijtav m’Eliahu, tomo II, pag. 273 a partir de Midrash Tanjumá Beshalaj 12).

Durante los días siguientes a la boda, se presentó la primera oportunidad de altercado con los filisteos. Shimshón ofreció a los filisteos una adivinanza y apuesta acerca de algo que le había sucedido estando a solas, cosa que nunca podrían descubrir con su ingenio (en camino a Filistea, evitando atravesar los viñedos cuyas uvas le estaban prohibidas, había luchado con un león que lo atacó. Allí donde había quedado el esqueleto de la quijada del león, luego se había formado un panal de abejas, del que Shimshón comió miel).
“Del que depreda surgió comida, y del valiente brotó lo dulce” – les dijo…
El pago por perder la apuesta eran 30 cortinas y 30 trajes. Cuando éstos lograron la información mediante amenazas a su flamante “esposa”, Shimshón efectivamente pagó la apuesta (que le costó la vida a 30 filisteos, cuyas prendas despojó). Shimshón se fue “enojado”.

La venganza mediante los zorros
Pasó un año. Shimshón se encontró con la noticia de que su “esposa” había sido entregada a otro hombre. Nuevamente tomó “venganza personal” de los filisteos por la traición que le hicieron. Quemó los campos filisteos encendiendo las colas de 300 zorros que ató en parejas y que en su carrera por los mismos generaron un descomunal incendio.

“¿Por qué – precisamente – zorros?” – pregunta el Talmud.
“Pues el zorro retrocede hacia atrás (cuando huye), tal como los filisteos que revocaron unilateralmente su pacto de no agresión que habían cerrado con los hebreos” (entre Avraham y Avimelej, su rey – Bereshit 22:27-31).

Más tarde, los filisteos exigieron a la tribu de Iehudá, la más cercana al país filisteo, la entrega de Shimshón para “retribuirle” por los daños que les había ocasionado. La respuesta de Shimshón a sus correligionarios (entendiendo que los estaba poniendo en peligro a todos, por su conducta) fue que accedía a ser entregado siempre y cuando no fueran los hebreos mismos quienes le pusieran la mano encima. Nuevamente evitó toda posibilidad de involucrarlos.

Las escaramuzas entre Shimshón y los filisteos siguieron. El último episodio de Shimshón con una mujer filistea ocurrió con D’lilá (Dalila).
El nombre de ella coincidió con su actitud: “dildelá” (la raíz etimológica – le sustrajo su fuerza, lo engañó y lo despojó del espíritu Di-vino que lo acompañaba).
Los filisteos le insistieron a ella con promesas de premios, para que D’lilá logre averiguar el secreto de la fuerza de Shimshón. D’lilá lo intentó repetidamente, pero Shimshón no le revelaba la verdad. Cada vez que D’lilá transmitía la información obtenida – que siempre era errónea -, los filisteos intentaban apresarlo infructuosamente.
D’lilá presionó e hizo sufrir a Shimshón con tormentos espirituales en los momentos de intimidad, para que develara su secreto.

No mencionaría el Nombre Di-vino en vano
Shimshón, finalmente, reveló el origen Di-vino de su fuerza (“pues soy nazir para D”s desde niño”). Ella reconoció que esta vez le confió la “pura verdad”.
¿Cómo lo supo? pregunta el Talmud: “se reconocen las palabras legítimas”. También:
“sabía que este santo no mencionaría el Nombre Di-vino en vano”. Aun así, D’lilá lo traicionó por dinero.

Una vez preso, lo primero que hicieron fue quitarle los ojos a Shimshón. Los filisteos organizaron una gran fiesta en honor a sus ídolos a quienes atribuyeron el triunfo de poder apresar a su archi-enemigo. No se sabe cuánto tiempo estuvo preso Shimshón, pero durante los próximos veinte años, su persona infundió miedo en los filisteos.
En medio del jolgorio decidieron que sería agradable escuchar la música de los instrumentos de Shimshón.

Shimshón pidió que lo acerquen a las columnas que sostenían el edificio. Allí rezó a D”s: “¡Recuérdame y bríndame fuerza! – ‘recuerda’ que juzgué a Israel durante 20 años y en ningún momento hice abuso de mi posición pidiendo siquiera a alguno de ellos: ‘Acércame el bastón de un lugar a otro’”.
En otras palabras, jamás aceptó soborno alguno – ni siquiera un pequeño favor, como el de que se le acerque su bastón – siendo juez de Israel. El soborno “enceguece la visión de los sabios” (Shmot 23:8, Dvarim 16:19). Puesto que Shimshón había obrado con honestidad toda su vida, entendía que no merecía la ceguera, y por lo tanto pidió a D”s que le permita vengarse de lo que habían hecho a sus ojos (Maharshá).

Las palabras proféticas de Ia’acov se cumplieron. Tal como lo haría una serpiente, “mordió los talones” de los filisteos para impedir que siguieran subyugando impunemente a Israel. Pero al margen de esto, Shimshón fue un verdadero ejemplo de santidad, y un líder de su pueblo, que siempre arriesgó y (por último) terminó ofrendando la vida para favorecer a los suyos.

Los filisteos acosaron a los israelitas por muchos años más: durante el mandato del Cohen Elí, el profeta Shmuel y el rey Shaul. Finalmente, terminaron definitivamente abatidos a manos de David, como ya veremos (Shmuel II 23:10).

Shmuel, nacé un profeta
SHMUEL, HIJO DE PADRES EXTRAORDINARIOS
Elkaná vivió en la época posterior al Juez Shimshón, cuando Elí haCohen, el Sumo Sacerdote, ejercía como el guía espiritual del pueblo.

Muchos años antes, luego que el Mishkán (Santuario) armado por Moshé en el desierto, hubo estado en Guilgal los primeros 14 años inmediatamente después de la conquista de Israel por Iehoshúa, pasó a ser construido en Shiló – que queda al norte de Ierushalaim.
En Shiló, el Mishkán poseía una estructura más firme que la que había tenido en el desierto, pues ahora contaba con paredes de piedra (a diferencia de su par más precario anterior, cuyas paredes consistían en columnas de madera), y allí había de permanecer durante los próximos 369 años.
La obligación de los judíos, pues, de peregrinar tres veces al año (en las festividades de Pesaj, Shavuot y Sucot), debía realizarse en aquella época, a Shiló. Por cierto motivo que desconocemos, los judíos lentamente dejaron de observar este importante precepto, y festejaban las festividades en sus hogares.
No olvidemos que la Torá promete a la gente que observa esta Mitzvá que nadie codiciará sus tierras ni intentará ocuparlas durante su ausencia (por la peregrinación al Mishkán) o sea, que ese no debía ser un motivo para descuidar el deber bíblico.
Aliá laReguel
Elkaná estaba determinado a revertir esta situación, y comenzó a cumplir esta preciosa Mitzvá con su familia. Aparte de las tres visitas anuales reglamentarias, Elkaná asumió personalmente el voto de una cuarta peregrinación anual. En cada ocasión lo acompañaban sus hermanos, esposas, hijos e hijas.
En el camino acampaba en las calles de las ciudades que atravesaba. La gente lugareña, preguntaba curiosa acerca de su extraño viaje.
Elkaná respondía que se dirigía a Shiló, tal como manda la Torá, y los invitaba a sumarse a la visita al Mishkán. Emocionada, la gente accedía a su pedido, y participaban de Aliá laReguel. Al año siguiente, Elkaná elegía otro itinerario, y lograba sumar nuevas familias a la peregrinación. Así se iban sumando, año a año, más familias que comenzaban a cumplir con esta Mitzvá (Taná d’ve Eliahu Rabá 8).

Rav Iosef Iozel Horovitz sz”l (Saba de Novhardok) señalaba a partir de esta historia, la fuerza que tiene la determinación de una sola persona que decide hacer las cosas como corresponde. Elkaná simplemente demostró con su ejemplo lo que se debía hacer… y la gente lo siguió. Así, logró reinstalar en la práctica judía un precepto que había caído en desuso, preso de la negligencia de la gente.

Elkaná tenía dos esposas: mientras Janá, su primer esposa, era aún estéril, Pniná ya le había dado a luz varios hijos (Shmuel I 1:2).
Si bien el TaNa”J no dice el porqué de esta bigamia, algo permitido pero my infrecuente entre los hebreos – salvo los reyes, el Midrash (Ialkut Shimoní Shmuel 89) explica que el deseo de Elkaná de engendrar una descendencia, fue el que – al igual que su ancestro Avraham – indujo a que considerara la posibilidad de agregar una segunda esposa a la familia después de estar casado con Janá diez años.

Janá estaba extremadamente dolida por la situación y estallaba en llanto en las reuniones familiares – especialmente en las festividades – y se abstenía de compartir las comidas.
La reacción de Elkaná y de Pniná ante el drama de Janá fue muy disímil. Mientras el marido trataba de calmar su angustia mediante obsequios y palabras de afecto, Pniná provocaba aun más lágrimas. Pniná, en realidad, quería que Janá rece con mayor fervor, para lograr que D”s le conceda su deseo (de tener hijos). (Bava Batrá 16.)
¿Qué hizo? Cada vez que compraba o tejía una ropa nueva para alguno de los suyos, se la mostraba a Janá, causándole aun más pena.

Pniná, sin embargo, fue finalmente castigada con escalofriante dureza (perdió varios hijos). ¿Por qué?
Porque aun las buenas intenciones no facultan proceder con crueldad (Rav Jaim Shmuelevitz sz”l). O sea: “el fin no justifica los medios”.
El pedido de Janá
Fue así que Janá acompañaba a su marido – Elkaná – a la ciudad de Shiló todos los años. Puesto que HaShem aún no le había dado hijos, ella seguía llorando en sus plegarias, en las que devota e impetuosamente rogaba aquella bendición.
“Si HaShem cumplía su pedido” prometió – “ese hijo sería dedicado de lleno al Servicio de HaShem” (Shmuel I 1:11).

Janá pidió a D”s que le otorgara “simiente de hombres” (plural).
El Talmud (Brajot 31:) explica este pasaje atribuyéndole varias connotaciones: Janá pidió que su hijo (Shmuel) sea aquel que unja a dos grandes reyes. ¿Y quiénes fueron estos?
Nada más, ni nada menos que Shaul y David.

Shmuel también tendría el calibre equivalente a dos grandes, y su Tefilá sería tan efectiva como la combinación de ambos aquellos: ¡Moshé y Aharón!
Janá solicitó, asimismo, que fuese de talante promedio: ni alto, ni bajo, ni delgado, ni obeso, ni albino, ni pelirrojo, ni genio, ni torpe.

Janá continuó rezando: “D”s: Tú has dado origen a tantas multitudes de creaciones: ¿no puedes otorgarme aunque fuese tan solo un hijo?”
“Tú has fijado tres razones por las cuales castigas a la mujer al momento de parir: Nidá, Jalá y el encendido de las velas de Shabat: ¿he violado alguna de estas?”
Siguió Janá:
“Tú no has creado nada en vano en una mujer: hay órganos para ver, escuchar, pechos para amamantar… dame un hijo, así puedo dar utilidad a los míos”.

Al ver Elí, el Cohen Gadol, a Janá rezando desconsolada en Shiló, erró creyendo que ella estaba borracha, pues la veía rezar de modo muy prolongado. Asimismo, no sabía si realmente rezaba, pues movía los labios sin que se escuche su voz.
En realidad, beber vino en Iom Tov es una Mitzvá, y era posible que un exceso de bebida aproximara a la persona a un estado cercano a la ebriedad. Sin embargo, la ley prohíbe rezar en situación de embriaguez – lo que se compara a la idolatría, pues da lugar a la creación de símbolos falsos en la imaginación del ebrio. Asimismo, está prohibido realizar tareas sacerdotales estando pasado de copas.

De todos modos, el Talmud aprende del modo en que oraba Janá, cuál es el modo correcto de rezar la Amidá (Shmoná Esrei), y es así como lo debemos hacer nosotros:
“Quien reza debe concentrarse en las intenciones correctas, debe articular las palabras con sus labios; no deber levantar la voz; y uno que bebió no debe orar”.

También aprendemos de esta narración, que se debe subsanar los errores del otro (tal como se establece en Vaikrá 19:17), aun si se tratara solamente de una ordenanza rabínica.

Janá corrigió entonces a Elí, haciéndole saber que la angustia que la aquejaba se debía a su presente esterilidad, pero que no había bebido alcohol. Es más: reprochó a Elí por haberla evaluado careciendo (en ese momento) de Ruaj haKodesh (espíritu Di-vino).

¿Cómo pudo errar así Elí?
El Gaón de Vilna explica que cuando Elí vio a Janá, sintió que sucedía algo extraño y consultó en el Urim veTumim – oráculo que el Cohen Gadol lleva en su prenda pectoral (llamada “Joshen Mishpat”). El oráculo mostró cuatro letras, que Elí leyó en el siguiente orden: “Shin”, “Kaf”, “Resh”, “Hei”, lo cual lo llevó a considerar que ella estaba “Shikorá” (borracha). En realidad había errado en el modo en que ordenó mentalmente las letras que veía. Debía haber leído: “Kaf”, “Shin”, “Resh”, “Hei”, lo que significa “keSará” (igual a Sará, que también había sido estéril) o Kesherá: (idónea).

El Talmud aprende también de esta situación que una persona de quien sospechan incorrectamente debe ejercer su descargo y aclarar su transparencia ante quien lo sospecha.

Elí admitió de inmediato que se había equivocado respecto a ella, y la bendijo para que se cumpla su noble petición.
Así también aprende el Talmud que quien desconfió infundadamente de otro, debe sosegarlo y bendecirlo.

La bendición de Elí se cumplió y pronto nació Shmuel.
Muchas mujeres habían nombrado previamente a sus hijos “Shmuel”, esperando que ellos crezcan y lleguen a ser el profeta que motivara hacia el pueblo al crecimiento espiritual que se necesitaba en aquellos momentos, pero al conocerse cómo iba desarrollando cada hijo, se advertía que no se había cumplido esa expectativa. No así cuando creció Shmuel, que demostró ser el esperado líder (Rash”í).

Janá es una de las célebres siete profetisas (Meguilá 14.) y compuso un poema de alabanza a D”s para agradecerLe su primer hijo.
Cuando ya había transcurrido el tiempo que la madre debía cuidarlo, Janá cumplió su promesa y lo llevó ante Elí a Shiló, para que aprenda Torá con él y siguiera sus pasos como futuro líder de Israel.

Efectivamente, Shmuel, hijo de la profetisa Janá, fue el último de los Jueces que guiaron a Israel en los tres siglos y medio que siguieron al liderazgo de Iehoshúa, y el responsable de ungir a dos de los primeros reyes de Israel: Shaul – de la tribu de Biniamin, y luego a David – de la tribu de Iehudá, iniciando así una nueva era en la historia de nuestra nación.

Eli y sus hijos
EXTRAÑOS OBSEQUIOS PARA EL MISHKÁN
Si bien todo el pueblo de Israel ya reconocía al joven Shmuel como un profeta auténtico, el líder oficial de la nación seguía siendo Elí haCohen, el Sumo Sacerdote, que era quien guiaba al pueblo desde la muerte de Shimshón.
El pecado de los Tzadikim
A pesar de ser hijos de un Tzadik, Elí: Jofní y Pinjás, llevaban una conducta reprochable. Entre sus faltas más graves, estaba el hecho de que demoraban a las mujeres parturientas que traían sus ofrendas (obligatorias por la Torá luego de dar a luz) a Shiló (sitio en el que se encontraba el Mishkán en aquella época) y provocaban de ese modo que ellas no regresaran de inmediato a sus maridos.
Si bien el motivo de las dilaciones era su afán por estudiar Torá, siendo Cohanim, tenían obligación de priorizar la atención para con estas mujeres, quienes se quedaban para asegurarse que la ofrenda que habían traído, realmente se sacrificaba.

También pecaban al elegir para sí, violentamente, los trozos de las ofrendas que la gente traía, en un modo que no condice con lo que se espera de un Cohen, que ejerce una tarea sagrada.
Por ley de la Torá, el Cohen recibe el muslo derecho y el pecho de cada ofrenda de Shlamim, una vez que se han colocado las entrañas sobre el altar. Los dueños gustosamente les ofrecían que llevaran carne – incluso cocida – en el momento que correspondía hacerlo. Ellos, sin embargo y apurados por volver a su estudio, exigían carne cruda de antemano, y aun partes que la Torá no les había adjudicado. Esto se había convertido en su norma de conducta. Pero, a su vez, inducía a quienes traían sus animales a desistir de traer ofrendas en el futuro…
El Talmud (Kritut 28.) alegóricamente, dice que el patio del Mishkán (la Azará), al referirse al modo de distintos Cohanim de consumir la carne de las ofrendas, exclama y pide que “quiten a Jofni y Pinjás de su medio”.

El TaNa”J describe y censura estas actitudes en los términos más duros.
El culpable principal era Jofní, pero puesto que el hermano Pinjás no lo censuraba, se lo considera cómplice de los actos de Jofní (Shabat 55:). A su vez, los asistentes de ellos dos, aprendieron a tratar las ofrendas y el Servicio del Mishkán con desidia e indolencia, causando una mala impresión a ojos del público.

Es importante aclarar que el pecado enunciado en el TaNa”J (en el sentido que estos hermanos “se acostaban con las mujeres que traían las ofrendas”), no debe ser interpretado literalmente tal como lo relata el texto.
Así como en otras instancias, también en el caso de estos Tzadikim – precisamente por su virtud – el TaNa”J se expresa con rigor extremo, para acentuar la exigencia mayor de D”s con aquellos que – por su preparación, prestigio y cargo – deben ser más cautos y brindar el modelo de una conducta ejemplar y diáfana al resto de los judíos. Por tal motivo, sus (relativamente) pequeñas falencias son presentadas de una manera magnificada, de modo tal que quienes somos de menor virtud, comprendamos que se trataba de situaciones que determinaron el castigo Di-vino correspondiente.
Palabras claras salvan a los hijos
Elí, el nonagenario padre, intentó corregirlos repetidamente, haciéndole saber que su posición encumbrada acrecentaba su responsabilidad, pues si ellos – garantes de la justicia entre el pueblo – mostraban una conducta floja, quién – sino D”s Mismo – castigaría sus acciones. Pero sus palabras no tuvieron eco en los oídos de los hijos.
Elí podía haber sido más categórico en sus palabras, tal como lo había sido con Janá cuando la reprochó por estar “borracha” durante sus rezos que pronunciaba en el Mishkán (cuestión que ni siquiera se condecía con la realidad).
Los Sabios critican al papá por no haber sido lo suficientemente contundente con los hijos, y lo responsabilizan por las consecuencias terribles que acaecieron al pueblo como resultado de esta laxitud.

El profeta (según algunas fuentes se trata del propio Elkaná, padre de Shmuel) se acercó a Elí para advertirle sobre las secuelas nefastas que acarrearía su omisión: con su actitud relajada, Elí estaba cuidando más la deferencia que mostraba por sus hijos, que el respeto debido a D”s.
Por lo tanto, en lo inmediato, sus hijos perecerían de una muerte violenta en un mismo día. Y en el futuro, sus descendientes no alcanzarían la adultez (salvo que dedicaran su vida al estudio de la Torá y a realizar actos de caridad – Rosh haShaná 18.), ni serían ordenados con la Semijá que los habilitaría a ser miembros del Sanhedrín (Sanhedrín 14.).
La muerte prematura de sus descendientes, correspondía a su nefasta actitud de exigir las porciones de carne de los Korbanot anticipadamente – antes que se quemen sobre el Mizbeaj (altar) las entrañas que se queman en Honor a D”s.

Y además, el Sumo Sacerdocio que ahora ejercía él, Elí descendiente de Itamar – hijo de Aharón, volvería a la otra rama de los Cohanim con Tzadok, descendiente de Eleazar (el hermano mayor de Itamar). Su propia prole, en cambio, permanecería subordinada a los demás Cohanim.
Poco después Shmuel, que atendía a Elí estando al servicio del Mishkán, completó esa ominosa profecía. Sólo el arrepentimiento podía modificar la situación. Sin embargo, la suerte de Jofní y Pinjás ya estaba sellada, y no cambiarían su actitud. Esa fue la primera profecía que Shmuel escuchó, y debió informar al propio sacerdote Elí

Este fue un momento de transición en la conducción de la nación. Shmuel recibió esta profecía “entes que se apague la vela” del Mishkán.
Alegóricamente, los Sabios entienden de esta circunstancia (Iomá 38:), que “antes que se apague la vela de Elí, D”s ya había preparado la luz de Shmuel”.
Al igual que en otras coyunturas de la historia, D”s jamás dejó huérfana a una generación, y preparó los tzadikim y personas capacitadas para servir de modelo y conducir al pueblo.

La amenaza de los filisteos seguía siendo tan grave como en la época del juez Shimshón quien había liberado otrora a los israelitas, de su yugo. Muchos años después de Shimshón, los filisteos sentían un profundo miedo ante los hebreos, con lo que su beligerancia se había mantenido aún quieta, y ya se habían recuperado de los desastrosos castigos propinados por Shimshón.

Las guerras con los filisteos y el arca
Comienza la batalla
Por lo tanto, los hebreos se alistaron nuevamente para hacerles frente.
En el primer encuentro con ellos, los judíos sufrieron una inesperada y terrible derrota. Murieron 4.000 hombres de entre sus filas.
Ante este sorprendente fracaso, los ancianos decidieron proceder de manera inusitada, perpetrando un acto que jamás habían osado en el pasado: fueron hasta Shiló y retiraron del Mishkán el Arca de D”s en el que se encontraban las Lujot (Tablas de la Ley). De allí lo llevaron al campo de batalla. No consultaron con el oráculo (Urim veTumim), y los propios Jofní y Pinjás escoltaron el Arca hasta el frente.
Puesto que no admitían que estaban actuando equivocadamente, creían que la derrota sufrida había sido injustificada, y que estando el Arca con ellos, D”s los protegería del mismo modo que cuidaría el Arca.

Obviamente, estaban equivocados: sus actos habían sido reprobados por D”s, y la presencia del Arca no los salvaría de los enemigos.
No obstante – y hoy no es distinto – es muy común encontrar que la gente busque solucionar sus dificultades sujetándose de elementos que creen que les darán “suerte” para sobrellevar los problemas, en lugar de hacer Teshuvá, buscar y admitir los errores personales que debe corregir, lo cual puede y suele requerir sinceridad, franqueza, mucha voluntad de trabajo interno y perseverancia (Rav Avigdor Nebenzahl shlit”a)..
La solución equivocada y sus secuelas
Cuando el Arca llegó al frente de batalla, hicieron sonar los Shofarot del mismo modo que lo habían hecho sus antepasados hacía varios siglos frente a las murallas de Ierijó. Los propios filisteos escucharon el sonido y la bulla del campamento hebreo, y se asustaron de sobremanera, al enterarse que habían traído el Arca: ¡este es el Arca del D”s que había castigado duramente a los egipcios junto al mar!
Ante tal cuadro, los filisteos se impulsaron mutuamente a ser valientes – para no llegar a revertir la situación con los hebreos sometiéndolos a ellos.

El resultado de esta segunda contienda fue aun más desastroso para los hebreos: esta vez cayeron 30.000 hombres, junto a Jofní y Pinjás, y el resto de los judíos escaparon cada uno a su hogar como pudieran.
Los filisteos incautaron el Arca como trofeo de guerra. Fue la valentía del joven Shaul, de la tribu de Biniamín, quien más tarde se convertiría en el primer rey de Israel, que osó perseguir al soldado filisteo Goliat y logró arrebatarle y rescatar las Lujot corriendo con ellas hasta Shiló.
Goliat jamás perdonó esta osadía a Shaul, y cuando éste último se convirtió en rey de los judíos, lo desafió públicamente a pelear contra él. Finalmente, fue David quien le hizo frente, y lo mató con la honda y la piedra.

Shaul trajo la trágica noticia a Shiló y todo el pueblo recibió las nuevas con terrible clamor. Cuando Elí se enteró de lo sucedido – en particular la pérdida del Arca – cayó al suelo y se desnucó. Asimismo, la esposa de Pinjás murió al dar a luz a un hijo al que nombró “I-Kavod” por el honor de Israel que había caído en manos de idólatras.
Todo Israel lloró la pérdida del Mishkán de Shiló que había sido su centro espiritual durante casi cuatro siglos.
Poco sabían, que el emergente profeta Shmuel, los encaminaría hacia la Teshuvá, y sentaría los cimientos espirituales del Bet haMikdash que luego construiría el Rey Shlomó.
Milagros en tierras filisteas – a espaldas de los hebreos
Los filisteos llevaron estaban concentrados principalmente en cinco ciudades de la costa del Mediterráneo: Ashdod, Ashkelón, Gat, Azá y Ekrón. La primera ciudad que recibió el “botín” sagrado, fue Ashdod. Puesto que – aun siendo paganos – respetaban a D”s, colocaron al Arca junto a la imagen de su ídolo Dagón (este nombre proviene de Dag – pez – y tenía forma de pez con cabeza, manos y pies humanos, no muy distinto a las imágenes que luego harían los griegos).
Al día siguiente, encontraron a su ídolo que estaba tirado frente al Arca. Puesto que no estaban dispuestos a aceptar que su ídolo era simplemente un trozo de piedra, lo levantaron y lo colocaron en la misma posición en que había estado antes.
Sin embargo, cuando amanecieron al día siguiente, encontraron al Dagón caído frente al Arca, mientras que su cabeza, manos y pies se encontraban tirados en dirección opuesta a la entrada de su santuario.
Por hacer caso omiso a esta situación, y no queriendo reconocer su pecado, D”s castigó a los habitantes de Ashdod con terribles sufrimientos: fueron atacados por ratas, y sus cuerpos padecieron de hemorroides y tumores.

Dado el clamor de los lugareños, los jerarcas filisteos decidieron trasladar el Arca a Gat. Sin embargo, la misma escena se repitió en esta ciudad, y sus moradores sufrieron los mismos males que sus compatriotas ashdoditas. Esto precipitó la determinación de trasladar el Arca a Ekrón, cuyos ciudadanos de inmediato se opusieron, pues temían correr la misma suerte que los habitantes de las anteriores ciudades.

Finalmente, y luego que el Arca permaneciera en los campos filisteos durante siete meses, sin que ninguna de las ciudades aceptara retenerlo, los gobernantes de las ciudades se reunieron un tanto más sumisos, decidiendo que debían devolver el Arca a su lugar natural.
Sin embargo, tenían dudas acerca de si ese era el proceder correcto: ¿y si fuera todo una mera coincidencia de “mala suerte?
Por lo tanto, sus sacerdotes y adivinos les aconsejaron hacerle una ofrenda de regalo y devolverlo a los hebreos de manera que el Arca decida por sí solo si debía retornar, o no.

Así suelen obrar las personas: mientras exista alguna posibilidad de atribuir las adversidades de la vida a la mera fatalidad – de modo que no lo comprometa moralmente a uno categóricamente a cuestionar sus actos, intentará eludir la ilación de que lo que sucede es Providencial. Recién cuando no tiene como explicarse las cosas de otra manera, sucumbe ante la evidencia.

Mandaron entonces, fabricar objetos peligrosos de oro: ratas y tumores de oro macizo iguales a los que habían sufrido, y las colocaron en el Arca, a título de pedido de perdón por haberlo injuriado, y como reparación y disculpa por su falta de honor al Verdadero y Único Soberano del universo.
Luego, pondrían el Arca sobre un carruaje que estaría conducido por dos vacas que acababan de parir terneros – lo que implicaba que estas bestias difícilmente querrían abandonar a sus crías – y que lo conducirían, si fuera el caso, rumbo a Iehudá.
Si efectivamente las vacas abandonaban a sus crías – algo que iría contra su naturaleza – y cargarían el Arca hacia Iehudá, sería una clara señal que los filisteos estaban obrando correctamente.
Y así se hizo: a sorpresa de todos, las vacas arrastraron el carruaje en dirección de la tierra de los hebreos, mientras emitían voces de dolor por dejar solos a sus terneritos.

Frecuentemente tenemos la sensación que los milagros cambian las actitudes de vida de la gente. La realidad habitualmente demuestra lo contrario. También en este caso, los filisteos fueron testigos y protagonistas de repetidos milagros manifiestos – un Kidush haShem de dimensiones inéditas – sin que esto modificara su tendencia pagana.
Es verdad: tuvieron miedo al Arca, y aun después – en la época de Shaul, y aun con Golit – desafiaban hostilmente a los hebreos, pero no se animaban a atacar.
Sin embargo, nada cambió en su pensamiento íntimo, pues no los milagros sino el estudio de la Torá, cambia y permite crecer al ser humano.

Los habitantes de Bet Shemesh, fueron los primeros en avistar el Arca que venía solo, sin quien lo condujera, desde tierras enemigas, y se alegraron enormemente. Desataron las vacas, y las ofrecieron en un altar sobre los leños componentes del carruaje que había traído el Arca.
Sin embargo, estar en posesión del Arca, implica una enorme responsabilidad espiritual. Los habitantes de Bet Shemesh no estuvieron a la altura de lo que les correspondía y sufrieron grandes pérdidas humanas. Por lo tanto, pidieron a los ciudadanos de Kiriat Iearim que llevaran el Arca a su territorio. Fue entonces allí donde habría de permanecer el Arca durante los siguientes veinte años.

Shmuel era a la sazón, el reconocido líder de Israel, y logró que los judíos se arrepintieran de sus anteriores pecados, de modo que D”s quitó la sombría amenaza que se cernía sobre ellos.
¿Y los obsequios?
¿Qué terminó sucediendo con los “obsequios” que los filisteos regalaron al Arca?
Llamativamente, esta caja con los regalos permaneció en el Arca junto a las Tablas de la Ley (Bava Batra 14.) y se colocó el Sefer Torá escrito por Moshé sobre aquella caja.
Luego, muchos años más tarde, fue escondida por el rey Ioshiahu (uno de los últimos de la dinastía de Iehudá antes de la debacle ante los caldeos), junto a otros objetos sagrados del Bet haMikdash, para que no caiga en manos enemigas cuando fuese saqueado y destruido el sagrado Templo.

Pero – ¡¿qué significado espiritual tenían, acaso, estos elementos regalados por un pueblo pagano, como para que se diera tanta trascendencia – como para ser colocados junto al Sefer Torá?!; ¿no era, acaso, el hecho que se obsequiara estas imágenes de oro, fruto de la recomendación de hechiceros y adivinos?

Rav Shimon Schwab sz”l, responde: el contraste de la espiritualidad del Sefer Torá junto a las efigies de lo más mundano y corporal, responde al hecho de que así también D”s nos ha creado de manera maravillosa (“maflí la’asot”): el alma unida al cuerpo, y de ese modo es como Él desea que nos presentemos frente a Él para cumplir nuestras obligaciones. (Rav Schwab on Prayer, Mesorah/Artscroll)

El contraste es evidente: cuando se erigió el Mishkán, se exigió a los judíos que realicen sus donativos con intenciones puras y diáfanas y de todo corazón (“nedivut lev”). A los artesanos, también se les demandó cumplir su tarea concentrándose en el significado espiritual de todo lo que procesaban y fabricaban.
Sin embargo, el mismo Mishkán podía contener objetos regalados por idólatras cuyos designios fetichistas se limitaban a liberarse del castigo por haber agraviado la santidad de aquel Santuario – y todo esto solamente porque estos elementos produjeron un Kidush haShem entre las naciones.

¿Por qué tal diferencia?
D”s no exigió a los filisteos aquello que no está en su atribución moral.
Empero, de Sus hijos, D”s exige lo máximo. Por lo tanto, estemos orgullosos de poder servir al Todopoderoso en un nivel de exigencia que demuestra todo lo que Él espera de nosotros.
SHMUEL – UN PROFETA SIN IGUAL
Ya mencionamos que los hijos de Elí – Jofní y Pinjás – no habían continuado la conducta de su padre en términos de servicio abnegado por el pueblo, y puesto que el padre no los reprendía con rigor suficiente, la casa de Elí estaba destinada a perder su cargo preferencial como Cohanim Guedolim. Esa fue la primera profecía que Shmuel escuchó – estando al servicio del Mishkán – y debió informar al propio sacerdote Elí…

Los filisteos atacaron y el resultado fue desastroso para los hebreos. Los filisteos llevaron el Arca y luego lo “devolvieron” de manera milagrosa, acompañada por obsequios de oro como señal de reparación y disculpa por su falta de honor al Verdadero y Único Soberano del universo.
Más milagros
En ese escenario penoso, Shmuel debió asumir el desafío de ser el nuevo líder del pueblo.
Shmuel, entonces, tomó el cargo y el desafío de unir y vigorizar a sus hermanos. El pueblo ya había reconocido a Shmuel como profeta en vida de Elí. La tarea no sería fácil.
En primer lugar habría que encarar el restablecimiento del Mishkán (Santuario) en Nov, pues con la muerte de Elí también había caído el Mishkán de Shiló, después de haber estado en pie durante 369 años (Zvajim 118:).

El sometimiento a los filisteos era tan solo la manifestación externa del padecimiento espiritual interno de los israelitas, por lo cual su primera labor debía ser cómo fortalecer sus aspectos espirituales. Shmuel iba de ciudad en ciudad para predicar y juzgar (Shabat 26., Midrash Rabá, Shmot 16:4), haciéndose cargo él mismo de los gastos, sin querer beneficiarse en absoluto de la gente (Brajot 10:).
El resultado de los viajes de Shmuel fue decisivo. Los israelitas destruyeron todo vestigio de idolatría en su país, y en aquel nivel espiritual permaneció el pueblo durante muchos años. También los aspectos extraordinarios de la recuperación del Arca hicieron su efecto sobre los israelitas.

Shmuel reunió entonces al pueblo en Mitzpá. Allí rezó por ellos, vertieron agua sobre el piso (Shmuel I 7:6) y ayunaron.
“Verter el agua” es una expresión de exponer el corazón en señal de contrición (Eijá 2:19). También simboliza someterse humildemente tal como el agua “modestamente”, que siempre busca el sitio más bajo (Rash”í).

La reunión multitudinaria no pasó inadvertida a ojos de los filisteos, que sospecharon que se trataba de una iniciativa bélica. De inmediato, pusieron en marcha su ejército avanzando sobre los hebreos, sembrando el temor en ellos. Dirigieron estos su mirada hacia Shmuel para que implore a D”s en su favor. Al percibir Shmuel que el pueblo se había superado y merecía la Asistencia Di-vina, ofrendó allí mismo un Korbán y rezó. La respuesta fue instantánea: D”s hizo sonar truenos y estruendos en el campamento filisteo aterrorizándolos y haciéndolos caer en manos hebreas. Las ciudades ocupadas por los enemigos volvieron a soberanía de los judíos, y de ahí en más – y durante todo el período de regencia de Shmuel – los filisteos, como así también los demás vecinos, no volvieron a molestar al pueblo de Israel.

El pueblo pide un rey
El pedido de tener un rey
Los años pasaron y Shmuel mostraba signos de ancianidad. Sus hijos, Ioel y Aviá – no seguían su ejemplo. En lugar de acercarse a las ciudades para escuchar y guiar a sus hermanos, esperaban que ellos vinieran a sus despachos.

Por lo tanto, los ancianos (jefes y responsables del pueblo) se acercaron a Shmuel con un pedido hasta ahora inédito: querían un rey, del mismo modo que todas las naciones son dirigidas por un monarca. Shmuel recibió esta solicitud con desagrado, y se dirigió a D”s para que lo guíe en esta encrucijada (Shmuel I 8:6). D”s indicó a Shmuel que acepte la demanda del pueblo, pero que debía advertirles primero todo lo que ello implicaba: el rey de Israel sería soberano en muchas cuestiones, y el pueblo debería mantenerlo económicamente y aceptar todas sus decisiones.

Obviamente, ni Shmuel, ni los ancianos, eran ajenos a lo que la Torá dice al respecto: “Cuando lleguen a la tierra… dispondrán de un rey que D”s elija, de entre vuestros hermanos…” (Dvarim 17:14).
Hay distintas opiniones respecto a si para el pueblo de Israel es obligación tener un rey, o si la Torá lo presenta como una opción en caso que la gente lo pidiera (Sanhedrín 20:).
Sin embargo, las palabras de los ancianos preocuparon a Shmuel: ellos habían presentado su petitorio comparando su necesidad “con los pueblos circundantes”. Aun cuando los ancianos ciertamente no querían asimilarse a los demás pueblos, las palabras que utilizaron estaban fuera de lugar.
Tal como les advirtió Shmuel, aun si las demás naciones tuvieran cada una un rey, esto sería totalmente irrelevante para las necesidades de Israel, que no tiene nada en común con los otros pueblos.

Acerca de la necesidad misma de tener un rey para hacer cumplir debidamente la Torá, tal como lo planteaban los ancianos, Shmuel respondió que un rey humano jamás reemplazaría a la Autoridad de D”s. Pues “D”s, Vuestro D”s, es Vuestro Rey” (Shmuel I 12:12) – o sea, si el pueblo mismo sintiera su apego a D”s en forma personal y cuidara – cada uno personalmente – sus obligaciones que ya están indicadas en la Torá, entonces el rey que pedían estaría de sobra.
Por otro lado, si la gente no tuviera aquella voluntad y responsabilidad para cumplir con su deber – pues entonces aun habiendo un rey, no corregiría por la fuerza esta situación.
Así también lo demostraron los hechos de la historia de Israel: hubieron reyes que corrompieron al pueblo dándole un mal ejemplo – tal como sucedió con el rey Menashé, y también hubieron reyes que intentaron subsanar los males morales del pueblo por la fuerza – y no lo lograron, tal como aconteció posteriormente con Ioshiahu.

Los ancianos insistieron, pues también querían que su rey los liderara en las batallas contra los vecinos que nuevamente comenzaban a amenazar.
Fue en esa instancia que D”s causó el encuentro de Shaul con Shmuel, para que el profeta lo ungiera (Shmuel I 10:1).
Idoneidad y preocupación hasta el último instante
Shmuel, como dijimos, ya mostraba señales de vejez, y habiendo delegado la conducción en el flamante rey, se despidió del pueblo.
Los Sabios señalan que tal como Moshé y Iehoshúa, Shmuel se despidió y amonestó a sus hermanos antes de fallecer.

Estando Shmuel ante al pueblo en la coronación de Shaul, les habló, haciéndoles recordar las bondades que el Todopoderoso había realizado con ellos a través de todas las generaciones desde Moshé hasta aquel momento. En toda instancia HaShem los había recibido de vuelta después de las reiteradas caídas espirituales del pueblo.
¿Por qué?:
“Porque D”s ha jurado convertirte en Su nación”.

Así también en esta oportunidad, incluso si el pedido de tener un rey no había sido formulado como correspondía – aun así rezaría por ellos, en virtud de la Teshuvá que habían hecho.
Un grande en Israel
Sin embargo, la tarea de Shmuel estaba lejos de haber concluido.
Tal como veremos más adelante, el reino de Shaul no perduraría en el tiempo. Una y otra vez, Shaul, en su breve período de monarquía y aun siendo él mismo un gran Tzadik, demostró que no sería el precursor de aquella dinastía que habría de reinar sobre Israel para todos los tiempos. Ahora Shmuel debería comunicárselo a Shaul, y ungir al nuevo rey que le sucedería – mientras Shaul aún gobernaba.
Así fue, Shmuel ungió secretamente a David en Bet Lejem (Shmuel I 16:13).

¿En qué se equipara Shmuel con Moshé y Aharón, tal como mencionáramos al comienzo de este capítulo?
Shmuel transmitió y fue un ejemplo (Shmuel I 2:26) tanto en los preceptos relacionados a la conducta de la persona para con el Creador – enseñadas por Moshé (ben Adam laMakom), como así también aquellas del individuo para con el prójimo (ben Adam laJaveró) de las que Aharón era el paradigma (Shl”á haKadosh).

Del mismo modo en que Moshé jamás se benefició de su posición (B’midbar 16:15), así también Shmuel declaró jamás haberse aprovechado de su cargo (Shmuel I 12:3). Una Voz Celestial confirmó ante todos esta virtud de Shmuel (Makot 23:).
Ambos, Moshé y Shmuel, eran Leviím, y Shmuel descendía precisamente de Koraj – que fue quien desafió la autoridad de Moshé. Sin embargo, Shmuel fue segundo de Moshé en profecía como ningún otro profeta (Irmiahu 15:1), y tanto uno como el otro se caracterizaron porque se notaba la Presencia de D”s con una Nube Di-vina que se hallaba permanentemente ante sus tiendas (Tehilim 99:7).
Así fue, que justamente en el período de la historia en que el pueblo de Israel necesitó un líder de excelsa estatura moral, D”s mandó a Shmuel con tan sublime labor.

El rey Shaul
SHAUL, EL PRIMER REY DE ISRAEL
Sabemos que la monarquía había sido conferida por el patriarca Ia’acov a su hijo Iehudá en mérito a su demostración de valentía y responsabilidad. Efectivamente, esto ocurriría más tarde con la coronación del rey David con quien comenzaría la dinastía a la que deben pertenecer los reyes hasta la llegada del Mashíaj.
Sin embargo, al regresar Ia’acov a Cna’an y antes del nacimiento de Biniamín – el único de sus hijos que faltaba nacer – D”s había bendecido a Ia’acov diciéndole que aún nacería “‘una nación (una tribu)’… y ‘reyes saldrán de tus entrañas’”. En otras palabras, el hijo que estaba por nacer – Biniamín – sería antecesor de reyes.
Y así también lo hizo saber Ia’acov a sus hijos en las bendiciones previas a su muerte: “a la mañana”, o sea, en el amanecer de la nación (el rey Shaul) guerrearía valientemente contra los opresores de Israel.

¿Quién fue el rey Shaul?
Shaul era hijo de una familia perteneciente a la tribu de Biniamín. Sin embargo, a simple vista, Shaul no hubiese sido candidato natural para ocupar el trono, pues claramente no demostraba aspiraciones de llegar al poder. Pertenecía al selecto grupo de individuos que el Talmud (Sucá 52:) denomina “príncipes de la humanidad”.
Siendo inicialmente un hombre de escasos medios, era minucioso en las leyes de pureza (más allá de lo indispensable), generoso con sus bienes (siendo ya rey), cuidando los bienes del pueblo (Midrash Rabá, B’midbar 11:3).
Sus eximias virtudes
El Talmud se explaya en numerosos sitios acerca de las eximias cualidades de Shaul, que era un profundo estudioso de la Torá y amaba a los que la estudiaban: “al escuchar un buen razonamiento de un estudiante, se ponía de pie y lo besaba (Ialkut Shimoní, Shmuel 141).
Y era perfectamente puro: “al asumir el reino era igual a un niño de un año que jamás ha gozado del sabor de un pecado” (Iomá 22:), o, que no ostentaba arrogancia, como un bebé que no siente vergüenza al estar manchado.
Su humildad era legendaria, y hablaba con su sirviente con sensibilidad como si fuese igual a él al considerar que su padre podía preocuparse también por el sirviente (como veremos, en la ocasión de cuando no se encontraban los asnos perdidos).

Efectivamente, el rey de Israel debe ser un modelo de modestia, tal como ordena la Torá: “para que no se enaltezca su corazón sobre sus hermanos” (Dvarim 17:20).
El recato era una característica que acompañó a Shaul a cada paso. Varios años más tarde, cuando Shaul perseguía a David a instancias de quienes lo habían provocado en su contra, Shaul, en cierta coyuntura se encontraba en una cueva y David tuvo oportunidad de matarlo. Luego David, que sentía un profundo respeto por Shaul, le hizo saber que no lo lastimó en honor al recato (tzniut) con el que se conducía, y en especial al cumplir con sus necesidades fisiológicas (había una cerca dentro de otro cerco, una cueva en el interior de otra cueva – Brajot 62:).
Fue precisamente ese “tzniut”, el que lo hizo merecedor de tener una gran descendiente de igual estatura moral: la reina Esther (Meguilá 13.).
D¨s salvó a David de manos de Shaul, y fue así que David creó un poema de alabanza al Todopoderoso. Sin embargo, más tarde David se sintió en error por haber – indirectamente – despreciado a “Cush ben Ieminí”.
¿A quién se refiere David con el nombre “cush” (no hubieron instancias de personajes con tal nombre propio en la vida de David)?
Responde el Talmud (Moed Katán 16:) “al igual que un cushi (en hebreo “cush” es negro) es distinto en el aspecto de su piel, así Shaul era diferente (superaba) a todos en sus buenas acciones”.

El rey Shaul (Shmuel II, 1:24) como así también Rabí Ishmael (Talmud Nedarim cap.6) fueron lamentados al morir porque en vida se habían dedicado a proveer los medios para vestir adecuadamente a las niñas de Israel y se preocuparon para que – en particular a las humildes – no les faltara ropa elegante que las hiciera presentables.

Y su esmero por el cumplimiento de los preceptos, aun bajo presión:
Como veremos, el pueblo había ayunado en oportunidad de la batalla con los filisteos y luego de la contienda, estaban apurados por faenar animales para consumirlos. Pero el modo de hacerlo era defectuoso. Shaul detuvo a la gente, e impuso el orden para que se hagan las cosas como corresponde. Dicen los Sabios (Midrash Rabá, Vaikrá 25:8): “Debido a que se entregó de lleno a cuidar las leyes de Shejitá y los Korbanot, mereció ser el primer rey de Israel, y gracias a que fue minucioso en estas leyes, los futuros altares se llaman a su nombre.
¿Por qué, pues, cayó Shaul?
Obviamente, al conocer todas estas virtudes, surge la pregunta: ¿Por qué el reinado de Saúl no pasó a su hijo?
Responde el Talmud que esto fue debido a que su linaje era intachable, y se nos enseña aquí que un líder debe tener alguna mácula en sus antecedentes familiares, pues esto mantiene la regla de la humildad (de continuar la dinastía, los descendientes de Shaul hubiesen sido arrogantes).
Sin embargo, sigue la pregunta: ¿Por qué se permitió que el propio Shaul cayera en error y fuera finalmente castigado?
“Debido a que, al inicio de su gobierno, renunció (en dos instancias) a su honor” (el rey no es “dueño” del respeto que la gente le debe, y no puede renunciar a él, pues debe cuidar la reverencia hacia la monarquía).

Shaul había logrado un nivel de modestia extraordinario, y esto se vio en el momento en que fue ungido.
Shaul era hijo de Kish y un hombre alto y apuesto, que se ocupaba del rebaño de su padre. Un día, unos asnos se separaron del rebaño y Shaul junto a un sirviente fueron a buscarlos, pero no los pudieron hallar.
Resuelto a regresar le dijo al sirviente: “Volvamos, no sea que mi padre deje de inquietarse por sus asnos y comience a alarmarse por nosotros”.
Éste le respondió que había un hombre muy devoto y respetable que vivía en ese lugar y cuyas palabras resultaban siempre acertadas, y quizás él podría indicarles qué hacer.
HaShem le había revelado a Shmuel que enviaría a un hombre de la tribu de Biniamín a quien él ungiría como nuevo gobernante de Israel. Este hombre salvaría a los israelitas de la opresión de los filisteos.

Cuando Shmuel vio a Shaul, D”s le dijo: “Esta es la persona”.
Shmuel se identificó y le pidió que comiera con él. Le dijo que los asnos que hacía tres días que estaban perdidos, habían sido encontrados. Le dijo también que estaba predestinado a ser el nuevo rey de Israel.
Shaul le contestó con modestia que pertenecía a la más pequeña de las tribus de Israel y que su familia era la menos importante dentro de esa tribu, de modo tal que no comprendía por qué recaía en él tal honor.

Shaul despachó al sirviente y posteriormente Shmuel llevó a Shaul hacia el techo para hablar a solas. Allí lo ungió como nuevo rey de Israel tomando un frasco con aceite de oliva, derramándolo sobre la cabeza de Shaul, instruyéndolo en lo que sería su tarea. Finalmente lo besó al tiempo que le decía: “D”s te ha designado para que gobiernes Su herencia. Cuando partas hoy, encontrarás dos hombres en la tumba de Rajel. Ellos te dirán que los dos asnos que buscas han sido encontrados y que tu padre se halla preocupado por ti. De allí proseguirás tu camino hasta el campo de Tabor y verás tres personas que van hacia Bet El. Una de ellas estará transportando tres cabras, la segunda tres panes y la tercera una jarra de vino. Te saludarán y te darán el pan que llevan. Tú lo tomarás y luego irás al Monte de D”s donde verás un grupo de profetas bajando del cerro y diciendo profecías. El Espíritu Di-vino se posará en ti y tú también dirás vaticinios junto con ellos. Te convertirás en otro hombre y encontrarás que D”s está constantemente contigo”.
Y así fue: todo lo que Shmuel había predicho ocurrió exactamente como le había vaticinado.
Al regresar Shaul a su hogar, no contó absolutamente nada a nadie, ni acudió a la ceremonia organizada por Shmuel para “presentarlo (como rey) en sociedad”.

Shmuel reunió a todos en Mitzpá y le habló en nombre de D”s. Les recordó que el Todopoderoso los había sacado de Egipto y salvado de todos aquellos que buscaban destruirlos. Ahora, ellos elegirían tener un rey humano y ese rey sería Shaul, el hijo de Kish. Lo buscaron y la gente lo ovacionó: “¡Larga vida al Rey!”.

Sin embargo, también hubieron personas que lo despreciaron, diciendo: “¡Qué puede acaso salvar este hombre!”. Pero Shaul – en su humildad – hacía como si no oyera sus necias palabras.
Las cualidades en su debida medida
Más tarde veremos cómo el rey recibió la orden Di-vina de eliminar al pueblo de Amalek (una exigencia que ya consta en la Torá, luego del cobarde e injustificado ataque de Amalek en contra del recién salido de Egipto pueblo de Israel (Shmuel I 15:3).
Shaul alistó a los soldados y cumplió la orden de D”s… casi. Si bien la disposición incluía acabar con el rey (amalecita) Agag y al ganado, Shaul los dejó en vida.
¿Por qué?
Shaul obedeció a la insistencia del pueblo que quería traer los animales como ofrendas a D”s.
En esta ocasión, la modestia lo condujo a aceptar el pedido del pueblo – aun sabiendo que la Palabra de D”s disentía con ese deseo.

Este yerro le costó la monarquía a Shaul – ni más, ni menos. Cuando D”s respondió a Shaul mediante las palabras del profeta Shmuel, lo expresó con las siguientes palabras: “aun si te crees pequeño en tus ojos – ¡tú eres la cabeza de las tribus de Israel!” (Shmuel I 15:17).

Claramente, no solo las intenciones son importantes, sino el saber aplicar las buenas cualidades correctamente en los momentos propicios, y en sus medidas adecuadas, es indispensable.

DOS GRANDES: SHAUL Y IONATÁN
Shaul había ascendido al trono ya hacía un año. Si bien algunos no lo habían aceptado (es más: lo habían despreciado públicamente) al comienzo, por creerlo apocado, Shaúl ya había demostrado su firmeza y valentía al convocar al pueblo rápidamente y salir en defensa de los habitantes de Iavesh Guil’ad, cuando éstos estaban siendo invadidos por los vecinos amonitas de oriente.

Mientras tanto, los filisteos, seguían hostigando ocasionalmente a Israel.
Si bien el juez Shmuel venció en su momento a los filisteos, impidiendo que la agresión fuese más beligerante, no erradicó su presencia en suelo israelita por completo, y el sometimiento seguía vigente. Para evitar que los hebreos se subleven, los filisteos proscribían que practiquen el oficio de herrería, lo que impedía que se hicieran de armamento. Esto llevó a los hebreos a utilizar elementos de madera para efectuar sus tareas agrarias.
Solamente el rey Shaúl y su hijo Ionatán desafiaban el orden impuesto por los filisteos, y ostentaban públicamente sus armas.

Fue entonces cuando Ionatán cometió un acto de bravura sin consultar: mató a uno de los jerarcas filisteos que gobernaban los reductos que dominaban en Israel y cobraba los tributos.
Este acto, obviamente fue muy riesgoso para toda la nación y no permanecería en secreto. Los filisteos de inmediato lo interpretaron como una declaración de guerra y armaron un enorme ejército para acometer contra Israel.
También los israelitas entendieron que estaban ante la invasión de un enemigo numérica y militarmente superior y se agruparon en torno al rey Shaúl. La situación era muy tensa y el comienzo de hostilidades era inminente.

El primer error de Shaul
Mucho antes, cuando Shmuel había ungido a Shaúl, le había advertido que en contingencias tales como la presente, lo esperara siete días para orar junto a él y ofrendar a D”s para pedir juntos y ser salvados.
Así ocurrió también ahora. A pesar del miedo generalizado y que la cantidad de soldados propios iba mermando porque muchos escapaban para esconderse en cuevas, Shaúl intentó obedecer la consigna.
Finalmente, sucumbió ante la presión de los soldados fieles que aún lo apoyaban y ofrendó sin esperar a Shmuel. Ni bien había terminado, cuando el profeta se hizo presente.
Shaúl no había superado la prueba. Shmuel se lo hizo saber: esta debilidad, potenciada luego en la batalla contra Amalek, en la que volvió a admitir la imposición y adoptar la postura – errada – del pueblo, le terminaría costando el trono.
Shmuel se retiró sin siquiera poder calmar al rey, guiarlo o pronosticarle el resultado de la contigua conflagración.
Tanto la osadía inicial de Ionatán como el desliz de Shaúl impedían que Shmuel pudiera ayudarles.

Mientras Shaúl esperaba el inmediato ataque, Ionatán se ausentó sigilosamente acompañado por su asistente acercándose a las posiciones filisteas, aprovechando las irregularidades del terreno que impedían que fueran vistos por los centinelas enemigos. Quería conocer las intenciones y estrategias del adversario.
De inmediato, se percató que los filisteos estaban por irrumpir en las ciudades israelitas ¡para matar y saquear!
No había tiempo para comunicarse con su padre, y quizás no lo apoyaría en su plan.

Ionatán arriesga
Desde su sitio, Ionatán veía a los vigilantes y decidió sobre el ataque que llevarían a cabo… ¡él solo con su escudero!
Antes de acometer, Ionatán confió su plan al guardaespaldas: “si al vernos los filisteos nos desafían a permanecer en nuestros lugares hasta que ellos se acerquen, esto significará que no atacaremos. Sin embargo, si – por lo contrario – nos desafían a que nos aproximemos, esto deberá ser interpretado como una señal de D”s que los está entregando en nuestras manos”.
El hecho de que eran apenas dos personas en contra de miles, no amedrentó a Ionatán: “¡¿acaso existe diferencia para D”s – si determina salvarnos – si somos muchos o pocos?!”. Su asistente lo apoyó incondicionalmente.

El modo de expresarse de Ionatán llama la atención, pues en numerosas citas, la Torá advierte sobre el pecado de la superstición. En Dvarim (18:10-11), la Torá enumera y prohíbe nueve formas de brujería y fetichismo.
¿Qué constituye este flagelo?
Toda creencia que condicione la viabilidad o éxito (“suerte”, o “mala suerte”) de cierta gestión de factores que no poseen, por lógica, incidencia alguna sobre el resultado de la misma (Sanhedrín 65:, 66. y Julín 95:).
¿Cómo podía, acaso, basarse en las palabras de los filisteos para determinar el curso de acción a seguir?

Antes de responder, entendamos que estamos hablando de Ionatán, que ocupaba el puesto de Av Bet Din (el mayor cargo jerárquico en el Sanhedrín – Moed Katán 26.), por lo que no somos dignos de evaluar sus decisiones, ni tomarlas como ejemplo para nuestra vida cotidiana (para nosotros, más que valiente, se trataría de un acto irreflexivo y suicida que no nos estaría permitido cometer…). Si el modo de manifestarse de Ionatán – pareciendo hacer depender el éxito de su determinación a factores ajenos, como la reacción de los filisteos – hubiese estado en infracción, D”s no lo hubiese apoyado (Rada”k).

La respuesta puede consistir en que Ionatán estaba decidido a atacar de todas maneras (no dependía de la expresión de los filisteos), y solo solicitó un apoyo adicional (de D”s) a través de las palabras de los centinelas.

Asimismo, había un “razonamiento” que se podía deducir a partir de la forma de expresarse de los enemigos, pues podía significar su sentimiento interno respecto a los israelitas: si los vigilantes no estuvieran dispuestos a alejarse de sus protecciones, demostraba que D”s había infundido en ellos temor frente a los israelitas, lo cual constituía una clara señal de que los judíos estaban guarnecidos por D”s y era el momento adecuado para atacar.
(El eventual “miedo” de los filisteos hacia los israelitas, se debería a que, en el pasado, ya habían sufrido en carne propia el castigo del Mishkán que capturaron).

Así fue: al avistar los guardias a Ionatán y a su escudero, repitieron las palabras que Ionatán esperaba: no saldrían de sus trincheras.
De inmediato, Ionatán y su guardaespaldas escalaron las rocas y dieron muerte a los centinelas.
Luego de esto, D”s provocó un terrible espanto entre los filisteos, y estos, en el tumulto creado, comenzaron a combatirse mutuamente.

Desde donde estaba Shaúl, se advertía los movimientos sorpresivos de los filisteos que, además, en su confusión, se acercaban hacia el pequeño campamento militar hebreo.
Al no comprender lo que sucedía, Shaúl indagó quién faltaba en sus filas y se descubrió la ausencia de Ionatán y su escudero. Quiso consultar con el Cohen, pero ante lo precipitado de los hechos, desistió rápidamente. No podía esperar y la lucha comenzó.
En realidad la lucha la estaba causando D”s entre los propios filisteos.

La ordenanza del rey
Los israelitas habían estado ayunando para implorar la Asistencia de D”s.
Shaúl ordenó, con peso de juramento, que debía continuar el ayuno, prohibiendo comer pan aquel día. Puesto que él era un gran tzadik, creyó que todos podrían estar a su altura.
Las disposiciones del rey son obligatorias para todos, pues a él le incumbe la responsabilidad del pueblo. Quien viola su palabra, puede ser ejecutado.

Mientras tanto, los hebreos que se habían ocultado en las cuevas, salían a apoyar a Shaúl, quien estaba decidido a lograr una victoria decisiva sobre los filisteos aquel día.

Ionatán, por supuesto, no se había enterado qué era lo que había ordenado el rey en su ausencia.
Mientras tanto, ya había vuelto a integrarse a las filas del ejército, dirigiendo las divisiones que estaban a su cargo. Al igual que el resto de los soldados, Ionatán estaba desfallecido por el hambre.
Cuando transitaron, pues, en el bosque junto a una colmena de abejas (o cañas de azúcar), Ionatán extendió su sable y probó la miel. De inmediato se revitalizó y sintió que los ojos se le iluminaban.
Los soldados le hicieron saber que su padre había prohibido comer aquel día, pero Ionatán disintió con Shaúl: ¿acaso no estaban los soldados extenuados e imposibilitados de seguir luchando? ¡Sin duda ya habrían vencido a los filisteos si hubieran comido!

Se hizo de noche y el pueblo quería comer, por lo que tomaron del ganado del botín y comenzaron a carnear animales.
Se presentaron dos problemas: la oscuridad de la noche no permitía que se vea correctamente lo que se hacía, y, en consecuencia, la Shejitá podía no llegar a realizarse según lo minucioso que la ley exige, menos aun si estaban apurados para comer.
Asimismo, está prohibido ofrendar animales consagrados en cualquier sitio que no sea el Altar.
Puesto que todo lo que entra en el botín queda consagrado, no debían carnear animales sin salpicar su sangre sobre un altar dedicado (al no existir un Mishkán fijo en aquel momento, solamente uno transitorio en Nov, se podía ofrendar ciertos Korbanot en altares privados, y según ciertas opiniones, aun de noche – Zvajim 120.).

De inmediato, Shaúl salió a corregir al pueblo, ordenando que se conduzcan según lo que la ley dispone.
Shaúl deseaba seguir la lucha aquella noche, pero necesitaba asegurarse que no pondría en riesgo la vida de sus soldados. Intentó, pues, consultar la Voluntad Di-vina al Cohen Gadol que respondía con los Urim veTumim insertos en el pectoral que vestía.

Cuando los Urim veTumim no respondieron (es más, una de las doce piedras, la que corresponde a Biniamín – tribu de Shaúl y Ionatán – estaba oscurecida…), Shaúl entendió que alguien había pecado. Declaró entonces que aun si se tratara de su propio hijo Ionatán – ¡debería pagar con su vida la trasgresión cometida!

Primero hizo un sorteo en el que quedaron marcados él y su hijo. Luego, en una segunda instancia, el azar señaló a Ionatán, quien de inmediato confesó haber probado la miel, y expresando su disposición a morir por su falta.
Shaúl aceptó cumplir con su palabra, pero el pueblo intervino: “¡¿acaso morirá Ionatán que ha traído esta gran salvación para Israel?! – juramos que no caerá un pelo de él, pues mediante él, D”s ha causado este gran día”.

El pueblo “rescató” a Ionatán permitiendo que Shaúl anule su juramento.
Asimismo, existían argumentos por los que el voto de Shaúl no se aplicaría en el caso: Ionatán había probado, sin conocer la disposición del rey. Además, el padre había prohibido “pan” (si bien generalmente esta palabra refiere genéricamente cualquier comida) solamente, y Ionatán había catado miel. Por último, la prohibición se refería a “comer”, mientras que Ionatán solamente “probó”.

A pesar de que inicialmente Shaúl no había obedecido la consigna de Shmuel, y que Ionatán había expuesto al pueblo a un peligro innecesario, D”s se apiadó y los salvó en aquella ocasión. Tal vez fue precisamente el mérito de la devoción de Shaúl y la de su hijo las que estuvieron a su lado para salvarse de los filisteos.
Sin embargo, el desafío más notable para Shaúl estaba aún por presentarse…

RECUERDA, NO OLVIDES
Amalek ha sido considerado en todas las épocas el símbolo y prototipo del enemigo de Israel.
En la Torá se nos ordena extirpar la descendencia de aquel pueblo. Esto constituye una de las tres obligaciones que se le asignó al pueblo apenas ingresen a la Tierra de Israel (Sanhedrin 20:).
La Torá lo expresa del siguiente modo: “Recuerda lo que te hizo Amalek, en el camino al salir de Egipto: que te sorprendió en el camino e hirió a todos los débiles que iban al extremo final tuyo, y tú estabas cansado y fatigado y (él) no temió a D”s. Y será cuando te acalle D”s, tu D”s, de todos tus enemigos de alrededor, en la tierra que D”s te da como herencia para ser tomada: ¡Borrarás el recuerdo de Amalek de debajo del cielo – no olvidarás!” (Dvarim 25:17-19).
Considerando el perfil pacífico y talante tranquilo del pueblo de Israel que siempre ha deseado e intentado vivir en paz, este precepto nos llama la atención. ¿Debemos – acaso – convertirnos en un pueblo guerrero y vengador?
Al margen de esta reflexión, y al analizar meticulosamente los pasajes de la Torá, se desprende que no se trata aquí de un rencor entre una nación y otra por una injusticia cometida en su contra en algún momento del pasado, pues después de la batalla inicial en la que los hebreos fueron agredidos por Amalek, D”s ordenó a Moshé (Shmot 18:14-16) dejar asentado para la posteridad que Él borraría a Amalek… pues es “la guerra de D”s con Amalek de generación en generación”.
¿Qué significa que D”s guerrea con Amalek?; ¿cuál es, entonces, el rol de los judíos en esta contienda (¿¿Él necesita nuestra intervención??)?
Recapitulemos, en primera instancia, cómo se desarrollaron aquellos hechos.
En Jumash Shmot (18:8) encontramos que Amalek atacó a Israel a pocas semanas del magno éxodo de Egipto. El pueblo de Amalek no habitaba por la ruta que transitaba el pueblo recién liberado, por lo que no deberían tener temor a ser agredidos – sino que vino desde otras comarcas expresamente para combatir. Así le había legado su abuelo Eisav (Midrash Rabá, Bamidbar 15:18).
No podían tolerar que D”s hubiera elegido a una sola nación para transmitirle la Torá. Menos aun podían resignarse a que las demás naciones mostraran la reverencia que estaban manifestando a este pueblo.
La batalla fue contra D”s (en Midrash Rabá, Bamidbar 13:5, se describe cómo eso se manifestaba en sus acciones bélicas), y los judíos representaban “la cara visible” de lo que D”s aspira para los seres humanos.
Los Sabios enseñan que la aparición repentina de Amalek fue el resultado de la debilidad espiritual de Israel: (por sus faltas en el cumplimiento de los preceptos – Sifrí Ki Tetzé 296). Entendía que por aquel flanco tenía más posibilidades de triunfar. “Si (el pueblo de Israel) hubiera observado en la forma prescripta por HaShem aquel primer Shabat, no habría nación que los pudiera doblegar” (Shabat 118:).
Asimismo, el sitio donde esto ocurrió se denomina precisamente Refidim, pues (en acróstico) esto simboliza “que aflojaron sus manos de la Torá” (Sanhedrin 106.). Recordemos que en Refidim (que luego denominaron “Masá uMerivá”), el pueblo pidió agua de una manera inapropiada, cuestionando si D”s realmente los estaba protegiendo, o no. “Dijo D”s: ‘Si ustedes Me están fiscalizando, vendrá el malvado y los examinará a ustedes’. De inmediato, vino Amalek” (Midrash Rabá, Shmot 26:2).
El trauma por aquel ataque perduró en la memoria de los hebreos durante el resto de la travesía. Cuando los espías enviados luego por Moshé quisieron amedrentar al pueblo, mencionaron primero la zona sureña, en la que habitaba Amalek (Bamidbar 13:29)…
Otro asalto en el desierto
Empero, este no fue el único incidente de Amalek en el desierto.
Casi cuarenta años más tarde, cuando el pueblo estaba listo para ingresar a la Tierra de Israel, pergeñaron un nuevo intento.
Esta vez, utilizaron un artilugio especial: el disimulo a fin de no ser reconocidos y, de este modo, provocar que los hebreos recen equivocadamente para ser salvados de otro pueblo (Bamidbar 21:2).
Los hebreos realmente estaban confundidos: el idioma cna’anita que sí hablaba este enemigo, no coincidía con la vestimenta amalekita que llevaba puesta. Ante la duda pidieron que “D”s entregue a este pueblo en sus manos”, y finalmente fueron salvados.
Poco tiempo después, Bil’am fue obligado a decir profecías (en su intento fallido de maldecir a los hebreos). Entre ellas mencionó el futuro de Amalek – “el primero de las naciones” (en agredir) y el final amargo que tendría.
Y ahora en la época de Shaul
Pasaron los años.
El rey Shaul fue el primer monarca ungido del pueblo de Israel. Shaul era un rey justo en todo sentido – libre de pecado como un bebé de un año.
D”s envió pues, al profeta Shmuel a advertir a Shaul que había llegado el momento de cumplir con la Mitzvá de hacer desaparecer a Amalek.
Shaul recae en el mismo error
Shaul alistó a los soldados y cumplió la orden de D”s… casi. Si bien la disposición incluía acabar con el rey (amalekita) Agag, inclusive el ganado, Shaul los dejó con vida. El pueblo insistió en ofrendar las reses en honor a D”s.
Pero: ¿por qué Shaul no cumplió la orden al pie de la letra?
“Shaul (presionado por el pueblo)… razonó: si por un alma asesinada (hallada sin saber quién fue el homicida) D”s ordenó que se debe realizar una ceremonia de descargo matando una ternera… ¡tanto más por todas estas almas! – si los hombres pecaron… ¿¡cuál es el pecado de los animales!? – si los adultos transgredieron… ¿¡en qué han infringido los niños!? Salió una Voz Di-vina y le respondió: “no seas tan (exageradamente) santo” (Iomá 22:).
D”s ordenó entonces a Shmuel (quien había ungido a Shaul) hacerle saber al monarca que este error le había costado la continuidad en el trono. Shmuel oró a D”s toda la noche para salvar a Shaul, pero su destino ya estaba sellado y sería reemplazado en el trono por el futuro rey David (en realidad, sabemos, Shaul ya había cometido otro error en el pasado – Shmuel I 13 13-14, pero en esta oportunidad se terminó de sentenciar su fin).
Shmuel comparó la acción de Shaul (de querer ofrendar el ganado a D”s) con la prohibición de hacer hechicería. ¿Por qué?
Los humanos habitualmente obramos según la “lógica” de la naturaleza. Sembramos, cosechamos, construimos, etc. Sin embargo, existen dos categorías de personas que no se reducen a aquella lógica. Uno de ellos es el hechicero. Para él, por ejemplo, el resultado de una actividad no depende tanto del clima, sino del color del gato que se le cruzó, la escalera bajo la cual pasó, o de cualquier otra superstición.
El otro, diametralmente opuesto, y sin comparar uno con otro, es aquel que responde a las leyes de la Torá. Cuando llega Shabat, interrumpe su trabajo, aun si fuera el clima óptimo para la siembra. Lo mismo sucede cuando llega el año de Shmitá. Protege su casa con una Mezuzá.
Sin embargo – ¿en qué se diferencian el supersticioso del observante de Mitzvot?
El primero cree en la fuerza del objeto mismo: el gato, la cinta roja, la escalera, y cómo estos influyen en la naturaleza. Por otro lado, el judío no cree que los elementos de sus Mitzvot posean poder alguno. Es solamente el hecho de obedecer la Voluntad de D”s, lo que puede llegar a modificar la naturaleza. El objeto en sí no tiene significado, si no fuera porque con él se cumple la Mitzvá. En esta oportunidad D”s había exigido matar a los animales de Amalek – y no sacrificios. Por lo tanto, las ofrendas que pretendían traer Shaul y el pueblo – al no ser dictaminadas por D”s, carecían de sentido. No se constituirían en Korbanot. (Rav Avigdor Nebenzahl shlit”a).
Aun cuando Shmuel reprendió a Shaul por su yerro, éste inicialmente se resistió a admitir que realmente había fallado.
Finalmente, cuando Shmuel se iba, Shaul se aferró a la túnica de este – la que debido a ello se desgarró, señalando el triste hecho de que “D”s había desgarrado el reino de Shaul transfiriéndolo a un mejor compañero”.
Ese fue el fin de una oportunidad especial, en la que el precepto se podía haber cumplido adecuadamente.
Más tarde, Io’av, el general del rey David, luchó con Amalek. En aquella ocasión Io’av eliminó a los hombres – y dejó a las mujeres. ¿Por qué?
Su maestro le había enseñado la Torá errando en la puntuación permitiendo aquella infeliz inexactitud (las consonantes de “Zajar” – varones, y “Zejer” – la memoria, son las mismas… Bava Batrá 21:) y por lo tanto aplicó “borrar los varones (zajar), en vez de “borrar el recuerdo (zejer – o sea, absolutamente todo)”, de Amalek.

Hamán era un descendiente directo del rey amalekita Agag. Hamán no solo era el gran antisemita que convenció al rey Ajashverosh respecto a la debilidad espiritual de Israel, por lo que logró emitir el decreto de exterminar a todos los judíos, sino que también era vanidoso (característica consecuente de aquel que odia el valor de la conciencia moral). No soportaba la más mínima omisión en el honor que creía se le debía dispensar. Finalmente, él fue colgado y sus seguidores diezmados.
¿Pero quién verdaderamente era Amalek?
“Y Timná fue concubina de Elifaz, hijo de Eisav (hermano de Ia’acov) y dio a luz a Amalek” (Bereshit 36:12).
Timná era hija de la familia real de Seír y quiso unirse en matrimonio a la descendencia de Avraham, pero fue rechazada por los patriarcas cuando intento la conversión. Por lo tanto, decidió que – al menos – sería una sirvienta en casa de algún miembro de la familia de Eisav (que también pertenecía a la estirpe de Avraham).
Los Sabios mencionan que el rechazo a Timná estuvo errado (Sanhedrín 99:). Si bien, indudablemente, los patriarcas tuvieron sus buenos motivos para declinar la admisión a Timná (ella era mamzeret, producto de una unión ilícita – Ri”f en Ein Ia’acov), no debieran haberla alejado activamente, sino que podía haber aceptado vivir bajo las normas de los Patriarcas sin casarse con alguno de sus miembros.
El sentimiento de distancia que se produjo en aquel momento de apartamiento, se tradujo en la apatía, la desidia y el desinterés – todos ellos rasgos que definen a Amalek (Rav Jaim Shmuelevitz 5731:31). Así es que los Sabios entienden el vocablo “Karjá” (te enfrió), mencionado en contexto con la actitud de Amalek que suscita nuestra obligación de erradicarlo. Asimismo, cuando posteriormente Mordejai instó a la reina Esther a presentarse al rey para anular el decreto de Hamán, menciona la palabra “karahu” que se concibe en aquella misma visión.
Un punto adicional:
A diferencia de Elifaz, que se formó sobre la falda del abuelo Itzjak (quien le transmitió cualidades correctas), Amalek creció en la falda del abuelo Eisav, quien le inculcó odio (Midrash Rabá, Dvarim 2:20).
Jamás debemos menospreciar el enorme valor de lo que un abuelo puede heredar a los nietos – para bien… o para mal.

¿Qué fines persigue Amalek?
A Amalek le molesta todo lo que representaba Israel.
El coraje que había demostrado el pueblo los días previos a la salida de Egipto, al traer el Korbán Pesaj públicamente (sacrificar un animal que era la idolatría oficial del país) y la protección que recibieron por parte de D”s.
Oportunamente, Amalek estaba fastidioso porque Israel entrara a las pocas semanas en su pacto con D”s, al declarar ante el Monte Sinaí su predisposición a aceptar incondicionalmente la Torá íntegra. Todo esto iba en contra de la tradición de Amalek, para quien este mundo sería regido siempre por la ley del más fuerte, y que las especies de subhumanos o más débiles desaparecerían como en su teoría ocurría en el resto del mundo animal por selección natural. ¿Acaso no lo había bendecido el abuelo que “al jarbejá tijié” – (“por tu espada sobrevivirás”)?

¿En qué debe consistir la beligerancia hacia Amalek?
Independientemente del aspecto militar que está involucrado en esta Mitzvá, hay un cariz de conducta propia por lo que Amalek representa, y debe ser combatido precisamente en el modo de actuar individual de cada judío.
Tal como expusimos anteriormente, la batalla no es entre judíos y Amalek. El “adversario” de Amalek es D”s Mismo.
El precepto de aniquilar a Amalek está mencionado a continuación de aquel que nos ordena ser extremadamente cautelosos en la fidelidad respecto a las medidas y pesas en el momento de comerciar (Dvarim 25:16).
Esto no es coincidencia: “quien comercia en forma fraudulenta debe temer las consecuencias” (Rash”í).
¿Cuál es la conexión entre ambos versículos?

Amalek simboliza la filosofía de vida por la que la historia de los hombres se define por la aplicación del “triunfo del más fuerte” – en desmedro de la creencia que el quehacer humano está supeditado a la Voluntad de D”s, que es Quien realmente dispone del curso y del futuro de la humanidad – y que lo que realmente vale es la conducta moral de cada individuo.
Engañar en las pesas para obtener una “ganancia” adicional – gracias a la “picardía” propia – en los negocios, equivale a emular la cosmovisión de Amalek – en oposición a la Providencia Di-vina que remunera a los hombres por vencer sus inclinaciones negativas.
La orden “moral” de la Mitzvá concerniente a Amalek, es alejarse de estas actitudes nocivas y erradicar esta clase de pensamiento. Es así, que el pasaje de la Torá nos advierte que D”s borrará “el recuerdo” de Amalek (Shmot 17:14) – y nos insta a hacer lo mismo (Dvarim 25:19) en nuestro modo de vivir.

Esto se refiere a su manera altiva y soberbia de actuar.
Cuando el mismo pasaje nos insta a “no olvidar”, esto significa que luchemos internamente por mantener altos nuestros ideales y valores morales.
“No olvides tu deber cuando titubees y se te presente la oportunidad de utilizar tu superioridad para dominar a tus semejantes en cuestiones grandes o pequeñas”.
“No olvides, si estás tentado a olvidar tu misión como Israel en medio de la humanidad, y envidies las coronas de laureles tejidas por un mundo ebrio en honor a la memoria de los célebres destructores de la alegría humana, y si olvidas la tierra mojada por lágrimas en donde crecen aquellos laureles”.
“No olvides, en particular, cuando tú mismo sufras la brutalidad y violencia de Amalek. ¡Mantente firme! Persevera en la humanidad y justicia que D”s te ha enseñado. El futuro se sujeta a estas virtudes. La justicia y la humanidad triunfarán final y eternamente sobre la brutalidad y la violencia, y tú has sido enviado para proclamar aquel futuro mediante tu destino, promoviendo a que aquel futuro se plasme a través de tu ejemplo personal” (Rav Sh.R. Hirsch sz”l).

Leemos todos los años – por obligación bíblica – los incidentes con Amalek.
“¡Sr. Todopoderoso!, Tú nos exiges recordar la obligación de destruir a Amalek, pero nosotros somos humanos y pasajeros”.
Responde D”s: “Hijos: deben ustedes leer el párrafo de Amalek cada año, y Yo lo considero como si hubieran cumplido con el deber de borrar su nombre de este mundo”.

La lucha contra el mal es central en el motivo de la existencia por este mundo. Es por eso, que D”s declaró que “ni su sagrado Nombre (el reconocimiento de Su existencia), ni Su Trono Celestial (Su autoridad) serán íntegros”, hasta que el mal – la antítesis de D”s – representado por Amalek, desaparezca totalmente.

David y los Tehilim
DULCE POETA DE ISRAEL
Nuestros conocidos Tehilim
La costumbre ancestral de recitar Tehilim (Salmos) está muy difundida en muchos ámbitos de la comunidad judía en la actualidad, y así lo ha sido desde épocas inmemoriales. En ciertas ocasiones, se organizan “cadenas de Tehilim” para completar su lectura entre un grupo de personas, que se lo propone para recurrir a la Ayuda Di-vina y socorrer en aras de algún fin benéfico urgente.
Los motivos por los que las personas se abocan a la lectura de Tehilim son muy variados, y casi siempre responden a las necesidades personales que padecen quienes lo hacen, o sus conocidos.
También hay muchos individuos que dicen Tehilim en forma fija, terminando su lectura en la semana o en el mes. Incluso muchos de sus capítulos forman parte de nuestras plegarias diarias.

¿Qué es el Tehilim, quién lo compuso y – acaso – se le atribuye una cualidad milagrosa por la que se espera ser asistido por D”s a través de su lectura?

La recopilación de los ciento cincuenta capítulos de Tehilim es atribuido al rey David, quien encabeza la ilustre genealogía de los reyes de Iehudá, y es el antecesor del Mashíaj, que gobernará sobre el pueblo cuando el Todopoderoso así lo determine.
El Talmud (Bavá Batrá 14:) arroga la autoría de parte de los Tehilim a diferentes autores, que pertenecen a distintas épocas, siendo Moshé el más famoso entre ellos.
Un acopio de emociones y sincero amor
¿Qué hay en la historia del Rey David que hace que el Tehilim sea tan especial?
David fue el paradigma de lo que debe ser un rey, según la Torá.
Todos sus sucesores fueron calificados en su virtud – o en la exigüidad de ella – comparándolos con la perfección que había logrado su ilustre predecesor.

En Tehilim, el gran monarca vertió sus pensamientos y (especialmente) sentimientos que responden a las innumerables situaciones de dificultad – y posterior salvación – que atravesó en su vida.
David nos enseñó cómo enfrentar la soledad, el desprecio de los traidores, el miedo ante enemigos militarmente superiores, el dolor por la pérdida de seres cercanos, la vergüenza de haber fallado moralmente, la lucha interna por la superación espiritual, el reconocimiento de la majestuosidad que encierra la Creación, el anhelo por estar cerca de D”s, las súplicas por la familia y por su pueblo, las esperanzas por la grandeza de Israel, la gratitud por el apoyo y amparo de D”s en momentos de aflicción – y muchísimo más.

“Mi alma deja caer lágrimas de angustia…” (Tehilim 119:28): “de los martirios que cayeron sobre mi. No hay año en el que no suceda un suplicio; no hay mes en el que no se escuche una (mala) noticia; no hay día en el que no haya algún dolor…”.
Al examinar estas palabras del Midrash, cualquier ser humano podría sentirse identificado con ellas. (Obviamente, esto no significa que uno sufra los padecimientos en su persona o círculo más íntimo. Sin embargo, al sentir auténtica solidaridad con la comunidad en su sentido más amplio, estas palabras cobran un significado más profundo y actual).

Aparece David en la gran historia de Israel
Aparece David en la gran historia de Israel
David no tuvo precisamente una “vida fácil”.
Desde pequeño fue rechazado por su familia más directa: “un extraño he sido para mis hermanos, un forastero para los hijos de mi madre” (Tehilim 69:9).
Cuando el profeta Shmuel llegó a aquel hogar para cumplir con el mandato de D”s de ungir secretamente a uno de los hijos de Ishai, el padre fue presentando a cada uno de sus siete hijos mayores, esperando que alguno de ellos fuese el elegido de D”s. Únicamente David, el más pequeño, no estaba presente. Hasta que Shmuel – entendiendo que ninguno era aceptado por D”s – indagó y preguntó si no había algún vástago más.
Efectivamente, quedaba David – pero estaba en el campo cuidando las ovejas (Shmuel I 16:11).

Solamente ante la insistencia de Shmuel, quien no se iría del lugar hasta haber cumplido con su misión, trajeron a David, para ser ungido – en absoluto silencio y soledad.
Aun entonces, cuando llegó David, Shmuel mismo no creía estar sentado frente al futuro rey, por su aspecto insólito. D”s entonces le ordenó: “Mi ungido está parado frente a ti – ¡Levántate y corónalo!” (Shmuel I 16:12) (Midrash Tanjuma Vaierá 6).

Ishai es considerado uno de los ocho “príncipes” – personas extraordinariamente santas – que han existido a través de la historia (Sucá 52:). Fue un gran maestro (Brajot 58.), libre de pecado, quien solo murió por el hecho de que la muerte fue decretada sobre la humanidad desde Adam.
Es imprescindible entender que hablamos de tzadikim cuya talla moral ni siquiera podemos avizorar, pero transcribimos acá las historias tal como el TaNa”J las transmite.

¿Por qué David fue pastor?
D”s lo probó en el modo en que cuidaba las ovejas: David las hacía pastar según las posibilidades de cada una. Las más pequeñitas primero, luego las ancianas, y recién al final las maduras. Todo esto siempre lejos de los campos privados, para evitar el robo. Dijo D”s: “tú has mostrado ser responsable de tu rebaño – ahora cuida el Mío” (Midrash Rabá, Shmot 2:2).
Un singular enfrentamiento
Los israelitas estaban acampando frente al Valle de Eilá, y del lado opuesto estaban los filisteos, quienes, recordemos, ya guerreaban contra los hebreos desde la época de Shimshón.
Apareció entre los filisteos un hombre de enorme estatura, cubierto totalmente con una armadura y que diariamente salía a blasfemar el sagrado Nombre de D”s – durante 40 días – mañana y noche – para neutralizar, entorpecer y desconcentrar a los hebreos que estaban recitando el Shmá justo en aquel horario. Goliat era su nombre (Shmuel I 17:16).
El rey Shaul y todo Israel le temían. El gigante Goliat desafiaba a los hebreos: “¡elijan una persona (que él esperaba que fuera el propio rey Shaul), para dirimir la contienda entre los pueblos mediante un duelo personal entre los delegados!”. Siendo él quien representaría a los filisteos.

Ni Shaul, ni el resto de los israelitas, se animaban a hacerle frente a este malvado coloso (a pesar de la gran recompensa que se prometía a quien derrotara a Goliat).
Ishai envió a David al campamento del frente de guerra, en donde se encontraban sus hermanos, para llevarles alimentos y traerle de vuelta el informe (según los Sabios debía traer consigo el acta de divorcio – el Guet – para las esposas de sus hermanos por si quedaran desaparecidos en la contienda) de su situación en el campo de batalla.
Eliav, el hermano mayor, vio que David inquiría acerca del reto de Goliat y lo increpó por abandonar el ganado y curiosear los eventos y trances del inminente desenlace.
David ofreció oponerse a Goliat, pero Shaul dudó que él fuese la persona indicada, puesto que era aún muy joven y, por lo tanto, no tenía experiencia en enfrentamientos de esta naturaleza.
Sin embargo, previamente David había experimentado dos importantes luchas: una con un león y otra con un oso, cuando estos querían depredar el ganado que David protegía. Los venció con valentía e inteligencia.

¡¿Por qué D”s lo habría puesto en tal situación, si no era para que tuviera el ánimo suficiente para posteriormente hacerle frente a Goliat?!
Shaul, finalmente aceptó, ofreciéndole su armadura personal. Sin embargo, apenas se la había probado, David devolvió la coraza a Shaul, so pretexto que no estaba acostumbrado a utilizarla.
¿Cuál era el motivo real de la devolución de la armadura?
El rey Shaul tenía una estatura considerable. Obviamente, la coraza sería demasiado grande para David. Sin embargo, apenas David se la había colocado… pasó a ajustarse perfectamente a su talle.
¡¿Qué significaba eso?! ¡¿no sería, acaso, que David habría de ser el sucesor de Shaul?! (Midrash Rabá, Vaikrá 26:9).
David no quería herir la susceptibilidad de Shaul – que aún era el rey y a quien veía que la situación notablemente lo incomodaba… (durante estos acontecimientos, Shmuel ya había anunciado a Shaul – después de no haber cumplido éste la consigna respecto a la guerra con Amalek – que su reinado sería concluido próximamente).
David venció a Goliat incrustándole algunas piedras que le arrojó hacia la frente mediante la honda que poseía (a pesar de su tamaño y fortaleza, Goliat estaba totalmente acorazado excepto los ojos). Al advertir los filisteos la caída de su héroe, se quisieron dar a la fuga, pero fueron vencidos por los hebreos.
David asciende en la consideración del rey y de todo el pueblo
A medida que pasaba el tiempo, el Espíritu Profético Di-vino que había acompañado a Shaul desde la asunción de su cargo como rey, lo fue abandonando. En su lugar cundió la melancolía que lo torturaba.
Quienes rodeaban a Shaul sugirieron que una persona espiritual y moralmente apropiada tocara un instrumento para aliviar su dolor y devolverle su estado de ánimo anterior.
Uno de ellos, Doeg haEdomí, propuso a David.
Su descripción de David fue muy sugestiva: “un hijo de Ishai de Bet Lejem, que sabe pulsar, un hombre poderoso de valor y hombre de guerra, que entiende los asuntos – y HaShem está con él”.
¿Quién era Doeg, y a qué se debía la generosa recomendación que brindó sobre David?
Doeg era alumno de Shaul (Brajot 17:), y era un gran estudioso, llegando a ocupar el cargo de “Magistrado del Bet Din”. Sin embargo, su estudio – por más profundo y penetrante que fuere – era un estudio engañoso – de la boca hacia fuera, sin permitir que la Torá se introdujera en su ser para crecer en sus cualidades humanas (Sanhedrín 106:).
“El secreto de D”s es (solamente) para quienes Le temen” (Tehilim 25:14). El estudio meramente teórico de la Torá y carente de Irat Shamaim, provoca que el alumno no acierte en entender la Halajá correctamente. Finalmente, Doeg olvidó todo lo estudiado.
Más tarde, David lloró amargamente (Tehilim 109:67) por Doeg (y su semejante posterior Ajitofel) quienes, a pesar de su grandeza intelectual, se habían apartado de la Torá – sumándose a la tristemente célebre nómina de aquellos que perdieron su porción en el Mundo Venidero.

La descripción que Doeg había hecho de David, se interpreta del siguiente modo:
“que sabe pulsar” – o sea, que sabe inquirir adecuadamente en el estudio; “un hombre poderoso de valor” – sabe qué responder; “y hombre de guerra” – sabe debatir exitosamente en temas de estudio; “y HaShem está con él” – la Halajá termina siendo de acuerdo a su parecer en cada uno de los temas objeto de discusión.

A medida que Doeg describía a David, Shaul replicaba que su propio hijo, el príncipe Ionatán, también tenía aquellas mismas virtudes. Sin embargo, cuando llegó a la última frase, (que la Halajá se establecería de acuerdo a la opinión de David – y no como Ionatán), Shaul se sintió incómodo y lo envidió por ese aspecto (Sanhedrín 93:).

Shaul persigue a David
Las dobles intenciones en el Lashón haRá
Aun así, Shaul amaba a David (Shmuel I 16:21) y lo convirtió en su escudero personal. Sin embargo, Doeg ya no podía aceptar sosegadamente la situación. Cuando Shaul inquirió más sobre David, luego que éste había derribado al enorme Goliat, Doeg volvió a la carga (Ievamot 76:):
“¿El rey solamente pregunta acerca de si David es descendiente de Peretz o de Zeraj (hijos de Iehudá, hijo de Ia’acov) por las consecuencias que esto conlleva?; ¡¿acaso David es apto para pertenecer al pueblo judío en primer lugar?! – ¡David desciende de Ruth la moabita, y en la Torá está expresamente estipulado que un moabita y un amonita no pueden integrarse a la nación judía!” (Dvarim 23:4)
Avner, el general de Shaul (también Sabio de gran talla y muy piadoso – Sanhedrín 49.), estaba presente cuando se expresó esta calumnia y salió a defender la idoneidad ancestral de David: la Torá solamente veda el ingreso de moabitas y amonitas varones (por los defectos que la Torá pasa a explicar y que se aplican solamente a sus integrantes masculinos).
Sin embargo, Doeg insistió: “Si tu tesis fuese correcta, también se debería aceptar a las mamzerot…”. Finalmente, Avner – si bien tenía la tradición que lo avalaba – no supo cómo responder a los sagaces cuestionamientos de Doeg.

David siguió al servicio de Shaul y era ampliamente reconocido por sus triunfos, que ponían en relieve la debilidad anímica de Shaul, que se sumía más y más en su tristeza. Las glorias y la valentía del pasado de Shaul palidecían frente a los logros de David. Al volver David victorioso de las batallas, las mujeres le coreaban: “Shaul batió a miles – y David a decenas de miles”.
En otros lugares del TaNa”J encontramos la suprema importancia que tiene el elogio a las maravillas que D”s hizo por nuestro pueblo, tal como el cántico que entonaron luego de haber cruzado el Mar Rojo, salvándose de los malvados egipcios.
Sin embargo, aquí las mujeres se equivocaron gravemente. No solamente no alabaron a D”s, sino que con sus corrillos profundizaron la visión negativa de Shaul hacia David.
Vemos de aquí, cuán cuidadoso se debe ser aun al elogiar las acciones de una persona, de no exagerar, ni hacerlo delante de quien pudiera tomar a mal las expresiones manifestadas sobre otro.
Shaul, enceguecido, persigue a David
Antes de ser coronado, recordemos, el pueblo había pedido a Shmuel un rey “para ser como las demás naciones”. La virtud principal de Shaul era su intachable modestia, y esto lo tornó apto para ser modelo moral para el pueblo, quien (a diferencia de los reyes de las demás naciones) atribuiría el éxito de su gestión totalmente a D”s.
Ahora, Shaul percibía como si el pueblo estuviera volviendo a su pedido anterior: preferían a este joven David, cuyas glorias en el campo de batalla superaban a las de Shaul. ¿No sería que apetecían grandes victorias militares como la costumbre de las demás naciones?

De ahí en más, Shaul persiguió a David con la intención declarada de matarlo. A tal fin emprendió varias campañas, que en varias ocasiones casi daban con su paradero. Ionatán y Mijal, ambos hijos de Shaul, intentaron infructuosamente protegerlo de su padre.

En una oportunidad, David debió refugiarse en el país de los filisteos –lugar natal de Goliat, a quien él había eliminado. Luego de ser reconocido y encarcelado, milagrosamente salió con vida.
Aun cuando ocasionalmente David tuvo oportunidad de matar a Shaul, no permitió que eso sucediera.
Al contrario: advirtió a sus allegados que jamás pondrían su mano “sobre el ungido de D”s” (Shmuel I 24:6, 26:9). Es más, en cierta ocasión cortó un trozo de la vestimenta que llevaba Shaul (que estaba durmiendo y por lo tanto a disposición de lo que David pretendiera) para demostrar que él no guardaba rencor hacia el rey, y momentáneamente Shaul se reconcilió con David.
La tragedia de Nov
Nuevamente, David debió escapar – sin víveres y sufriendo peligrosamente de hambre, se dirigió hacia la ciudad de Nov, donde estaba el Mishkán y donde residía Ajimelej, el Cohen Gadol y sus asistentes Cohanim.
Ajimelej, quien ignoraba las intenciones de Shaul hacia David y viendo la situación precaria en la que se encontraba éste, consultó con el Urim veTumim y lo alimentó con lo único que tenía: el pan (Lejem haPanim) que se coloca cada semana en el Mishkán para ser repartido en Shabat entre los Cohanim. También le dio la espada que el mismo David había quitado oportunamente a Goliat y había dejado como testimonio de las bondades de D”s a su pueblo.

Doeg estaba presente en aquel momento y relató lo sucedido en Nov a Shaul.
“Dijo” (Tehilim 52:2) – insinuando que David recibió respuestas del oráculo del Cohen Gadol – que es una cuestión exclusiva de los reyes de Israel, de quienes depende el futuro y las necesidades de la comunidad – ¡aun en vida de Shaul!
A raíz del Lashón haRá de Doeg, murieron cuatro personas: él mismo que lo narró, Shaul – quien lo aceptó como verdadero, Ajimelej y el general Avner.

El rey le autorizó a Doeg a “hacer justicia” con los Cohanim de Nov (por mostrar rebeldía contra el monarca). Y así ocurrió: Doeg personalmente mató a 85 de los santos Cohanim.

El Talmud señala que Ionatán y David también fueron responsables de esta tragedia.
“Si Ionatán, quien había estado con él previamente, hubiese facilitado tan solo dos panes a David, esto hubiera evitado la masacre, y Doeg no habría caído en el precipicio moral” (Sanhedrín 104.). Los “pequeños actos” pueden tener repercusiones enormes…
También David fue castigado: “Le dijo el Todopoderoso: ‘¡¿hasta cuándo este pecado estará oculto contigo?! Por causa tuya fue destruida Nov, Doeg cayó en la perversión del homicidio y Shaul con sus tres hijos cayeron en la guerra’” (Sanhedrín 95.).
Obviamente, David no los había matado, pero fue un factor que – aunque indirectamente – provocó que eso sucediera…
Si bien en la ley de los tribunales terrenales, no existe incriminar a una persona por su participación pasiva, tal como la de David, la Torá es estricta con los Tzadikim, y denomina esta situación como “homicidio” en sus manos.
Shaul, sin embargo, siguió persiguiendo a David.

LA PERSECUCIÓN TRAS DAVID
Shaul insistía en ajusticiar a David, justificando tamaña acción en el hecho de sostener con certeza que David era peligroso. Inicialmente Shaul actuó de modo encubierto, pero luego su accionar pasó a ser manifiesto.
No creamos ni por un momento que estamos ante una novela de “buenos y malos”.
La “cacería” por parte de Shaul es difícil de comprender, siendo que hablamos de un Tzadik – tal como veremos de inmediato en las palabras de los Sabios, que dan cuenta de su extrema humildad.

Shaul, quien venía de una familia sencilla (Bamidbar Rabá, 11:3) fue un varón de talla excepcional.
“De un año, era Shaul al (comenzar a) gobernar…” (Shmuel I 13:1), lo que equivale a decir, dice el Talmud (Iomá 22:), que era “inocente como un niño de un año”, pues aún no había probado el sabor de pecar.
Otra cita talmúdica: “Así como el negro tiene un color de piel distinto, así Shaul era excepcional en su eximia conducta” (Moed Katán 16:). “Y no había en todo Israel una persona mejor que él” (Shmuel I 9:2). En pocas palabras, un tzadik notable.
Una más: cuando David agradeció al Todopoderoso por haberlo salvado de manos de Shaul (Shmuel II 22:1), dijo D”s a David: “si (se revirtieran los roles, y) tú estuvieras persiguiendo a Shaul, hubiese batido a varios como tú para salvarlo a él”.

Muchos años antes, al retornar Shaul del sorpresivo encuentro con Shmuel, en el que fue ungido como rey, su tío indagó acerca de la búsqueda de los burros (a los que había salido a buscar), y Shaul respondió a la pregunta (de los burros extraviados), pero “el tema de la monarquía (para la cual había sido ungido) no le informó” (siendo esto de infinita mayor importancia) (Shmuel I 10:16).
Más tarde, Shmuel convocó a una reunión multitudinaria para hacerle saber al pueblo sobre la designación del nuevo rey y darlo a conocer, pero… “lo buscaron y no lo encontraron”. Consultando a D”s, supieron que “he aquí, está escondido entre sus utensilios” (Shmuel I 11:22). Tzadik entonces, y sumamente modesto.

“En mérito a la modestia de Shaul, mereció y descendió de él (la reina) Esther, (quien, a su vez, gracias a su recato al ocultar su nacionalidad, salvó la vida de todos los judíos – Meguilá 13:)”. Nada queda impago en el Tribunal Perfecto de D”s, aun cuando puedan transcurrir muchas generaciones entre los eventos causales y sus consecuencias.
Ionatán y David
Shaul aspiraba a que Ionatán, su hijo, fuese su sucesor después de morir. Ionatán contaba con todas las cualidades para sucederlo: Shaul era el Nasí del Sanhedrín (Corte Suprema) y Ionatán era su Av Bet Din (presidente y mayor juez, respectivamente – Moed Katán 26.).
“Dijo Rabí: Tres personas extremadamente modestas fueron: …y Ionatán, hijo de Shaul” (Bavá Metziá 84: y 85.).
La humildad es una de las características imprescindibles que se necesita para ser rey de Israel.

Sin embargo, Shmuel había ungido a David por orden de D”s. Varios incidentes ocurrieron, que hicieron sospechar a Shaul que David, a quien amó profundamente (Shmuel I 16:21), reemplazaría a Ionatán como futuro monarca. El propio Ionatán – quien discrepaba con su padre respecto a la conducta de David – accedió a que David reinara “y él (Ionatán) sería su leal subalterno” (Shmuel I 23:17).
En todo momento, Ionatán hizo lo posible para salvar a David de manos de su padre – a pesar que eso perjudicaría su propio potencial ascenso al trono de Israel. Incluso, en cierto momento, cuando David se ausentó del palacio real y Shaul indagó por él, Ionatán cuestionó a su padre acerca del motivo que justificara la persecución a David, provocando así la ira del padre en contra suya (y casi su propia muerte).
David y Ionatán en particular, fueron las dos personas de cuya conducta la Mishná en Pirkei Avot (5:16) enseña lo que es el amor auténtico y abnegado (del cual debiéramos aprender para cumplir con nuestro deber de amar al prójimo). Nuestra forma de pensar acostumbrada a la puja universal por el poder (más o menos violenta, en cada caso) de los gobiernos y de sus opositores, no puede concebir personas de la pureza espiritual de David y Ionatán.

Pero Ionatán no fue el único integrante de su familia que lo defendía y protegía: también estaba su hermana Mijal.
Inicialmente, Shaul había querido tentar a David a salir a la guerra esperando que – por lo valiente y arrojado que era – cayera en alguna batalla. A tal fin, ofreció a David que se case con su hija Meirav. El propio David – en su humildad – no se creía merecedor de contraer matrimonio con la princesa. Sin embargo, está prohibido rehusarse a la orden del monarca y David fue a cumplir su rol al mando de las tropas contra los filisteos – trayendo una victoria tras otra para Shaul.
Habiendo fracasado en su intento de deshacerse de David, Shaul igualmente dio a su hija en matrimonio a Adriel haMejolatí (Shmuel I 18:19).
Mijal, la otra hija de Shaul, amaba a David. Shaul, pues, nuevamente ofreció a su hija- esta vez a Mijal – a David.

Según algunas opiniones del Talmud (Sanhedrín 19:), el matrimonio de David con Meirav nunca había sido válido, por un error técnico, lo cual habilitó a Shaul (quien también entendía lo mismo) casar a Meirav con otro hombre, y, consecuentemente (siendo que David no había sido marido de Meirav), permitiendo a David casarse con Mijal (pues de otro modo sería “hermana de esposa en vida” (Vaikrá 18:18), lo cual se prohíbe en la Torá como incesto). Otros opinan que cuando David se casó con Mijal, su hermana Meirav ya había fallecido (lo cual la permitía a David), y Mijal crió a los hijos de su hermana.

Cuando David estuvo viviendo en la casa con Mijal, Shaul envió a sus hombres para que aguarden en la puerta para eliminarlo reservadamente cuando saliera (no quería que Mijal presenciara la muerte), pero Mijal lo salvó haciéndolo escapar por la ventana (Shmuel I 19:11).

También en el caso de Mijal, Shaul intentó dársela a otro hombre: Paltiel (Shmuel I 25:44), pues sostenía – nuevamente – que el casamiento no había sido válido.
Pero Paltiel era un Tzadik y no tocó a Mijal en todo el tiempo que estuvo obligado a vivir con ella, pues en su fuero íntimo sostenía que Shaul estaba equivocado y que Mijal era una mujer casada. Para evitar llegar a pecar, clavó una espada entre las camas de ambos y juró no pecar.
En este punto, el Talmud compara a Paltiel con Boaz y Iosef haTzadik – quienes también estuvieron expuestos y superaron situaciones de tentación, y concluye que las circunstancias de Paltiel con Mijal, fueron aun más complejas – y, por lo tanto, su mérito aun mayor.
Como fugitivo en tierras enemigas
Las peripecias de David siguieron.
Debió exiliarse en el país de los filisteos, siendo descubierto allí y traído ante el rey Ajish (Avimelej). Dado el pasado de hostilidades que había tenido David con los filisteos, los guardaespaldas de Ajish, hermanos del propio Goliat, le aconsejaron eliminarlo cuanto antes.
David sobrevivió milagrosamente a los intentos de muerte tramados por los filisteos.
Anteriormente, David había “increpado” a D”s por haber creado las moscas, las arañas y la demencia. ¡¿Qué función cumplían, acaso?!
En la situación crítica en la que se encontraba en aquel momento, pidió asistencia a D”s. “¿Qué puedo hacer por ti?” – preguntó D”s.
“Dame algo de esa enajenación” – respondió David.
De inmediato, David comenzó a actuar de manera ilógica, gritando alocadamente, cayendo su baba por la barba y escribiendo sobre las puertas del palacio.
Al verlo Ajish actuar de ese modo, y teniendo ya en su propia familia personas que efectivamente estaban trastornadas, mandó echar a David del palacio: “¡¿acaso me faltan maniáticos en casa – como para que traigan a este?!” – exclamó.
Más tarde, David compuso los Tehilim en los que hizo referencia a este episodio (Tehilim 34:2).
No debemos despreciar ningún aspecto de la Creación del Todopoderoso, pues cada elemento y factor ha sido establecido y diseñado para cumplir su rol dentro de los objetivos del Creador Supremo, (ver también Pirkei Avot 4:3) en el momento y circunstancia precisa.

El hecho en sí de tener que desterrarse y vivir afuera de Israel (en tierras filisteas), también fue causa de angustia para el alma tan espiritual de David (Shmuel I 26:19).
El corte de la túnica del rey
Pasó el tiempo, y David seguía escapando de Shaul.
En cierta oportunidad, sucedió algo que repercutiría para siempre en la vida de David.

Así leemos sobre los últimos días del rey: “Y el rey David estaba anciano… y lo cubrieron con vestimentas, mas no sentía calor”. (Melajim II 1:1).
¿Por qué no le abrigaba la ropa al rey David en su ancianidad?
Pues muchos años antes, como mencionamos más arriba, cuando estaba siendo perseguido implacablemente por el rey Shaul, en cierto momento en que este se hallaba descansando en una cueva, David se le acercó y le cortó una punta de su túnica para, en la mañana, enseñársela y demostrarle que él no le guardaba rencor, pues de otro modo, si realmente lo hubiese deseado, David lo podía haber matado directamente.
En aquel momento, quienes acompañaban a David, le instaron a matar a Shaul (Shmuel I 24:4). “Su propia inclinación le exhortaba: ‘Si tú cayeras en sus manos, él no tendría piedad y te mataría…. La Torá te autoriza a matarlo’. Por lo tanto, David juró reiteradamente que no lo haría” (Midrash Rabá, Bamidbar 15:16).
Si bien David demostró su fortaleza espiritual al dominarse en aquel crítico momento, de inmediato se sintió mal, pues juzgó que aun aquella acción había sido despreciativa hacia el rey. Asimismo, al quitarle una punta a la vestimenta, eximía a Shaul del precepto de Tzitzit, lo cual para una persona piadosa de su calibre, era más que significativo.

Y así fue: el acto de cortarle la ropa le fue considerado a David como un ultraje hacia la vestimenta (posiblemente hubiese sido suficiente con quitarle un botón…) – y en su ancianidad sufrió frío. “Todo aquel que desprecia las vestimentas, terminará no teniendo provecho de ellas” (Brajot 62:).

El corte de la túnica convenció a Shaul que David sería su sucesor. Anteriormente, cuando Shaul había asido la manta de Shmuel desgarrándola, esto había sido una señal que D”s arrancaría el reinado de sus manos.
“¿Quién será mi sucesor?” – había indagado Shaul.
“Aquel que desgarre tu túnica…” – respondió Shmuel.
Sin embargo, el acecho a David siguió.
Es dolor espiritual
Al margen de lo que sucedía con David a nivel físico, su sufrimiento tenía una connotación espiritual profunda, por estar huyendo de un Tzadik de la altura de Shaul, y por librarse en David una lucha ética interna.
Esto fue expresado por David en tres capítulos del Tehilim (57, 58, 59):
“No destruyas” (57:1), decía David a sus seguidores – no toquen al rey (Alshij). D”s, no permitas que caigamos en el abismo destructivo de odio, violencia y homicidio.
“Muéstrame favor, D”s, muéstrame favor” – fortaléceme para que no mate a otros, ni que otros me maten a mí.
“Mi alma está entre los leones” – Avner y Amasá, dos grandes eruditos, que – sin embargo – no impiden la persecución de Shaul (Rash”í).
“Hombres, cuyos dientes son lanzas y flechas… y sus lenguas, una espada aguda” – Doeg y Ajitofel que calumniaron e incitaron a Shaul en contra de David.
A causa de la maledicencia en la época de David, muchos soldados cayeron en las batallas (Ierushalmi Pe’á 1:1).
“Pues Tú eres mi Fortaleza, D”s de mi bondad” (59:18) – aun si yo llegara a ser poderoso, no haré abuso del poder como lo están haciendo en contra de mí, pues nunca olvidaré que lo debo todo a Tu bondad….

La caída de Shaul y Ionatan y la sucesión del reinado
La caída de Shaul y Ionatán
Pasaron los años. La suerte de Shaul estaba sellada. Sin embargo, ante la nueva e inmensa invasión de los filisteos, Shaul quiso consultar a D”s.
Desde que había indicado a Doeg matar a los Cohanim de Nov, el Urim veTumim (oráculo) ya no le respondía. Tampoco se aparecía en sus sueños, ni había un profeta a quién consultar.
En su ansiedad y temor, Shaul acudió entonces a la bruja de Ein Dor, que era la única que había permanecido en vida. (Previamente, Shaul había cumplido con la obligación de la Torá de eliminar la brujería de todo el país – Shmot 22:17).
Acerca de si la práctica de la brujería representa algo real, o si se trata de una mera ilusión, hay distintas opiniones entre las autoridades. En este caso, todos opinan que la aparición que se presentó ante Shaul fue auténtica.
Siendo que está prohibido el ejercicio de la brujería (para judíos): ¿por qué Shaul visitó a la hechicera?
Al no tener otro recurso, y dudando sobre si guerrear y poner vidas de hebreos en riesgo, o – contrariamente – someterse a los filisteos para evitar ese peligro, Shaul consideró que se trataba de una cuestión de “Pikuaj Nefesh” (amenaza a una vida), que requiere violar ciertas leyes – si así fuera necesario – para resolverse.

Para que no lo reconozcan como rey, Shaul se disfrazó, y lo acompañaron los generales Avner y Amasá.
En un principio, la bruja no quiso atenderlo, pues sabía que podía ser delatada ante el rey. Shaul, entonces, le juró que nada le sucedería.
Cuando pidió ver a Shmuel, la mujer hizo llegar su espíritu, y de inmediato vociferó: “¡Tú eres el rey!”.
¿Cómo lo supo la hechicera?
Pues habitualmente las imágenes que ven estos nigromantes están invertidas por la fuerza negativa que existe en estas prácticas. Sin embargo, en honor al rey, Shmuel fue percibido en su porte normal.
Shaul de inmediato tranquilizó a la mujer, asegurándole nuevamente que no sería castigada, y preguntándole acerca de la apariencia del hombre que veía.
La descripción que brindó la mujer pertenecía indudablemente a Shmuel – que venía acompañado por Moshé.
¿Por qué Shmuel pidió ser escoltado?
Shmuel temía estar siendo citado para ser juzgado, y, por lo tanto, llevó consigo a Moshé para que diera fe de que no había omitido cumplir con absolutamente nada de lo que está normado en la Torá… (Jaguigá 4:).

El ya fallecido Shmuel, supo que al día siguiente moriría el rey en la guerra junto a sus tres hijos – y así se lo hizo saber a Shaul, recordándole que D”s había quitado el reino de él para dárselo a David.

“¿Qué te contestó Shmuel?” – preguntaron Avner y Amasá, quienes lo acompañaron – pero no veían ni escuchaban lo que sucedía.
“Mañana vamos a la guerra y triunfaremos” – respondió Shaul sin temor (Midrash Rabá, Vaikrá 26:7). Al día siguiente se vistió de fiesta, a pesar de saber que moriría en la batalla.
Cuando Shmuel respondió que al día siguiente estarían “juntos”, eso se refería a que Shaul estaría junto a él (Shmuel) en el sector de los Tzadikim, en el Gan Edén. Shaul murió heroicamente y como Tzadik.

Efectivamente, al día siguiente, fueron a la guerra e Israel fue derrotado – tal como había informado Shmuel, y Shaul cayó junto a sus tres valientes hijos.

¿Quién compuso la elegía sobre Shaul y Ionatán?
David y la gente que lo rodeaba (¡y a quien Shaul había perseguido!): se desgarraron las vestimentas en señal de duelo, ayunaron y lloraron (Shmuel II 1:11-12):
“Hijas de Israel, lloren por Shaul, quien las vestía con la mejor ropa…”, pues Shaul invertía tiempo y recursos propios para proveer las necesidades de la muchachas para que estén bien vestidas (Shmuel II 1:24) – se lamentó David en su elegía, después de la muerte de Shaul. Tzadik, modesto, valiente y sensible hacia la necesidad de los menesterosos.
“¡Cómo han caído los valientes!”
“Quienes se amaron en vida, y la muerte no los separó, más ágiles que las águilas y más valerosos que los leones”…
Transición
Con la caída de Shaul y tres de sus hijos en su última batalla contra los filisteos, la nación quedó acéfala. Habían transcurrido apenas 3 años desde que el pueblo había solicitado al profeta Shmuel que le proporcionara un rey que guíe sus destinos, y en consecuencia, que Shaul se había convertido en el primer monarca de Israel. ¡En este período tan breve habían acaecido tantos acontecimientos…!

¿Qué sucedería ahora?
David ya había sido ungido previamente por Shmuel y, por consiguiente, la gente de su tribu, Iehudá, lo coronó como rey en Jevrón – la ciudad en la que están enterrados los patriarcas.
Por otro lado, el general de Shaul – Avner ben Ner – coronó a Ish Boshet, el hijo sobreviviente de Shaul, como nuevo rey. Para que su autoridad sea aceptada, Avner recorrió el país en busca de apoyo. Sin embargo, la gente de Iehudá, liderada por el general Ioav, no consintió la propuesta.
Dos grandes generales: Ioav y Avner
¿Por qué Avner insistió en coronar a Ish Boshet sabiendo que el rey David ya había sido ungido?
Avner se remitió a la exégesis de la Torá.
Cuando Ia’acov retornó de Aram Naharaim en donde se casó y tuvo once hijos varones, D”s se le apareció y le hizo saber en una profecía que “…y reyes saldrán de ti” (Bereshit 35:11).
Esto ocurrió antes de nacer Biniamín, que fue el único hijo adicional de Ia’acov con posterioridad a aquel momento, pues nació durante el camino de regreso. Si bien más tarde, antes de fallecer e impartir las bendiciones a todos sus hijos, Ia’acov adjudicó la monarquía a su hijo Iehudá y a su descendencia (a la que precisamente pertenecía David), Avner interpretó que aún se debía terminar de cumplir con la bendición de D”s que decía que reyes (plural) saldrían de Biniamín (Shaul había sido el primero, y ahora Ish Boshet sería el segundo – Bereshit Rabá 2:4).

Esta diferencia de opiniones entre Avner y Ioav provocó una guerra civil que duró un día. En su transcurso, Asael, hermano de Ioav, persiguió a Avner. Avner le advirtió que no intente acorralarlo, porque no quería pelear con él. Asael insistió en su propósito, pero fue abatido por Avner.
La Torá permite defenderse de un perseguidor que intenta matarlo a uno, aun si esto terminara con la muerte del atacante (Sanhedrín 49.).

Finalmente, después de un altercado con Ish Boshet en el que Avner se convenció que, si bien era un tzadik, no era el indicado para ser monarca, y que el trono correspondía a David, intentó reunir al pueblo para que éste reine sobre la nación entera. Por lo tanto ofreció las paces a Ioav y fue a subordinarse a David, poniéndose a su servicio.
Si bien David aceptó la propuesta de Avner, Ioav vengó la sangre de su hermano y mató a Avner (a espaldas de David). Avner había sido en Torá un gran sabio y militarmente un héroe, por lo que David lloró apenado por él.
Ioav sostenía que en el episodio con su hermano, Avner se podía haber defendido sin darle muerte, por lo que su manifestada “auto-defensa” en realidad debía calificarse como homicidio.
La forma en la que Ioav mató a Avner fue un tanto vergonzosa. Para que se descuidara, le consultó una cuestión de Halajá (de Jalitzá) que obligaría a Avner a agacharse, y – al estar desprevenido – lo mató…

¿Por qué mereció Avner la muerte?
Los Sabios dicen que el motivo fue por no haber impedido o reclamado cuando Shaul permitió a Doeg matar a los Cohanim de la ciudad de Nov. Otros opinan que Avner efectivamente había objetado lo que pretendía Doeg, pero que su falta consistió en demorar la asunción del cargo por parte de David (Sanhedrín 20.).
También se le atribuye el haber desalentado a Shaul en los episodios (Bor haSirá) en los que David había demostrado que no le tenía enemistad y habiéndolo podido matar (mostrándole la jarra y el trozo de la túnica que había llevado en cada oportunidad), no lo haría – por el respeto que le tenía. En ambos casos, Avner dudó de las palabras de David, argumentando que quizás los había obtenido por otros medios (Sanhedrín 49.).

En aquel momento, David no castigó a Ioav, pero – en su lecho de muerte – legaría la orden de hacerlo, a su hijo Shlomó, por haber matado a dos generales que fueron espiritualmente superiores a él: Avner y Amasá.

David indicó claramente que no deseaba ninguna clase de venganzas, ni quería ver caer a aquellos que habían sido sus perseguidores, por lo que cada vez que se presentaron quienes se jactaban de haber eliminado a algún miembro de la casa de Shaul, eran ajusticiados de inmediato por David (Shmuel II 1:15, 4:11).

En los párrafos que siguen, encontraremos que Ioav siempre estuvo presente en la vida de David. En esta coyuntura, así como en la rebelión de Avshalom (un hijo de David), Ioav apoyó a David. Sin embargo, cuando David ya estaba anciano y Adoniahu (otro hijo de David) pretendió la sucesión del trono (en contra de la expresa voluntad de David que había designado a Shlomó como sucesor), Ioav se plegó “a la oposición”.

Si bien Ioav también era un gran erudito, los Sabios tienen opiniones encontradas acerca de su persona (Sanhedrín 49.).
Hay quienes sostienen que Ioav se hubiera rebelado antes a David, si no fuera porque le temía, mientras que otros afirman que Ioav constituía la “mano derecha” de David: “si no fuera por el mérito del estudio continuo de Torá de David, Ioav no hubiese sido victorioso en las guerras, y si no fuera por la dedicación de Ioav en los frentes de batalla, David no hubiese podido abocarse totalmente a su estudio, a la justicia y a la caridad”.

De todos modos, esto no va en detrimento a los méritos personales de Ioav: su hogar estaba libre (“mufkar”) para todos, que podían servirse allí lo que quisieran, compartía todas las exquisiteces que poseía con los pobres y era una persona totalmente limpia de fraudes y promiscuidad.

El retorno del Arca y el castigo a Uzá
Uzá
El Arón (Arca que contiene las Lujot), había estado en distintos sitios desde que los filisteos lo habían arrebatado a los hebreos en la época del Cohen Gadol Elí. Al devolverlo, había pasado inicialmente por Bet Shemesh y luego permaneció por muchos años en Kiriat Iearim en casa de Avinadav. Ahora David – quien había tomado a Ierushalaim para convertirla en la Capital de Israel y sede del Bet haMikdash – quiso llevar el Arón allí.
Fue entonces, que se organizó el cortejo que traería el Arón. Colocaron el Arón sobre un carruaje que lo llevaría.

Este fue el primer error: en la Torá se menciona que los príncipes de las tribus donaron carruajes para transportar el Mishkán en el desierto. Moshé repartió los carros entre los leviím, pero no otorgó ninguno a la familia de Kehat, pues ellos transportaban los objetos más sagrados que serían cargados solamente sobre hombros (Bamidbar 7:9).
Entre las piezas sagradas que llevaban los hombres de Kehat estaba – obviamente – el Arón mismo.
Este tenía – además – una particularidad única: si bien aparentaba ser llevado por las personas, sucedía todo lo contrario. El Arón transportaba a quienes lo “acarreaban”.
Posteriormente, durante el cruce del Río Iardén, en el ingreso de los hebreos a la Tierra de Israel, esto se hizo aun más evidente, pues el Arón “cargó” a los Cohanim que lo transportaban, por encima del río.

Los judíos de todas las latitudes del país acompañaban el cortejo pulsando toda clase de instrumentos musicales.
Mientras la columna adelantaba, pareció ser en cierto momento, ante un movimiento brusco del carro, que el Arón caería del mismo. Rápidamente, Uzá – hijo de Avinadav – se acercó y lo tocó para sostenerlo (Divrei haIamim I 13:10), pero murió instantáneamente.
Obviamente, la celebración se interrumpió de inmediato. Mientras tanto, el Arón fue colocado en la casa de un judío piadoso llamado Oved Edom, en donde quedó hasta que fue llevado a Ierushalaim, un tiempo más tarde, luego de haber corregido el error cometido (ahora fue transportado a hombro).

Puesto que, como mencionamos anteriormente, el Arón no debía transportarse sino sobre los hombros de las personas, la pregunta obvia es por qué David erró en lo que aparenta ser un pasaje claro de la Torá (“algo que aun los niños lo saben”). Evidentemente, David opinaba que esa obligación se remitía a la travesía de los hebreos en el desierto. Sin embargo, si hubieran profundizado el tema, se habrían percatado que también ellos debían acarrear el Arón a mano. Sin embargo, dado que David se expresó en lo que concierne al estudio de la Torá como “cánticos” (disminuyendo la seriedad que le atañe al estudio – Tehilim 119:54), D”s permitió que se equivoque en esta Halajá (Sotá 35.).

¿Y Uzá?
También Uzá erró. Debía haber entendido que si el Arón puede transportar a quienes lo acarrean (tal como sucedió en el cruce del Iardén), ¡seguramente se podrá transportar a si mismo – y no caerse!
Asimismo, cuando se carga el Arón, se lo hace mediante las varas que tiene para dicho fin – y no se toca el Arón mismo, menos aun él, que era Israel y no Cohen ni Leví.
De todos modos, también este episodio dejó un sabor amargo en David y en el pueblo, tal como había sucedido muchos años antes en el desierto, cuando murieron los hijos de Aharón en el mismísimo día de la inauguración del Mishkán.

David y Bat sheba
Batsheva
Uno de los capítulos que más se comentan de la vida de David – y en el que más se confunde la gente por desconocer lo que esclarecen las fuentes de los Sabios – es aquel en el que tomó a Batsheva como esposa.
(Debemos aclarar que es difícil explicar seriamente un tema de esta índole, en el que están vinculados personajes del TaNa”J, pues la mente “moderna” está llena de suspicacias, que a su vez son el resultado de vivir inmersos en una sociedad corrupta, que bromea acerca de todo lo que es íntimo y sagrado, con lo cual muchos ni siquiera están capacitados para analizar las situaciones y sus enseñanzas desde la correcta óptica de nuestros Sabios.)

Para comprender este episodio, por el que el profeta Natán amonestó duramente a David, debemos comenzar por entender por qué sucedió este triste incidente, que – sin duda – no era digno para un tzadik de la envergadura de David.
Sin embargo, estuvo decretado que el rey David “pecara” para establecer para el futuro la importancia y el beneficio de hacer Teshuvá (Moed Katán 16:, Avodá Zará 5.).
El desafío espiritual
David sabía que en la Tefilá los judíos recitarían (como lo hacemos nosotros tres veces al día): “D”s de Avraham, D”s de Itzjak, D”s de Ia’acov”.
¿Por qué no estaba mencionado él también?; ¿acaso no era él el fundador de la dinastía real?; ¿sería – quizás – que estaba haciendo algo mal, por lo que no era aceptado por D”s tal como Él había aprobado a los patriarcas?
D”s respondió que había una clara diferencia: los patriarcas habían sido sometidos a difíciles pruebas de las cuales salieron dignamente airosos, mientras que David no había tenido que pasar esa clase de comprobaciones.
David de inmediato aceptó el reto, pues si eso significaba ser reconocido por D”s, y el desafío era algo que lo habían pasado los antepasados – ¿por qué se privaría él de intentar purificarse y acercarse incluso más a D”s, peleando aun más duro para adherir incondicionalmente a D”s? (Tehilim 26:2)
En realidad – advierten los Sabios (Sanhedrín 107.) – no se debe pedir ser probado.
D”s aceptó las palabras de David, y agregó que no solamente le anticiparía el hecho de que viviría una circunstancia de prueba, sino que le adelantaba la naturaleza del caso: sería examinado en un asunto de índole sensual.

El rey creyó que podría “prepararse” para poder enfrentar mejor la prueba. A tal fin, intentó saciar su instinto conyugal previamente. Pero – dicen los Sabios – “se le olvidó” una regla fundamental de la vida: “un pequeño miembro hay en el ser humano: quien lo intenta satisfacer, siempre quedará insaciable, y quien lo hace subsistir con hambre, se sentirá saciado”.
Esta norma tiene vigencia hoy más que nunca, pues la sociedad, los medios y los mercaderes del placer, insisten en crear una imagen idílica – y alcanzable – de deleites, encantos, gozos y éxtasis, que en realidad solamente logran realzar el hambre y la insatisfacción del público que cae a diario en su trampa – y no parece aprender jamás.
(Las motivaciones pueden ser mercantilistas, o aun peor… solo por difundir el mal).

Así sucedió que David vio a Batsheva, quien se estaba preparando para la Tevilá.
En el momento en que David vio a Batsheva se distrajo de su apego a D”s. Con esto ya se diferenció de los patriarcas que jamás se habían abstraído de su conciencia íntegra de estar ante la Presencia Di-vina.
Hasta ese momento sus “hermosos (cristalinos) ojos” (Shmuel I 16:12), jamás habían percibido otra cosa que devoción a D”s: “Pues Tu bondad está siempre frente a mis ojos” (Tehilim 26:3), “tengo presente a D”s constantemente” (Tehilim 16:8), debería expresar: “mi pecado está frente a mi continuamente”… (Tehilim 51:5)

Batsheva había sido esposa de Uriá, y ahora David la tomó como esposa.
Antes de proseguir, es menester explicar en este contexto que los soldados de David divorciaban a sus esposas antes de partir a la guerra (según algunas opiniones, este divorcio era otorgado a las esposas en forma condicional – si es que no volvían de la guerra. Otros sostienen que el divorcio era definitivo, y que al volver salvos y sanos de la guerra, las parejas volvían a contraer matrimonio). Muchos años antes, el propio David había ido al frente – por orden del padre – para traer el Guet de sus hermanos a fin de entregárselo a sus respectivas esposas.
El motivo por el que hacían esto, era por si llegaran a quedar desparecidos en la guerra. En tal situación – y al desconocer el paradero del marido – la mujer permanecería “aguná” (una mujer que no puede volver a contraer matrimonio, por no tener la certeza de estar viuda).
Fue así que en aquel momento, al estar Uriá en el frente de batalla, Batsheva estaba divorciada.

Cuando Uriá volvió del frente (en aquel momento estaban lidiando con los vecinos de la nación Amón), David le ordenó volver con su “esposa”, pero Uriá – quien desconocía lo que había transcurrido en su ausencia – se rehusó.
Como consecuencia, David dictaminó que Uriá merecía la pena de muerte (un súbdito no puede negarse a la orden del rey). Entonces envió a Uriá nuevamente al frente, mandando una indicación escrita a Ioav para que coloque a Uriá en la primera línea, donde estaría más expuesto a caer (si no tuviera méritos propios para salvarse).
Y así sucedió. Ioav cumplió la orden de David, y Uriá fue abatido por el enemigo. Después de esto, y al haber transcurrido el duelo por Uriá, Batsheva – ya embarazada por David – fue al palacio del rey (Shmuel II 12:27).
Pero – de todos modos – D”s no aprobó la acción de David.
¿Por qué pudo caer?
Siendo que el rey David es un modelo de austeridad y frugalidad, ¿por qué “cayó” en esta ocasión?
Cuando D”s somete a los seres humanos a pruebas, también les provee la fuerza interna para poder repeler – si tienen la voluntad de hacerlo – las tentaciones del mal.
Aun si la persona siente que no puede combatir su tentación por si mismo, pero tiene internamente el deseo auténtico de hacerlo, puede contar con la Asistencia Di-vina para ayudarle en aquel momento crítico.
Así sucedió con Paltiel. Una vez que había jurado no tocar a Mijal, D”s lo protegió del tropiezo.
Sin embargo, en el caso de David, su situación no fue una prueba de D”s, sino un desafío que él mismo había demandado. Por lo tanto, no fue socorrido con la Asistencia Di-vina (Rav Jaim Shmuelevitz – Sijot Musar 5733:6).
Quizás este concepto nos ayude a reflexionar: ¿cuántas situaciones que atravesamos son enviadas por D”s? – ¡¿y cuántas las provocamos nosotros mismos?!

Es así que David dijo delante del Todopoderoso: es claro ante Ti, que si yo quería (en circunstancias habituales), podría doblegar mis inclinaciones; sin embargo, dije: “que no lleguen a decir ‘el sirviente (David) pudo más que su Amo (D”s)’” (Sanhedrín 107.).
Según el Mahara”l, por haberse extralimitado y pedido un espacio que no le correspondía (ser contado a la par de los patriarcas), las dificultades del examen se endurecieron, y la prueba fue más difícil de lo que podría sobrellevar. También habría en su expresión una muy ligera disposición de altanería (Mijtav meEliahu).

Según los Sabios, Batsheva estaba destinada por el Cielo a ser la esposa de David desde la creación del mundo (Sanhedrin 107.).
¿Por qué, pues, fue previamente la esposa de Uriá?
Dicen los Sabios que cuando David derribó a Goliat, no sabía cómo desajustar la armadura para concluir con su tarea. Fue ahí cuando Uriá (que era el propio escudero de Goliat) – quien aún no se había convertido al judaísmo – ofreció su ayuda… si David le diera luego una mujer judía por esposa. David prometió cumplir, pero en verdad no debiera haberlo hecho. Fue así que – providencialmente – Batsheva estuvo casada con Uriá primero.
Una Bat Israel no debe menospreciarse bajo ningún concepto ni circunstancia.
“Ese hombre, eres tú”
Pasó un año y el profeta Natán se acercó a David para hacerle saber su grave error.
Para que David reconociera su culpa, le narró un incidente a fin de que el rey determinara el veredicto (que luego asemejaría con su propio error):
“En cierto momento, un hombre acaudalado, poseedor de una gran cantidad de ganado, tenía que agasajar a un visitante.
El Ietzer haRá (mala inclinación), comienza asemejándose a una visita (“Helej”), luego se afinca como un huésped (“Oreaj”), y termina por sentirse el dueño de casa (“Ish”)… (Rash”í).

El vecino de este hombre – contrariamente – era menesteroso, y solamente poseía una oveja, a la que criaba y cuidaba como si fuera uno de sus hijos.
En lugar de faenar a uno de sus numerosos animales, el hombre adinerado tomó la única oveja perteneciente al vecino, y la carneó para la ocasión”.
David de inmediato dictaminó su parecer acerca de esta situación: ¡este hombre insensible merecía la pena de muerte! (robar a un pobre, equivale a matarlo – Rash”í) – y por la oveja debería expiar cuatro veces su valor.
A lo cual respondió Natán: “¡ese hombre eres tú! – teniendo ya varias esposas (David tenía en su momento seis esposas) ¡¿por qué tomaste a Batsheva de una manera tan tosca?! – Por lo que has hecho, serás castigado… ”
A raíz de este episodio, David sufrió cuatro penas – tal como había sentenciado él mismo.

Rápidamente, al escuchar el reproche del profeta, David reconoció espontáneamente y sin vacilar: “¡He pecado a D”s!”. Y, también de inmediato, Natán hizo saber a David que su pecado había sido perdonado, pero que el bebé – fruto de aquel embarazo – no viviría. Efectivamente – y a pesar de los rezos y ayunos de David – cuando Batsheva dio a luz, aquel bebé no sobrevivió. Recién después, Batsheva tuvo a Shlomó (Shmuel II 12:24), quien sería el sucesor de David y “a quien D”s amó”.

¿En qué consistió el “pecado” de David?
Tal como veremos más adelante, los Sabios nos enseñan que “todo aquel que afirma que David pecó, está errado” (Shabat 56.). Puesto que el pasaje dice claramente que “D”s estaba con él” (Shmuel I 18:14), esto implica que no había pecado – pero estuvo dispuesto a hacerlo.
El error no es aquel que a simple vista se percibe. Dado que técnicamente David podía casarse con Batsheva, y que Uriá merecía la condena que recibió, David era reglamentariamente inocente.
Sin embargo, los Sabios explican que se le reprocha el hecho de no haber consultado con el Sanhedrín para llevar a cabo la pena de muerte a Uriá.
También fue culpable por el hecho de – aun sabiendo proféticamente que Batsheva le estaba predestinada, y poseía los méritos de ser la madre de su vástago heredero (ningún otro hijo reunía las condiciones de suceder a David) – haberse apresurado y tomarla antes de tiempo.

En Tehilim (51) David se expresa largamente acerca de este episodio, sublimándolo en muchos pasajes que siempre son citados en referencia a nuestra obligación de hacer Teshuvá:
“Lávame abundantemente de mi pecado…” – el pecado crea un vestigio perjudicial en el alma que requiere un gran esfuerzo para librarse de él.
“Pues reconozco mis transgresiones…” – no intento justificar lo que hice.
“Mi pecado está frente a mi continuamente…”– soy consciente de mi responsabilidad.
“Solamente a Ti he pecado…”– solo Tú sabes lo que sucede en mi alma.
“Realicé el mal con Tus ojos…”– defraudé con los ojos que me has dado.
“Permíteme escuchar alegrías…”– cuando sepa que he expiado mi yerro.
“Engéndrame un corazón puro, y establéceme un espíritu firme…”– fortaléceme para que no vuelva a pecar.
“No me despidas de delante de Ti, ni me quites Tu espíritu…”– no pierdas la confianza en mi, sospechando que volveré a defraudarte.
“Enseñaré Tu camino a los pecadores…”– que otros, al verme, emulen el ejemplo mío de volver a Ti.
“La ofrenda a D”s es un espíritu quebrado; un corazón quebrado y abatido no será despreciado por D”s”- solamente con humildad y sumisión seré aceptado.

En numerosos pasajes, David hace mención a las palabras de burla manifiestas por sus detractores, como así también a las expresiones solapadas malintencionadas para recordarle su falla: “Cuando están dedicados a estudiar las distintas clases de penas de muerte, interrumpen su estudio para cuestionar: ‘David: ¿cuál es el castigo de aquel que convive con una mujer casada?’” (David respondía la verdad: la pena de muerte – empero, luego el pecador tendría su porción en el Mundo Venidero… ¡mientras que quien hace pasar vergüenza a otros en público, renuncia a su porción en el Mundo Venidero!)

David pidió una y otra vez ser perdonado, por el honor de su pueblo, que no debía sentir vergüenza por su yerro.
Sin embargo, el mayor legado fue su modelo de Teshuvá constante y profunda. HaShem nos libre de castigos y pruebas que pongan en dificultades nuestra lealtad a Él.

Los castigos del rey david y sus hijos Amnon, Tamar y Abshalom
LOS CUATRO CASTIGOS DEL REY DAVID
Según los Sabios (Iomá 22.), como vimos, David debió sufrir cuatro amarguras por su falta con Batsheva: 1. el niño (como ya dijimos, el primer hijo que tuvo David con Batsheva falleció a los pocos días de haber nacido), 2. Amnón, 3. Tamar y 4. Avshalom.
Tamar
Amnón era el hijo mayor de David y amaba a Tamar.
Tamar era una hija de Ma’ajá – esposa de David – que había concebido de él cuando aún la decisión propia de ella de convertirse al judaísmo no era firme (Sanhedrín 21.).
Ma’ajá había sido una “Iefat To’ar”, mujer gentil capturada en la guerra. Las leyes atinentes a un caso así, están establecidas en la Torá (Dvarim 21:10). Si bien antes de convivir con la prisionera ella debía ser convertida al judaísmo, a falta de convicción por parte de la mujer para realizar dicho paso, su hijo/a sería no-judío/a. Como consecuencia, aquel hijo/a debería atravesar su propia conversión y Tamar no sería – en este caso – hija de David. Siendo esa su condición, a Amnón le estaba permitido casarse con Tamar.

Amnón obró mal como fruto de sus malas amistades. En lugar de pedir a David que lo case con Tamar, realizó un artilugio: fingió estar enfermo. Pidió sólo que Tamar lo atienda y le acerque la comida frita (con el consentimiento del rey David). En esa ocasión, estando a solas con ella, la violó. Tamar le rogó que no lo hiciera, pues si pedía al rey, él sin duda se la daría como esposa – y, de no ser así, también él se convertiría “en uno de los abominables en Israel”.
Como hemos visto anteriormente, la Torá prohíbe a una mujer casada estar a solas con un hombre que no sea su marido. Recién después de este triste episodio (cuando Tamar divulgó la degradación de la que había sido objeto), el tribunal del rey David extendió la prohibición de Ijud también con mujeres solteras.

Luego Amnón la echó de su lado “y fue mayor el odio que sintió Amnón por Tamar, que la pasión que había previamente tenido por ella…” (Shmuel II 13:15). Nuevamente, Tamar le suplicó que no le hiciera eso, pero los asistentes de Amnón cumplieron con el pedido de su amo.
La Mishná en Pirkei Avot (5:19) nos advierte acerca del riesgo de enamorarse por la belleza… Muy contundentemente, esa Mishná sentencia que todo amor que depende de agentes ajenos (sentimientos egoístas), está destinado a no sobrevivir más allá del lapso que experimente ese interés.

Tamar dio a conocer su dolor públicamente con demostraciones de llanto y duelo.
¿Por qué publicó su humillación?
Para evitar que se repita. Hizo saber a todos: “si a hijas del rey puede sucederles tal ofensa, cuánto más a la gente común; y si así le puede suceder a un muchacha recatada, cuánto más expuesta estaría una joven indiscreta” (Sanhedrín 21.).

El rey David enterado de lo que había sucedido, se enfureció por sobremanera – pero, por algún motivo, no tomó acciones en el momento.
Tamar tenía un hermano llamado Avshalom. Éste la llevó a su residencia, tratando de calmarla con la idea de que afortunadamente no había sido vejada por un extraño, pero mantuvo un profundo rencor contra Amnón, por el mal que había perpetrado en contra de su hermana.
Amnón
Transcurrieron dos años, y Avshalom organizó una celebración en ocasión de la esquila anual. El rey David no iría, y bendijo a su hijo. Avshalom invitó pues a los hermanos – y a Amnón…
En el momento de la fiesta, Avshalom dio la consigna a sus sirvientes que cuando Amnón estuviera embriagado con el vino, lo mataran.
Así fue. Los demás hermanos escaparon por temor a Avshalom y David se enteró del terrible episodio.
Desde la óptica de Avshalom, su acto no fue una mera venganza. Él sentía que Amnón merecía aquel fin – aunque por la ley de la Torá no es la condena apropiada – para hacer saber a toda la gente lo despreciable del acto cruel que cometió con Tamar.

Avshalom supo que David se enojaría con él, y escapó a Gshur (en el exterior, donde vivían sus parientes maternos gentiles) por tres años.
El general Ioav sabía que en sus fueros íntimos, David extrañaba a Avshalom. Asimismo, el hecho de vivir en medio de una nación ajena sería negativo para la salud espiritual de Avshalom.
A fin de preparar el camino para el regreso de Avshalom a Ierushalaim, Ioav envió a una mujer que hablara al rey, fabulando una historia similar a la de Amnón y Avshalom.
En su cuento, un hermano había matado al otro en medio de una riña, y sus parientes ahora querían vengar su sangre matando al hermano sobreviviente. Ella, pues, pedía protección para su único hijo sobreviviente.
David dictaminó que se diera amparo a ese hijo.
A lo cual replicó la mujer: “¡¿Cómo creería el rey que miembros del ‘pueblo de D”s’ cometerían tal abominación (de querer matar a su otro hijo?!” – ¡esto no era más que una parábola para hacer reflexionar al rey sobre la suerte de Avshalom, pues si éste merecía ser castigado, no le faltarían medios a D”s para sancionarlo en este mundo o en el venidero; sin embargo, en lo efímero de las vidas que se viven, no debiera mantenerlo alejado por tanto tiempo en tierras ajenas, con el riesgo agregado de las influencias negativas de vivir allí en soledad o en malas compañías.

Finalmente, el rey autorizó a Ioav para que traiga al príncipe a Ierushalaim, pero aun en aquella coyuntura, Avshalom no tenía permitido ver al padre, quien seguía demostrando su desaprobación por el homicidio. La nueva condición en la que se volvía evidente que Avshalom tenía vedada su presencia ante el rey, lo afligía aun más. Avshalom prevaleció sobre Ioav, hasta que recién dos años más tarde, se le permitió el acceso al rey mismo.
Avshalom
Avshalom no era una persona común. Por empezar, era hijo del rey. Su aspecto exterior era sumamente bello y destacado – en particular su cabello que tenía un Semblante Celestial y del cual se sentía orgulloso (Sotá 9:) – presunción que al final causó su caída.
Pero, aparte de eso, Avshalom había prometido ser Nazir. El Nazir consagra su cabello, y el corte de pelo periódico (cuando se acumula demasiado) en el Bet haMikdash constituye parte de la ceremonia.

Progresivamente, Avshalom asumía cada vez más un porte monárquico – siendo acompañado por un séquito real, y recibía y aconsejaba a la gente que se acercaba al palacio como si fuera el propio rey.
Sentado a la entrada del palacio, cuando venía el pueblo para pedir justicia en sus asuntos particulares, Avshalom les preguntaba de dónde venían, les decía que sus argumentos eran correctos – evidentemente el propio rey no podría recibir y escuchar todos los temas particulares de la gente, y que si él fuera juez, el asunto ya estaría resuelto.

El embuste siguió así durante cierto tiempo, hasta que finalmente, Avshalom se rebeló abiertamente en contra de su padre David. Esto sucedió en los últimos años de la monarquía de David.

Para llevar a cabo su plan, engañó al padre, al Bet Din (tribunal), y al pueblo (Sotá 9:).
Solicitó de David permiso para dirigirse a Jevrón y cumplir con una obligación contraída (en aquel momento, hallándose el Mishkán en Guivón, estaba permitido ofrecer ciertas ofrendas en otros sitios).
Mediante un astuto artilugio, llevó a muchos de los prominentes Sabios para que su séquito sea más acreditado, y envió a algunos de sus secuaces a las ciudades más importantes de Israel en las que anunció que él era el nuevo rey.
De inmediato, la gran mayoría del pueblo se adhirió a Avshalom.
Esta actitud masiva no deja de asombrarnos. ¿Cómo fue que se llegó a tal extremo?

Entre el pueblo había quienes creían que, efectivamente, Avshalom era más idóneo que David para conducir el reino. Él había tenido la audacia de vengar a Amnón por su acto inmoral, lo cual lo enmarcaba como figura justiciera a comparación de la “inacción” de David. Y, – en definitiva – era hijo de David, con lo cual su padre seguramente no se opondría a que asumiera el cargo.
Aparte de estas consideraciones, muchos pensaban: si David era realmente infractor por el episodio de Batsheva, pues sería preferible que su hijo lo reemplace. Obviamente pocos conocían lo profundo y constante de la contrición de David (y probablemente tampoco la verdadera razón de aquella conducta al tomar a Batsheva).

Apenas le llegó la noticia a David, debió escapar hacia el desierto con un puñado de hombres para salvar su vida. Caminaban descalzos y ostentaban claras señales de duelo.
Tal como en los casos anteriores, esta – la cuarta – fue una sanción para David decretada por el Todopoderoso. Por lo tanto, los profetas no acudieron a asistirlo, ni David tampoco consultó con los Urim veTumim. Tampoco permitió que los Cohanim lo acompañaran con el Arón, pues sentía que era una afrenta para el Arón tener que trasladarse solo por él. Fue así, que el Arón permaneció en Ierushalaim.

Entre las personas destacadas que cortejaban a Avshalom, estaba el general Amasá, sobrino de David y primo de Ioav, que dirigió su enorme ejército.
También estaba Ajitofel, un gran Sabio (que hemos mencionado anteriormente) y previamente consejero de David. Tan calificado era Ajitofel por su experiencia, que el pasaje dice que “el consejo de Ajitofel, en aquellos días era igual a consultar con la Palabra Di-vina” (Shmuel II 16:23). Ajitofel era abuelo de Batsheva, y tenía aspiraciones monárquicas para sí mismo.

David pidió a D”s que no permita que Avshalom siga las indicaciones de Ajitofel.
Ajitofel sugería acciones inmediatas, contundentes y decisivas contra David, de modo tal que no hubiera forma de reconciliarse padre e hijo.
Jushai, un anciano seguidor de David, se cruzó como “agente encubierto” a las filas de Avshalom y lo convenció que estén presentes cuantos más capitanes y jefes de Israel al momento en que destruya y destrone a David. Para ello se necesitaban más días. Esto halagaba el ego de Avshalom, por lo que siguió este consejo.
Su intención, sin embargo, era darle tiempo a David para prepararse y reagruparse. Avshalom le obedeció, a pesar de que la lógica de Jushai era un tanto endeble.
Más tarde, David compuso uno de sus Tehilim (capítulo 3) haciendo alusión a este triste evento:
“Un cántico de David…” – (aun en aquel momento crítico, David supo canalizar sus sentimientos positivamente hacia D”s).
“…cuán prestigiosos son quienes me hostigan” – Avshalom estaba escoltado por personas de gran capacidad.
“…me acuesto y duermo, confiando en D”s Quien me protegerá” – David podía acostarse a dormir aun en aquel momento, porque vivía totalmente convencido que aun en los momentos más difíciles, estaba custodiado por D”s.
A palabras necias, oídos sordos…
En el camino, un hombre llamado Shim’í ben Gueirá – también él un gran Sabio, pariente de Shaul, el rey anterior, director del Sanhedrín y también maestro del hijo de David, Shlomó – salió a arrojarle piedras y a maldecir a David, manifestando su satisfacción ante la penuria de quien – según él – había usurpado la monarquía de Shaul, y era responsable de la muerte del general Avner y de Ish Boshet (siendo, por supuesto, ambas imputaciones infundadas).
Quienes acompañaban a David, sintieron hondamente el desprecio del que estaba siendo objeto el rey, y desearon eliminar a Shim’í en el acto.
Sin embargo, David – en su gran sabiduría, impidió que tomen las armas y hagan justicia con sus manos: “…si él – un destacado miembro del Sanhedrín – me puede maldecir, esto se debe a que D”s permitió (o le habrá ordenado) que ello suceda…; quién sabe, tal vez – de no merecerme verdaderamente estas injurias, D”s las sustituya con Su Bondad hacia nosotros para que seamos preservados…” (Shmuel II 16:11-12).

Muchos deberíamos repetir las palabras de David en tantísimas ocasiones, en que perdemos nuestra compostura y tranquilidad por las palabras de terceros que nos quieren irritar….
Cada vez que terminamos la Amidá, pedimos al Todopoderoso que nos ayude a cuidarnos de hablar mal, que “no respondamos a quienes nos insultan” y que “nuestra alma sea como el polvo para todos”. Obviamente es más fácil decir esto que sentirlo.
Jafetz Jaim, señala que el rey David es reconocido como “el cuarto pie del carruaje de HaShem” (metafóricamente, una jerarquía que lo denota como si fuera un sostén de la Presencia Di-vina en el mundo – Shmirat haLashón, Sha’ar haTvuná 8).
¿A qué se debe tal privilegio que ni siquiera se le atribuye a Moshé?
La respuesta radica en que David supo no responder a Shim’í ben Gueirá ante sus afrentas.
¡Si tan solo supiéramos emularlo!
¡Mi hijo, mi hijo!
Al preparar las tropas y dar las indicaciones a los generales, David advirtió que cuidaran de no herir a Avshalom. La batalla entre los seguidores de David y los hombres de Avshalom, fue cruenta y se desarrolló en la ribera opuesta del Iardén, pero terminó con una abrumadora victoria para las huestes de David.
Avshalom escapó sobre su mula, pero al cabalgar bajo un árbol, su cabello quedó enredado en las ramas – mientras el animal siguió su camino. Así quedó suspendido en el aire, colgado de su cabellera sin poder huir.
Los lugartenientes de Ioav posteriormente le dieron muerte – en contra de las expresas palabras de David. (Más tarde, y por esta acción, David reemplazó a Ioav por Amasá – a quien quiso demostrar un gesto de reconciliación – como jefe de su ejército, pero… también esa atención de David cayó mal a Ioav, quien mató a Amasá, y mereció posteriormente la pena de muerte a manos del rey Shlomó).

Cuando David se enteró del fin que había sufrido Avshalom, se entristeció enormemente. Lejos de sentir rencor por lo que su hijo había intentado hacer, lloró por él: “Avshalom, mi hijo, mi hijo… (Shmuel II 19:1).
David repitió la palabra “mi hijo” ocho veces – a fin de rescatarlo de lo profundo del Guehinam y acercarlo al Gan Eden (Sotá 10:).
Rav Jaim Shmuelevitz sz”l solía visitar varios sitios cercanos a Ierushalaim en ocasiones especiales: uno de ellos era el monumento de Avshalom. ¿Por qué?
Respondía que “si David pudo tener misericordia con un hijo tan rebelde como Avshalom – rezaba – ¡D”s: ten aquella misma compasión con nosotros…!”

Lentamente, el pueblo que había seguido y apoyado a Avshalom se fue arrepintiendo y volviendo para darle los merecidos honores a David, incluido Shim’í, que lo había insultado abiertamente.

Antes de concluir este capítulo, debemos incluir un importante episodio, por las consecuencias que tuvo para la posteridad.
Antes, en los comienzos de la rebelión, Mefiboshet – protegido de David por ser hijo de Ionatán, quien en vida había sido tan amado por él, y único descendiente de la diezmada familia del rey Shaul – no pudo escapar porque era rengo.
Su esclavo y sirviente, Tziva, fue ante David y falsamente acusó a Mefiboshet de haberse plegado a la rebelión a fin de recuperar el status de la familia de Shaul. David, enojado con Mefiboshet por lo que acababa de escuchar de Tziva, prometió entregarle los campos de Mefiboshet – aceptando el Lashón haRá (injuria) de Tziva.
A la vuelta, Mefiboshet salió al encuentro de David, mostrando claras pruebas del duelo que había sufrido por la forzada ausencia de éste.

Aun cuando David recuperó el trono y conoció la verdad (que Mefiboshet no lo había traicionado), dividió los bienes y campos de Mefiboshet entre su dueño original y Tziva, el embustero, para cumplir con su promesa hacia Tziva (en lugar de rectificar totalmente lo que había evaluado erradamente antes).
Salió entonces una Voz Di-vina y exclamó: “Tú (aceptaste la difamación de Tziva y) repartiste el campo de Mefiboshet, D”s dividirá tu reino entre (tu nieto) Rejavam y Ierovam ben Nevat”.

Efectivamente, el pueblo de Israel se terminó por dividir perdiendo diez de sus doce tribus… a manos de los asirios como resultado de una actitud equivocada de David, quien admitió como verdadera la acusación de Tziva.
Al igual que los castigos que sufrió David después del episodio con Batsheva, del que demostramos que se trataba de un error moral y no de un pecado real de acuerdo a la letra de lo que prescribe la Torá, también aquí las consecuencias fueron terribles.
¿No serán desmedidas las derivaciones de estos errores, con castigos “excesivos”?

Como hemos reflexionado ya en distintas oportunidades, David, al igual que nuestros patriarcas, Moshé y otras personalidades bíblicas, no eran seres comunes y ordinarios. Ellos llegaron a corregir hasta las acciones más sencillas y corrientes. Cada actitud por parte de ellos fue medida meticulosamente con el máximo rigor de la Justicia Di-vina.

Tal como habíamos explicado al comienzo: Tehilim contiene la suma de reflexiones y emociones que manifiestan las incontables disposiciones de aprieto, de pedido de auxilio y posterior liberación – que David atravesó en su vida.
Quien inauguró la dinastía y sentó las bases de los reyes de Israel para todos los tiempos, fue el guía espiritual que permanecerá como modelo para todas las épocas. Él observó la Creación en su totalidad y recitó las correspondientes alabanzas al Creador.

Su día estaba dedicado totalmente al estudio de la Torá, y a comunicarse con D”s, aun cuando franqueaba las situaciones más arriesgadas imaginables.
“Jamás transcurrió la medianoche durmiendo, pues se dedicaba a estudiar Torá y a ensalzar al Todopoderoso con sus salmos hasta el amanecer” (Brajot 3:).
Dijo el rey David ante D”s: “Todos los reyes (gentiles) están sosegados en sus tronos, mientras que mis manos están manchadas con sangre… a fin de (evaluar y) permitir (ritualmente – en lo referente a las leyes de Nidá) a las mujeres estar con sus maridos” (Brajot 4.).

Su conducta interna era una lucha constante en la que no dio espacio a que su investidura monárquica lo tornara arrogante, aun en fracciones mínimas.
“Mas yo soy un gusano – y no un hombre” – (Tehilim 22:7).
“…y mi corazón está vacío en mis adentros” – (Tehilim 109:22).
“…mi corazón no ha sido vanidoso y mis ojos no han sido presuntuosos y no he pretendido cuestiones que fueran demasiado grandes o inalcanzables para mi” (Tehilim 131:1).
A lo que explican los Sabios (Ierushalmi Sanhedrín 2:4):
“…mi corazón no ha sido vanidoso” – cuando me ungió el profeta Shmuel.
“y mis ojos no han sido presuntuosos” – cuando vencí al gigante Goliat.
“y no he pretendido cuestiones que fueran demasiado grandes” – en momentos de trasladar el Arón a Ierushalaim.
“o inalcanzables para mi” – al restablecerme D”s al trono (luego que mis enemigos quisieron usurpar la monarquía).
“Mientras su maestro enseñaba, lo hacía apoyado en cojines y almohadones, pero cuando éste falleció y David les instruía – lo hacía sentado en el suelo” (Moed Katán 16:).

No siempre podemos comprender cabalmente el significado de las palabras de Tehilim. Hay varios comentarios escritos sobre Tehilim, y se requiere mucho esmero para aproximarse a la sabiduría y piedad que el rey David nos transmitió.
No obstante, aun si no lo entendemos, el hecho de recitarlo con devoción tal como se acostumbra desde tiempos inmemoriales, es un enorme mérito que no debemos menospreciar.

Ierushalaim y el rey David
CAPITAL ÚNICA E INDIVISIBLE
Este es un slogan sumamente conocido y que se repite en ciertos sectores cada vez que presumen que habría quien podría cuestionar su autenticidad.

Pero: ¿Ha sido siempre así?
Dado que los judíos entendemos que nuestro génesis como nación nace con la Torá, entonces ese sería el primer sitio en el que deberíamos buscar algún antecedente.
Referencias históricas
Buscamos y buscamos el nombre Ierushalaim – y en la Torá no lo encontramos.
No olvidemos que existen muchas citas bíblicas de sitios con distintos nombres – que en ciertas instancias los Sabios los atribuyen al mismo lugar. Así también es el caso respecto a Ierushalaim.
Cuando Avraham volvió victorioso de la guerra en la que enfrentó y venció a los cuatros reyes invasores de Cna’an, Malkitzedek, “rey de Shalem” le ofreció pan y vino. El Midrash entiende que este monarca no era otro, sino Shem – hijo de Noaj – y Shalem, la ciudad referida, era Ierushalaim.
Asimismo, un sitio trascendental para el futuro del pueblo, aludido numerosísimas veces en las Tefilot – en donde Avraham ofreció a su querido y único hijo Itzjak obedeciendo la orden de D”s – el Monte Moriá, se identifica como homólogo de Ierushalaim (Divrei haIamim II 3:1), con lo que la santidad y magnitud espiritual del lugar ya preceden ampliamente el emplazamiento posterior en el mismo lugar del Bet HaMikdash (Sagrado Templo).
Sin embargo, nos sorprendemos que un dato tan importante no estuviera explícito en la Torá…

“No está” – es un decir, pues numerosísimas leyes de la Torá (muchas de ellas, como vimos, mencionadas en el Jumash Dvarim) se pueden cumplir únicamente dentro de la ciudad de Ierushalaim, lo cual obliga a entender que de algún modo debe hacerse alusión a ella.
Mitzvot inherentes a Ierushalaim
En primer lugar: ¿Cuáles son algunas de esas leyes?
• A Ierushalaim se traen los primeros frutos (Bikurim) de las especies por las que Israel fue elogiada.
• Tres veces por año, los varones deben acudir al Bet haMikdash (los “Shalosh Regalim”).
• En aquel sitio es donde se reúne el Tribunal principal del pueblo de Israel.
• Solo allí se puede consumir el Ma’aser Shení (2º diezmo que se separa en ciertos años de lo que crece en Israel), el Neta Revai (lo que crece de los árboles al cuarto año de haber sido plantados) y los Korbanot (incluido el Korbán Pesaj).
Otrora, Ierushalaim incluso estaba rodeada por un muro que fijaba el límite del carácter sagrado de la ciudad.

Entonces: ¿cómo se refiere la Torá respecto al sitio en que deben obedecerse todos estos preceptos?
La respuesta es muy ambigua. Se menciona siempre “el lugar que D”s elegirá para hacer morar Su Nombre allí”.

La pregunta obvia entonces, sería: ¿por qué no es más explícito?; ¿quizás no se conocía la geografía del país?
Esto cae por absurdo. Sin duda D”s sabe todo. Es más, en varios pasajes de la Torá se mencionan lugares de Israel a los que el pueblo debía dirigirse cuando ingresara a la tierra con una definición muy precisa. También los límites del país están escritos en la Torá (pues muchas leyes rituales – especialmente las relacionadas al agro – dependen del territorio en el que uno se encuentra).
David, rey apasionado por Ierushalaim
Al analizar la historia del pueblo de Israel una vez establecidos en su tierra, vemos que ¡demoró 4 siglos hasta que se definió lo que la Torá había nombrado como “el lugar que D”s eligió para hacer morar Su Nombre…”!

Ello da pie a varias preguntas:
¿Por qué la Torá no menciona el nombre del sitio claramente?
¿Por qué demoró tanto tiempo en determinarse que Ierushalaim fuera el lugar elegido?
¿Cómo y quién determinó que Ierushalaim se constituyera en la Morada Eterna de la Presencia Di-vina?
¿Por qué posteriormente lo cuestionaron los propios hebreos?

Vayamos, pues, a repasar ciertos momentos de nuestra historia, según lo enseñado en el TaNa”J.
Hasta la construcción del Bet HaMikdash por el rey Shlomó – hijo del rey David – el Mishkán (Santuario) fue establecido en sucesivos puntos.
Inicialmente, durante los 14 años de conquista y distribución de la tierra entre las tribus, el Mishkán quedó en Guilgal.
Luego, se erigió una construcción un poco más permanente (con paredes de piedra) en Shiló, que queda algo al norte de Ierushalaim.
El Mishkán estuvo en Shiló durante 369 años – toda la época de los Jueces – y cayó con la muerte del Juez y Cohen Gadol Elí.
Luego pasó a Nov – y allí permaneció durante 13 años abarcando también la regencia del rey Shaul.
De Nov pasó a Guivón en la época del rey David – y finalmente se instaló permanentemente en Tzión – o sea, Ierushalaim, donde el rey Shlomó construyó el Bet haMikdash 50 años más tarde.

Sin embargo, hasta la época de David, lo que luego sería Ierushalaim, estaba en manos de los Ievusim (cna’anitas emparentados con los filisteos).
En la época de Iehoshúa, al conquistarse la Tierra de Israel, el enclave de Ievusitas en Ierushalaim permaneció en manos de los nativos, pues ni la tribu de Iehudá (Iehoshúa 15:63), ni la tribu de Biniamín (Shoftim 1:21) – precisamente la frontera entre ambas tribus pasaba justamente por Ierushalaim – consiguieron desalojarlos.

Avraham había pactado con Avimelej, rey de los Plishtim (filisteos) que al menos por cuatro generaciones no habrían provocaciones bélicas de uno en contra del otro. En condiciones de mutuo respeto, los pactos se respetarían aun después de haber caducado el plazo inicial. Sin embargo, los filisteos ya habían incursionado y sometido a los hebreos antes de la era de Shimshón. En virtud de ello, no cabría obligación moral alguna hacia ellos, posteriormente, en la época del rey David.

Sigamos analizando:
El Talmud (Sanhedrin 20:), nos hace saber que existen tres órdenes bíblicas que debía cumplir el pueblo apenas ingresara a Israel (y en el siguiente orden): debían designar un rey, luego destruir al pueblo de Amalek y, finalmente, establecer el Bet HaMikdash.

Como vimos, la designación del rey se había demorado, y el mandato del primer monarca, Shaul, fue corto y luego suspendido por no haber cumplido con la consigna de aniquilar totalmente a Amalek. Luego de la breve monarquía de Ish Boshet, hijo de Shaul, el pueblo se volcó hacia David.
Fue entonces que el flamante rey tomó la iniciativa de encarar la conquista de Ierushalaim. Los habitantes de la ciudad hicieron saber a David que su ofensiva violaría el ya quebrantado pacto de Avraham, por lo que los atacantes previamente deberían quitar las insignias que adornaban la entrada de la ciudad y que hacían referencia a dicho tratado (Shmuel II 5:6). Pensaron así, que David desistiría de tomar la ciudad.
David, sin embargo, ocupó la ciudad, y la convirtió en la capital de su reinado.
Las batallas aún continuaron, pero una vez que los enemigos reconocieron que no podrían en su contra, David estuvo tranquilo y quiso comenzar con la construcción del Bet HaMikdash (Shmuel II 7:1).
No importa por quien, lo esencial es el honor de haShem
Sin embargo, D”s indicó al profeta Natán que advirtiera a David: no sería él quien habría de construir el sagrado Templo, sino que esta tarea quedaría pendiente para que la realizara su hijo (Shlomó).

David se ocupó de reunir en vida los materiales necesarios para llevar a cabo esta magna empresa.

Previamente, cuando aún había estado en vida el profeta Shmuel, ambos habían estudiado juntos las leyes pertinentes a dicha construcción (Zvajim 54:).

A pesar de eso, (según muchas opiniones) David aún no sabía cuál sería el sitio exacto en el que se emplazaría el Bet HaMikdash. Esto le trajo mucha angustia, y se esforzó por localizar el espacio terrenal digno de convertirse en base del centro espiritual del mundo.
Finalmente, años más tarde, David supo que el sitio estaba en un granero ubicado en una comarca dentro de Ierushalaim que pertenecía a un hombre llamado Aravna. Este hombre no era judío, pero respetaba las leyes que según la Torá debe observar todo gentil (Guer Toshav – Avodá Zará 24:).
Para adquirir aquel granero, David recaudó 50 Shkalim (una especie de moneda) de cada una de las doce tribus y pagó los 600 Shkalim que costaba (Zvajim 116:), para que de ese modo todos tuvieran la misma participación y el Bet haMikdash fuera de pertenencia de toda la nación por igual.
Una vez que el granero fue adquirido, David construyó allí un Mizbeaj (altar) y trajo los primeros Korbanot en lo que sería más tarde el Bet haMikdash.
También en esta oportunidad se evidenció la Presencia Di-vina, pues al igual que en el desierto, se percibió la señal del fuego celestial que descendió sobre el altar (Divrei haIamim I 21:26).
El esfuerzo de David en pos de la preparación preliminar del Bet haMikdash que él sabía que no llegaría a ver, le valió posteriormente que su existencia sea atribuida a él. Así lo vemos en Tehilim 30:1, y en el Talmud (Shabat 30.) que cuenta que en el día de la inauguración las puertas del Kodesh haKodashim solamente se abrieron cuando Shlomó invocó el mérito perfecto de su padre.
Peripecias previas
Sin embargo, este episodio (con Aravna) sucedió después de una tragedia nacional. David había censado al pueblo innecesariamente (inducido a hacerlo por una acusación que preexistía sobre Israel). Como consecuencia, el pueblo sufrió una terrible epidemia que costó setenta mil vidas. El Emisario Celestial estaba por destruir Ierushalaim, y habiendo alcanzado ya el granero de Aravna, D”s lo detuvo.
En aquel momento, Gad, el profeta, se acercó a David y le señaló que aquel era el lugar en donde debía construir el mencionado Altar. Una vez que David hubo ofrendado en aquel Mizbeaj, concluyó el terrible castigo de inmediato.
David llamó entonces a su hijo Shlomó y le exhortó a cumplir con el cometido que él había querido realizar – y se le había negado (Divrei haIamim I 22:6), suministrándole también los planos que había preparado para la construcción (Divrei haIamim I 28:8). Asimismo, exigió de los líderes del pueblo apoyar a Shlomó en esa gestión, bendijo al pueblo y coronó a su hijo ante todos.

Ramba”n (Bamidbar 16:22) señala que el motivo por el que Israel fue castigado tan severamente, radicaba en que desde la época de Iehoshúa no se habían inquietado ni preocupado por el hecho de que el Mishkán estuviera deambulando de un lugar a otro, sin encontrar el sitio definitivo para asentarse definitivamente.

Desde su instalación en Israel, cada miembro del pueblo debería haberse preocupado por encontrar aquel sitio, cosa que solo David terminó por hacer. Mientras tanto, todos se habían sentido contentos con afincarse personalmente en su parcela particular y trabajar su propia tierra – mientras el Mishkán no había encontrado aún su destino. Precisamente el esmero de David (en gestar aquello que le estaba impedido terminar de formalizar) puso en relieve la inacción del resto del pueblo de las generaciones incluso anteriores y en la suya propia.
(Al realizarse el censo, cada miembro del pueblo “se cuenta” individualmente y consiguientemente se evalúa por méritos propios – sin el apoyo general por pertenecer a una comunidad, lo cual lo torna más vulnerable).
Los pesukim que se anticipan a la historia
¿De dónde surge esa obligación de inquirir y hallar el Sitio Espiritual?
La Torá, cuando introduce el concepto espiritual de Ierushalaim y los preceptos que allí se deben observar expresa: “el lugar que D”s elegirá para hacer morar Su Nombre allí, indaga Su Morada, y allí vendrás” (Dvarim 12:5).

Según el Midrash (Sifrí 62), la cuestión de porqué tanto misterio acerca del lugar que D”s elegiría, se revela en el pasaje citado. “D”s determinó que el sitio deba ser rastreado e investigado – y recién después el profeta lo revelaría” (si bien ya había sido elegido, desde antes, similar a la “búsqueda” de Avraham por la Tierra Prometida). De eso trata el pasaje (Tehilim 132:1) en el que se hace referencia a esa diligencia: “D”s: Recuerda a David todo su sufrimiento; cómo juró a D”s… que no entraría en su casa (no gozaría del confort de su vivienda personal) ni se deleitaría en la comodidad de su lecho; no permitiría sueño a sus ojos, ni somnolencia a sus párpados; hasta que encuentre el sitio para D”s, una Morada para la Fuerza de Ia’acov”.
David ayunaba, y consagraba el dinero de sus comidas a la futura construcción (Ierushalmi Peá 4:2).
¿Por qué David quedó descalificado de construir el Bet haMikdash personalmente?
A simple vista, el pasaje del TaNa”J nos da la respuesta: “pues has vertido mucha sangre (en las batallas – Divrei haIamim I 22:8) delante de Mi”.
David temió que las guerras libradas hubiesen sido contrarias a la Voluntad de D”s. Sin embargo, “delante de Mi” significa que las sangres tenían valor de ofrendas sacrificadas en el Mizbeaj (Ialkut Shimoní II 145).

Entonces: ¿cuál fue el motivo real?
David inquirió acerca de la posibilidad de construir el Bet haMikdash recién después de haber edificado su propia residencia (Shmuel II 7:1). Shlomó, en cambio, completó el Bet haMikdash (Melajim I 6:38) antes de levantar su palacio (Melajim I 76:1): Asi, “antepuso la Gloria de D”s a la propia”.

Otra razón: David sabía que el Bet haMikdash sería un símbolo de paz. Alcanzar el nivel para ser apto de edificarlo, incluía cierto beneficio personal (por poder vivir en aquella tranquilidad anhelada). El Bet haMikdash debía ser “la casa para Mí” – con dedicación espiritual exclusiva – y sin mínimas ventajas particulares.
Shlomó, en cambio, habría de nacer cuando esa paz ya estaba instalada, no necesitaría ambicionar por lograr esa serenidad… (Malbi”m, Melajim I 5:17-19).

Volviendo al motivo por el que la Torá oculta el lugar del Bet haMikdash: Ramba”m responde a la misma pregunta inicial con otros razonamientos.
Un motivo de la omisión puede ser el hecho de que si los habitantes anteriores de Cna’an supieran que Ierushalaim era el sitio más codiciado por los hebreos, lo tomarían y pelearían por él con más ímpetu; además, cabía la posibilidad que si se daba a conocer, los enemigos destruirían y devastarían aquel lugar.
Pero también se entiende por los propios hebreos: si ya estuviera anunciado cuál sería el lugar más sagrado de Israel, todas las tribus hubiesen pretendido afincarse en aquella zona.

Finalmente, el hecho de que Ierushalaim estuviera precisamente en el límite entre Iehudá (hijo de la matriarca Leá) y Biniamín (de Rajel), permitió que los descendientes de una y otra madre se sintieran igualmente representados. Asimismo, el carácter de Ierushalaim (que no fue repartida a las tribus, sino que reviste una condición especial – Bavá Kamá 82:) es distinto en muchos sentidos rituales: no se aplican ciertas leyes de impureza por Tzara’at (lepra ritual), no se encarga de la ceremonia de Eglá Arufá en caso de homicidios no esclarecidos, ni se trata como “Ir haNidajat” en caso de una mayoría que fuera culpable de idolatría (Ramba”m; Leyes del Bet haMikdash 7:14). Esto, ¡sin considerar los milagros que acontecían diariamente en esta hermosa ciudad!

Mencionamos anteriormente que el Mishkán pasó por muchos sitios.
La categoría provisoria del Mishkán tenía una consecuencia ritual. Mientras no se encontrara el sitio permanente para la Morada Di-vina, estaría permitido ofrendar ciertos Korbanot en cualquier sitio de Israel sobre una Bamá (altar privado).
Sin embargo, una vez elegida la ubicación fija, no se podría seguir esa práctica “privada”. “Fijo” en este sentido, se llamaría al emplazamiento en Shiló (“el descanso”), y luego en Ierushalaim (“la herencia”). Pero, con una diferencia: mientras que la prohibición de erigir Bamot en la época de Shiló fue momentánea (mientas existía aquel Mishkán), la exclusión de Bamot al haberse construido el Bet haMikdash fue perpetua (aun luego de su destrucción).
Intereses propios abyectos
Después de la muerte de Shlomó, diez de las tribus se rebelaron y coronaron a Ierovam ben Nevat. Éste quiso asegurarse que el reino norte de Israel, donde él regía, resultara también definitivo. Por lo tanto, apeló a varios artificios para asegurar su permanencia. Entre ellos, fue el emplazamiento de un Mizbeaj (altar) en Shomrón – lo cual estaba claramente prohibido por la veda de Bamot al existir ya el Bet haMikdash.
La autenticidad del Templo en Ierushalaim en el Reino de Iehudá, significaba la condición temporaria del reinado de Ierovam. Para mantener su falacia no le quedaba otra opción, entonces, sino negar el carácter profético de la elección de Ierushalaim – lo cual convertiría su propio altar – y todos los demás altares – en permitidos.
El impacto de Ierovam perduró en el tiempo, tan es así, que incluso en la propia Iehudá – y aun bajo el reino de los monarcas más justos – el pueblo seguía manteniendo las Bamot (Melajim I 15:14, 22:44, Melajim II 12:4, 14:4, 15:4, 15:34), hasta que fueron destruidas por el rey Jizkiahu (Melajim II 18:4).
Ierushalaim hoy, y por siempre
Afortunadamente, los cuestionamientos sobre el carácter Di-vino de Ierushalaim no se mantuvieron por mucho más tiempo, y aun habiendo sido exiliados, e inhibida – en ciertas épocas – la entrada de judíos a Ierushalaim, no existe idea posible de judaísmo que no incluya a Ierushalaim como centro de la nación. Es así que recitamos (Tehilim 137:5): “si te olvidare, Ierushalaim, que mi diestra olvidara su destreza…”.

Si bien este hecho podría parecer obvio hoy, pues fácilmente los judíos podemos acceder a Ierushalaim, la conciencia de adhesión siempre estuvo presente en las plegarias diarias en las que mencionamos y pedimos por la reconstrucción de Ierushalaim. Por supuesto, esta frase no se reduce a una cuestión arquitectónica, sino que encierra el anhelo por la edificación del corazón espiritual del pueblo con la Morada Di-vina, y también simboliza su eje de unión, fraternidad y confianza mutua entre todos los judíos del mundo (Tehilim 122:3). Y en ese contexto, no olvidamos aquello que D”s prometió a David: que su descendencia gobernaría por siempre sobre Su pueblo elegido.

Shlomo y su monumental sabiduria
EL MÁS SABIO DE LOS HOMBRES
La sucesión del trono
El rey David gobernó durante cuarenta años. Hasta sus últimos días, estuvo apremiado por penurias que debió sobrellevar.
Como mencionamos brevemente más arriba, siendo ya anciano, uno de sus hijos – Adoniahu – tuvo intenciones manifiestas de suceder a su padre como soberano, y fue preparando el camino hacia el trono, reuniendo en su entorno a varios de los mayores dignatarios de la corte. Sin embargo, David ya había hecho saber su voluntad: Shlomó – hijo de Batsheva – debía ser el futuro rey.
David no dijo nada hasta que el profeta Natán insistió en que el propio monarca debía hacer pública la determinación de D”s, en vida, para evitar una guerra civil después de su muerte: “he aquí que te nacerá un hijo, quien será un hombre que se rija con mesura, y serenaré a los enemigos de alrededor, pues Shlomó será su nombre y “Shalom” (= paz – de la misma raíz etimológica) y quietud dispondré para Israel en sus días” (Divrei haIamin I 22:9), “…y de todos mis numerosos hijos que D”s me cedió ha elegido a Shlomó para que ocupe el Trono de gobierno de D”s sobre Israel” (Divrei haIamin I 28:5).

Los Sabios, basándose en el pasaje (Melajim I 1:6) cuestionan al rey David por no amonestar a su hijo Adoniahu sobre la vida pública que llevaba (aparentaba ser el futuro rey). Callar en aquel momento, lo que le dio la impresión al hijo que el padre no se oponía, equivalió a sentenciarlo a la muerte.
Efectivamente, después que Shlomó asumió el trono, Adoniahu prosiguió intentando dar apariencias de ostentar el poder monárquico – y terminó ejecutado.

¿Por qué mereció Batsheva ser madre del flamante rey?
Mientras las demás esposas del rey David rezaban a D”s para que les conceda un hijo que sea apto para gobernar (y suceder al padre), Batsheva rezaba por un hijo diligente, colmado de estudio de la Torá y calificado para ser profeta.
No solamente se plasmaron sus pedidos en la persona del rey Shlomó, sino que mereció también – precisamente por esas condiciones – ser el heredero de la monarquía.
David asimismo había legado a su hijo un testamento que le indicaba ciertas responsabilidades en las que Shlomó debería mostrar benevolencia especial a algunos y aplicar estricta justicia con otros, y en cuyos casos – por distintos motivos – David no había podido ejecutar lo que correspondía en cada situación.
¡Cuán importante es estudiar, para poder interpretar correctamente!
El pedido del nuevo monarca
“Y amó Shlomó a D”s encaminándose en los pasos de su padre David”. Su amor lo llevó a dirigirse a Guivón, donde estaba momentáneamente el Altar y traer 1.000 ofrendas al Todopoderoso. Shlomó asumió el reinado a los doce años.
Fue en aquel momento que D”s se le apareció a Shlomó en un sueño: “Pide: ¿que te daré?”
Y respondió Shlomó solicitando:
“Tú has otorgado en Tu gran piedad el trono a mi padre David, quien te ha seguido con verdad, justicia y corazón íntegro…le has concedido un hijo que le siga en el trono, y yo soy un muchacho joven sin experiencia siquiera para salir y retornar. Estoy en medio de un pueblo numeroso e incontable……y le darás a tu sirviente un corazón que comprenda, para juzgar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal…” (Melajim I 3:5-9)
Puesto que no había solicitado triunfos militares, ni longevidad, ni riquezas materiales, D”s respondió que no solo le otorgaría lo que él había pedido en materia de sabiduría, sino que le daría también todos los beneficios materiales que no había requerido.

Los Sabios (Kohelet Rabá 1:1) ejemplifican el pedido de Shlomó con un consejero a quien el rey le ofreció que elija qué quisiera recibir como premio.
“¡Qué oportunidad… y qué dificultad! ¿Cómo sabría qué pedir?” – consideró.
Por lo que determinó: “si le pidiera oro, plata o diamantes – el rey se lo daría, si pidiera vestimentas lujosas – también lo recibiría.
En cambio, si le pidiera la mano de la princesa, entonces tendría todo lo que había imaginado sin necesidad de pedirlo especialmente.
Así también sucedió con Shlomó: pidió sabiduría y la obtuvo junto a todo lo demás que no había pedido”.

A simple vista, el Midrash nos pareciera comparar al rey Shlomó con un astuto negociador, que utiliza artimañas para lograr su objetivo engañando a su adversario.
Sin embargo, ¡esto está muy lejos de ser la verdad!
Si analizamos la parábola que acabamos de narrar, nos percataremos que el ardid es un tanto osado y riesgoso: pedir la mano de una princesa para quien no es miembro de la realeza puede costarle la vida a la persona que asume ese atrevimiento, pues al no habérsele ofrecido es una terrible afrenta al rey. Si el objetivo fuera lograr los bienes materiales – ¿por qué se aventuraría a tal peligro?

Además: en la situación que estamos ilustrando estamos hablando de Shlomó y de D”s: ¿Pensaba, acaso, que Lo podía engañar?; ¿que D”s no sabría sus verdaderas intenciones?; ¡¿no acabamos de mencionar que Shlomó sirvió a D”s con amor”?!

Sin embargo, en el ejemplo del Midrash, el personaje realmente quería a la princesa por lo que ella significaba – y no por lograr bienes materiales. Finalmente – al obtenerla – se percató que todos los demás bienes eran – en comparación – realmente insignificantes.
De igual modo, Shlomó efectivamente deseaba la Sabiduría de la Torá por sobre todas las cosas, y una vez alcanzada – los favores materiales que se le brindaron conjuntamente, perdieron su anterior aparente lustre y valor intrínseco – pues su valor ya no era el que simulaba, sino que se convertirían desde el primero al último, en nada más que un medio para servir a D”s (Sfat Emet).
Monumental sabiduría
De inmediato, se abrieron todas las puertas del conocimiento ante Shlomó – hasta los milagros mismos de la Creación: podía aun comprender el significado del rebuzne de los burros y del trinar de los pajaritos.

Cuando hablamos de la sabiduría que Shlomó solicitó, nos referimos a la sapiencia íntegra de la Torá – en toda su amplitud y profundidad – algo a lo que no se puede acceder solamente por el esmero (que obviamente es necesario), sino que depende de la Merced del Todopoderoso (Nidá 70:), que es Quien la concede.
D”s solamente premia con sabiduría a aquel que la anhela con todo su corazón, y esto fue lo que caracterizó a Shlomó (Rav Jaim Shmuelevitz 5731:10).

Una vez que Shlomó reconoció que el sueño que había vivido había sido profético y que D”s le había otorgado acceso cabal a toda la Torá, festejó con sus súbditos.
Aprendemos de este episodio que “se debe realizar una fiesta al concluir el estudio de la Torá” (Midrash Rabá – Shir HaShirim 1:9) tal como celebramos Simjat Torá y como festejamos cada conclusión de un tratado del Talmud.
“Todo aquel que se dedica a enseñar Torá en público, merece que pose sobre él el Espíritu Di-vino”. Así sucedió con Shlomó, que consagró la sabiduría que D”s le había otorgado, para difundir el conocimiento de la Torá.

El Talmud (Shabat 14:) nos enseña que cuando Shlomó estableció las leyes de Eruvin (en este caso se trata del Eruv Jatzeirot, que reglamenta el tránsito de objetos entre los dominios privados que rodean un mismo patio, durante Shabat), Netilat Iadaim, (el lavado de las manos antes de entrar en contacto con Kodashim – Korbanot, que luego se expandió para incluir Trumá) y Shniot (prohibición de contraer matrimonio con ciertas parientes que no se consideran incesto por la ley de la Torá, pero que guardan cierta similitud en su vínculo con ellas), salió una Voz Di-vina que asintió, y pronunció: “Hijo Mío – si tú eres sabio, se alegrará también Mi corazón” (Mishlei 23:15).

En la época previa a Shlomó, siendo que Israel soportaba guerras, estas leyes no se hubiesen podido poner en práctica. Pero, dado que Shlomó gobernaría en un período de paz, fue el momento adecuado para implementarlas.

“Inicialmente la Torá era como un canasto que no posee abrazaderas, hasta que vino Shlomó y se las fijó” (Eruvin 21:).
En otras palabras, Shlomó utilizó su sabiduría para permitir que el pueblo logre acceso al estudio de la Torá y no tenga la sensación de estar frente a algo inalcanzable. Fue así, que Shlomó podía explicar cada una de las leyes de la Torá de 3.000 modos distintos (!!!), para que puedan ser interpretadas (y cumplidas) adecuadamente.
La nueva prosperidad
Desde aquel momento – gracias a la sabiduría de Shlomó – el pueblo de Israel entró en un período de prosperidad jamás visto antes. A diferencia del desafío de su padre, quien asumió el reto de vivir toda su vida en total austeridad y servir al Creador con aquella vocación – el rey Shlomó vivió la más plena opulencia material e intelectual, pero tomando todas las precauciones para que aquel estilo de vida no merme en absoluto su total y permanente apego a D”s.
A instancias de su madre Batsheva, en las “fiestas” del rey Shlomó – aun cuando no escaseaba absolutamente nada – se abstenía de una bebida: el vino (Mishlei 31:4), a fin de no perder el apego personal y de sus invitados a D”s y a su Torá.
Tal era la prosperidad, que “la plata no se consideraba como algo valioso en su época” (Melajim I 10:21), y “el rey tornó la plata abundante como las piedras… por su cantidad” (Melajim I 10:27).

El libro Kohelet (1:2) da testimonio del valor intrínseco que Shlomó atribuyó a los bienes materiales: “Desmerece las vanidades, dijo Kohelet…”.

Shlomó demostró para qué existen cada uno de los bienes que existen en el mundo. “Edifiqué casas, planté viñedos, hice parques y vergeles, y planté en ellos toda clase de árboles frutales. Construí cisternas de agua para irrigar bosques de arboledas. Adquirí esclavos y sirvientas, quienes me proporcionaron aun más criados. También tuve mucho ganado grande y chico – más de lo que hubiere anteriormente en Ierushalaim. Reuní plata y oro, y el tesoro de los reyes y de las provincias. Produje instrumentos y lujos humanos – arcas y arcas de ellos” (Kohelet 2:4-7).
Todo esto lo hizo con sus propios medios, pues los impuestos con que la población contribuía, se dedicaban exclusivamente a las obras públicas.
Sin embargo, y a pesar de todos los logros materiales, no dejó de estudiar Torá, y solamente el estudio – que fue el fruto de su esfuerzo – perduraría en el tiempo y era apreciado por el rey.
El famoso juicio
Muy pronto se puso a prueba su capacidad y sabiduría, en un juicio muy famoso:
Dos mujeres de mala reputación (según el Midrash se puede haber tratado de dos cuñadas en cuyo caso estaría en disputa una cuestión de Ibum, o que el caso fuera “fabricado” providencialmente para demostrar la sabiduría de Shlomó) se presentaron ante el rey para dilucidar su pleito.
Las cortes inferiores no habían podido resolver el caso, motivo por el cual llegó a esas instancias máximas ante el rey.

Ambas mujeres habían dado a luz con pocos días de diferencia y uno de los bebés fue encontrado a la mañana sin vida. Cada una de las dos mujeres argumentaba que el hijo vivo era el propio, y que la otra había perdido el suyo.
El rey Shlomó hizo saber que la situación del bebé que estaba aún vivo – y por cuya tenencia ellas peleaban – era el caso de un “shtukí” (una persona judía de procedencia ignota (padre desconocido), que por tal motivo no debe contraer matrimonio con otros judíos, por sospecharse que eso pueda conducir – por la falta de información – a un posible casamiento incestuoso entre parientes).
En todo caso, este “shtuki” era producto de la mala vida que estaban llevando.
Si bien la ley no exige una pena del rigor que Shlomó plantearía, por la fuerza de su investidura real, él tenía la autoridad para decidir que el bebé sea eliminado, a fin de prevenir a toda la población sobre la gravedad de esta conducta y las consecuencias de esta vida disoluta.

Shlomó repitió los argumentos que esgrimían cada una de las dos mujeres y mandó traer su espada, dando entonces la orden que el bebé sería dividido entre ambas.
Una de ellas (la que se demostró ser la verdadera madre) de inmediato pidió que no se ejecute el dictamen y que siga con vida, aunque para ello deba ser entregado a la otra, mientras que esta otra mujer consintió a que se lleve a cabo la sentencia.
Fue así que Shlomó determinó quién era la madre auténtica: “ella es su mamá”.

Aun si – luego de la astucia de Shlomó – todos compartiríamos la certeza de que la mujer que quería preservar la vida del bebé a toda costa era la mamá: ¿cómo podía permitir Shlomó que esta intuición se utilizara como ley – sin testigos adecuados (por ejemplo, para que en el futuro se pudiera casar con determinadas personas)?

El Talmud (Makot 23.) dice que las últimas palabras “ella es su mamá” fueron palabras Di-vinas, demostrando que D”s confirmaba lo que Shlomó presentía en aquel momento. Si bien habitualmente no tomamos en cuenta “Voces Di-vinas” para determinar una ley, en este caso se trataba solamente de esclarecer algo ya sucedido.

Los siervos del joven soberano y el resto del pueblo, reconocieron que tenían ante sí un rey sabio – que podía indagar aun en los temas velados que comúnmente no se podrían desentrañar, por suceder en la clandestinidad…

¿En qué consistió su gran sabiduría?
Rav Jaim Shmuelevitz (Sijot Musar 5733:7) analiza el caso en cuestión. ¿Por qué pretendía la mujer que mentía, quedarse con un niño que no le pertenecía y criarlo de ahí en más?
Pues: esto pone en evidencia la necesidad esencial que tenemos todos los humanos de poder brindarnos y demostrar amor, y que habitualmente se aplica en su mayor intensidad con nuestros hijos biológicos.

En el caso que analizamos, este deseo (en la mujer embustera) la llevaba hasta el punto absurdo de estar dispuesta a hacer sufrir a la otra la sustracción de un hijo, a fin de poder mostrar y brindar cariño: ¡el extremo amor y la mayor crueldad coexistiendo en un mismo acto!
En el momento en que el rey hizo traer la espada para partir al niño en dos… ¿cómo sabía que la falsa madre accedería a que eso se ejecutara?
Pues en el momento en que una persona comienza a caer en su aspecto moral (tal como sucedió con el acto cruel de cambiar a los bebés uno por el otro – no hay límite a su caída – y estaría dispuesta a permitir la muerte de un niño al que estaba deseosa de brindarse para toda su vida…

El rey Shlomo y el Beit Hamikdash
EL MÁS MAGNO DE LOS EDIFICIOS
“Vendrá un hombre preciado (en hebreo: “Iedid”) Shlomó, descendiente de un ancestro preciado (Avraham) y construirá un sitio preciado (el Bet haMikdash), en el sector de la tribu de un precursor preciado (Biniamín)”. Talmud (Menajot 53:)
El gran desafío: la construcción espiritual
“¿Has visto un hombre entregado a su tarea…?” (Mishléi 22:29).
Este versículo se refiere al rey Shlomó, quien no dilató el momento de la construcción del Bet haMikdash, que le demoró únicamente siete años, mientras que la edificación de su propio palacio le llevó un período de trece años (Pesikta 6:19). Inmediatamente, al poco tiempo de asumir el reinado, se lanzó a la extraordinaria obra de la construcción.

Ahora bien. Si bien el montaje de un Bet haMikdash fue monumental desde su aspecto arquitectónico, este no fue el desafío primordial de la construcción. Cuando nosotros rezamos diariamente por la reconstrucción del Bet haMikdash, ello no se debe a que necesitamos otra sinagoga más grande o más hermosa para agregar a las que ya tenemos en Israel o en la diáspora.

El Bet haMikdash se convertiría en el epicentro de la espiritualidad del mundo. Por medio de aquel lugar y para siempre, se elevarían las plegarias de todos los seres humanos recitadas en cualquier lugar del planeta.
Aún quedaba pendiente la elección y consagración del lugar apropiado. La plataforma para D”s en el mundo terrenal, la construirían los seres humanos.

“¿Acaso es posible que D”s se asiente en la tierra? – ¡ni los cielos Te pueden contener, menos aun la Casa que he construido!” (de las palabras de Shlomó al cabo de la construcción – Melajim I 8:27).
Efectivamente, desde el ángulo de los seres humanos difícilmente podamos imaginarnos personas construyéndole un lugar “de residencia” a D”s.
Pero D”s así lo decidió, y esta compleja misión (la de ser el arquitecto del sitio de unión entre los Cielos y la Tierra) le tocó a Shlomó.

“El Fuego Celestial de la época de Shlomó, no se extinguió hasta que llegó el rey Menashé (un rey idólatra que gobernó aproximadamente 350 años más tarde) y lo acabó” (Zvajim 61:).

“Y se estableció Shlomó sobre el Trono de D”s…” (Divrei HaIamim I 29:23).
Este término (sentarse “sobre el trono de D”s”) no se usó con otro rey de carne y hueso, lo cual en sí es muy significativo: D”s “cedió” al rey Shlomó de Su Gloria – más de lo que hiciera con cualquier otro humano (Midrash Tanjuma Vaeirá 8).
¿Qué había de especial en Shlomó para que mereciera tal distinción?

Pues: Shlomó constituía la culminación de 15 generaciones de crecimiento espiritual que comenzaron con Avraham, el primer patriarca, y que se nutrieron progresivamente con todos los justos que descendieron de él – hasta llegar a Shlomó.
En cierto modo, se asemeja al aumento paulatino de la luna creciente que alcanza su plenitud mostrando todo su esplendor a mitad del mes (también el 15).

Lamentablemente, a partir de Shlomó, el brillo de sus descendientes fue mermando hasta culminar con la destrucción del 1º Bet haMikdash, por él construido.

La labor a realizar en la edificación del Bet haMikdash era ciclópea. ¿Cómo haría Shlomó para no errar en el propósito? Necesitaba la Asistencia Di-vina.
“Y D”s otorgó sabiduría a Shlomó…” (Melajim I 5:26). Shlomó obtuvo todo el conocimiento que está disponible a los seres humanos. Shir HaShirim (Cantar de los Cantares), Mishléi (Proverbios) y Kohelet (Eclesiastés), que son algunas de sus obras, forman parte del TaNa”J. Como ya hemos mencionado anteriormente, Shlomó deseaba la Sabiduría de la Torá de D”s por sobre todas las cosas. En Mishlei (29:3) se expresa su anhelo en términos señeros: “un varón que ama la sabiduría, alegra a su Padre (D”s), por lo que “Shlomó llego a entender lo más profundo de la Torá” (Midrash Rabá Shir HaShirim 1:8).
Un gran padre, un gran hijo
Sin embargo, no nos equivoquemos.
Para llegar a ser Shlomó, hubo un padre llamado David.

“Al momento de inaugurar el Bet haMikdash, quiso introducir el Arca en el lugar más sagrado, pero las puertas no se le abrían… Shlomó rezó infructuosamente, hasta que pronunció las siguientes palabras: ‘D”s… recuerda la bondad de tu servidor David’ (Divréi HaIamim II 6:42), e inmediatamente fue contestado” (Shabat 30.).
(Esta lección se pierde para muchos, que olvidan – en su orgullo – todo lo que otros, en particular los padres, hicieron para aportar a su crecimiento).

Incluso D”s le hizo saber a David, que toda la obra de Shlomó – noble y esplendorosa como sería – no llegaba en grandeza a la virtud de su padre: “prefiero un día en el que Tú – David – estudias y te dedicas a la Torá, más que las mil ofrendas que tu hijo Shlomó me traerá” (Shabat 30.).

Dejó preparado el proyecto del Bet haMikdash, tal como se lo había enseñado el profeta Shmuel, cuando él, David, era aún joven (Divrei haIamim I 28:11). También dispuso de todos los materiales necesarios para la construcción. A tal fin, permitió que el pueblo participe con sus contribuciones, lo cual se cumplió con “corazón íntegro”, el mismo entusiasmo y alegría con el que lo habían hecho otrora para el Mishkán, a pedido de Moshé, en el desierto.
“Corazón íntegro”, se refiere a que las contribuciones habían sido hechas a total voluntad, sin presión alguna y sin que lo hicieran por vergüenza (Rash”í).

Cuando David terminó de reunir todas las donaciones del pueblo, rezó a D”s para que estos gestos sean aceptados por Él.
En el transcurso de sus palabras, David nos legó varios conceptos fundamentales, en los que se basan los Sabios (Pirkei Avot 3:7) al enseñarnos lo que debe sentir la persona cuando contribuye a la Tzedaká: “pues Tuyo es todo, y de Tu Mano Te hemos dado. Pues somos tan solo pasantes (extranjeros) en la tierra – así como nuestros padres, nuestra vida en la tierra es fugaz cual una sombra (y ni siquiera como la sombra que ofrece un árbol o aun la del ave que vuela, sino como la de una abeja que aun teniendo alas, prácticamente no proyecta la más mínima sombra – Rash”í), y no podríamos escapar a esa realidad (de la muerte)…”.
“Tú, D”s, que examinas los corazones de los humanos y pretendes la rectitud: he dedicado todo esto con todo mi corazón, y he comprobado que Tu pueblo que aquí me acompaña, ha aportado lo suyo con alegría”.

Habría también – como seguidamente veremos – otros que aportaron para el Bet haMikdash, pero luego sucumbieron ante la jactancia y, de allí, al auto-endiosamiento…
Jiram
Para llevar a cabo la tarea, Shlomó fue asistido por el rey Jiram de Tiro (hoy, parte de Líbano), quien había sentido un gran respeto por el rey David. También de allí se trajeron muchos de los materiales que se precisaban.
Jiram fue premiado abundantemente por su magnanimidad. Mereció una prolongada longevidad, y sus barcos atravesaron todos los mares conocidos, trayendo aun más prosperidad comercial a Tiro, y llevándola a la cúspide del poder. También a nivel espiritual, Jiram obtuvo acceso a recompensas excepcionales (Derej Eretz Zuta 1).

La participación activa y generosa de Jiram prometía ser un primer paso para que el resto de las naciones del mundo reconocieran la Autoridad del Todopoderoso, tal como se testimoniaba a través de la conducta del pueblo hebreo. Al enterarse inicialmente del nombramiento, Jiram bendijo a “D”s de Israel, Quien creó el cielo y la tierra, y dio a David un hijo sabio que construyera Su Morada…” (Divrei haIamim II 2:11).

Sin embargo, tal como sucede tantas veces, cuando las cualidades humanas no acompañan las demás aptitudes de la persona, un atributo positivo puede precisamente convertirse en su derrumbe.
La enormidad de sus logros, creó en Jiram – por ser muy vanidoso (Iejezkel 28:3) – crecientes delirios de grandeza. Fue así, que Jiram terminó cayendo – degradado y torturado – en manos del emperador Nevujadnetzar (Ialkut Iejezkel 367).

D”s ama a Israel, pues cuando los bendice con grandeza, ellos se mantienen modestos, tal como sucedió con Avraham, Moshé y Aharón, y David. Los idólatras, en cambio, se tornan más jactanciosos, tal como sucedió con Nimrod, Par’ó, Sanjeriv, Nevujadnetzar y Jiram (Julín 89.).
…pero con una condición
Volvamos, pues, con Shlomó: en medio de la tarea, D”s le volvió a hablar: “Esta casa que construyes, si en Mis estatutos fueres y Mis preceptos cuidares, y observaras todos los preceptos que te indico para encaminarte en ellos, pues entonces mantendré Mi palabra contigo que hablé con tu padre David” (Melajim I 6:12).
La moraleja debe ser clara: Por más grandiosa que fuera la obra, sólo se mantendrá en pie si las personas que concurren a ella se conducen adecuadamente.

En el momento en que los concurrentes a la sinagoga se sienten “como en su casa”, permitiéndose conversaciones de cualquier tema (que – créase, o no – la Halajá prohíbe dentro del Bet haKneset), el Mikdash Me’at (el pequeño Bet haMikdash = la sinagoga) entra en decadencia igual a la luna que va menguando hacia el fin de mes.
La inauguración
Finalmente llegó el momento de la inauguración. Esto coincidía con el ocho de Tishrei – exactamente 2 días antes de Iom Kipur. La celebración por el estreno del Bet haMikdash demoraría una semana en la que el rey Shlomó traería miles de ofrendas, e invitaría a todo el pueblo a participar de esta extraordinaria e irrepetible experiencia.
Participar de la comida espiritual de un Korbán, no se asemeja en absoluto al consumo voraz de un “asado dominguero”. Lo único en común, es la carne.
Habitualmente los ánimos que ocuparían la mente de quien consumiera el Korbán estarían totalmente centrados en el hecho de que se alimenta el cuerpo de “la mesa que está ante D”s…”. El sabor y la presentación de la comida no incidía para nada en la motivación a consumir, y – obviamente – la conducta y la conversación serían acordes a esa situación (y en verdad, nuestras cenas deberían también parecerse a esa sagrada situación…).

Pero, en este caso, se celebraría el tercer día de la ceremonia y dedicación del Bet haMikdash… en Iom Kipur.
El rey Shlomó tranquilizó al pueblo y les dijo que, excepcionalmente, esa era la Voluntad de D”s.
Si bien existen también ofrendas que no se comen sino que se incinera su carne totalmente sobre el Mizbeaj (Korbán Olá), trajeron ofrendas que se comen, pues “no hay alegría, sino la que también se expresa mediante la digesta de comida y bebida”.
Un Korbán Shlamim – que debe ser comido por las personas – si bien no posee la misma santidad que una Olá, es superior en el sentido de que se debe merecer espiritualmente participar de su consumo.

No había motivo alguno para postergar el estreno del Bet haMikdash que ya estaba terminado. Tampoco correspondía inaugurarlo en la festividad de Sucot, puesto que “no se mezcla una alegría con otra” (Moed Katán 9:).
Shlomó era un profeta acreditado, lo que lo facultaba y también lo investía de autoridad moral para decir lo que decía.
Sin embargo… ¡comer en Iom Kipur deja un sabor amargo!
Durante los días siguientes a Iom Kipur y hasta culminar la fiesta en víspera de Sucot, la gente estaba intranquila.
Fue en aquel séptimo día cuando se oyó una Voz Di-vina que anunció: “Todos los presentes son merecedores y están destinados a tener parte en el Mundo Venidero’.
Pudieron, entonces, “respirar hondo” y festejar los próximos siete días de Sucot con alegría multiplicada e imperturbable, agradeciendo a D”s, que les haya proporcionado un rey tan sabio y santo.

EL PREMATURO COMIENZO DE UN OCASO
La plegaria de Shlomó
La obra de construcción del Bet haMikdash y de su contenido, no tuvo paralelo en la historia. En aquella tarea Shlomó combinó todo el intelecto que le había sido concedido por D”s, con su integridad de acabada devoción a Él para establecer una Morada Di-vina en la tierra.
El trabajo se llevó a cabo perfectamente. Tanto en lo físico como en lo espiritual, se cuidó de alcanzar la más sublime pureza. El oro se refinó una y otra vez, hasta llegar a una perfección inédita, y los pensamientos e intenciones al efectuar la labor, atravesaron aquel mismo nivel.
En toda la tarea, no se escuchó el sonido de corta-fierros, pues estaban asistidos por una criatura excepcional (el Shamir), que ayudó a partir las piedras (según algunos en la misma cantera de donde se extrajeron, y según otros en el propio área donde se levantaba el Bet haMikdash – Sotá 48:).

En aquel sitio, sucederían fenómenos que no habrían de repetirse en otros registros de la vida humana. Entre otras “maravillas”, Shlomó plantó árboles de oro puro, que brindaban su fruto – también de oro.
(Sr. lector: No permita que se le abran sus ojos demasiado. Esto sucedió – entre otros motivos – porque el oro, al igual que los demás materiales “preciosos” – no era exageradamente significativo y visto fuera de proporción – tal como puede serlo para nosotros).

Es más: el rey Shlomó fue uno de los únicos personajes a quien se le respondió aun antes que terminara de formular su pedido a D”s. Cuando Shlomó requirió a D”s, el Fuego Celestial se hizo presente de inmediato (Midrash Rabá, Bereshit 60:4).

Finalmente, al inaugurar Shlomó el Bet haMikdash, elevó una prolongada súplica en la que pidió que D”s acepte los ruegos que allí se formularan a Él en caso de desconfianza conyugal, de pasar hambre, de salir a la batalla, de caer en manos enemigas y ser llevados al exilio (desde donde pedirían volviendo sus miradas en dirección a Ierushalaim) – si en todas estas situaciones volvieran a D”s arrepintiéndose sinceramente de sus pecados – que D”s accediera a sus ruegos.

¿El Bet haMikdash sería únicamente para judíos?
En absoluto: “Mi Casa se designa como casa de rezos para todas las naciones” (Ieshaiahu 56:7).
Aun más: Shlomó rezó pidiendo que si llegaran gentiles de tierras lejanas – habiéndose enterado de las virtudes del Bet haMikdash – y vinieran a verter allí sus súplicas – que D”s atienda sus pedidos y se los conceda.
A diferencia de los pedidos de los judíos, en los que Shlomó hizo hincapié en que D”s no premie ni asista a aquel a quien el dinero le provocaría una carga moral negativa (Midrash Rabá, Shmot 31:5), en el caso del gentil, Shlomó requirió que D”s le ayude de todos modos.
¿Por qué?
Pues si en el caso del judío no se cumpliera su ruego efectuado a D”s, reflexionaría concluyendo que la falla estaba en sí mismo, que debía mejorar y por lo tanto no se merecía aquello que había solicitado.
Pero de tratarse de un gentil – que no haría tal reflexión introspectiva – la falta de respuesta de D”s sería interpretada como una carencia del Poder de D”s, y lo compararía con sus ídolos, que – por supuesto – tampoco habían respondido a sus súplicas… (Melajim I 8:43, en Rash”í, de Midrash Tanjuma, Bamidbar 3).

Una vez finalizada la inauguración del Bet haMikdash, Shlomó bendijo al pueblo que se despidió de él. Y volvieron felices a sus hogares, pues – aparte de la elevación espiritual de la que habían participado – la bendición hecha por Shlomó se había cumplido en cada uno de ellos (Shabat 30.).

Las caídas de Shlomo
Grande – pero no como David
“Las comparaciones son odiosas”, pero – en este caso – nos son útiles para aprender.
Como ya hemos expuesto, David había sido un rey extremadamente austero – y sirvió a D”s con esa excelsa cualidad.
Shlomó – por el contrario – exuberante y opulento. No se privó de nada de lo que está permitido disfrutar en este mundo.
Pero, tal como lo expresa en Kohelet: “habiéndolo considerado todo – a D”s debes temer y Sus preceptos debes cumplir – pues (sólo) esa es la esencia de todo humano”.

Tal como hemos advertido en el pasado, lo que sigue, solo se podrá comprender en el marco de las palabras de los Sabios – que conocieron y entendieron profundamente los mensajes que el TaNa”J nos enseña en cada uno de sus pasajes.

La Torá advierte acerca de las facultades y obligaciones inherentes a los reyes de Israel.
Entre las leyes que la Torá dispone, está la prohibición: que el rey tome muchas esposas.
¿Cuántas son “muchas” esposas? La ley les permite tener hasta 18 mujeres.

La Torá – si bien habitualmente no nos da las razones que expliquen las Mitzvot – aporta un motivo del porqué no se debe tomar más que esa cantidad de esposas (Dvarim 17:17): “para que no desvíe su corazón (de la Torá)”.
También indica acerca de la cantidad de caballos para uso personal con que puede contar el rey – para que no envíe delegados a Egipto a fin de procurárselos – y el patrimonio en oro y plata que puede tener en sus arcas.
Shlomó, en su vasta sabiduría, creyó que los motivos indicados en la Torá no se aplicarían a él, pues tenía total dominio sobre sus acciones y nada influiría en su conducta.

Fue así que por estrategias diplomáticas, tomó 1.000 mujeres (todas ellas hijas de distintos reyes de aquel entonces) como esposas (Melajim I 11:3). Obviamente, cada una de estas mujeres pasó por una conversión que Shlomó creyó sincera y definitiva (Midrash Rabá Shir HaShirim 1:10).
Sin embargo, y de inmediato, la pequeña letra “Iud” (que conforma la palabra “iarbé” de la Torá), subió y se quejó ante el Trono Celestial: “¿No Has dicho, acaso, que no se modificará jamás un ápice de lo que está escrito en la Torá? – ¡Shlomó me está desestimando, y posiblemente mañana desatienda otra más…!”.
Respondió D”s: “Shlomó – y otros mil sabios como él – pueden quedar anulados, pero no se modificará siquiera una puntita de la (letra) Iud” (Ierushalmi Sanhedrín 2:6, Midrash Rabá, Shmot 6:1, Vaikrá 19:2, Sanhedrín 21: y Midrash Tanjuma Vaeirá 5).
Más tarde, Shlomó reconoció su error.

El mensaje de esta historia es más que contundente: nadie- absolutamente nadie – está por encima de la ley ni puede conjeturar que aventaja a las determinaciones de D”s, aun si fuera sabio y santo como Shlomó. Además: un “pequeño” cambio en una ley de la Torá, provoca que ya no sea la Torá.

El Midrash agrega que de saber Shlomó que el TaNa”J se referiría a él en términos tan severos por haber incurrido en ese desliz, habría preferido limpiar cloacas durante el resto de su vida, y no haber tenido el protagonismo que tuvo, con una evaluación final tan rígida…
La hija del Faraón
Cuando Shlomó tomó a la hija del Faraón como esposa – en la noche previa a la inauguración del Bet haMikdash, bajó el ángel Gavriel e insertó un listón en el mar, alrededor del cual se creó la gran ciudad de… Roma (Shabat 56:).
Si bien transcurrieron varios siglos hasta la caída del Bet haMikdash, los Sabios nos hacen saber que el origen espiritual de su derrumbe se debió a lo que parecería ser un exiguo error – ocurrido muchas años antes…
Todo repercute, y cuando no se corrige – crece y aumenta (al igual que Roma), hasta cobrar dimensiones invencibles.

El motivo de Shlomó en tomar como esposas a todas esas princesas extranjeras, era permitir que los hipotéticos hijos que tuviera con ellas y que estuvieran influidos y educados con la profunda sabiduría que D”s le había otorgado, retornaran a los países de origen de sus madres y gobernaran de acuerdo a los códigos que enseña la Torá. De ese modo, su obsequio espiritual e intelectual Di-vino, se potenciaría para alcanzar a todos los seres humanos y se convertiría en el medio para hacer llegar el reconocimiento de la Autoridad de D”s a toda la humanidad – tal como nosotros mismos rezamos en nuestras plegarias diarias que suceda pronto en nuestros días.

Previamente, David (Tehilim 127:1 – Rash”í) – sabiendo que aun si Shlomó afanosamente creyera que ese paso sería beneficioso para la nación y para hacer pública la Grandeza de D”s en una potencia de la magnitud de Egipto, esto no sería aprobado por D”s – había rezado para que su hijo Shlomó no desacertara en su misión, por su celo sagrado.
Posteriormente, el profeta Irmiahu (32:31) se referiría a este contexto – de construcción y de la concurrente semilla de futura caída – cuando expresó que “por Mi furia y Mi disgusto que ha habido sobre esta ciudad (Ierushalaim) desde el día que ha sido edificada”.

La noche anterior a la inauguración del Bet haMikdash, se efectuaron ambas celebraciones: el estreno del Bet haMikdash… y el enlace con la hija del Faraón.
Los ecos de esta segunda fiesta – en la que Shlomó bebió vino por primera vez luego de haberse abstenido todos los años de edificación del Bet haMikdash – superaron aun los sonidos del festejo por la apertura del sitio más santo de la tierra.
A la mañana siguiente, Shlomó no despertó en horario para atender puntualmente al inicio de la sagrada función del Santuario, y nadie quería molestar el descanso del rey – que guardaba las llaves del flamante Bet haMikdash bajo su almohada.
Había llegado la cuarta hora diurna – en la que ya se debía haber traído y completado el servicio del Korbán Tamid (diario) matutino, ¡y el rey aún no aparecía!

En su desesperación, recurrieron a la única persona que podría intervenir en el asunto:
Batsheva, la madre de Shlomó. Lo despertó y lo amonestó duramente: “todos saben que tu padre (David) era un hombre extremadamente piadoso” – dijo – “¡ahora dirán que yo soy la que te ha dado el mal ejemplo!”.
“¿Para qué debes compararte como los demás reyes de la tierra, que beben vino y luego cometen toda clase de atrocidades? – ¡Aquel a quien están abiertos todos los misterios del mundo consumirá vino y se embriagará!” (Midrash Rabá: Bamidbar 10:4; Vaikrá 12:5 trae opiniones que quien sermoneó a Shlomó fue Ierovam – tal como, más adelante, ampliaremos).

Resta preguntar: aun si la hija del Faraón se convirtió al judaísmo – ¿acaso no está prohibido para un judío de origen casarse con un egipcio/a hasta una tercera generación a partir de la conversión de sus abuelos al judaísmo (Dvarim 23:9)?
Posiblemente Shlomó opinaba como las autoridades que dicen que esa limitación solo es para hombres egipcios que ingresan al pueblo judío – y no para las mujeres (como sería el caso con las amonitas y moabitas – aunque en la cuestión de las mujeres egipcias, la Halajá no se establece de acuerdo a esa opinión).
Los “pecados” de Shlomó
Del mismo modo que se expresa el Talmud en lo referente a David, dice respecto a Shlomó: “todo aquel que afirma que Shlomó pecó, está equivocado”. Si bien el resultado de ciertas acciones de Shlomó terminó siendo perjudicial, sus intenciones eran definitivamente santas.
Pero… su maestro ya no estaba: mientras Shim’í ben Gueirá estuvo en vida, Shlomó no había tomado a la hija del Faraón.
El Talmud nos enseña a partir de esta situación, que uno debe siempre permanecer cerca y bajo la influencia de su maestro (Brajot 8.).

Las mujeres gentiles que había tomado Shlomó habían abrazado el judaísmo antes de ser desposadas. Sin embargo, el rey no tuvo un control absoluto sobre lo que sucedía en sus respectivos palacios. Algunas lo engañaban provocando que estuviera con ellas en intimidad, cuando no debía hacerlo. Asimismo, en forma encubierta, algunas revirtieron a sus antiguas prácticas paganas de idolatría.
Puesto que el monarca no tomó las suficientes precauciones para que esto no suceda, en las palabras del TaNa”J (Melajim I 11:4-6), se atribuye como falta al propio Shlomó, y se expresa de una manera que daría la impresión de que el propio Shlomó hubiera practicado idolatría…

Asimismo, tan estricta es la visión que los Sabios entienden en la Voluntad de D”s respecto a quienes llegaron a posiciones espirituales encumbradas – como la del rey Shlomó – que los miembros de la Gran Asamblea (Anshei Kneset haGdolá) consideraron incluirlo en la nómina de quienes renunciaron a su porción del Olam haBá (¡!…).
En aquel momento se les apareció el rey David en una visión rogándoles que no lo hicieran. Pero le restaron importancia. También desatendieron un fuego que provino del Kodesh haKodashim (el sitio más santo del Bet haMikdash) y que ardió alrededor de ellos, que obviamente hacía referencia a la extraordinaria obra de Shlomó. También ignoraron una Voz Celestial que enumeraba las excelsas virtudes de Shlomó, hasta que esa Voz insistió y les determinó: que no eran ellos quienes debían determinar las retribuciones que merecen los humanos y quién se beneficia con una porción en el Mundo Venidero (Midrash Rabá Bamidbar 14:1).
Si bien en cuestiones de aplicación práctica de la Ley de la Torá, no se toman en cuenta “Voces Celestiales”, pues la Torá establece que en caso de dudas la ley se fija por la mayoría de los Sabios que opinan, cuando se trata de cuestiones que escapan a la autoridad de los humanos, sí se tiene en cuenta… – y aquí se determinaba si merecía Olam haBá – o no, lo que es de jurisdicción Di-vina exclusivamente.
Triste epílogo
En cierto momento la fama de Shlomó, su poder y su grandeza decayeron.
Inicialmente dominó a todo el mundo, luego solo a Israel, más tarde gobernó solamente sobre Ierushalaim y, finalmente, solo sobre su bastón.
Los Sabios discuten acerca de si Shlomó recuperó el poder – o no.
Sin embargo, y más allá de la reducción que tuvo su poderío, no perdió su carácter de rey: aunque solamente dominara su bastón, mantuvo su porte real.
Tal como mencionamos antes, Ierovam amonestó a Shlomó.En Melajim I 11:26, se menciona a Ierovam, el esclavo del rey, como aquel que “levantó su mano en contra de Shlomó”.

Hay quienes opinan que su crítica se efectuó al inaugurarse el Bet haMikdash, mientas que otros atribuyen su reproche a que Shlomó obstruyó una de las entradas a Ierushalaim construyendo el palacio para la hija del Faraón, obligando así a los peregrinos a abonar un peaje.
La censura de Ierovam en sí (aun si pudiera estar equivocado en su opinión frente a Shlomó) fue el motivo por el que mereció algunos años después, acceder al trono del escindido reino de las 10 tribus.
Sin embargo, por haberlo hecho en público (intentando así avergonzar a Shlomó), que lo que provocó el comienzo de su propia caída (Sanhedrin 101:).

Apenas falleció Shlomó, representantes y líderes de las doce tribus se congregaron en Shjem – una ciudad que ya en el pasado había sido causa de angustias para los judíos – para coronar a su hijo Rejavam (Divrei haIamim II 10:1). Ierovam volvió de su exilio en Egipto, desde donde lo buscaron para liderar su interpelación a Rejavam.
Ierovam previamente había sido nominado por el profeta Ajiá haShiloní para regir los destinos de parte del pueblo. El gobierno concedido a Ierovam, sin embargo, era temporario (con el objetivo de encauzar para bien las pequeñas falencias del reino sureño de Iehudá) (11:39) y condicionado a que Ierovam se mantenga en la línea espiritual comenzada por el rey David.
Ierovam hizo saber a Rejavam que el pueblo no quería soportar más los dispendios de la monarquía, tal como se había hecho en la época de Shlomó.

Rejavam pidió tres días para consultar con los consejeros ancianos, y también con los jóvenes – y recibió dos indicaciones opuestas.
Los sabios que habían acompañado a Shlomó, le aconsejaron que aceptara las palabras de Ierovam y se condescendiera a la posición de los rebeldes. Los jóvenes, en cambio, sugirieron responder con dureza inflexible.
La Determinación Di-vina ya estaba tomada, por lo que Rejavam desatendió el pedido del pueblo (Melajim I 12:15), inclinándose por la decisión negativa, tal como era el consejo de los segundos – y las diez tribus se rebelaron disociándose del reino del hijo de Shlomó, hasta que sus descendientes fueron llevados al cautiverio asirio, pocos siglos más tarde.

Las diez tribus norteñas que se rebelaron, coronaron a Ierovam sobre ellas (12:20). Solamente Iehudá y Biniamín, permanecieron bajo mando de Rejavam y sus descendientes. Estos aceptaron el hecho de que su pérdida se debió a la Palabra de D”s (12:24) y mantuvieron su reino más pequeño. Desde aquel momento, se le llamó “reino de Iehudá” al que gobernaban los descendientes de David desde Ierushalaim, y “reino de Israel” al reino del norte, con capital en Shomrón.

Los Sabios nos hacen notar una importante lección.
Las apariencias engañan, y por lo tanto: “Si los jóvenes te aconsejan construir y los ancianos te proponen desmantelar, hazle caso a los ancianos, pues la “destrucción” de los ancianos es constructiva, mientras que la construcción de los jóvenes es dañina (Nedarim 40.).

Así sucedió que la gran obra de Shlomó – la construcción del Bet haMikdash – duró un lapso muy breve aceptada por el pueblo en su totalidad.
Muy pronto, en menos de tres décadas desde que se inauguró la nación, ésta se dividió en dos reinos por los próximos siglos – y el Bet haMikdash atendido por solamente dos tribus, hasta que el reino del norte se perdió debido a sus numerosos y graves pecados, siendo exiliado a un rumbo desconocido. En aquel ínterin – y también más tarde, hubo intentos de recuperar las “10 tribus perdidas”, pero aún no habría de suceder.

El reino se divide, Ierovam ben Nevat
IEROVAM BEN NEVAT
El poder “emborrachó” a Ierovam y no quiso volver a someterse a Rejavam, haciendo todo lo posible para perpetuar la secesión de ambos reinos israelitas.
¿Cómo sucedió esto?

Ierovam sabía que si visitaba el Bet haMikdash, su honor no sería equivalente al de Rejavam, pues solamente los descendientes de David tienen el privilegio de acuerdo a la Halajá, de permanecer sentados en dicho sagrado recinto (Sanhedrín 101:). Esto pondría en evidencia su menor jerarquía.
Para impedir que las tribus del reino de Israel quieran volver a integrar y someterse, al reino de Iehudá, motivados por las visitas anuales al Bet HaMikdash en las tres peregrinaciones, Ierovam estableció puestos de adoración aparte de Ierushalaim, para separarse totalmente, e impidió físicamente al pueblo cumplir con el precepto, de las visitas anuales al Bet haMikdash. En todas estas maniobras obró astutamente engañando a los sabios que estaban bajo su jurisdicción, pues lo sabían alumno del profeta Ajiá, y confiaron en sus buenas intenciones.
Esto condujo finalmente a la difusión de la admiración a los dioses de los pueblos vecinos…

Ierovam incluso introdujo nuevas celebraciones religiosas para alejar a sus súbditos de las verdaderas raíces y tradiciones.
Hoshea, profeta de Israel, lo resumió en las siguientes palabras: “Cuando (Ierovam de) Efraim habló sus duras palabras, fue elevado sobre Israel, pero pecó mediante la idolatría y murió” (Hoshea 13:1).

D”s mandó un profeta a Ierovam para que le advirtiera acerca del daño moral y espiritual que estaba ocasionando al pueblo. A pesar de que el profeta dio señales claras a Ierovam, igualmente de inmediato insistió en su camino y se negó a retractar.

Según el Talmud, D”s le habló a Ierovam ofreciéndole recuperar su oportunidad de conducir al pueblo en la senda correcta y permanecer fiel a la Torá (D”s no pierde la esperanza…). Si así lo hiciera, “Yo (D”s), y tú (Ierovam) y el hijo de Ishai (el rey David) pasearemos (una expresión metafórica) juntos en el Gan Edén”.
Ierovam quiso asegurarse que él estaría posicionado más elevado que el propio David (como acababa de escuchar): “¿Quién irá a la cabeza?” – preguntó.
Al inquirir, sin embargo, perdió ese privilegio: “el hijo de Ishai irá adelante” – le respondió D”s.
“Pues si es así, no quiero…” – decidió Ierovam (el segundo puesto le era insuficiente, y prefirió sumirse junto a sus seguidores en la ruina espiritual – Rav Jaim Shmuelevitz sz”l).

Más tarde, su hijo Aviá enfermó (14:1) y Ierovam mandó a su esposa a pedir por él a Ajiá haShiloní, su antiguo maestro que lo había conducido a la grandeza. Las palabras Di-vinas de Ajiá (a pesar de su ceguera por haber enseñado a un alumno perverso – Bereshit Rabá 65:10) fueron duras: el deterioro espiritual causado por Ierovam no sería perdonado y su hijo moriría (aun así, Aviá fue el único miembro de su familia que recibió una sepultura digna, por desafiar la orden del padre que impedía ir a Ierushalaim).

La Mishná (Pirkei Avot 5:18) menciona a Ierovam como paradigma de aquel “que peca y arrastra a los demás por el camino errado”, cuyo castigo es que se lo responsabiliza por los pecados propios y también los de sus discípulos, y – una vez pregonado y generalizado el mal entre sus adeptos, ya no se le permite la oportunidad de volver a rectificar sus acciones.
Así Ierovam perdió incluso su porción en el Mundo Venidero (Sanhedrin 90:).

La división del pueblo ya era un hecho, y tres siglos más tarde, las diez tribus que siguieron a Ierovam serían desterradas y perdidas.

En la Torá se menciona la figura del Mesit uMediaj (seductor e incitador) que intenta ocasionar la caída moral de otros judíos (Dvarim 13:7 y 13:14). La Torá castiga fuertemente esta acción.
Esta modalidad no es ajena a la Torá, y se ha repetido en numerosas ocasiones en el seno del pueblo.

El común denominador de quienes pertenecieron a esta categoría fue la enorme oportunidad que tuvieron para favorecer a su nación, al haber sido bendecidos con carisma e inteligencia, permitiendo así la admiración de la gente.
A veces nos parece que hubiesen nacido para ser líderes, posiblemente porque muchos los escuchan y los siguen.

En realidad tener esta aptitud (la de atraer con facilidad a los demás, o la de ser un modelo nato para otros), constituye una tremenda responsabilidad. Si bien, en última instancia, cada persona es responsable por si mismo, a quien ejerce un liderazgo negativo, también se le atribuye responsabilidad por aquellos que copiaron sus errores.
Sin embargo, en todos estos casos, esa ventaja se derrochó por las inclinaciones personales de dichos personajes. Y, precisamente aquel mismo potencial con el que habían sido bendecidos, se tornó en su contra y se desperdició.

Los reyes del reinado de Iehuda: Rejavam, Aviá, Asá, Ioshafat y Ioash

CUANDO UNO SE CREE D”S
Rejavam y Aviá
La secesión de las diez tribus del norte, no trajo mucha satisfacción a Rejavam ni a los habitantes de su reinado, pero debieron aceptar la realidad de la nueva calidad.
En un principio, Rejavam había planeado hacer retornar las tribus secesionistas por la fuerza y volver a unir la nación, pero el profeta Shmaiá lo disuadió. Fue así que Rejavam, pues, se dedicó a fortalecer las ciudades de su propio territorio (Divrei haIamim II 11:2-5).

El nivel espiritual de Rejavam, quien gobernó durante 17 años, como así también su hijo Aviá, fue muy pálido comparado con el reluciente ejemplo heredado de su abuelo David.
Tal como sucedió en tantas instancias, cuando D”s brindó una situación material holgada, el estudio de la Torá ya no tenía la intensidad de otrora. Asimismo, ninguno de ambos lucharon con suficiente firmeza para erradicar los vestigios de idolatría del país, permitiendo incluso la continuidad de altares privados para ofrendar a D”s – lo cual, sabemos, la Torá prohíbe una vez erigido el Bet haMikdash.

Fue entonces que D”s permitió que Iehudá sea invadida por el rey Shishak de Egipto, quien se llevó gran parte de los tesoros guardados en Ierushalaim. Este nuevo golpe conmovió al menguado reino, pero otra vez el profeta hizo saber que esa era la Voluntad de D”s, para que se reforzaran los aspectos espirituales del pueblo.

Puesto que el pueblo admitió la Justicia de la Determinación Di-vina, el perjuicio egipcio se remitió al aspecto material y el pueblo personalmente no sufrió.
Rejavam reemplazó los estandartes de oro despojados por otros de cobre, que cumplirían el objetivo de recordar su constante preocupación por no mermar el nivel de cumplimiento de la Torá.

Sin embargo, lamentablemente, las relaciones entre los dos reinos hebreos fueron muy tirantes, pues Ierovam – rey del norte – tenía ambiciones de dominio incluso sobre el reino de Iehudá (no olvidemos que la mera existencia del reino de Iehudá cuestionaba la legitimidad de su propio gobierno).
Esto llevó a escaramuzas entre ambas naciones, aun cuando de ese modo luchaban judíos en ambos lados de la contienda (Melajim I 14:30).

Durante el reino de Aviá (el hijo heredero de Rejavam), Ierovam intentó nuevamente atacar a Iehudá.
Aviá salió al cruce de las tropas de Ierovam y los instó a no luchar, haciéndoles saber que Iehudá representaba la sucesión legítima de la monarquía de David, y también la continuidad estricta del cumplimiento de los preceptos de la Torá (cuestión que no sucedía en el reino del norte), y que D”s frustraría su intento de invasión y conquista.
Ierovam insistió en su guerra civil (Divrei haIamim II 13:13), pero D”s escuchó las plegarias de los judíos de Iehudá. La triste y sangrienta contienda dejó millares de muertos, y malogró los intentos expansionistas de Ierovam.
Asá
Después de la muerte de Aviá, rigieron dos de los reyes más justos de todas las épocas: Asá, y su hijo Ioshafat, los dos, extraordinarios tzadikim. Ambos lucharon y erradicaron todo remanente de idolatría de Iehudá.
Asá fue especial en el sentido que su fe en el Todopoderoso fue extraordinaria.
Reinó sobre Iehudá durante 41 años.
Si bien al comienzo de su gobierno Iehudá vivió en paz, luego de varios años, el reino fue nuevamente invadido por enemigos. Esta vez, el ataque fue de Zeraj el cushita, quien acometió con un enorme ejército. Asá, en su incólume confianza en D”s, no se creyó personalmente merecedor de vencer a Zeraj, por lo cual se entregó a la Merced de D”s.
Fue así, que gracias a su rey, el pueblo de Iehudá obtuvo una increíble victoria (Divrei haIamim II 14:11) frente a sus enemigos, y también recuperaron los tesoros usurpados previamente en la época de Rejavam.
Muy agradecidos por la salvación Di-vina, el pueblo celebró con ofrendas y un nuevo y más profundo compromiso para con D”s.
El impacto de la conducta apropiada de Asá se hizo sentir aun en el reino del norte. Esto ocasionó que muchos habitantes honestos de las tribus de Israel, pasaran a vivir al reino de Iehudá donde encontraron un liderazgo acorde a la vida espiritual que aspiraban (Divrei haIamim II 15:9).

Pasó el tiempo, y nuevamente – después de varios años de gobierno de Asá – corría peligro el reino de Iehudá por la amenaza de una guerra civil: en esta oportunidad el rey Baashá del norte (de Israel) intentó sitiar a Iehudá con un enorme murallón.
La fortificación tenía como objetivo apedrear a quien entrara o saliera de Ierushalaim, aislando así a Asá y a sus súbditos.
A tal fin, Baashá se alió con el rey (gentil) de Aram, en contra de sus hermanos israelitas.

Baashá había previamente destruido a toda la familia de Ierovam, rebelándose contra el hijo de éste: Nadav, que había sucedido al padre en el trono. Ahora Baashá reinaba sobre Israel, pero su conducta no fue mejor a la de sus predecesores.

El rey Asá decidió que, a fin de evitar este nuevo riesgo, debía hacer cambiar el parecer del rey de Aram y lo sobornó con los tesoros de su reino. Esto también evitaría una guerra civil entre Iehudá e Israel.
El ardid resultó efectivo, y Aram se tornó en contra de Baashá.
Sin embargo, el rey de Aram exageró y aprovechó para atacar sanguinariamente a Baashá y a sus súbditos.
Una vez alejado el peligro, Asá mandó desmantelar el muro que se había construido.

No obstante, D”s no aprobó su actitud.
El profeta Jananí se lo hizo saber: habiéndosele mostrado a Asá previamente cómo su convicción en el Poder de D”s los había salvado de Zeraj el cushita – ¡no había motivo para depender del soborno al rey de Aram, para defenderse!

La falta de Asá tuvo consecuencias graves para el futuro de la nación.
La alianza entre Baashá y Ben Hadad, rey de Aram, hubiese permitido a Asá derrotarlos a ambos en una sola batalla.

Corrían 36 años desde que el reino de Israel se había dividido en dos, consecuencia mediata del matrimonio de Shlomó con la hija del Faraón, que a su vez se había extendido por 36 años hasta el fallecimiento de Shlomó.

Era ahora el momento en que se había reparado aquella sombra que yacía sobre la nación, e Israel debía volver a reunirse…, pero ello no ocurrió.
Desde aquella oportunidad, Aram se convirtió en el enemigo principal de Israel, y padeciéndose sus continuos embates durante siglos.

Ramba”n (Vaikrá 26:11) explica que, si bien para cualquier persona hubiese sido coherente tomar recaudos como los que aplicó Asá al sobornar al rey de Aram, su nivel superior y singular de fe, tornaba innecesaria – y por lo tanto prohibida – esa gestión.

Lo mismo, se deriva del próximo incidente que narra el TaNa”J:
Asá, en su ancianidad, sufrió dolor en sus piernas. También en aquella ocasión consultó a los médicos – en lugar de someterse totalmente a la confianza en D”s – lo cual significó una mínima mella en su eximia conducta.
Respecto a otras personas, la Torá prescribe que “se autorizó a los médicos para que sanen” (Bava Kama 85.). Quien padece un dolor o enfermedad, puede y debe acudir a un profesional para que éste lo trate de curar.

Sin embargo, las personas que se conducen en todos los órdenes de la vida con fe absoluta, no requieren de los servicios de algún galeno, pues su modo de conducirse habitual, establece que “no hay necesidad de médicos en hogares de servidores de D”s”. (Mijtav meEliahu tomo 3, pág. 172).

El Talmud (Sotá 10.) cuestiona por qué Asá fue castigado con un dolor tan terrible en sus piernas, y responde que el motivo fue que puso a los estudiantes de Torá al servicio real (en el ejército) para desmantelar el muro erigido por Baashá.
Puesto que no se trataba de un riesgo inminente, Asá no debía desviar la atención de los estudiantes de la Torá para otros fines, aun si estos fuesen también loables.
Ioshafat
Tras el fallecimiento de Asá, lo sucedió su hijo Ioshafat.
En su época, gracias a su ejemplo, desaparecieron momentáneamente las Bamot (altares de “entre-casa”) y se profundizó exponencialmente el estudio de la Torá.
El rey organizó a tal fin un sistema educacional por el cual sus asistentes transitarían por las ciudades de Iehudá enseñando al pueblo.
Las demás naciones temían a Iehudá, y durante su reinado de veinticinco años hubo prosperidad y crecimiento espiritual.

Simultáneamente con su mandato, en el reino de Israel gobernaba el rey Ajav, y luego su hijo Ajaziá. Si bien la diferencia espiritual entre Ajav y el eminente Ioshafat era abismal, ambos reyes convivieron en armonía.
Esto llevó incluso al punto de contraer matrimonio entre ambas casas reales y también se aliaron en la guerra de Ajav contra Aram, a la que Ajav invitó a Ioshafat.

Antes de partir a la guerra, Ioshafat exigió a Ajav que no se dejara llevar por los pronósticos favorables que le prometían sus profetas falsos y que convocara a un profeta auténtico para saber la Voluntad de D”s.
Si bien a Ajav no le placían las palabras de Miajihu, lo citó. Éste le hizo saber que la expedición terminaría en fracaso y que él, Ajav, no sobreviviría a la contienda.
Aun así, Ioshafat fue solidario con Ajav y lo escoltó a la batalla.
En medio de la acción, los enemigos se acercaron peligrosamente a Ioshafat, pero D”s lo auxilió…

¿Por qué Ioshafat pactó con Ajav?
Ioshafat abrigaba la esperanza que los reinos se volvieran a unir – tal como supone una nación judía única. Esto provocó que Ioshafat permita ser seducido por las palabras de Ajav, y lo trate con camaradería, como si fuera su par.

Sin embargo, el profeta Iehú ben Jananí le hizo saber al rey de Iehudá que D”s no aprobaba su medida. Lo reprobó por “asistir a los malvados y amar a quienes odian a D”s…” (Divrei haIamim II 19:2). Asimismo, años más tarde, como veremos, cuando Ioshafat solicitó asistencia a Ajaziá (del reino de Israel) en su gesta por enviar barcos a Tarshish, el profeta lo amonestó: “al unirte a Ajaziá, D”s frustró tus acciones” (que de otra manera hubieran sido exitosas).

Esto nos deja una gran lección: si bien deseamos que los malvados retornen de su camino errado y extremamos los esfuerzos para encarrilarlos en la senda que nos han marcado nuestros antepasados, ello no nos permite aproximarnos por medio de una amistad que provoque el efecto opuesto, y terminemos siendo nosotros los influenciados por andanzas y costumbres desacertadas. (Volveremos sobre este punto cuando veamos “La tragedia de Navot”).

Ajav cayó en la guerra contra Aram, pero Ioshafat retornó a su trono y todo el pueblo volvió sano y salvo cada uno a su hogar – tal cual había vaticinado Mijaihu.

Sin embargo, también Ioshafat debió enfrentar enemigos que quisieron invadir la tierra de Iehudá. En esta oportunidad se trató de una imponente coalición de Amonitas y Moabitas, vecinos de Israel. Tal como su gran padre Asá, también Ioshafat no confió en sus propios méritos para vencer al temible enemigo.
El pueblo ayunó y rezó entonando alabanzas a D”s. La fe absoluta en D”s nuevamente los salvó de la destrucción y ni siquiera debieron guerrear contra los invasores, pues D”s provocó que éstos lucharan entre ellos, y así desapareció el peligro.
Ioash
Al fallecer Ioshafat, el reino pasó a manos de su hijo Ioram quien se había casado con la hija de Ajav: Ataliá. Con ella tuvo a su hijo Ajaziá, quien más tarde cayó bajo la lanza de Iehú, rey de Israel.
Con Ataliá, el modelo nocivo de la casa de Ajav se introdujo en la familia real de Iehudá.

Durante el reino de Ioram, ocurrió un suceso insólito, destinado a intentar salvar al rey y al pueblo de la incipiente caída moral.
El rey recibió una misiva escrita con un mensaje del profeta Eliahu, que ya había fallecido varios años antes en vida del rey Ioshafat (Divrei haIamim II 21:12). En la carta que se le entregó, se advertía acerca de la enfermedad que sufriría el rey y de las invasiones enemigas de las que sería objeto Iehudá.

Si bien, posiblemente, las palabras de los profetas contemporáneos no suscitarían el impacto sobre Ioram para que rectifique sus actos, una comunicación de Eliahu!, debería haber ayudado a prevenir el desvío del rey.
Sin embargo, nada cambió. Tanto Ioram, como Ajaziá sufrieron muertes indignas.

Cuando Ataliá vio que su hijo Ajaziá había muerto, mandó eliminar, envenenando paulatinamente a uno por uno, a toda la familia monárquica, para de ese modo quedar ella sola al mando del palacio.
No hubiese quedado ningún descendiente de la dinastía del rey David, si no fuera por la arriesgada intervención de Iosheva, hermana de Ajaziá y de su marido, el anciano Cohen Iehoiadá, quienes escondieron al pequeño Ioash en el Kodesh haKodashim.
Allí permaneció el niño en secreto durante seis años junto a su nodriza, sin que la atroz reina Ataliá supiera de su existencia.

¿Por qué logró Ataliá destruir prácticamente toda la estirpe del rey David?
El Talmud (Sanhedrin 95:) dice que David fue “culpable” por haber ocasionado la muerte de los Cohanim de Nov cuando Shaul lo perseguía.

¿Cómo fue esto?
Recordemos: Shaul sospechaba de David que fuera a reemplazar a su hijo Ionatán en el trono. David escapó y se albergó en su camino en Nov, donde se encontraba el Mishkán (Santuario). Al ver que David estaba enfermo de hambre, Ajimelej, el Cohen Gadol, proveyó a David con el único alimento que poseía: el pan que se coloca dentro del Mishkán y que permanece allí desde Shabat hasta el próximo Shabat. También le dio la lanza del gigante Goliat a quien David había vencido.
Doeg, que mantenía una actitud hostil hacia David, estaba presente en aquel momento y relató lo sucedido en Nov a Shaul.
El rey le autorizó a Doeg a “hacer justicia” con los Cohanim de Nov (por “demostrar” rebeldía contra el monarca). Y así ocurrió: Doeg personalmente mató a 85 de los santos Cohanim.
Si bien, obviamente, David no era directamente culpable de estas muertes, se le imputó este hecho con un severo castigo…

Pero, en su momento, un hijo del Cohen Ajimelej – Eviatar – se salvó de manos de Doeg.
Gracias a su asilo, también Ioash sobrevivió a la masacre de Ataliá.

El niño se transforma en rey
Cuando Ioash hubo cumplido siete años, Iehoiadá organizó la rebelión generalizada contra la reina homicida, quien pagó con su vida su crueldad.
El pueblo se alegró en conocer que había sobrevivido un vástago de la apreciada familia de David y coronaron al joven como rey de Iehudá.

Durante toda la vida de Iehoiadá, Ioash se condujo de acuerdo a las enseñanzas de su venerado protector y maestro.
Gracias a Ioash se mejoró el sistema de refacciones del Bet haMikdash. Ya habían transcurrido 125 años desde su construcción por obra del rey Shlomó, y en la época de la malvada Ataliá, su estructura se descuidó y desmejoró a tal punto, que requería una importante inversión para ser recuperada. De ese modo, podría atraer también a los alejados judíos del reino del norte.
Inicialmente, los Cohanim debían recoger los fondos que aportarían sus conocidos y ocuparse personalmente de las mejoras edilicias.

Los Cohanim, sin embargo, no se complacieron con el sistema, pues sospechaban que al solicitar recursos de la gente, ello podría convertirse en una especie de coerción a contribuir, motivo por el que habían sido castigados, muchos años antes, los hijos de Elí, el Cohen Gadol.
Fue entonces, que Iehoiadá implementó un nuevo régimen, por el que se instalaría un gran cofre a la entrada del Bet haMikdash, y en él cada visitante colocaría espontáneamente su contribución para las refacciones.

Arrogancia e ingratitud
Sin embargo, luego de la muerte de Iehoiadá, lamentablemente creció la vanidad de Ioash.
Sus asistentes comenzaron a halagarlo, adularlo y, finalmente, deificarlo (Divrei haIamim II 24:17, Midrash Rabá, Shmot 8:2). Esto sucedió en un ambiente en el que se había perdido la dedicación total que se había vivido en las épocas de Asá y Ioshafat.
“¡Su Majestad!” – dijeron arrodillándose frente al monarca – “Ud. no es un ser humano común y corriente…
La Torá enseña que un lego que ingresa al Santuario es castigado con la pena de muerte Celestial. ¡Ud., en cambio, ha vivido dentro del Mishkán seis años enteros, sin que esto le provocara daño alguno!
Esto significa que Ud. pertenece a una categoría divina…”.

Ioash debería haber sancionado de inmediato a estos lisonjeros. Pero no lo hizo.
El profeta Zejariá (hijo de Iehoiadá) advirtió públicamente a los cortesanos que su actitud era perversa, pero estos no solamente no obedecieron, sino que terminaron asesinándolo en el propio patio del Bet haMikdash en Shabat coincidente con Iom Kipur (Midrash Rabá, Kohelet 10:5, Eijá Petijta 23), con la anuencia del rey Ioash, quien decidió no recordar la bondad que había mostrado Iehoiadá hacia él al salvarlo de una muerte segura a manos de Ataliá.

De este modo, Ioash pasó a integrar la tristemente célebre nómina de quienes se creían dioses (junto al Faraón, Jiram y Nevujadnetzar).
Sin embargo, su arrogancia causó su propia caída: Ioash, quien había sido un tzadik la mayor parte de su vida, terminó ultrajado por sus sirvientes, ambos miembros de las naciones de Amón y Moav.
La gratitud es fundamental en la Torá, y su pena – por falta de reconocerla – se impuso con todo su rigor.
El hecho de que Ioash fuera ultimado precisamente por estos dos sediciosos, se debió a que sus naciones de origen demostraron ser ingratas hacia Avraham, quien había salido a la guerra para salvar a su ancestro Lot (de quien originan estos pueblos). Su apatía al favor recibido, se demostró luego, cuando contrataron a Bil’am para maldecir a Israel.
Ahora Ioash, quien manifestó indiferencia hacia el hijo de su benefactor Iehoiadá, caería asimismo en manos de integrantes de un pueblo malagradecido (Rash”í, Melajim II 12:22).

Los castigos Di-vinos siempre son aleccionadores: para que aprendamos a reconocer nuestros propios errores, D”s nos muestra aquellas mismas debilidades en las actitudes odiosas de quienes nos persiguen y someten – muchas veces de manera magnificada.
Al poder observar la perversidad de aquellas actitudes en otros, D”s espera que modifiquemos nuestra insensibilidad.

Puesto que Zejariá cumplió con su misión de reprochar al pueblo por su conducta errada – ¿por qué sufrió una muerte violenta?
El pasaje que describe el modo de reprochar de Zejariá, lo menciona como hablando “por encima del pueblo” (Divrei haIamim II 24:20).
En su modo de hablar, se percibía su sensación personal de autoridad, puesto que estaba casado con la nieta del rey Ioram, y era también Cohen Gadol, profeta y Juez del Sanhedrín.
Asimismo, la censura severa que dirigió al pueblo estaba expresada de modo tal, que los describía como pecadores incurables, con lo cual sus palabras no podrían lograr el objetivo que pretendían alcanzar: guiarlos para poder corregir los errores que estaban cometiendo.

La muerte cruel de Zejariá no quedó impune. Su sangre, que no fue absorbida en la tierra, permaneció allí e hirvió durante siglos hasta que el general Nevuzaradán se percató de ella cuando estaba destruyendo el Bet haMikdash. Luego de indagar acerca de la naturaleza extraña de esta sangre, y conocer la verdad, vengó la muerte del profeta con creces (Guitín 57:).

Pasarían los años, y Iehudá volvería a tener reyes de la talla de Asá y Ioshafat. Vendrían aun monarcas como Jizkiahu y Ioshiahu, pero eso demoraría aún.

Eliahu Hanavi(el profeta)
ELIAHU HANAVÍ (EL PROFETA ELÍAS)
Quizás haya escuchado Ud. (cuando era chico, por supuesto) historias acerca del profeta Elías (Eliahu HaNaví). Hay muchos cuentos en los cuales aparece un viejito de barba blanca larga que viene a asistir en momentos de apremio. Uno crece habiendo escuchado estas historias y supone que pertenecen a la categoría de cuentos infantiles fantásticos con personajes inexistentes, fábulas de la mitología para ocupar la imaginación de los niños. Y bueno, si lo pueden tener los demás en su “folklore”, ¿por qué no las puede haber entre los judíos también?

Muchos se sorprenderán entonces, al enterarse que en el TaNa”J realmente existió una persona llamada Eliahu HaNaví y, para peor, su actitud con los judíos no fue nada dócil ni suave. Nada que ver con aquel viejo bonachón de los cuentos. Y ahora, uno ya no entiende nada. Hasta le da “bronca” que le hayan invertido los roles. Ya no sabe a quién creer…

Si Ud. no conoce a fondo la historia de nuestro pueblo, la mayor tentación de los judíos durante el primer milenio de su existencia como nación desde la salida de Egipto y durante su vida en la Tierra de Israel, incluso en la época del primer Bet HaMikdash (aproximadamente del año 1312 al 350 antes de la era común) fue la de la idolatría.

¿Ud. no se siente idólatra?
Pues bien. Nunca lograremos identificarnos totalmente con los problemas de otras generaciones. Es más, una visión simplista del tema conduciría a terribles errores, si intentamos extrapolar nuestras experiencias para entender las de otros momentos. Es que las cosas nunca son las mismas aun cuando el género humano y sus debilidades propias son idénticos. Pues entonces, no cabe en nuestras mentes que un pueblo que acababa de declarar que quería recibir incondicionalmente las leyes de D”s, sin conocer cuáles eran y luego de escuchar personalmente la Voz de D”s y Sus mandamientos, comiendo diariamente el Maná, que es un pan celestial y beber un agua milagrosa de una fuente en el desierto, decida crear un becerro de oro y adorarlo. Quizás Ud. piense que, de haber estado allí presente, Ud. se hubiera plegado a los pocos que apoyaron a Moshé. Hay que ver… Sin embargo, como vimos, la realidad es que la mayoría de la gente fue obstinada y se rebeló una y otra vez en el desierto.

Un campo de acción complejo
La época de Eliahu no fue más fácil… en absoluto. En su época, gobernaba el rey Ajav, que estaba casado con Izevel, la fenicia, la que – a su vez – “importó” sacerdotes de la idolatría del Ba’al de su país de origen con la complacencia de su marido. (Ajav borró de su Sefer Torá toda mención de D”s para reemplazarla por la palabra Ba’al).

El país prosperaba a pesar de todo y, por lo tanto, no sentían razón para preocuparse. Los profetas que advertían acerca del error eran perseguidos con ferocidad implacable por la reina y su servicio de inteligencia interno. Sólo cien de ellos escaparon a la muerte, gracias a Ovadiahu (mencionado más arriba), un ministro santo quien los escondió y los mantuvo en vida en forma clandestina. Eliahu el profeta era presentado ante el pueblo como el enemigo público número uno.
Por ese entonces, el rey decidió que era ya tiempo de desarrollar la zona de Jericó, que había quedado desolada desde los tiempos de la conquista de Iehoshúa, al ingresar los judíos al país (más de quinientos años antes). Iehoshúa había declarado que, dada la forma milagrosa en que D”s entregó la ciudad en manos de los judíos, no se debía volver a construir el lugar para que quedaran sus ruinas como recuerdo del Favor Di-vino. “Quien reconstruyera Jericó, perdería sus hijos uno a uno”. Pero “era una lástima” no aprovechar el terreno.

Ajav ofreció, y Jiel, un pariente suyo, aceptó (por contratación directa) desarrollar la zona. Las palabras de Iehoshúa no tardaron en cumplirse. Uno a uno fueron muriendo los hijos de Jiel. Con cada muerte, su esposa – una mujer piadosa – le reprochaba y le imploraba que interrumpiera la reconstrucción.

Pero Jiel, cada vez, encontraba una razón “médica” o “científica” para explicar las muertes. (Hoy día uno también se cuestiona cuando ve que la gente “sacrifica” a sus hijos uno a uno insistiendo con una educación que demostró ser ineficaz en el momento de perpetuar la descendencia judía…, pero los judíos sabemos ser “cabezas duras”). La construcción siguió y, con su culminación, murió también el último de los hijos…

D”s le ordenó a Eliahu que fuera a consolar a Jiel. Eliahu obedeció a pesar de que no quería ir.
Allí, no más, se encontró con el rey Ajav.
Éste no perdió la oportunidad de mofarse una vez más de Eliahu. “¿Quién es más importante, Moshé el maestro, o Iehoshúa el alumno?” preguntó. Obviamente, la respuesta fue Moshé. “Pues entonces… ¿cómo se explica que la maldición de Iehoshúa se cumpliera (con la muerte de los hijos de Jiel), mientras que las palabras de Moshé (en el sentido de que si se practicara la idolatría, se vería castigada la tierra por falta de lluvia, tal como recitamos en el Shmá diario) no se cumplen? Yo voy diariamente a adorar mis ídolos y me cuesta llegar por el barro que causa la abundancia de lluvia…” (Ajav, como muchos después, no aprovechó la bondad Di-vina, ya que D”s esperaba pacientemente brindándoles una oportunidad de arrepentirse).

La respuesta de Eliahu ante tal afrenta a la palabra de D”s, no tardó en llegar: por tres años cesó la lluvia en Israel y el país quedó desolado. Eliahu debió esconderse y D”s lo alimentó en forma milagrosa (la comida se la traían los cuervos, para que Eliahu sintiera que su decreto de sequía era cruel, ya que la crueldad es una característica propia de los cuervos). Ajav era un rey poderoso y lo mandó buscar por todo el mundo sin éxito. Fue ahí que D”s ordenó a Eliahu que apareciera ante Ajav y le informara que volvería a dar lluvia a Israel.

Pues: ¿quién es realmente responsable?
Las palabras que se cruzaron en aquel diálogo fueron históricas: Ajav acusó a Eliahu de ser el “destructor de Israel” por decretar la sequía, mientras que Eliahu le hizo ver que el verdadero “destructor” era el propio Ajav, quien fomentaba la idolatría, corroyendo así las simientes espirituales del pueblo. No obstante, Ajav accedió a reunir al pueblo frente al Monte Carmel y que Eliahu desafiara a los sacerdotes del Ba’al para demostrar la Existencia del Verdadero D”s. Luego habría lluvia.
Frente al pueblo congregado, los sacerdotes del Ba’al invocaron (en vano) a su dios para que proveyera fuego milagroso para su sacrificio.

Cuando demostraron que su dios era una farsa, Eliahu amonestó al Pueblo: “¡Hasta cuándo seguirán indefinidos e indecisos! ¡Si quieren a D”s, síganlo y si desean al Ba’al, pues síganlo a él!” Ambos, son incompatibles.
Eliahu pidió a D”s, Quien hizo caer un fuego celestial que consumió el sacrificio delante del pueblo entero.
Éste, a su vez, exclamó emocionado y reiteró: “¡HaShem, es el verdadero D”s!” (como lo hacemos al final de Iom Kipur).

Y nosotros seguimos escuchando el eco de las palabras que expresó Eliahu: “¿hasta cuándo?”
Nuestra vida es un permanente “ida y vuelta” tratando de cumplir con D”s al mismo tiempo que queremos satisfacer los deseos del “Ba’al”. Si, por fin, nos decidiéramos por la primera opción, podríamos ser dignos de recibir al profeta Eliahu, quien vendrá pronto en nuestros días a anunciar la llegada del Mashíaj.

RETORNANDO A LAS FUENTES
Después que el pueblo exclamó y repitió rotundamente que “¡HaShem es D”s!”, dieron muerte a todos los misioneros que se dedicaban a alejar a los judíos de sus fuentes históricas y de su lazo con D”s.

Eliahu volvió a rezar. La urgencia ahora era la lluvia tan solicitada por el rey y por el pueblo. Al poco rato comenzó a llover copiosamente, y Eliahu escoltó al rey marchando a pie delante de su carro hasta el valle de Izreel.
Sin embargo, Eliahu volvía a correr peligro. Ajav narró lo sucedido a Izevel, y ella no perdonaría la humillación de su creencia, sufrida frente a todo el pueblo, y aun menos la eliminación de los “apóstoles” de su doctrina. Juró vengarse de Eliahu y darle muerte a él cuanto antes pudiera.

Eliahu nuevamente debía refugiarse (tal como lo había hecho durante los últimos tres años). Sintió que aun después de la evidente demostración de autenticidad de D”s y de la profecía que él transmitía, Izevel podría actuar en su contra impunemente, y con la pasividad tanto de su marido como así también del pueblo entero (!!).

Primero fue a Beer Sheva – en el extremo sur del país, y que estaba bajo dominio de Iehudá – fuera del alcance de Izevel (recordemos que Iehudá estaba siendo gobernada durante aquellas épocas sucesivamente por dos de los reyes más nobles de la estirpe de David: Asá y su hijo Iehoshafat). Dejó allí a su asistente para permanecer en soledad. Eliahu, entonces, decidió seguir camino internándose en el desierto, rumbo… al lejano Jorev (Monte Sinaí), aquel mismo sitio en el que el pueblo había recibido la Torá directamente de D”s, hacía casi seis siglos.

¿Por qué?
El amor de Eliahu por su pueblo era incondicional. Se angustiaba al ver que sus palabras de amonestación no surtían el efecto deseado y que ellos estaban encaminados al destierro final (como efectivamente terminó sucediendo dos siglos más tarde). No olvidemos que pesaba sobre el pueblo el vaticinio de Ajiá haShiloní, el profeta que había reprendido al rey Shlomó sobre sus errores, y luego confirió el mandato sobre las diez tribus disidentes a Ierovam, situación que se concretó después de la muerte de Shlomó.
Oportunamente, Ajiá había advertido a la esposa de Ierovam (que lo había visitado en forma velada para pedir por la salud de su hijo), que si su marido Ierovam no modificaba su conducta corrupta, llevaría indefectiblemente a todo el pueblo a un exilio distante (Melajim I 14:15). Ciertamente, el comportamiento del pueblo y el de sus reyes, no había mejorado.

Anteriormente, sobre el Monte Carmel, cuando estaba a punto de hacer aparecer el Fuego Di-vino que consumiría las ofrendas ante el pueblo, Eliahu manifestó ante D”s las osadas palabras por las que “responsabilizaba” a D”s por los pecados del pueblo (liberando – en su alegato – a los judíos de culpa), pues Él había “alterado su corazón hacia atrás” (Melajim I 18:37).

Eliahu no quería ver al pueblo de Israel sufriendo castigo. Al igual a lo expresado por Moshé previamente (cuando rezó por el pueblo luego del episodio del becerro de oro), prefería irse de este mundo – antes que ver la vergüenza espiritual y la ruina física de Israel (Shmot 32:32, Bamidbar 11:15). Sin embargo, a diferencia de Moshé, Eliahu pedía una Intervención rigurosa e inmediata de D”s que expiara los males cometidos, en vez de permitir que la Compasión de D”s condujera a una situación en la que el desenlace fuera aun más grave – e irreversible.

Una visita insólita al Monte Sinaí
Es así, que Eliahu retornó a aquel mismo sitio en el que Moshé había encontrado su mayor proximidad con D”s.
También Moshé había vivido junto al pueblo una magna demostración de la Revelación de la Presencia de D”s frente a Sinaí, para luego ver cómo se desmoronaban las cimas espirituales solamente 40 días después, cuando bailaron alrededor del becerro de oro.

¿Por qué pedía irse de este mundo?
Sintiendo la frustración de no poder modificar sustancial y sostenidamente el comportamiento de sus hermanos, solo le quedaba el esfuerzo dedicado al auto-perfeccionamiento e introspección que lo acercara definitivamente a D”s – tarea a la que Eliahu consagraba todo su tiempo, mientras no tuviera que cumplir una misión pública inmediata para con el pueblo. Y, bajo la limitación de lo que este mundo material representa, la intimidad y comunión perfecta con D”s, solo sucedería en Otro Mundo al que Eliahu sostenía que ya era hora de cruzar (Malbi”m).
¡¿Tenía, acaso, sentido seguir luchando cuando sus intentos – aun la propia Revelación de D”s – había sido “olvidada” tan ágilmente?!

Eliahu emprendió su camino, pero después de un día quedó agotado y se durmió. El Enviado de D”s lo despertó dos veces para darle comida “pues el camino que tenía delante de él, era largo” (Melajim I 19:7). Así fue, y con la energía aportada por aquella comida, caminó milagrosamente durante cuarenta días por el desierto, hasta llegar a la cueva en la que previamente había estado Moshé – muchos años antes – cuando rezó por el pueblo después del nefasto episodio del becerro de oro.

Una vez allí, Eliahu escuchó la Voz de D”s que le preguntaba: “¿Qué haces aquí Eliahu?” (¡¿Por qué estás aquí – y no estás junto al pueblo?!).

Eliahu expresó entonces su frustración: “He sido celoso para defender la Palabra de D”s. Sin embargo, Tu pacto han despreciado, Tus altares han destruido y a Tus profetas han asesinado – y ahora buscan matarme a mi también”.

D”s le ordenó entonces salir de la cueva, cuando escuchara Su Voz.
Sucesivamente, escuchó distintas voces, que pasaban delante de Él, las cuales no identificaban aún la Majestad de D”s:
Primero fue un poderoso viento tormentoso, tan intenso que podía arrancar montañas y destruir rocas. Sin embargo, esto no representaba la Presencia del Espíritu de D”s. Lo mismo, se repitió luego con un terremoto y más tarde con el fuego.
Por último, escuchó un “Kol dmamá daká” (una Voz muy queda). Fue esa la señal que Eliahu esperaba para comprender que era el momento para salir de la cueva y que D”s le hable. Se cubrió el rostro (igual como lo hizo Moshé frente a la zarza ardiente) y escuchó.
El diálogo anterior con D”s se repitió: “¿Qué haces aquí Eliahu?”. La respuesta fue la misma: “He sido celoso en la defensa de la Palabra de D”s…”.

¿Qué significa aquella progresiva y misteriosa sucesión de elementos (viento, terremoto y fuego) que, por un lado, impactan por su notoria fuerza – pero que finalmente solo auguran la llegada de la Presencia Di-vina – sin representar ellos mismos la Majestad de D”s, a pesar de su imponente conmoción? ¿Por qué D”s volvió a preguntar a Eliahu – para recibir la misma réplica?

Los seres humanos tenemos la tendencia a creer que las señales y acontecimientos llamativos y estridentes son los que dejarán una huella eterna e imborrable, y, por lo tanto, creemos que es importante crear esa clase de impresiones en el público, para que perdure la motivación en los presentes.
Sin embargo, la Shejiná no se apareció con esas manifestaciones – las que terminaron siendo simplemente no más que la introducción a la Palabra de D”s.

La Voz más suave y más potente
El “Kol dmamá daká”, en cambio – la voz del estudio constante y perseverante de la Torá – las lecciones diarias y pacientes, son las que crean el clima y el ambiente que se afirmarán con el tiempo y cuyas marcas difícilmente se desvanecerán. Y, aunque esa quietud pareciera ser demasiado sencilla y austera para generar esa estabilidad y continuidad – no deja de ser el método acreditado y confirmado históricamente, generación tras generación.

Puesto que Eliahu ratificaba que el rigor y la severidad corregirían al pueblo – ¿Qué lección transmitía su visita a aquel sitio?
¿Acaso no había enseñado D”s a Moshé – en aquella misma cueva – los Trece Atributos de la Conducción de D”s? En aquellos Atributos, ¡D”s Se manifiesta precisamente como El que guía al pueblo con Misericordia y Bondad!

Pero Eliahu siguió en su opinión respecto a que la realidad del momento requería una disciplina dura, y repitió su postura.
D”s aceptó – pero solo en parte – lo que Eliahu requería. Poco después, Eliahu ascendería al Ámbito Celestial en una carroza de fuego (Melajim II 2:11) – de una manera inédita y única, pero no sin tener previamente algunas intervenciones adicionales con Ajav.
Efectivamente, su posición celosa para producir un cambio en el comportamiento del pueblo no era lo que D”s determinó para aquel momento, por lo cual cedería su misión a su alumno Elishá (Rash”í – Melajim I 19:16).

¿Y con respecto al pueblo?
Ciertamente, el pueblo necesitaba una “mano dura”, pero eso sucedería en sucesivos períodos, de modo que tuvieran tiempo de reflexión y posibilidad de contrición para corregir sus actos.
Así caerían a manos del rey de Aram, luego el rey Iehú castigaría a la familia y a los adeptos de Ajav y el propio Elishá diezmaría a otros pecadores. (En realidad, Elishá no ejecutó personalmente a los malhechores, pero al reprochar al pueblo más de lo que ellos estarían dispuestos a escuchar, provocó que sus faltas se tornen más graves – y fuesen consiguientemente vencidos por los enemigos. Esto marcó a Elishá como aquel que “los diezmó” – Rada”k, Rav Jaim Shmuelevitz sz”l – 24:5733).

Eliahu aún no había culminado su misión entre los humanos. Sin embargo, su Kin’á (celo Di-vino) no era la vía con la que D”s encauzaría a Israel.
Los Sabios identifican a Eliahu con Pinjás. Oportunamente, el Celo de Pinjás había salvado al pueblo, pero ahora se requería otro acercamiento.

Cuando se realiza la ceremonia de Brit Milá, se acostumbra a colocar junto al sitio en el que el Sandak recibe al niño en el seno del pueblo de Israel, una silla denominada “sillón de Eliahu”. ¿Cuál es el motivo?

Como hemos señalado anteriormente, Eliahu luchó por la preservación del Brit Milá (“Tu pacto han despreciado…”). Por ese motivo, y por aquel mérito, Eliahu estaría allí en más, presente en todas las ceremonias de circuncisión (Prishá, Ioré De’á 265:25). Otros interpretan, contrariamente, que por haberse expresado en tono riguroso en referencia al pueblo de Israel, se le exige presenciar cada Brit Milá, y observar que los judíos no abandonamos la práctica de esta sagrada Mitzvá, testimonio ante HaShem, luego que el pueblo de Israel sí cumple con este excelso precepto.
De un modo, o de otro, siempre invocamos la bendición de D”s en mérito por la acción de Eliahu, que – como hemos visto – dio su vida por su pueblo.

La trajedia de Navot
LA TRAGEDIA DE NAVOT
Cierto tiempo después de haber ordenado D”s a Eliahu que designe a Elishá (quien sería su reemplazante), la tarea de Eliahu no había concluido aún, ni mucho menos…
Durante aquel período, Ben Hadad, rey de Aram (pueblo vecino a Israel), atacó reiteradamente con un enorme ejército burlando y desafiando al rey de Israel, pero fue derrotado gracias a la Asistencia Di-vina. En un gesto de magnanimidad, Ajav liberó generosamente a Ben Hadad – contrariando la orden de D”s.

Luego de estos eventos, ocurrió un episodio que marcó el resto de la vida del rey Ajav y selló su fin, causando incluso que terminara por perder su porción en el Mundo Venidero.

Ajav tenía un vecino, primo suyo, que poseía un hermoso viñedo lindero al jardín de uno de sus palacios. Su nombre era Navot. Ajav no podía dormir tranquilo, pues deseaba el viñedo de Navot. Por lo tanto, intentó convencer a Navot que vendiera el viñedo, con el fin de utilizar el espacio para hacer un parque. Ofreció canjearlo por campos mejores o retribuirle el importe en dinero (Melajim I 21:2).

Sin embargo, Navot no quiso entregar este viñedo, que era una herencia recibida de sus antepasados. La Torá enseña que los campos que los hebreos recibieron como heredad al ingresar a la Tierra de Israel, no deben ser vendidos por perpetuidad, sino solamente hasta el próximo Iovel (que se celebra cada cincuenta años), calculando el rendimiento de cosechas que el comprador podrá usufructuar hasta aquella fecha (Vaikrá 25:23), y ese será el precio. El legado de un campo de generación en generación une a abuelos con nietos creando un vínculo de eternidad en el seno de la familia.

Hay quienes señalan que en esta situación – siendo que quien lo pedía era el rey – Navot debería haber complacido el deseo del monarca (Midrash Tanjuma Vaiejí 6).
Según ciertas opiniones, el parque que quería plantar Ajav sería dedicado a la idolatría, lo cual afirmaba aun más la determinación de Navot de no vendérselo.

Lo que hace la envidia
Ajav no pudo tolerar esta situación. Llegó a su palacio, pero no podía probar bocado, pues le resentía la obstinación de Navot.

Desde su perspectiva, la oposición de Navot era simplemente una terquedad personal. No confiscó el campo, pues el pueblo no lo hubiese tolerado.
Si bien el profeta había advertido que el rey tiene derecho a expropiar los bienes de los ciudadanos y pasarlos a manos de sus sirvientes (Shmuel I 8:14), existen distintas opiniones acerca de si en la práctica esto lo podía realizar, o si el profeta Shmuel solamente estaba advirtiendo al pueblo sobre los atributos del rey para disuadirlos en su empecinamiento por la exigencia de tener un rey (Sanhedrin 20:).

Sin embargo, Izevel encontró una solución “simple” al “problema”, e insistió que Ajav se despreocupara: ¡¿Quién, acaso, era el rey de Israel?!
También Izevel reconocía que no podría ignorar la honradez generalizada en el pueblo, y buscó un modo de deshacerse de Navot a través de un artificio legal que fuera creíble a ojos de la nación (Rada”k).

De inmediato puso “manos a la obra”: mandó cartas en nombre del rey, y selladas con su cuño personal. En esas cartas – dirigidas a ciertos prelados de la ciudad de Izreel (en la que vivía Navot) que contaban con su confianza personal, indicaba establecer un día de ayuno, introspección y reconocimiento público de los errores morales de los ciudadanos.
Este régimen de escrutinio individual no era ajeno a la población (que – por lo general – no estaba corrompida moralmente como la nuestra), por lo que este ejercicio sería aceptado fácilmente por todos.

Una vez reunido el pueblo, debían llamarse a dos testigos falsos (“viles”) que acusen a Navot de haber blasfemado a D”s e injuriado al rey. Esta imputación sería castigada con la pena de muerte.
El Talmud toma nota de la manera peyorativa en que la reina Izevel se refiere a los testigos falsos y subraya el hecho de que quienes cumplen aquel rol, no son apreciados siquiera por las personas que los contrataron…

Los jerarcas de la ciudad cumplieron el encargo de Izevel al pie de la letra.
No solamente Navot fue lapidado, sino también sus hijos tuvieron el mismo fin.

¿Por qué un fin tan amargo?
Los Sabios se preguntan por qué sucedió semejante tragedia a Navot.
Navot era Leví y poseía una virtud única: su voz pródiga. Año tras año, la gente que cumplía con la Mitzvá de visitar el Templo de Ierushalaim se deleitaba al escucharlo cantar. Aquel año, Navot no fue, y la gente se decepcionó.

¿Por qué – efectivamente – no fue?
Navot estaba preocupado pues sospechaba que Ajav usurparía su propiedad durante su ausencia. Al temer que esto sucedería, Navot se mostró escaso de confianza en el Todopoderoso. La Torá asegura que de obedecerse la ley de visitar Ierushalaim en las tres festividades “nadie codiciará tu campo” (Shmot 34:24).

Los atributos que cada uno posee, son un obsequio de D”s. Nada – en realidad – es “propio”, y, por lo tanto, cada cualidad que se nos ha concedido, no tiene otro fin sino el de darle placer a D”s sirviéndoLe.
Sucede muchas veces en las sinagogas que se solicita a personas que son capaces de representar al público en calidad de Shliaj Tzibur (Jazán) que lo hagan. Frecuentemente la respuesta es negativa sin motivo suficiente para perder la oportunidad de este gran mérito (por pereza, indolencia, apatía o timidez), que se suele reservar para los deudos que quieren honrar a su ser querido con aquel crédito.

Apenas Izevel recibió la noticia que Navot había sido apedreado, avisó triunfalmente al rey que podía tomar posesión del campo que éste no había querido vender por dinero – y ahora sería suyo sin siquiera pagarlo.
¿Por qué el campo pasaría a manos de Ajav?
Hay distintas opiniones que lo explican: algunos lo justifican por el hecho de que todos los bienes de quienes se rebelan contra el rey y son ajusticiados, pasan a manos de él. Otros exponen que la razón se debe a que Ajav, siendo primo, era el heredero natural de Navot.
Por otro lado, hay varios motivos por los que no se aplicaría el “derecho” del rey a apropiarse del bien de Navot: Ajav no pertenecía a la estirpe de Iehudá (por lo tanto, su calidad de “rey” era muy dudosa, sino nula). Asimismo, se trataba de un campo de herencia y el hecho es que Ajav quería quedarse él mismo con el campo (en lugar de dárselo a sus sirvientes – Tosafot).

El pecado de Ajav contra Navot, no quedó sin censura por parte de D”s.
Envió al profeta Eliahu, precisamente cuando Ajav, estaba procediendo a tomar posesión del campo de Navot. Allí mismo, Eliahu le dijo las tristemente célebres palabras: “¡¿Haz asesinado – y también heredado?!”
(Si bien en la historia que narramos, fue Izevel quien organizó el homicidio de Navot, esto no podía haber sucedido sin la anuencia del propio Ajav que le dio mano libre en los hechos, y que sin duda debía sospechar cómo Navot llegó a morir repentinamente…).

Eliahu siguió amonestando a Ajav, haciéndole saber cuán innoble sería su fin – y el de su dinastía (Ajav tenía setenta hijos de diferentes esposas).
Al igual que en el pasado, Ajav calificaba al profeta como un extremista que guarda rencor en su contra, a diferencia de sí mismo, que se veía como una persona “moderada” y “tolerante” – aun cuando sabía que Eliahu anteriormente había logrado hacer milagros públicamente ante todo el pueblo.
Pero Eliahu no se dejó llevar por las justificaciones de Ajav. En las palabras de los Sabios “los pecados graves de Ierovam, equivalen a los más leves de Ajav” (o sea, que fueron considerablemente mayores – Sanhedrin 102:).

Teshuvá – a medias
Ajav finalmente tomó conciencia de lo que le esperaba. De inmediato, tornó su conducta: se desgarró la ropa, se vistió arpillera, ayunó y caminó descalzo. La sumisión de Ajav ante D”s le valió una postergación del castigo.

Sin embargo, Ajav está entre aquellos personajes del TaNa”J cuya Teshuvá (contrición) – si bien efectiva – solamente se aprecia como superficial.
Modificó su actitud en el presente por temor a la severidad del castigo, pero no fue a la raíz del mal. No modificó su escala de valores. Por lo tanto, de presentarse una nueva situación similar en la que estuviera tentado por aquello mismo que lo había provocado en el pasado – actuaría del mismo modo disoluto.

Sin embargo, el crimen en contra de Navot, no permanecería impune:
El rey Ioshafat, al igual que su padre, el rey Asá, se dedicó de lleno a elevar el nivel de estudio y cumplimiento de la Torá en su reino (Divrei haIamim II 17:9). Gracias a la diligencia que mostraron el rey y sus súbditos por cumplir con la palabra de D”s, fueron premiados con un estado de paz con sus vecinos, quienes – al reconocer la gloria de Ioshafat – temían atacar al reino de Iehudá.

Ya habían transcurrido muchos años desde que el pueblo de Israel se había dividido en dos reinos, y también habían quedado atrás los intentos de agresión y belicosidad con los que algunos de los primeros reyes de Israel arremetieron contra los de Iehudá.

Tanto Asá como Ioshafat intentaron hacer lo suyo para acercar a los dos reinos judíos. A tal fin, Ioshafat casó a su hijo Iehoram con la hija de Ajav.
Ajav deseaba en aquella época recuperar una zona del territorio de Israel llamada Ramot Guil’ad. Dada la proximidad generada entre Ioshafat y Ajav, solicitó de Ioshafat que lo apoyara en esta campaña.

Ioshafat aceptó generosamente asistir a Ajav poniendo a su disposición sus soldados y pertrechos, pero quería saber si este emprendimiento estaba aprobado por D”s, por lo cual pidió escuchar a los profetas que transmitieran cuál era Su voluntad.
Ajav llamó a 400 jóvenes profetas, y todos transmitieron idénticamente el mismo mensaje: Ajav debía ir, e Israel sería victorioso. Uno de ellos – Tzidkiahu – se colocó cuernos de hierro sobre su cabeza, queriendo asegurar que “con estos vencerás a Aram…”.

Cuando todos los “profetas” dicen lo mismo
Ioshafat sospechó que lo que escuchaba no era la palabra íntegra de D”s. Sabía que jamás dos profetas vaticinan con las mismas palabras exactas, aun si ambos transmiten un mismo mensaje de D”s. Por lo tanto, exigió a Ajav que citara a otro profeta más.
Ajav respondió que estaba también Mijaihu ben Imlá, pero que no quería llamarlo, pues solo predecía cosas malas (previamente Mijaihu había advertido a Ajav por ser demasiado benevolente con Ben Hadad). Ante la insistencia de Ioshafat, convocaron a Mijaihu (no sin antes indicarle que no se desvíe de lo que ya habían pronosticado los demás profetas).
Mijaihu fue uno de los cuatro alumnos más importantes de Eliahu (aparte de Elishá, Ioná y Ovadiá).

Inicialmente Mijaihu repitió las palabras que habían dicho sus colegas, hasta que Ioshafat le hizo jurar que diría la verdad íntegra.
Mijaihu entonces completó la profecía: “Vi al pueblo de Israel diseminado sobre las montañas, tal como un ganado que carece de pastor” (o sea, que el rey Ajav moriría en la batalla).
Ajav interrumpió a Mijaihu señalando lo que había sostenido antes: este profeta solo diría predicciones negativas en contra de él.
Mijaihu prosiguió, relatando su visión del juicio Celestial que se ejecutaba a Ajav. Los fiscales desde un lado y los defensores desde el lado opuesto debatían el fin de Ajav. Finalmente D”s determinó que Ajav debería caer en la batalla de Aram, pero… faltaba quien lo convenciera para ir a la guerra. Fue entonces que el espíritu del fallecido Navot salió y dijo que seduciría a Ajav. ¿Pero cómo lo haría?
Respondió: “provocando la mentira en boca de todos sus profetas”.
Y, con Aprobación Di-vina, así fue.

La pregunta obvia en este tramo del relato es: cómo estos profetas (que no eran embusteros) vaticinaron algo falso a Ajav. La respuesta excede a esta nota, pero alcanza con señalar que la preparación para la profecía tiene distintos niveles, y que estos 400 profetas no estaban a la altura de comprender el mensaje plenamente, y de ese modo confundieron a Ajav. (Ver el “Derej Hashem de Rav Moshé Jaim Luzzato, 3ª parte, cap. 4).

Tzidkiahu de inmediato se acercó a Mijaihu y lo hirió con un golpe en el cachete, humillándolo en público. Mijaihu respondió que en el día de los hechos, Tzidkiahu se escondería para no enfrentar la realidad, y que si Ajav volvería sano de la batalla, su recado no habría sido Di-vino.

En la batalla, los enemigos centraron su atención sobre Ajav, quien se había enmascarado para no ser reconocido. Aun herido mortalmente, Ajav se sostuvo hasta el final para no causar pánico entre los suyos.
Así fue entonces que se cumplieron ambas profecías – la de Eliahu y la de Mijaihu – pues Ajav cayó en el mismo lugar en el que había sido ejecutado Navot. El pueblo, sin embargo, volvió a su hogar – “como ganado sin pastor”.

Más tarde los profetas reprocharon a Ioshafat duramente por haberse unido primero a Ajav, y luego a Ajaziá – los reyes de Israel (Divrei haIamim II 19:2, 20:37) – quienes no estaban a su altura moral.

Intentos infructuosos de un Tzadik
Conociendo las características de los reyes de Israel, que distaban enormemente en su nivel ético de los reyes de Iehudá, uno se pregunta por qué Ioshafat ignoró esa realidad y se relacionó tan íntimamente con ellos.
Para intentar aproximarse a una comprensión aunque fuera somera, entendamos que Ioshafat ya había consagrado su vida y su investidura para personalmente – y por medio de ayudantes – acercar exitosamente al pueblo de Iehudá y llevarlo hasta niveles antes impensados de estudio de la Torá y cumplimiento de las Mitzvot.
Los judíos del reino norte, no eran “menos judíos” que los de su propio reino sureño. Los años de separación y enemistad entre las dos facciones y la lejanía física del centro espiritual del país – Ierushalaim – habían permitido que se forme esa grieta moral que nadie quería.
Habiéndose establecido la paz entre hermanos, Ioshafat creyó que el momento era oportuno para influir positivamente sobre los judíos del norte, sin que esto perjudique el nivel espiritual de sus propios súbditos.
Sin embargo, los hechos fueron contrarios a su proyecto: el contacto más contiguo y la camaradería, permitió que la influencia repercutiera negativamente sobre los judíos de Iehudá.

Esta cuestión, en la que se vio involucrado Ioshafat, no deja de ser una de las grandes incógnitas en las que se requiere una guía de autoridades rabínicas para dilucidar caso por caso.
Nadie duda sobre el afecto que debemos ofrecer a los hermanos judíos que no han tenido la oportunidad de una educación raigal, y de la obligación moral de permitirles el acceso a vivencias cercanas al cumplimiento de la Torá. La pregunta concierne a si se debe – o no, y cuánto – exponerse, o arriesgar a la propia familia y/o a los alumnos en estos intentos, más allá de las buenas intenciones. Precisamente, dado que las experiencias en este sentido han sido variadas, es menester no perder el rumbo y las prioridades.

Siendo tan importante – y tan compleja – esta noble tarea, solo queda invocar a HaShem – por Quien uno cumple con esta consigna – para que nuestra labor sea constructiva y solamente traiga Kidush HaShem a este mundo.

EL HONOR DEL “PADRE”, Y EL HONOR DEL HIJO
Eliahu había solicitado a D”s que lo alejara de este mundo en el que sentía que ya no podía soportar los excesos intolerables de la dinastía Omrí (el rey Ajav, la reina Izevel y su familia).
Antes de proseguir, es importante aclarar que nos resulta casi imposible “ambientarnos” en las situaciones que se vivían en aquellos tiempos en el seno del reino norteño correspondiente a las “diez tribus” con capital en Shomrón.
Por un lado, se responsabiliza al rey Ajav por permitir que la reina difunda el culto a los ídolos en la población judía, y por otro, encontramos que el pueblo – y también el propio rey – eran escrupulosos en el cuidado de ciertas leyes, tales como Cashrut (¡tan así que aun el propio Eliahu podría comer…! – Melajim I 17:6), y se cuidaban – en lo que nos es tan difícil a nosotros – de Lashón haRá (maledicencia).
(La propia malvada Izevel, cada vez que veía pasar a una novia por la calle delante de su casa, salía a bailar delante de ella para alegrarla. Asimismo, si se realizaba un funeral (aun de personas desconocidas) en la cercanía de donde ella se encontraba, corría para mostrar su solidaridad con los deudos (Pirke dRabí Eliezer 17)).
Sin embargo, puesto que solamente D”s conoce el potencial de lucha moral interna y las calidades de cada persona y cada generación, solamente Él determina la gravedad de cada pecado cometido, según aquel contexto individual.

Elisha, el profeta sucede a Eliahu

Ahora sí, había llegado el momento en que finalmente Eliahu cumpliría con el mandato de D”s de delegar en Elishá el cargo de ser el principal profeta (Melajim II 2:1).
Elishá acompañó a Eliahu primero a Bet E-l y luego a Ierijó. En cada uno de esos sitios, Eliahu se despidió de sus alumnos. En cada una de estas ocasiones, Eliahu sugirió a Elishá que quedara en donde estaba, pues sabía que su alejamiento del mundo de los mortales sería excepcional y la modestia obligaba a mantener aquel fenómeno oculto.

Sin embargo, el alumno insistió en acompañar a su maestro hasta el último instante. Los otros alumnos también insinuaron a Elishá que la separación física de su mentor era inminente, pero Elishá los hizo callar, sabiendo también él que los sucesos próximos no eran aptos para la comprensión generalizada.
Finalmente, ambos cruzaron el Iardén (Río Jordán). A tal fin, Eliahu tomó su capa y doblándola, partió las aguas del río para permitir el paso a ambos.

Las acciones de Eliahu llaman la atención. Sin embargo, él también debía cerciorarse del nivel espiritual de Elishá, quien sería su sucesor de ahí en más. Al advertir que Elishá igualmente había merecido cruzar el Iardén de modo milagroso, entendió que efectivamente su alumno estaría a la altura de conducir los destinos espirituales del pueblo.

En aquel último instante en el que estaban juntos, Eliahu ofreció a Elishá ayudarlo en lo que él deseaba. Elishá pidió algo especial e inusual: necesitaba el doble de profecía y espíritu de los que poseía Eliahu.
Obviamente, Eliahu no ofrecía “ayudar” en el sentido práctico de modificar lo que sucede en este mundo material luego de su ausencia corporal tangible, pero sí suplicaría a D”s para que el deseo de Elishá se cumpla.
¿Por qué Elishá hizo un requerimiento tan extraño? ¡¿Acaso no era presumido – por parte de Elishá – esperar poseer un nivel profético superior al de su maestro?!
La respuesta radica en la diferencia esencial que había entre ambos profetas, y el motivo por el que Eliahu había demandado anteriormente ausentarse de este mundo, tal como ampliaremos seguidamente.

Los Sabios nos enseñan que tres profetas tuvieron posturas diferentes:
Uno (Irmiahu) defendió el honor del Padre (D”s) y del hijo (el pueblo de Israel), otro (Eliahu) defendió el honor del Padre – pero no el del hijo, y el tercero (Ioná) defendió el honor del hijo – pero no el del Padre (Mejilta 12:4).
D”s determinó unir Su Gloria y reconocimiento en este mundo a la suerte del pueblo de Israel. A partir del Pacto de Sinaí, no se concibe el renombre de uno sin el otro.

Es tan así, que en muchas de nuestras plegarias, rezamos que D”s nos asista en Honor a Su Gloria, si nosotros – por nuestras pocas virtudes – no merecemos Su salvación.
Sin embargo, los seres humanos – aun siendo judíos y Su Pueblo Elegido – no dejan de ser precisamente eso: seres humanos de carne y hueso – y, por consiguiente, falibles. D”s puso en práctica innumerables “tácticas” para encarrilar al pueblo sin quitarles su libre albedrío.

¿A quién “culpar” en esta situación?; ¿al Padre – tal como intentó Ioná – para proteger al hijo del castigo? ¿o invocar mayor rigor para el hijo – tal como invocó Eliahu – para evitar que se destruya el vínculo del todo?
D”s demostró que prefiere la postura de Irmiahu, quien defendió al pueblo enunciando su confesión, pero también admitió la determinación de D”s de no aceptarla aún. En cambio, Eliahu – por la posición que asumía – debía ceder la conducción a Elishá.

¡Mi padre, mi padre!
Elishá pidió entonces a Eliahu que le brindara esa porción doble de paciencia – la virtud de Eliahu, más el esfuerzo propio – por el pueblo, para que pudiera acompañarlos en un tramo tan decisivo de la historia, de lo que Eliahu había desistido. Entendía que para “defender el honor del hijo” y restaurar el vínculo del pueblo con su Padre – necesitaría indefectiblemente esa atribución adicional.
Eliahu no sabía si Elishá realmente sería meritorio de poseer la cualidad referida, por lo cual respondió: “Tu pedido es comprometido (me estás solicitando más de lo que poseo).
Sin embargo, si tú pudieras percibir el momento en el que me apartan de ti, eso será una señal que tu solicitud ha sido concedida”.

La experiencia “visual” del ascenso de Eliahu hacia los cielos, pertenecía a un nivel que no cualquier profeta podría acceder. Incluso aquellos alumnos de Eliahu que habían permanecido en la orilla opuesta del Iardén, no advirtieron en absoluto lo sucedido.

Eliahu y Elishá prosiguieron su camino discutiendo temas de Torá.
El Talmud señala que este “detalle” no es menor, pues de no haber estado intercambiando palabras de estudio – aun siendo ellos de calibre espiritual inigualable – el fuego de la carroza que llevó a Eliahu los hubiese consumido (Taanit 10:).

Fue en aquel momento que aparecieron – proféticamente – la carroza con los caballos de fuego que separaron entre ellos, llevando a Eliahu tormentosamente hacia los Cielos.
Cuando Elishá percibió lo sucedido, exclamó: “Mi padre, mi padre, tú eres una mayor defensa para el pueblo que las carrozas y que los caballos…”.

Luego de rasgar sus vestimentas, recogió la manta de Eliahu que había caído y retornó solo hacia el Río Iardén que acababan de cruzar.
Tomó la manta y golpeó las aguas al igual que lo había visto con Eliahu antes, exclamando que en mérito de Eliahu se volvieran a partir. Así ocurrió.

Elishá volvió a reunirse con los discípulos de Eliahu y cumplió por muchos años el importante papel que le fue asignado.
El TaNa”J narra muchas instancias en las que Elishá asistió a los judíos tanto en situaciones que involucraban a toda la nación, como así también a los individuos en forma particular cuando fue menester.
Sin embargo, una de las consecuencias inmediatas de la separación de Eliahu, fue la disminución súbita del nivel de profecía (Tosefta Sotá 12:5).

Esperando a Eliahu haNaví
No podemos ilustrar la peculiaridad de la existencia de Eliahu, que forma parte del grupo selecto de quienes el Talmud dice que ingresó al Gan Eden sin fallecer. Solamente podemos decir que su existencia es distinta a la que conocemos habitualmente. Aun si no discernimos cómo esto cambia nuestras vidas, el TaNa”J vuelve muchos años más tarde sobre el tema:

En una de las últimas profecías que recibió nuestro pueblo antes que se suspenda esta forma de comunicación entre D”s y los hombres, el profeta Malají anunció en Nombre de D”s: “he aquí enviaré a Eliahu, el profeta, antes que llegue el ‘magno y temible día’. Él volverá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia sus padres…” (Malají 3:23, 24).
Del mismo modo que no sabemos interpretar la naturaleza de muchas de las profecías destinadas a afirmar la llegada futura del Mashíaj, no sabremos tampoco definir de qué se trata el “magno y temible día”.

Sin embargo, la Mishná (Eduiot 8:7) trata el tema del advenimiento previo de Eliahu, mencionando varias tradiciones acerca de cuál será exactamente su rol. Por un lado se enumeran las opiniones que – en materia del status civil de las personas – dicen que Eliahu solamente declarará y esclarecerá la idoneidad de la estirpe de ciertas familias cuestionadas en su linaje.
Pero: ¿qué significa que “volverá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia sus padres”?
La misma Mishná nos hace saber que – según algunos – esto se refiere a la definición de las discusiones (de leyes difíciles y dudosas) entre los Sabios que nos han llegado sin dictamen preciso.
Otros opinan que su misión pre-mesiánica es traer la paz al mundo.
Rash”í explica que la expresión que citamos acerca del vínculo de los padres con los hijos, se refiere a que los progenitores alejados espiritualmente volverán en Teshuvá mediante la influencia de sus hijos que les mostrarán el camino. Malbi”m lo comenta como que los padres tendrán la alegría de ver que sus hijos que se habían alejado, vuelvan al sendero que ellos les habían marcado.

En la bendición que recitamos después de la comida, rezamos a D”s para que “nos envíe a Eliahu, el profeta – quien es recordado para bien por su lucha abnegada en favor de su pueblo, y él nos augure buenas nuevas, salvación y consuelo”.

No cabe duda que nuestra generación lamentablemente está viviendo – como quizás jamás se haya visto antes – una situación cada vez más difundida de constante discordia doméstica, aun entre padres e hijos. Los motivos que provocan este estado son numerosos y exceden el presente escrito.
Aun los tímidos intentos que se realizan para mitigar este escenario son escasos frente a la envergadura del problema. Claro está para nosotros, que tratamos de transmitir el acervo ancestral a nuestros hijos en medio de un clima moralmente antagónico, que esta circunstancia generalizada no nos favorece.
Más entonces, y teniendo presente lo que explica la Mishná que citamos, se entiende el urgente pedido que hacemos en Bircat haMazón para la pronta presencia de Eliahu.

Por otro lado, afortunadamente, vemos suceder lo que hubiese sido considerado utópico hace apenas unos pocos años: padres que se inspiran – a través del progreso espiritual de sus hijos – por volcarse al estudio y cumplimiento de la Torá. Quizás esto sea fruto de las plegarias de Eliahu, quien siempre nos acompaña con sus rezos. D”s quiera recibir estas súplicas, para que se cumpla la redención final pronto, en nuestros días.

UN DESTELLO DE LUZ EN MEDIO DE LA DESDICHA
El profeta Elishá
En medio de la tormenta moral, siempre hay gente piadosa y compasiva. Un ministro adinerado de Ajav – un converso de origen edomita llamado Ovadiahu (al que nos hemos referido brevemente más arriba), ocultó a cien profetas, dividiéndolos en dos grupos de cincuenta, y los escondió en dos cuevas distintas. Durante mucho tiempo, aun en la época en que Eliahu había decretado una sequía en el país para concientizar al pueblo de la plaga de la idolatría, Ovadiahu se ocupó personalmente de alimentar y mantener a todos estos profetas perseguidos. Aun para una persona adinerada como Ovadiahu, este desafío se tornó económicamente difícil. Para no abandonar su actividad sagrada, Ovadiahu pidió prestado dinero del propio Iehoram (hijo de Ajav y príncipe futuro rey). La Torá prohíbe tomar dinero en préstamo con intereses, pero Ovadiahu sintió que no le quedaba otra alternativa, y que se trataba de una situación de Pikúaj Nefesh (vida o muerte). Ovadiahu falleció y la viuda no tenía medios con qué responder al acreedor, quien decidió tomar a sus hijos como esclavos para saldar el débito (esto no está previsto en la Torá, pero posiblemente haya sido una cláusula estipulada entre ellos).

La viuda se acercó desesperada al profeta Elishá. Elishá le preguntó qué era lo que aún le quedaba, a lo cual le respondió que no tenía más que un jarrito de aceite. El profeta indicó que pidiera prestadas vasijas de sus vecinas – todas las que pudiera y los llenara con el aceite de aquel jarrito. Una vez en su casa, con la puerta cerrada, los hijos le acercaban a su madre las vasijas mientras ella las llenaba con el aceite que no se agotó hasta que cargó el último de ellos. Más tarde Elishá le señaló a la viuda que venda el aceite y pague sus deudas con el dinero recaudado (en esa época, el aceite era combustible y alimento por excelencia, y en tiempos de sequía tenía un precio mucho mayor).
La mujer de Shunem
Elishá iba de ciudad en ciudad para enseñar Torá al pueblo. En Shunem, una de los tantas paradas de su itinerario, había una señora piadosa que reconoció que Elishá era una persona muy especial (el Talmud deriva de este pasaje que las mujeres son más sagaces al momento de reconocer el carácter de los huéspedes), y junto con su marido, mandó construir un altillo para aposento especial a fin de que Elishá pudiera descansar allí cada vez que los visitara. Elishá estaba sumamente agradecido y consultó con su ayudante Guejazí, acerca de lo que podía hacer para retribuir la bondad de esta pareja. Su asistente sugirió que, siendo este matrimonio ya mayor, sin haber sido bendecido con hijos, él podría rezar para que D”s les otorgara esta alegría. La mujer no creía que esto sería posible, pero Elishá rezó, y al igual que en el caso de Avraham y Sará, tuvieron un hijo. (Según ciertas opiniones, el hijo fue el profeta Javakuk, mientras que otros opinan que se trató del profeta Idó). El niño creció, pero un día enfermó en el campo. Lo llevaron con su madre y, al rato, murió. La madre inmediatamente corrió hacia Elishá y le recriminó que ella nunca había pedido un niño que no viviría. Elishá inicialmente envió a su asistente Guejazí con su bastón, para colocarlo sobre el niño. Guejazí no cumplió las indicaciones de Elishá correctamente y el niño no reaccionó hasta que Elishá – personalmente – fue a rezar y, milagrosamente, revivió al niño. D”s no abandona a quienes practican la bondad con los demás.
Imitando al patriarca Avraham
¿Qué nos recuerdan estas historias?
La Torá nos relata el modo en que Avraham recibió a los huéspedes.
Esta actividad de nuestro primer patriarca no era un hobby esporádico. Avraham estableció su hogar como centro de hospitalidad y como su razón de vivir. Con esto estableció el Jesed (la bondad) como una de las columnas centrales de nuestra nación. Aun cuando los judíos aflojaron lamentablemente en otros deberes importantes que les incumben como judíos, nunca cedieron o relajaron su faceta filantrópica. En la época que siguió a la sequía de Eliahu, los judíos aún practicaban la idolatría. No obstante, esta anécdota nos muestra cómo, aun en épocas difíciles, no perdemos este sesgo de solidaridad. Hoy no estamos pasando un momento fácil. Nos cuesta acostumbrarnos a las carencias que encontramos cada uno de nosotros con personas cercanas que no llegan a cubrir sus necesidades más elementales de la vida diaria, con la incertidumbre de quienes están en el área comercial, con los incesantes despidos en la esfera laboral, con las dificultades que esto acarrea en el ámbito doméstico, con la falta de una esperanza sólida y una salida a esta coyuntura. ¡Qué ejemplo valioso es el que nos da la el profeta respecto de otras épocas problemáticas! ¡Cómo podemos ignorar el modelo que presentaron Ovadiahu y estas mujeres generosas en su momento! Deseemos que D”s nos permita ver pronto la solución a nuestros aprietos, y que salgamos airosos y dignos de esta prueba que estamos atravesando.

Guejazi, no respeta a su maestro

GUEJAZÍ
Guejazí no solo lo asistía a Elishá en sus tareas, sino que él mismo era un gran Sabio. El Talmud lo describe como “Guibor beTorá” (un “poderoso” dentro de la Torá). Sin embargo, lamentablemente, a pesar de su proeza en el área más elevada al que tiene acceso cada judío – el estudio de la Torá – Guejazí pasó a la historia como uno de aquellos que han perdido su porción en el Mundo Venidero (tratado de Sanhedrín 90:), junto a otros eminentes sabios.

Cuando el TaNa”J nos narra los fragmentos de la historia de Guejazí que casi siempre están unidos al tema de su maestro Elishá, es para aleccionarnos que nadie está más allá del bien y del mal, ni nadie se “asegura” nada, aun habiendo aprendido toda la Torá y teniendo al mejor de los maestros, si las acciones no acompañan la sabiduría adquirida. Más allá de esta generalidad, los Sabios nos hicieron ver los detalles de una conducta tal, que lo tornaron merecedor de pertenecer a tan selecto y nefasto grupo.

Retomemos la historia narrada más arriba, y conozcamos algunos detalles más.

Cuando el niño de la señora que había hospedado a Elishá falleció, esta corrió de inmediato a ver a Elishá que a la sazón se encontraba en la zona. Al acercársele a Elishá angustiada, Guejazí intentó apartarla de modo indiscreto e impúdico.
Cuando el profeta escuchó su clamor, envió a Guejazí con su bastón para que lo colocara sobre el niño (para revivirlo). Hizo especial énfasis en exigir que no comentara el tema en camino a Shunem. Guejazí, a pesar de la advertencia de su maestro, no cumplió con la consigna, manifestó burlonamente su mensaje a los viajeros con quienes se encontró descreyendo que realmente sucedería la resurrección del niño. Efectivamente, como vimos, el niño no volvió en vida sino recién cuando fue Elishá personalmente, rezó y lo devolvió a la vida.

Naamán
Un general de alto rango de Aram – belicoso pueblo vecino de Israel – Naamán, había contraído lepra. Su esposa, a través de una muchacha judía, llevada en cautiverio a Aram, se enteró de la existencia de Elishá, y supuso que lo podría curar. El rey de Aram lo envió con una carta al rey Iehoram de Israel, quien creyó inicialmente que se trataba de una artimaña para comenzar una guerra.
Elishá envió a llamar a Naamán y le mandó sumergirse en el río Iardén (Jordán). Al comienzo, este se negó, creyendo que se mofaban de él, pues por falta de agua no era más que un hilo fangoso. A insistencia de sus subalternos, terminó introduciéndose en el río y se curó de inmediato.

Ya más sumiso, retornó a la casa de Elishá, y antes de volver a su país, decidió no practicar más la idolatría. Como señal de gratitud quiso dejarle a Elishá obsequios, pero este se negó rotundamente, para que no creyera que su acto se había originado por intereses materiales.
Cuando Naamán se retiró, Guejazí – que había presenciado la escena y ambicionó los obsequios que Elishá en su momento había rechazado – lo persiguió hasta alcanzarlo. Naamán le preguntó qué precisaba, y Guejazí mintió, diciendo al general que justo habían llegado dos nuevos alumnos a la Ieshivá de Elishá y que necesitaba ciertos objetos que Naamán había ofrecido. Naamán inicialmente dudó de su palabra, que contradecía lo que acababa de escuchar de Elishá, pero después de oír un juramento de boca de Guejazí, aceptó su versión (Arajin 16.). De inmediato y gustoso, proporcionó lo que se le pidió, y Guejazí llevó estos elementos a su propia casa.

Proféticamente, Elishá supo lo que acababa de acontecer y maldijo a Guejazí con la lepra de la que Naamán terminaba de curarse – a él y a sus hijos (por permanecer impasibles mientras estaba a su alcance impedir la mala acción de su padre).

Los Sabios cuestionan la sanción extrema de Elishá. Si bien Guejazí merecía ser censurado, consideran la acción de Elishá como quien “empuja al malhechor con ambas manos” impidiéndole rectificarse.
El sitio a Shomrón
La ciudad de Shomrón estaba sitiada por Aram. La hambruna en la ciudad había alcanzado dimensiones terribles. El propio rey vistió arpillera en vista de la calamidad para demostrar sumisión al Creador. Elishá recibió entonces el mensaje de D”s sobre la increíble salvación que estaba por suceder: “Mañana un Saá (medida de volumen muy grande) de harina, se venderá por un Shekel (moneda de un valor mínimo)…”.
Afuera de la ciudad vivían cuatro leprosos (según la ley de la Torá, quienes sufren de Tzara’at – lepra originada por falencias espirituales – deben vivir en soledad en las afueras de la ciudad). ¿Quiénes eran?
Según los Sabios, se trataba de… Guejazí y sus 3 hijos.

Efectivamente, aquella noche D”s aterrorizó los corazones del ejército de Aram que sitiaba la ciudad. Todos – hasta el último – escaparon en dirección de su país dejando allí sus alimentos, pertenencias y botines de guerra.
Los cuatro leprosos, sabiendo que no sobrevivirían sin comer, se acercaron al acantonamiento de Aram para procurar alimentos, dispuestos a entregarse si fuera necesario.
El silencio del campamento era absoluto. Comieron, y llevaron los “souvenirs” que encontraron, a su lugar de vivienda. Después de repetir la operación, decidieron que era moralmente injusto aprovechar la situación y permanecer impasibles, mientras en la ciudad los habitantes estaban literalmente muriendo de hambre. Se acercaron a la ciudad y, después de cerciorarse de la verdad de sus palabras, el pueblo salió a tomar del botín de Aram, cumpliéndose así las palabras del profeta Elishá (muchísima comida prácticamente gratis).

Los Sabios atribuyen la debacle de Guejazí a tres motivos: su ojo envidioso, su indecencia en lo correspondiente al pudor, y la negación de Tjiat haMetim (resurrección).

Encontramos el segundo punto (la falta de recato) en el caso de cómo se condujo con la mujer de Shunem, y la falta de aceptación de la resurrección, posteriormente, en aquel mismo episodio.
Boicoteando a su maestro
¿Dónde encontramos, sin embargo, alguna válida y contundente evidencia de su envidia?
Después que Elishá maldijo a Guejazí y este se tuvo que retirar, el TaNa”J cuenta que los alumnos se quejaron de lo estrecho que resultaba el espacio de estudio en el recinto destinado a ese fin. ¿Por qué, de repente, no alcanzaba el lugar?
Dicen los Sabios, que mientras Guejazí estaba en la Ieshivá, se sentaba afuera durante las clases de su maestro Elishá, demostrando que no había mucho que él pudiera aprender.
La imagen de Guejazí sentado afuera, se difundía entre los demás alumnos, que repetían la actitud (no querrían “ser menos”). Resultaba, entonces, que la clase de Torá de Elishá se daba en un salón casi vacío…
Recién después de la partida de Guejazí, los alumnos que querían escuchar las enseñanzas de Elishá no encontraban suficiente espacio.

Si la soberbia de Guejazí le hacía sentir que no tenía nada nuevo para aprender, debía a pesar de ello, notar que su conducta causaba que la clase de su maestro no se aprovechara. Su falta de consideración lo llevó a ser irrespetuoso con aquel y, finalmente, hablar mal de él (Sanhedrin 100.).
La arrogancia y la codicia se retroalimentan y se expanden. En el episodio en el que estaban afuera de la ciudad sitiada y prácticamente muerta de hambre, recién tomaron conciencia de su falta de consideración para con el dolor de los habitantes atormentados de Shomrón, después de ir y volver del campamento de Aram repetidamente.

La postura de permanecer al margen de lo que sucede en la comunidad, es advertida por los Sabios: “No te apartes de la comunidad” dice Hilel en Pirkei Avot (2:4).

Muchas veces encontramos en las sinagogas grupos de personas que optan por reunirse afuera del recinto, durante distintos lapsos de la Tefilá (¿es aburrida? ¿Falta de compromiso con lo que hacen?). Suelen ser los mismos que apenas un rabino comienza a dar una alocución, se escapan (“¿qué hay, acaso, para aprender?”)…
Hay otros que suelen pasearse en ciertos tramos de la Tefilá iniciando conversaciones en el propio Bet HaKneset, algo expresamente prohibido aun si no fuera durante la Tefilá – aun menos cuando se ha convocado el propio público para ofrecer una Tefilá en conjunto.
La acción en si es negativa y prohibida. Sin embargo, al igual que en el caso de Guejazí, el ejemplo que esto transmite a los adolescentes es aterrador. Precisamente son estos jóvenes quienes necesitan un modelo firme y claro de compromiso, en un mundo que les muestra justamente lo contrario.

Ser maestro es un gran desafío. No solo por el hecho de la atención que se debe tener continuamente cuidando cada palabra y gesto ante los alumnos, sino también porque nadie tiene asegurado el camino espiritual que tomarán los educandos.
Aun cuando Elishá hizo un viaje hasta Damasco con el expreso fin de hacer volver a Guejazí en razones, éste se negó (Sotá 47.). Su pretexto fue que “a quien conduce a otros a pecar (p.ej. dándoles un mal ejemplo como él lo había hecho), no se le permite volver en Teshuvá”. En realidad, esta respuesta también fue evasiva, pues si bien quien se encuentra en aquella triste circunstancia, no será asistido en su Teshuvá, de todos modos debe por su propia cuenta intentar rectificar el mal que ha realizado, cómo y hasta dónde pueda.

Nosotros rogamos al Todopoderoso que no nos ocurra como a “Elishá, cuyo alumno (Guejazí) se apartó de sus enseñanzas” (Brajot 17:).
Los Sabios nos enseñan que “aquel que es más grande que su compañero, su inclinación (hacia el mal) también se amplifica” (Sucá 52.).
En otras palabras: en la medida que la persona se va superando, los desafíos espirituales crecen con él. Muy posiblemente no se tiente con las mismas necedades que lo provocaran antes, pero no por eso deje de estar asediado por nuevos y mayores retos espirituales.
Así fue también con Guejazí: Si bien, como hemos mencionado, fue un “Guibor beTorá”, lo cual sin duda es un logro encomiable, ello significó que debía seguir creciendo – y no caer en la soberbia que finalmente terminó por destruirlo.

Las historias del TaNa”J son reales. Nos cuentan de aquellos personajes que fueron modelos de vida para todas las épocas, y de aquellos que “quedaron en el camino”. El desafío de vivir y obrar correctamente, abarca toda la vida – de todos nosotros, sea cual fuere el nivel que hayamos alcanzado.
Que seamos merecedores de crecer y seguir avanzando por nuestra iniciativa y con la Ayuda del Cielo.

Uziahu e Iotam

Uziahu (también llamado Azariá), hijo del rey Amatziá, comenzó a gobernar sobre Israel a los dieciséis años. Era hijo de un rey justo, y siguió su senda. Obtuvo grandes logros para el reino de Iehudá, tanto a nivel interno como también venciendo a los enemigos que acechaban a sus súbditos.
Sin embargo, también él cayó preso de “Gasut Ruaj” (presunción), y decidió que no alcanzaba con ser rey, sino que debía ofrendar (él mismo, sin ser Cohen) sobre el Mizbeaj (altar).
Si bien sus intenciones no eran malas, simplemente erradas, la acción era muy grave. Solo los Cohanim deben llevar a cabo el servicio de los sacrificios del Bet haMikdash.

Para comprender el yerro de Uziahu, debemos aclarar un punto. Hubo épocas anteriores a aquella que estamos comentando, en las que estaba permitido ofrendar sobre “Bamot”. Las bamot eran altares privados que podían estar ubicados en distintos sitios de Israel. En las leyes del Mizbeaj del Bet haMikdash y las bamot hay muchas coincidencias y también muchas diferencias. Una de las últimas, es que sobre las Bamot también un no-cohen puede realizar las ceremonias. No así en el Bet haMikdash.

El rey Uziahu sostenía que el Bet haMikdash revestía la característica de una bamá, y que, por lo tanto, le estaba permitido participar activamente de su servicio.
Uziahu no estaba solo en esa postura. Muchos judíos seguían ofrendando sobre bamot en todo el país, ignorando la profecía del rey David y de su hijo Shlomó, que habían consagrado el Bet haMikdash como sede única y definitiva del pueblo judío. Por ley, esta santificación excluía terminantemente el uso de estas bamot.

Los Cohanim presentes trataron de disuadir al rey de la impertinencia que estaba por cometer, pero solamente contribuyó a su ira del rey. Justamente, en el momento que estaba por realizar el acto de ofrendar, fue castigado Providencialmente con tzara’at (una lepra que tiene origen en las fallas espirituales de la persona).
De inmediato, los Cohanim lo escoltaron hacia el exterior. Se le construyó una casa en la que el rey vivió aislado durante el resto de su vida.
El Talmud (Sotá 9:) nombra a Uziahu entre aquellos que “colocaron sus ojos sobre lo que no les corresponde”, con el triste resultado de que “aquello que pretendieron, no lo lograron, y perdieron incluso aquello que sí ya tenían”. En este caso, Uziahu no fue Cohen y perdió aun la corona.

Dado que no podía ejercer como monarca por su lepra, su hijo Iotam, lo sucedió en el trono aun estando su padre en vida. Los Sabios atribuyen grandes méritos a Iotam ben Uziahu. Durante todos los años de vida del padre, Iotam – por respeto a él – pronunciaba todos los dictámenes en su nombre.
Tan elevado se califica a Iotam en el Talmud (Sucá 45:), que Rabí Shimón bar Iojai lo consideró como una de las tres personas meritorias que podrían absolver al mundo gracias a sus buenas acciones, de cuyos méritos no han aprovechado o mermado durante su paso por la vida terrenal.
Todo esto gracias a su total y absoluta modestia, al no atribuirse durante todos esos años honor o distinción alguna. Esos son los actos de “entereza” incondicional que “salvan a todo el mundo” (Sijot Musar de Rav Jaim Shmuelevitz 5732:12)

El rey Jizkiahu
EL REY JIZKIAHU
Era la noche de Pesaj.
La ciudad de Ierushalaim estaba sitiada por las huestes del más poderoso de los imperios del momento.
Afuera acechaba el rey Sanjeriv, temido por todos los pueblos de la época. Ocho años antes, el reino norte de Israel en el que habitaban las diez tribus, había sido capturado por el rey Shalmaneser de Asiria después de tres años de asedio y sus habitantes habían sido llevados cautivos a un exilio desconocido en Media.
Cuando Asiria comenzó a amenazar al reino sureño de Iehudá, el rey Jizkiahu intentó disuadido mediante el envío de una gran fortuna de dinero e incluso remitiéndole las propias puertas del Bet HaMikdash, con tal de salvar a Ierushalaim de manos de tan prepotente conquistador.
Sin embargo, el rey asirio no quiso ceder. Conquistó las ciudades fortificadas de Iehudá y se acercó rápidamente con un poderosísimo ejército hacia Ierushalaim.

Una vez frente a la muralla, el general Ravshaké gritó hacia la ciudad para intimidar al rey judío a rendirse sin pelear.
Cuando aparecieron los allegados al rey – Eliakim, Shevná y Ioaj – a responder desde la muralla, el oficial asirio comenzó a burlar la insignificancia que representaban Jizkiahu y su pequeño pueblo frente al omnipotente poderío asirio.
¡¿Qué esperaba, acaso?!; ¿pensaba – quizás – que los egipcios lo asistirían?; ¿suponía, eventualmente, que D”s vendría en su auxilio?…
(Sanjeriv se sentía seguro de su inminente triunfo, pues Ajaz, el padre de Jizkiahu, había sido idólatra, y D”s le permitiría, por lo tanto, vencer al pueblo de Iehudá).

Los emisarios de Jizkiahu pidieron al general Ravshaké que les hablara en arameo, idioma que ellos dominaban por pertenecer a la corte, y no en hebreo, idioma que podían escuchar y entender los demás judíos apostados en la muralla, pues esto crearía pánico adicional entre los ya aterrados ciudadanos de Ierushalaim.
Sin embargo, el asirio pretendía precisamente eso: que los propios hebreos se rebelaran contra Jizkiahu y que consideraran la resistencia a Asiria como inútil desde un comienzo. Por lo tanto, Ravshaké siguió insistiendo con su discurso incitando a la sublevación en voz alta, para que todos lo pudieran escuchar.

Un rey fuerte
Antes de proseguir, cabe la necesidad de saber quién era el rey Jizkiahu. Los Sabios nos hablan de este ilustre monarca y de su obra en términos excepcionales.
Recordemos que Jizkiahu fue uno de los últimos reyes de Iehudá, y vivió casi tres siglos después del rey Shlomó. Si bien su padre fue un idólatra, Jizkiahu había extirpado de la tierra todo vestigio de idolatría.

¿Por qué se llamó Jizkiahu?: “Pues D”s lo fortaleció, y, asimismo, él afianzó el vínculo del pueblo de Israel con su Padre en el Cielo” (Talmud Sanhedrín 94.). (El vocablo “Jazak”, raíz etimológica de este nombre, en hebreo significa “fuerte”).

Jizkiahu se dedicó de lleno a que el pueblo del reino de Iehudá estudie Torá. A tal fin, clavó una lanza simbólicamente en la puerta de la casa de estudio y exclamó: “todo aquel que no se dedique al estudio de la Torá, merece ser herido con esto” (o sea, metafóricamente, que no se justifica vivir sin el estudio de la Torá). A raíz de la mejorada situación de estudio, pudieron descubrir que a lo largo de todo el país: desde Dan hasta Beer Sheva, no había un solo judío ignorante, y desde Guevet hasta Antripas, no había un solo niño o niña, hombre o mujer, que no fueran [incluso] expertos en las leyes de pureza e impureza (Sanhedrin 94: – la mayoría de estas leyes son muy complejas y ocupan una de las seis secciones de la Mishná. La mayor parte de estos preceptos no tienen aplicación en nuestra época, pues no poseemos los medios para purificarnos de ciertos estados de impureza).

Tal fue la santidad de este monarca, que cuando falleció se colocó un rollo de Torá junto a su féretro y se declaró con certeza: “cumplió éste (Jizkiahu) todo lo que dice en esto (la Torá)” (Bavá Kamá 17.). A pesar de ser el rey de Israel, su comida era extremadamente escueta, lo cual le acreditó las burlas de sus adversarios (que nunca faltan).

Los mensajeros de Jizkiahu, al oír la insistente arenga de los enemigos – en contra de Israel y contra D”s, desgarraron sus vestiduras y se acercaron al palacio de Jizkiahu. Éste, asimismo, los emuló en señal de duelo, y por haber escuchado las palabras blasfemas del enemigo.
El propio Shevná, quien había integrado la delegación de Jizkiahu, creyó que la ciudad estaba perdida. Mandó una misiva atada a una flecha haciéndole saber a Sanjeriv que “Shevná y su partido están dispuestos a pactar, pero Jizkiahu y los suyos no quieren ceder”.
Jizkiahu temió por si el pueblo seguiría la tendencia: Shevná de rendirse ante el enemigo. Quizás D”s aceptaría la decisión de la mayoría… Pero D”s le hizo saber que la opinión de los opositores no sería considerada. Shevná intentó conducir a un grupo de seguidores para encontrarse con los asirios, pero quedó solo y murió a manos de los enemigos.

La gente estaba considerablemente alarmada ante el inminente asalto de Sanjeriv. El infeliz desenlace de lo que había sucedido con sus hermanos norteños, estaba fresco en sus mentes.
Sanjeriv decidió que fácilmente podría tomar la ciudad: “Si cada uno de sus soldados trajera aunque fuese tan solo una piedra de la muralla de Ierushalaim, venceré a D”s. Primero destruiré Su Residencia terrenal, y luego derribaré Su Morada Celestial”.

Como dijimos, ya había llegado la noche de Pesaj.
Aquel día Jizkiahu había ido a rezar al Bet HaMikdash y ordenó que el pueblo observara un día de ayuno. Solamente D”s los podría salvar. Acto seguido, la Palabra de D”s se le hizo llegar por medio del profeta Ieshaiahu: Ierushalaim sería salvada por mérito del antepasado, el rey David. ¿Sucedería un milagro?

La salvación en el momento justo
A medianoche, mientras los judíos de la ciudad llevaban a cabo el Seder de Pesaj bajo la amenaza del asalto final, D”s envió un ángel que destruyó a todo el ejército de Sanjeriv. En pocos instantes la terrible amenaza se esfumó.
Cuando amanecieron los judíos para rezar, se encontraron con un increíble panorama: las legiones de Sanjeriv yacían muertos. Solo él había sobrevivido el terrible castigo para volver a su ciudad Ninevé y narrar la milagrosa intervención de D”s. Poco después el mismo Sanjeriv fue eliminado por sus propios hijos.

Luego de esta milagrosa salvación, los judíos pudieron respirar y vivir en paz. Lamentablemente, el crecimiento espiritual no sobrevivió a Jizkiahu, pues su hijo Menashé, quien reinó durante 55 años, superó todos los niveles de idolatría previamente conocidos en Iehudá. Si bien más tarde se retractó, el daño provocado fue tan profundo que el pueblo ya no llegó a recuperarse, y finalmente el Bet HaMikdash fue destruido a manos de los caldeos (Bavel).

…pero no se dijo la Shirá correspondiente
La liberación que experimentaron en aquel momento ameritó que Jizkiahu expresara loas y agradecimiento a D”s, del mismo modo en que lo habían hecho los judíos en situaciones similares de apremio y posterior salvación, por ejemplo cuando fueron liberados de Egipto y D”s luego los salvó del ejército egipcio al partirse el mar para ser rescatados y sobrevivir.

Pero Jizkiahu calló y desaprovechó una gran oportunidad, tal como veremos.
Jizkiahu merecía ser el esperado Mashíaj del pueblo de Israel. Sin embargo, la coyuntura se desperdició.
La Pauta Di-vina del Rigor (Midat haDin) argumentó: “Si el rey David, que ha alabado con numerosas alabanzas y salmos, y aun así no lo haz nombrado Mashíaj, pues entonces Jizkiahu que tenía más motivo para hacerlo (pues le has realizado muchísimos milagros), y sin embargo no Te ha dedicado un cántico, con menos razón lo nombrarás Mashíaj”.

Son varias las lecciones de esta historia del TaNa”J.
La primera, obviamente, es que D”s no abandona a quienes Lo siguen.
Por mérito de Jizkiahu se protegió a todo el pueblo de Iehudá.

Pero no debemos olvidar la crítica enseñanza de la omisión del cántico en agradecimiento por la gran salvación.
Todos atravesamos situaciones de apremio a diario. Las olvidamos, una vez que han sido superadas y dejamos de lado el deber de expresar reconocimiento público por la Asistencia Di-vina. Quizás eso suceda por el hecho de estar ya preocupados por otra supuesta o real situación incómoda.

Reconocemos los aprietos, y no advertimos los auxilios y los favores. Cuando se manifiesta abiertamente la gratitud por la Ayuda de D”s, esto permite a otros descubrir y conceder que ellos también son beneficiarios de esta constante ayuda. Si ellos, a su vez, agradecen del mismo modo en que lo hemos hecho nosotros, la contemplación sobre las cosas buenas constantes superará las situaciones negativas.
Que no le quepa duda: el mundo estará mejor encaminado.

DEL DESDÉN AL RECHAZO TOTAL
El rey Jizkiahu no había contraído matrimonio. Ya era mayor, y permanecía soltero.
¿Por qué? Pues vaticinaba que su hipotético hijo por nacer, no seguiría el mismo rumbo que él había tomado. D”s provocó, entonces, que Jizkiahu cayera severamente enfermo.
El profeta Ieshaiahu lo visitó y le anunció que su fin había llegado: “Morir morirás, y no vivirás…” (Melajim II 20:1).
La implicancia de las palabras de Ieshaiahu era terrible; al repetir el concepto significa que: no solamente le predecía su muerte terrenal, sino que también le estaba anunciando que había perdido su porción de recompensa en el Mundo Venidero.
“¿Por qué tan así?” – preguntó Jizkiahu.
“Pues no te has casado” – respondió el profeta.
Jizkiahu le hizo saber que sentía que había motivos suficientes y valederos para no casarse.
“¡¿Por qué te inmiscuyes en los cálculos del Todopoderoso?!” – respondió vehemente Ieshaiahu – “tu obligación es hacer lo tuyo (casarte), y luego D”s decidirá qué resultará de tus hijos…” (Brajot 10.).

Jizkiahu, pues, se tornó hacia la pared y rezó por su salud, pidiendo a D”s que recordara las buenas acciones que él había realizado en el pasado.
El ejercicio parecía sin objeto: ¿acaso no dijo Ieshaiahu que moriría?
Sin embargo, Jizkiahu había recibido una tradición de sus antepasados: “Aun si una espada filosa está colocada sobre el cuello de la persona, no debe resignarse de la Compasión Di-vina”. En otras palabras, no debía perder la esperanza, aun si pareciera que ya estaba sellado el decreto Celestial.

Y así fue: Ieshaiahu recibió la orden de volver a ver al rey y notificarle que se le habían agregado 15 años de vida adicionales. A pedido del rey, le dio una señal de que así sucedería. Jizkiahu se casó entonces con la propia hija del profeta Ieshaiahu, con la ilusión que el mérito de ambos, ayudaría a moderar su sombrío vaticinio del futuro hijo.

El rey caldeo, Merodaj Baladán, envió mensajeros para congratular a Jizkiahu por su asombrosa recuperación. El rey recibió a los huéspedes con exagerada distinción, y la reina los atendió personalmente. Jizkiahu, incluso, los llevó a conocer todos los tesoros reales, las armas y el Sefer Torá.
El exceso de confianza para con los huéspedes, fue un traspié que traería consecuencias trágicas: D”s le hizo saber que en el futuro, sus descendientes caerían en manos de esta nación, que se llevaría todos esos tesoros.

El error anterior de Jizkiahu, de rogar en virtud de sus propios méritos – y no por los de sus antepasados – condujo a que pida una señal que garantizara su recuperación, lo cual llevó al exceso en su hospitalidad a extranjeros, y finalmente, si bien ésta no fue la causa principal, condujo a la predicción de que sus descendientes habrían de ser desterrados (Sanhedrin 104:).
Conociendo ahora las difíciles circunstancias espirituales que vendrían en un futuro no muy lejano, el rey Jizkiahu se dedicó aun más a elevar el corazón del pueblo.
A fin de contrarrestar la desesperanza que conllevaría el presagio del exilio, el profeta Ieshaiahu, por su lado, reanimó al pueblo adelantándole profecías de consuelo que ayudaran a fortalecerlos en los duros días de la destrucción del Bet haMikdash (Ieshaiahu cap. 40).

Menashe, todo se da vuelta

Todo se da vuelta
Cuando Menashé accedió al trono, tenía apenas 12 años.
A pesar de ser hijo de un gran padre, rotó el curso del reino hacia el polo opuesto. Su nombre Menashé mismo lo indica: “Olvidó a D”s”, o “provocó que D”s sea olvidado por el pueblo”. Su acciones indignas superaron incluso ampliamente a las de su abuelo Ajaz.

Los Sabios se asombraron ante lo que sucedía: ¡¿acaso es posible que el hijo de quien condujo a todo el pueblo a estudiar fervorosamente la Torá, la ignore por completo?! (Sanhedrin 101:).
Efectivamente, Jizkiahu había hecho todo lo que estaba a su alcance, pero… nadie tiene garantizada la continuidad espiritual de su prole. Es menester rezar para que los hijos quieran, por su propia voluntad, permanecer fieles en el camino de sus ancestros.

Entendamos, sin embargo, que tanto Menashé como los reyes idólatras que le precedieron no fueron ignorantes de la Torá. Menashé se esmeró y enseñó ¡55 métodos diferentes de cómo dilucidar el libro Vaikrá! (que trata de la legislación halájica más complicada de tomas como la pureza personal y la labor de los Cohanim).
Intentaremos comprender y aclarar esta incógnita, a partir del episodio que sigue:

Rav Ashi (recopilador de la Guemará) anunció en la Ieshivá, que el próximo día estarían tratando el tema de “los tres colegas” (refiriéndose a los reyes de los cuales dice la Mishná que renunciaron a su oportunidad de merecer el Mundo Venidero).
A la noche, el rey Menashé, precisamente uno de ellos, se le presentó en el sueño y le preguntó de qué lado se debía cortar el pan cuando se pronuncia la Brajá antes de comerlo.
Rav Ashi no sabía la respuesta, por lo que el rey lo censuró: cómo osa considerarse altivamente su “colega”, al desconocer siquiera esa ley.
“Enséñame, pues, la ley, así la transmito mañana en la Ieshivá en tu nombre” – solicitó Rav Ashi. El rey le instruyó que el pan debía cortarse del lado en el que estaba mejor horneado.
Rav Ashi inquirió, entonces, la pregunta obvia: “si eran tan sabios… ¡por qué practicaban la idolatría!”.
“Si tú hubieses vivido en mi época, te hubieras levantado los bordes de tu túnica a fin de correr más rápido para adorar la idolatría” respondió Menashé.
Tan fuerte era la inclinación a reverenciar las deidades paganas en la época bíblica, que aquellos que se resistieron y siguieron fieles al Todopoderoso, lo hicieron gracias a un enorme esfuerzo ético.
Cada generación tiene sus propias debilidades, que solo se entienden cuando uno pertenece a aquella época y está preso de la magia que atrapa a quienes viven bajo esa influencia. Habiendo pasado el “encanto” que hechizó a esa generación, uno no alcanza a entender cómo los antepasados podían sucumbir ante tentaciones que parecerían absurdas fuera del contexto en las que sucedieron.

Aun cuando seguiremos sin poder identificarnos con la realidad que se vivía en aquel entonces, los Sabios nos dicen que Menashé violó una de las leyes más graves de la Torá. Posiblemente, eso fue lo que lo condujo a cometer los actos tan aberrantes que luego terminó por hacer.

El pasaje del que hablamos, se refiere a quien actúa de manera deliberada y merece la Exclusión Celestial “pues despreció la Palabra de D”s” (Bamidbar 15:31).

Esta frase tiene varias explicaciones en el Talmud.
Hay quienes opinan que se trata de quien niega la Divinidad de la Torá (o sea, que la atribuye a la sabiduría de los seres humanos), aun si solamente interpreta que un pasaje, una palabra, una letra, o una deducción, fuese obra de los hombres o del propio Moshé Rabeinu.
Otros opinan que el pasaje trata de quien no se circuncida, de quien desdeña las festividades, de quien aprendió Torá – pero no la transmite, de quien desestima el valor de la Torá o quien puede estudiar y se rehúsa a hacerlo. Y, obviamente, quien practica idolatría.

Otras opiniones refieren este pasaje a Menashé que burló a la Torá. Pero… ¿qué hizo?
Dijo: “Moshé escribió cuestiones superfluas en la Torá, por ejemplo, “la hermana de Lotán se llamaba Timná”, “y Timná fue concubina de Elifaz”.
Asimismo: “y fue Reuvén (hijo de Ia’acov) en la época de la cosecha de trigo y encontró jazmines en el campo”.
En realidad, tal como sigue explicando el Talmud, cada uno de estos pasajes deja una gran lección que corrobora el nivel moral de la familia de los patriarcas y, a raíz de eso, la estima que gozaban a ojos de sus vecinos. Sin embargo, la intención de Menashé fue la ironía – y la burla destruye.

Justamente por eso y en el contexto de la h triste historia de Menashé y de su derrumbe moral, los Sabios comparan la inclinación hacia el mal con un hilo fino, que, por negligencia, va ganando grosor hasta que se convierte en una soga gruesa que puede arrastrar hasta a una carreta.
Inicialmente Menashé podía haber superado fácilmente su inclinación hacia el mal, pero se dejó estar a tal punto, de cometer las peores atrocidades.

¿Y en qué consistió su pecado máximo?
Si bien su abuelo Ajaz ya había colocado una imagen en el Bet haMikdash, sintió vergüenza de haberlo instalado en la entrada del propio santuario, y la emplazó en uno de los altillos del Templo. Menashé en cambio, fue contumaz y la puso en un sitio en el que todos la puedan ver: no solo eso, sino que originariamente mandó colocar un ídolo que solamente se veía desde un ángulo, pero luego lo “perfeccionó” con cuatro caras para que se viera desde cualquier punto y así enfurecer aun más a D”s.
Alegóricamente, la acción de Menashé “expulsó” la Shejiná (Presencia Di-vina) del Bet haMikdash, pues D”s no “coexiste” en un mismo sitio con la idolatría.

También, a diferencia de su abuelo que impidió el estudio público de la Torá, Menashé borró el Nombre de D”s de los rollos de la Torá y destruyó el Mizbeaj (altar en donde se traen las ofrendas).

Ni Ieshaiahu se salva
Finalmente, Menashé terminó por matar al profeta Ieshaiahu (su propio abuelo materno y maestro). Las circunstancias en la que sucedió este episodio son complejas para comprender fácilmente.
Sin embargo, los Sabios nos dicen que Menashé comenzó acusando al profeta de contradecir las palabras de Moshé en la Torá: ¡cómo podía declarar Ieshaiahu “haber visto a D”s” (lo cual se debe entender a nivel metafórico), si Moshé ya dijo que “D”s no puede ser visto”!
Asimismo: ¡cómo podía decir que se debe invocar a D”s “cuando está cerca”, si Moshé ya dijo que “está presente en cualquier momento que Le llamemos”!

Ieshaiahu podía defenderse de las acusaciones falsas de Menashé, pues tenía razones suficientes para justificar sus expresiones, que en realidad no contradecían a la Torá, pero no lo hizo. Puesto que Ieshaiahu entendió que Menashé no aceptaría sus explicaciones, prefirió que el rey se sintiera legalmente respaldado en lo que estaba haciendo, pues de ese modo el castigo Di-vino por intentar matarlo sería aun mayor (Ievamot 49:).
Milagrosamente Ieshaiahu se ocultó dentro del tronco hueco de un árbol, al que Menashé cortó matando al profeta cuando el hacha alcanzó su boca.

¿Por qué Menashé pudo matar al profeta precisamente cuando el hacha estuvo a la altura de su boca?
Anteriormente Ieshaiahu, al recibir una de las profecías más profundas del Todopoderoso (Ieshaiahu 6:1) – aquella que describe la Naturaleza del Trono Celestial – declaró que él no era apto para obtener ese nivel de profecía, pues “yo soy una persona de labios impuros y convivo con una nación (Israel) de labios impuros”. Esta declaración despectiva para con su pueblo, si bien emitida en un contexto en la que él – el hombre más santo de su generación – se incluyó como infractor, no debía haber sido expresada por una persona de su calibre, y por eso ese fue el sitio vulnerable al caer a manos de Menashé.

El TaNa”J describe este crimen (el homicidio de Ieshaiahu), equiparándolo a haber inundado las calles de Ierushalaim con sangre (por la importancia que tenía Ieshaiahu para su generación).

Una Teshuvá forzada
¿Qué es lo que finalmente torció el errado curso de conducta de Menashé?
Los sufrimientos hicieron por Menashé lo que la educación brindada por su padre no había logrado.
Menashé cayó en poder de los asirios (Divrei haIamim II 33:11), quienes lo torturaron colocándolo en un recipiente que estaba sobre el fuego.
Estando en manos enemigas, Menashé primero invocó infructuosamente la ayuda de todas las deidades a las que había rendido culto en el pasado. Cuando esta actitud – obviamente – demostró ser fútil, Menashé volvió a recordar al Único y Verdadero D”s. En ese momento de congoja, Menashé “intimidó” a D”s diciendo: “si Tú no me asistes en este momento, entonces quedará demostrado que no Eres más poderoso que las demás creencias que he adorado y que no me asistieron en esta situación”.
Si bien este modo presumido no es el modo adecuado de dirigirse a D”s, ni mucho menos, D”s respondió y salvó a Menashé devolviéndole la libertad y restituyéndolo al trono de Iehudá.

Habitualmente procuramos escapar a los sufrimientos. Esto es lógico, pues no estamos obligados a ser masoquistas ni a buscar el dolor innecesariamente.
Sin embargo, sufrir es parte de la vida. Cuando somos objeto de padecimiento, sea cual fuese el origen del mismo, no debemos “renegar”, sino aceptarlo de Manos de D”s con el reconocimiento que, sin duda, Él sabe porqué nos lo está enviando.
Posiblemente sirva para rectificar aquello en lo que hemos obrado mal. Tal vez nos ayude a evitar otro mal peor del que ni hubiésemos sospechado que podríamos llegar a ser víctimas.
O quizás, sirva para atenuar la carga de nuestros errores. Quién sabe si cuando estemos frente al Trono Celestial rindiendo cuentas, nos quejemos porque un poco más de aquel dolor terrenal hubiese hecho disminuir las acusaciones que el fiscal imputa en contra nuestra.

Esto es difícil de asimilar en una generación dedicada y obsesionada en el intento de eliminar a la persona cualquier clase de malestar y hasta la más mínima molestia, para convertir la vida física en un nirvana pletórico de placeres.
Quien se pone a analizar este fenómeno, notará que este intento es inútil, pues si bien entre muchas personas, puede ayudar a algunas temporalmente, la preocupación permanente en que todo dolor debe desaparecer, en realidad quita de las personas la resistencia a convivir con él – y termina sufriendo y angustiándose aun más por el dolor cuando este se presenta…

…pero ya había destruido demasiado
Sin embargo, y a pesar de que Menashé transitó una vida de contrición los últimos 33 años de su existencia, el daño irreparable ya se había consumado.
El pueblo jamás se recuperó de la caída espiritual que él provocó en los primeros 22 años de su reinado. Su hijo Amón, empeoraría la situación, profundizando la idolatría y colocando las imágenes dentro del propio Kodesh haKodashim (sitio más sagrado del Bet haMikdash).
Aun después del exilio de 70 años, cuando los judíos retornaron para reconstruir el Bet haMikdash, éste no volvió a investir la Presencia Di-vina que era normal en el primer Templo.

Los Sabios discuten si Menashé mereció finalmente recibir su porción en el Mundo Venidero.
Claramente, expresan, el hecho de que tantos años de arrepentimiento no reviertan la situación personal, podría llegar a acobardar a cualquier potencial Baal Teshuvá (persona que corrige su conducta pasada), pues podría llegar a sentir que su remordimiento no tenga sentido.
Obviamente, no es así. Todos podemos y debemos intentar enmendar los errores del pasado, aun si no se pueden revertir los daños que ya se hicieron.
Sin embargo, la lección es clara, tal como indican los Sabios: “quien dice: ‘pecaré, y luego retornaré (haré Teshuvá)’ no tendrá oportunidad de hacerlo” (Iomá 87.). Lo que ya pasó, se debe corregir. Más importante aun, es intentar no volver a caer en lo mismo.

Ioshiahu, el rey que hizo teshuva
EL REY QUE HIZO TESHUVÁ
Ioshiahu era muy joven al momento de acceder al trono (Melajim II 22:1). Tenía apenas 8 años cuando asesinaron a su padre – el rey Amón – que solamente rigió durante dos años – Amón fue hijo del rey Menashé que había reinado durante largos 55 años y nieto del justo rey Jizkiahu.
Como vimos, desde el reinado de Jizkiahu hasta el de Ioshiahu, la situación espiritual había revertido en franco deterioro.

Es valioso destacar que a esta altura de los acontecimientos, había ya solamente uno de los dos reinos israelitas que habían coexistido durante tres siglos en Israel, pues el reino de Israel (del norte) que comprendía a diez de las tribus, ya había sido exiliado a un lugar desconocido por el rey Sanjeriv de Asiria en la época de Jizkiahu (en ese momento rey de Iehudá). Quedaba, pues, solamente la monarquía sureña de Iehudá, que comprendía a las tribus de Iehudá, Biniamín y a los remanentes de las demás tribus exiliadas que escaparon hacia sus hermanos de Iehudá.

Si bien Ioshiahu mostró adhesión a la palabra de D”s y a los caminos del rey David – su lejano antecesor – desde el comienzo de su reinado, los Cohanim y los Sabios estaban recelosos de mostrarle el Sefer Torá completo, por temor a que reaccionara del mismo modo en que había actuado su padre Amón (quien había llegado a quemar un Sefer Torá). No obstante, Ioshiahu hizo enormes esfuerzos para restaurar el Bet HaMikdash, el que no había sido mantenido desde la época del rey Ioash, más de 200 años antes.

Determinación a corregir todo – sin compromisos
Cuando llegó el momento en que los sabios asesores entendieron que era propicio para entregarle el Sefer Torá completo, Ioshiahu leyó de él, y cuando llegó a los párrafos en los que se presagia el castigo de Israel si llegara a caer en la idolatría y la inmoralidad, desgarró sus vestiduras, pues temía que el abismo que había encontrado, reflejaba aquello que la Torá vaticinaba (Melajim II 22:11). (Cuando desplegaron el rollo de la Torá, inesperadamente se abrió en el texto que dice – Dvarim 27:26 – “Maldito aquel que no afirme las palabras de esta Torá”, y de inmediato declaró: “soy yo el que las debe afirmar – y consolidar la observancia de la Torá”).

Por lo tanto envió a sus asesores a consultar con la profetisa Juldá (Melajim II 22:16). Prefirió hacer su requerimiento con ella, en lugar de inquirir con Irmiahu (lo cual hubiese constituido una falta de respeto hacia este último, si no fuera que era pariente de ella, y – según algunos – se encontraba momentáneamente fuera de la ciudad), pues esperaba que una mujer se viera más compasiva y pediría clemencia para los judíos – más que un varón (Meguilá 14: – esto no significa que Irmiahu no había suplicado a Israel a retornar de sus pecados, y que sufrió al contemplar la destrucción, pues los pasajes del TaNa”J claramente reflejan esta actitud de él – pero las mujeres suelen superar a los hombres en temas de compasión).
Juldá transmitió a Ioshiahu el mensaje de D”s, que por cierto no era muy alentador. La suerte de Ierushalaim estaba sellada, por los años de negligencia religiosa que habían transcurrido y el deterioro espiritual que ya era irreversible. Sin embargo, dada la piedad e integridad personal de Ioshiahu, el derrumbe final no acaecería en su época, sino recién bajo el reinado de sus descendientes.

Aun habiendo escuchado tamaño vaticinio, Ioshiahu celosamente trató de erradicar toda la idolatría de Israel, y por eso, viajó de un pueblo a otro a fin de hacer cumplir la Ley. Ioshiahu también reunió a los judíos y pactó su adhesión a la Torá de Moshé, ahondando y difundiendo el estudio de la Torá entre las masas.

Dado que Ioshiahu había desempeñado la justicia en calidad de juez aun siendo menor de dieciocho años, revió todos los casos que se habían presentado ante él, y en todas las actuaciones en las que su veredicto le parecía posiblemente objetable, repuso el posible daño al condenado, con su propio patrimonio (Shabat 56:).

Idólatras encubiertos
Pero no todos lo apoyaban. Es más: entre aquello que no podían desafiarlo públicamente, se estableció la costumbre de mantener las imágenes que adoraban secretamente, solapadas entre sus puertas, burlándose clandestinamente de los esfuerzos del joven y enérgico monarca.

Ioshiahu incluso logró establecer algo que no se había conseguido en siglos: con todos los judíos reunidos bajo un solo reino, Ioshiahu hizo venir a toda la nación entera a Ierushalaim cumpliendo así de manera universal el precepto de Aliá laReguel (converger en el Bet HaMikdash) para realizar el Korbán Pesaj (ofrenda Pascual – (Melajim II 23:23).
Mientras el Mishkán residió por casi cuatro siglos en Shiló, la gente no lo veía como un sitio importante, pues sabían que era una Morada religiosa temporaria.

Luego, mientras la nación estuvo dividida en dos monarquías, los reyes del norte habían disuadido a sus habitantes de no participar de las fiestas en Ierushalaim, e incluso dentro del propio dominio de Iehudá, había muchos que cuestionaban la autenticidad de santificación de Ierushalaim como la Sede Di-vina ordenada en la Torá.
(Es posible que no entendamos el desafío de esta Mitzvá: el hecho de ir masivamente a Ierushalaim – un viaje que podía demorar hasta un mes entre ir, estar y volver, implicaba que los campos y las pertenencias de cada uno quedarían expuestas a ladrones de países vecinos que podían llegar a hacerse de todo el patrimonio de uno, y aun cuando la Torá prometió que esto no ocurriría, se necesitaba una fe muy férrea para poner en práctica esta hermosa Mitzvá).

Sin embargo, Ioshiahu escuchó lo que había profetizado Juldá. También había leído lo que dice la Torá acerca del exilio: “D”s te conducirá junto a tu rey que instales sobre ti, a una nación que desconozcas” (Dvarim 28:36). Por lo tanto, ocultó el Arca con las Tablas de la Ley (que ya no estarían en el segundo Bet HaMikdash), el recipiente que contenía una porción de maná del desierto reservado por Aharón, el aceite de unción preparado por Moshé, el bastón florecido de Aharón y la caja con los obsequios de oro cedidos por los filisteos muchos años antes (no sabemos el sitio en donde se ocultaron estos objetos para que no cayeran en manos inescrupulosas de los conquistadores extranjeros).

El tzadik desafía a Irmiahu
En aquella época se desató una guerra entre el rey Par’ó Nejó de Egipto y los asirios, y éste decidió emprender una campaña rumbo a Jarkemish, eligiendo atravesar en diagonal la Tierra de Israel. Par’ó Nejó advirtió a Ioshiahu no frenar su cruzada, pues la guerra no era contra él. Ioshiahu creía equivocadamente que el rey egipcio no debía cruzar por su país, pues la Torá asegura que si Israel se conduce como corresponde, entonces “la espada (aun de terceros) no traspasará vuestra tierra” (Vaikrá 26:6). Suponiendo que ya había extirpado toda la idolatría de su pueblo, pensó que D”s haría valer esta señal. En cambio, el profeta Irmiahu advirtió a Ioshiahu que no guerree con Egipto. Ioshiahu no le prestó atención y salió al cruce de Par’ó Nejó (Divréi haIamim 35:21).
El rey cayó en la batalla después de haberse sostenido valientemente, aun habiendo sido blanco de numerosos flechazos. Ya moribundo, Irmiahu advirtió que el rey estaba murmurando algo y se acercó para escuchar qué decía: “D”s es justo, pues Su palabra desobedecí…” (Eijá 1:18), Su mensaje, y el de Su mensajero (Irmiahu – Midrash Eijá 1:53).
“Y Irmiahu se lamentó por Ioshiahu” (Divréi haIamim 35:25) – “y hasta el día de hoy los cantantes plañen elegías y quedó como ley en Israel”.
El cuarto capítulo de Eijá (Lamentaciones) se refiere al íntegro rey Ioshiahu: “¡Cómo se ha empañado el oro!…”
(Nuestra costumbre ashkenazí es decir la Kiná número 11 sobre el rey Ioshiahu).

“Y como él, no hubo antes un rey que vuelva en Teshuvá, con todo su corazón, con todo su alma y con todos sus bienes…, ni tampoco habría de ser así en su posteridad” (Melajim II 23:25).

Ud. se preguntará: Claramente Ioshiahu no dudó de la palabra de los profetas respecto a lo que habría de suceder después de su muerte (pues ocultó los objetos sagrados del Bet HaMikdash) – ¿¡qué sentido tendría la decidida acción de Ioshiahu, una vez que supo que la Voluntad del Todopoderoso ya estaba determinada, y que sus descendientes serían conducidos al exilio, aun si él hiciera todos los esfuerzos como los que hizo!?

La gestión de Ioshiahu nos debe dejar una gran enseñanza: cada uno de nosotros debe hacer lo que le corresponde, sin conjeturar si esto dará los frutos que se desea debe producir. Las acciones de la persona valen aun cuando no se pueda percibir su resultado de inmediato. Y la Teshuvá inédita e incondicional de Ioshiahu queda como paradigma para las generaciones que le seguimos.

El profeta Irmiahu y la destrucción del primer templo
AMONESTACIONES POR AMOR
Irmiahu
“Cuarenta y ocho profetas y siete profetisas vaticinaron para Israel…” (Meguilá 14.).
Sin embargo, de todos ellos, aquel cuya misión ante el pueblo pareciera ser la más trágica, es la del profeta Irmiahu.
Si bien su actividad, que desarrolló amonestando al pueblo y a los monarcas reinantes durante 40 largos y críticos años, se refleja en varios libros del TaNa”J, Irmiahu nos transmitió el libro de predicciones Di-vinas que lleva su nombre (Irmiahu) y el libro de Eijá que leemos en Tish’á BeAv, en el que se describe la terrible destrucción y sus causas espirituales.
Para la época de Irmiahu, la vida de los judíos en la Tierra de Israel ya llevaba más de ocho siglos de presencia ininterrumpida, y el Bet HaMikdash estaba en pie hacía cerca de cuatrocientos años.

¡Cuarenta años amonestando! – es mucho tiempo – Irmiahu ni siquiera fue el primer profeta que predijo la destrucción del Bet HaMikdash y el exilio del pueblo. Ya había sido antecedido por Ieshaiahu y muchos otros – pero la gente se había acostumbrado a escuchar “vaticinios apocalípticos exagerados” de los profetas que los transmitían, y no aceptaban creer que finalmente la realidad demostraría que aquellas palabras eran auténticas y veraces.
Sin embargo, sus antecesores los previeron – mientras que Irmiahu… lo vivió.

“¡Maldito el día en que nací; que el día en que mi madre me dio a luz, no sea bendecido!” (Irmiahu 20:14).
“Dijo Irmiahu: ‘¡Amo del Mundo! ¡¿Qué pecado cometí, acaso, por el que todos los profetas anteriores y posteriores a mi no debieron presenciar la destrucción del Bet HaMikdash, y yo sí?!…’ ”.

La tarea de ser profeta no es simple. La labor de Irmiahu no fue ni placentera ni agradable. En su mayoría, debió advertir al pueblo acerca de conductas que era perentorio modificar y modos de vida errados.
No liberaban a los esclavos luego de haber trabajado para ellos los seis años reglamentarios (Irmiahu 34:11), y eran descuidados en el estudio de la Torá. (Shmot 16:33, Rash”í).
Habitualmente la gente no quiere escuchar cómo la amonestan. Prefieren permanecer en la placidez de los hábitos acostumbrados y, todo aquel que venga a cuestionarlos, es visto como un agresor. ¿No preferimos, acaso, también nosotros mismos una “palmadita en la espalda”, antes que vaticinios alarmantes y aterradores?
Situación política de su época
Irmiahu fue objeto de toda clase de persecución por parte de quienes estaban molestos con sus palabras. Fue encarcelado en ciertas épocas, y en otras tenía vedada la entrada al Bet HaMikdash en donde se congregaba la gente – y todo, por advertir la próxima caída de Ierushalaim a manos de los caldeos). Irmiahu fue lo que hoy se llamaría un “enemigo político” o un “elemento desestabilizante para el régimen”.
La gente se auto-convencía de que esas profecías tremendistas eran producto de la fantasía de Irmiahu.

El rey Ioshiahu tuvo varios hijos, pero estos no siguieron los pasos de su ilustre padre.
Después de su muerte heroica en la batalla contra Egipto, reinaron sucesivamente sus hijos. El primero fue Iehoajaz, que luego de tres meses fue conducido preso a Egipto. Le sucedió Iehoiakim.
Un rey irreductible
La conducta del rey Ioiakim está descripta en el Talmud en términos implacables (Sanhedrin 103:, Midrash Rabá, Vaikrá 19:6).
En las palabras de los Sabios, encontramos que ciertas perversiones que cometieron estos reyes no les traían placer alguno, y no incurrían en ellas, sino por un enardecimiento casi irresistible por la idolatría y rebelión contra D”s (Rav Jaim Shmuelevitz 5733:7).

Sin embargo, una instancia marcó su trágico fin.
Irmiahu estaba encarcelado y pidió a su principal alumno – Baruj ben Neriá – que leyera en público lo que serían más tarde el 1º, 2º y 4º capítulo de Eijá, redactados por el mismo Irmiahu.
Recordemos: en esos pasajes se describen los escenarios que estaban por presentarse, y D”s demandaba que el pueblo se arrepintiera de sus prácticas para aliviar así el castigo.
Baruj valientemente obedeció a su maestro. Los judíos que escucharon a Baruj, se estremecieron ante el crudo y atroz presagio, y sentían que el rey también debía escucharlo.

Cuando los emisarios de este oyeron las duras críticas que contenía aquel mensaje, lo llevaron para que el propio monarca lo atendiera.
El rey escuchaba atentamente las palabras:
“Cómo está sentada solitaria la gran ciudad…” – comenzaron su lectura.
“¡Mientras yo sea el rey!” – desestimó su importancia.
“Llorar, llorará de noche…” – prosiguieron…
“¡Mientras yo sea el rey!” – insistió, rehusando atribuirle trascendencia.
“Fue exiliada Iehudá por sufrimiento…” – escuchó.
“¡Mientras yo sea el rey!” – perseveró Ioiakim.
“Los caminos de Tzion estarán de duelo…” – seguía la triste epopeya.
“¡Mientras yo sea el rey!” – continuó desechando su valor.
“Sus enemigos la gobernarán…” – leyeron con temeridad.
“¿Quién dijo eso?” – se encolerizó, pues ahora se cuestionaba su propio cargo.
“Pues D”s la castigó por sus numerosos pecados” – respondieron.
“¡Esto es inaceptable!” – determinó (Moed Katán 26.).
De inmediato, tomó su sable y recortó los Nombres de D”s de los pliegos de Eijá. Acto seguido, incineraron todos los trozos de la Meguilat Eijá, sin que alguno de los presentes atinara a cuestionar este gran sacrilegio (Melajim II 36:21-24. La Torá exige que aquel que presencia cuando se destruye un escrito sagrado que contiene el sagrado Nombre de D”s, se debe desgarrar las vestiduras).
Entre los consejeros de Ioiakim había algunos que protegían a Irmiahu tal como se había mantenido en vida anteriormente a los profetas, aun cuando no se aceptaba sus palabras, mientras que muchos otros insistían que merecía ser ejecutado. Incluso, recientemente habían dado muerte a Uriahu, otro profeta que había vaticinado la destrucción del Bet HaMikdash y que había huido a Egipto para salvarse, infructuosamente (Melajim II 26:23).
Adversarios de afuera… y de adentro
Volviendo a los días de Irmiahu, existían en su época muchos “profetas” que auguraban en desacuerdo con él.
Uno de aquellos adivinos fue Jananiá ben Azur (Irmiahu 28:1). Jananiá había sido antes un profeta auténtico, pero en este momento sus vaticinios eran producto de propias deducciones, obtenidas a raíz de las predicciones de Irmiahu – pero las presentaba como si las hubiera escuchado de Boca de D”s.
Mientras Irmiahu alertaba a los judíos acerca de la tragedia que se cernía sobre ellos, Jananiá prometía que D”s estaba a punto de romper el yugo impuesto por el rey Nevujadnetzar sobre los judíos. Más aun, juraba que los elementos del Templo que habían sido usurpados por el rey de Babilonia, volverían dentro de los próximos dos años a Ierushalaim. Frente a la gente tomó el yugo de madera de Irmiahu y lo rompió para respaldar sus palabras con una acción que le diera credibilidad e impactara.
Inicialmente, Irmiahu respondió a Jananiá frente al público con palabras de anhelo y esperanza (“¡Amén!”), para que su mensaje se cumpla. Pero, de inmediato, hizo saber a todos los presentes, que – tristemente – todo lo que había dicho Jananiá era una mera y penosa fantasía.

La gente estaba confundida.
Se desató entonces una polémica pública entre Jananiá y Irmiahu.
Irmiahu, ciertamente, argüía que sus propios anuncios podían no cumplirse, pues todo dependía de que el pueblo volviera – o no – en Teshuvá – en cuyo caso D”s perdonaría y no concretaría su temible advertencia. El vaticinio de Jananiá, en cambio, dado que auguraba una concesión beneficiosa, se debería cumplir de todos modos – motivo por el cual recaía en Jananiá demostrar que su profecía era auténtica con una señal Celestial concluyente (Sanhedrín 69.).
Sin embargo, Jananiá se negó y puesto que sus palabras generaban complacencia en el pueblo, mermando así la voluntad de remediar sus acciones, “el yugo roto de madera se convertiría en un yugo de hierro” (más pesado y difícil de llevar) – dice el TaNa”J.
Y, dado que Jananiá estaba confundiendo a los judíos, sería castigado con la muerte Di-vina – aquel mismo año.
Efectivamente, Jananiá murió dentro del mismo año “en el séptimo mes”, tal como dijo Irmiahu, pero la gente, aun así, no estaba dispuesta a enmendar sus caminos.
(El “séptimo mes” es Tishréi – perteneciente al año siguiente. Jananiá, al ver que estaba por fallecer en víspera de Rosh haShaná, pidió a sus hijos que no lo sepultaran hasta después de la fiesta, ¡para que no sea una evidencia concluyente que Irmiahu había tenido razón…!).

Al margen de todo, los Sabios nos hacen saber en términos muy severos, que Irmiahu fue castigado por haber dado esa mínima y fugaz ilusión de que Jananiá estaba diciendo la verdad (al responder “¡Amén!”), imputando a Irmiahu de “adulador” (Sotá 41:); y esta reflexión la hacen a pesar de todo lo que el profeta sufrió para ayudar a encauzar a sus hermanos (Jojmá uMusar, del Saba de Slabodka).

¿Cómo hubiésemos actuado en su lugar? Difícil decirlo, pues no hemos vivido en aquellos momentos críticos.
Sin embargo, podemos intentar auto-evaluarnos: ¿cómo reaccionamos cuando nos advierten con palabras molestas e irritantes?; ¿agradecemos la bondad de aquel que nos amonestó, viendo su intervención como un acto de amor?; ¿o preferimos sentirnos agredidos, poniéndonos en el papel de víctimas?
El fin previsible
Sin embargo, sus contemporáneos lo persiguieron implacablemente. Y entre ellos, había quienes lo acusaban hipócritamente de graves inmoralidades, con tal de desprestigiarlo y, si fuera posible, hacerlo acreedor a la pena capital… (Bavá Kamá 16:).

Tras la indecorosa muerte de Ioiakim luego de reinar once años, le sucedió su hijo Ioiajín – o sea, un nieto de Ioshiahu.
A los pocos meses, Ioiajín fue llevado cautivo a Bavel por Nevujadnetzar, quien designó a su tío Tzidkiahu (también hijo de Ioshiahu y hermano de los anteriores) como rey. Ioiajín permaneció recluido durante toda la vida de Nevujadnetzar, pero hizo Teshuvá en la cárcel.
Su hijo, Shaltiel – padre de Zerubavel – nació durante aquel cautiverio. Junto a Ioiajín fueron al exilio muchos de los líderes espirituales del pueblo (entre ellos el famoso Mordejai de Meguilat Esther). Los Sabios consideran este primer exilio como una bondad de D”s, que adelantó a los más estudiosos del pueblo, para que “prepararan el terreno” espiritual once años antes de la llegada del resto del pueblo, inmediatamente luego de la destrucción del Bet HaMikdash (Guitín 88.).

Aun cuando Tzidkiahu fue un rey muy piadoso, no tuvo el coraje de revertir las costumbres deplorables que se habían establecido en un sector importante de la población – en la forma en que sí había luchado su padre Ioshiahu.

Entre sus allegados estaban aquellos que – jactanciosamente – opinaban que no se debían someter al emperador caldeo Nevujadnetzar, bajo cuyo dominio estaban quedando sumisos progresivamente.
A medida que éste subyugaba una nación tras otra, la situación de Iehudá se veía crecientemente más comprometida – y sus días contados. La presión de sus consejeros y ayudantes – en oposición a la profecía de Irmiahu – terminó por provocar que Tzidkiahu se rebelara contra Nevujadnetzar. Irmiahu hizo saber a Tzidkiahu, que por dejarse llevar por las imposiciones de los agitadores, sería él el responsable final de la destrucción (Irmiahu 38:23).
El error garrafal
¿En qué consistió la rebelión de Tzidkiahu?
En cierto momento Tzidkiahu hizo un juramento de no revelar una actitud tosca e indecente de Nevujadnetzar que había presenciado en privado. Después de este hecho, Tzidkiahu se sintió muy molesto por el juramento realizado, y finalmente, solicitó al Sanhedrín absolverlo de aquel voto. Más tarde relató lo sucedido (Nedarim 65.) – provocando que el malvado Nevujadnetzar sea burlado y provocando así una profanación del Nombre de D”s a sus ojos – y también la propia caída de Tzidkiahu.
(Si bien es posible anular una promesa, en caso que esta fuera hecha a beneficio de otra persona, no se deberá revocar sin el consentimiento o, al menos, el conocimiento, del otro. El motivo de esto, es que los Sabios quisieron que la persona sienta vergüenza de ser falso con quien le había efectuado el voto, y – también – que no parezca sospechoso ante él, repentinamente, al violar su palabra).
También el Sanhedrin fue castigado por absolver a Tzidkiahu de su promesa indebidamente.

Finalmente, Nevujadnetzar se dirigió hacia Ierushalaim con sus tropas más aguerridas. La ciudad estaba sitiada y sus defensores debilitados a causa de la prolongada hambruna, pero esta vez el enemigo ya había construido terraplenes desde los cuales podían atacar a los soldados de Iehudá, de frente.
Una última acción valiosa
La batalla parecía perdida antes de comenzar, y la soberbia previa frente a los caldeos, se había transformado en un abatimiento y pesimismo totales.
Fue en aquel momento de agobio, que D”s anunció a Irmiahu que su primo (del lado paterno y, a su vez, tío materno) Janamel ben Shalum se acercaría para solicitarle que rescate su campo de Anatot (lejos de la ciudad asediada) pues estaba necesitado de dinero.
Irmiahu debía pues – a ojos de todos – adquirir el campo.
Obviamente, en situación de guerra, y con el terrible pronóstico de destierro a destinos lejanos, no tenía sentido invertir dinero para comprar campos… – salvo que D”s quería enviar un claro mensaje al pueblo.

Efectivamente, Janamel se hizo presente con ese pedido. Irmiahu convocó a testigos que presencien la transacción. Una vez que la operación estuvo concluida, Irmiahu indicó a Baruj ben Neriá que debía guardar el documento en una vasija que permita su conservación por muchos años.

¿Qué significado tenía este acto público?
El pueblo – desesperanzado, desde ya – sería conducido encadenado a Babilonia. La marcha sería extenuante, y el trato de Nevujadnetzar para con los exiliados – muy despiadado y cruel. Estarían muy próximos a desechar toda expectativa de volver a su tierra y toda confianza en D”s y en Sus Mitzvot.
La adquisición del campo debía entonces servir como aliciente para el pueblo: aquel Irmiahu que había señalado el derrumbe que todos creían inverosímil, estaba anunciando también la reconstrucción – aun cuando pareciera lejana e irrealizable (Irmiahu 33:10).
Es más, instó a sus hermanos a cumplir minuciosamente las leyes – aun en el destierro – para que no fueran nuevas para ellos al retornar (Irmiahu 31:20).

Tzidkiahu fue el último de los reyes de Iehudá y también fue llevado – ciego, y luego de haber presenciado la muerte de sus hijos – a Bavel, fue hallado y tomado prisionero precisamente en el momento en que intentaba escapar de Ierushalaim en medio de la destrucción de Ierushalaim y del Bet HaMikdash.

Irmiahu no estaba presente durante la destrucción del Bet haMikdash.
Al acercarse a Ierushalaim, y ver el humo a lo lejos, creyó que los judíos habían rectificado sus acciones y estaban ofreciendo Korbanot en señal de remordimiento y arrepentimiento – de allí el humo que distinguía a lo lejos. Pero muy pronto se percató de la terrible realidad: se encontró con la ciudad desolada, el Bet haMikdash y todas las sinagogas y Ieshivot destruidos (Melajim II 25:9, Rash”í).
De inmediato corrió detrás de los desterrados que estaban siendo conducidos – de manera humillante – hacia Bavel. Al toparse con huellas de niños y rastros de sangre, sabía que estaba en el camino por el que habían sido conducidos los judíos.
El general caldeo Nevuzaradán tenía órdenes expresas de Nevujadnetzar: no tocar a Irmiahu (las naciones temían a los profetas auténticos de Israel).
Sin embargo, Irmiahu se encadenó junto a los expatriados queriendo participar personal y físicamente de su dolor.
Un verdadero acto de amor
Cuando los judíos vieron a Irmiahu acercarse a ellos, comenzaron a llorar. Él los abrazó y lloraron todos juntos. Los acompañó hasta las orillas del río Eufrates, pero allí decidió volver con aquellos que habían quedado atrás en Iehudá, bajo el mando de Guedaliá – que también lo necesitaban.
“¡No nos abandones ahora!” – rogaron los judíos.
Irmiahu sabía que D”s “estaría con ellos” en el exilio.
“Traigo de testigos al cielo y la tierra, que les estoy diciendo la pura verdad. Si hubieran llorado – aunque fuera una vez – cuando estaban aún en Tizón, no estarían ahora en el exilio…” – respondió en amargo llanto.

Las palabras de los profetas fueron conservadas para el futuro, pues aun cuando fueran severas, fueron dichas con un profundo amor por aquellos que, aparte de estar inspirados por D”s para apercibir (y también en otras oportunidades, consolar y esperanzar) al pueblo, lo hicieron a partir de su gran preocupación por el bienestar espiritual de la nación. No faltan hoy quienes, a su vez, nos critican en términos rigurosos y ásperos.
En lugar de tener una actitud de niño caprichoso que sólo acepta elogios, bien haríamos en prestar atención y reflexionar. Es por nuestro propio bien, compongamos nuestras conductas erradas.

Guedalia, el último bastión
Guedaliá
Las palabras que en su momento dijo Irmiahu, el profeta, y que fueron desoídas se habían ahora cumplido.
En lugar de prestarle atención cuando él advertía en nombre de D”s, que los reyes y el pueblo de Israel se sometieran a Nevujadnetzar – el emperador caldeo de Babilonia – pues así lo había decretado el Todopoderoso, ellos se negaron a hacerlo, creyendo que Ierushalaim jamás caería en manos de sus enemigos (tantas veces D”s la había rescatado cuando parecía que su suerte ya estaba sellada…), y que Irmiahu era simplemente un profeta falso y “colaboracionista”, vendido a los caldeos.

Con la destrucción del primer Bet HaMikdash, el rey de Babilonia arrancó de su patria al pueblo de Israel y lo llevó al exilio rumbo a Babilonia.
El general Nevuzaradán se destacó por su crueldad al dar muerte de manera despiadada a decenas de miles de judíos.
Dejó solamente a la gente pobre para que habitara la tierra de Israel.
A cargo de ellos dejó a Guedaliá ben Ajikam, quien debía administrar el país ahora bajo el dominio caldeo.

Después de acompañar a los judíos a Babilonia, Irmiahu se despidió de ellos en medio de desgarradores llantos y volvió para apoyar a los pocos judíos que quedaban en Iehudá.

Los judíos que quedaron en la Tierra de Israel
Mientras tanto, Guedaliá se había establecido en un lugar llamado Mitzpá. Los caldeos no permitían que los judíos restantes se asentaran en Ierushalaim a la que ellos consideraban como una ciudad “rebelde”.
Guedaliá instruyó a los judíos que tenía a su cargo, que retornaran a sus pueblos de origen, que labraran la tierra, que cosecharan la fruta que colgaba aún de los árboles y volvieran a vivir como lo hacían antes de la destrucción del Bet haMikdash.
Sin embargo, cundía en la gente un profundo temor respecto a las intenciones de Nevujadnetzar: ¿Volvería a Iehudá también por ellos?
Especialmente los soldados judíos sobrevivientes sospechaban que los caleos los buscarían y Guedaliá les juró seguridad para apaciguar sus temores.

La mayoría de los habitantes permaneció igualmente cerca de Guedaliá. Lentamente fueron sumándose más y más judíos que se habían ocultado durante la invasión enemiga en cuevas o en los países limítrofes. Puesto que en aquella época no había comunicaciones como ahora, había judíos que ni siquiera se habían enterado aún de la magnitud del desastre sucedido.

No pasó mucho tiempo, y Iojanán, uno de los hombres de Guedaliá, informó que el rey de Amón, país lindero con Israel, había contratado a Ishmael ben Netaniá, también hebreo y descendiente de la casa monárquica de David, para asesinar a Guedaliá (Irmiahu 40).

El interés de Amón por destruir el pequeño asentamiento judío en Iehudá podía ser debido a que al considerarlos “aliados” subordinados a los caldeos, ponía su propia autonomía en peligro, pues serían más vulnerables al tenerlos más cerca de su país.
Por otro lado, Ishmael sentía rencor porque Guedaliá había aceptado el cargo de gobernador siendo él de otra tribu, cuando el mando de los judíos pertenece históricamente a los descendientes de la estirpe de Iehudá. Ishmael mismo, en particular, era próximo en línea para ocupar el trono que había sido descontinuado, pues los hijos del último rey Tzidkiahu habían sido asesinados.

Además, Ishmael se sentía justificado en eliminar a Guedaliá, al igual que muchos miembros de la corte habían creído que se justificaba matar al mismísimo Irmiahu, por pregonar en nombre de D”s que había que someterse al enemigo caldeo, considerando que hacer las paces con el adversario era un acto de traición.
Los que estaban con Ishmael desconocían que ya el profeta Iejezkel (21:31) había vaticinado que los poderosos (la monarquía de Iehudá) caerían, mientras que los débiles (Guedaliá) se encumbrarían (al igual que Ierovam – no perteneciente a la estirpe real – había sido nombrado rey sobre diez de las tribus, para advertir a los descendientes del rey David que deberían solamente conducirse como D”s esperaba de ellos).

La diferencia entre aceptar Lashón haRá y creerlo
Iojanán incluso ofreció a Guedaliá matar secretamente a Ishmael, para frenar el inminente ataque. Guedaliá no quiso siquiera escuchar estas acusaciones y prohibió a Iojanán tomar acción alguna contra Ishmael.
Fue así entonces que Guedaliá recibió confiado a Ishmael quien lo “visitó” en Rosh haShaná con diez allegados.
Ishmael llegó, y encontró a Guedaliá celebrando la fiesta jubilosamente con su gente. Esto irritó aun más a Ishmael, puesto que el Bet haMikdash acababa de ser destruido y su propia familia – la realeza – había sido diezmada por Nevuzaradán. ¡¿Cómo podía entonces haber motivo de regocijo?!
Ishmael, junto a sus hombres, asesinaron entonces a Guedaliá, y a las personas que lo acompañaban.

Los Sabios (Nidá 61.) critican la postura de Guedaliá por desoír la advertencia sobre el inminente atentado del que sería víctima. Si bien está prohibido aceptar como verdad el Lashón haRá (maledicencia), que se escucha, sí está permitido y – en un caso como el que analizamos más que justificadamente – e incluso obligado, a tomar los recaudos necesarios para evitar el posible perjuicio que surgiría a partir de lo que se escucha – en la probabilidad que efectivamente fuese verdad.

El motivo de Guedaliá de desatender la recomendación, fue su extrema piedad – su deseo de alejarse del Lashón haRá, una verdadera virtud – pero que en este caso fue inapropiada.
Anualmente conmemoramos con un ayuno en recuerdo de la muerte de Guedaliá al día siguiente a Rosh haShaná, y este ayuno es uno de los cuatro que recuerdan la destrucción del Bet haMikdash y el destierro del pueblo.
Los Sabios comparan la muerte de los Tzadikim – en este caso la de Guedaliá – a la destrucción del Templo (Rosh haShaná 18:). Asimismo, esta muerte trajo como consecuencia el vaciamiento total de la tierra de sus últimos pobladores judíos, que la habían habitado durante nueve siglos ininterrumpidos, desde su ingreso junto a Iehoshúa bin Nun, sucesor de Moshé.

Al día siguiente, y antes que se enteraran del crimen que había cometido, mató a otras 80 personas que llegaron para expresar su duelo porque recién se habían notificado de la destrucción del Bet haMikdash.
De ese modo, Ishmael quería atribuir el asesinato de estas pobres víctimas a Guedaliá, haciendo parecer como si Guedaliá los hubiese matado por no reconocer la legitimidad de su poder, mientras que el propio Ishmael los hubiera vengado matando al “cruel” Guedaliá (Malbi”m).

Ishmael comenzó a conducir al resto de los judíos que habitaban Mitzpá hacia Amón. Mientras tanto Iojanán reunió a los soldados restantes y los persiguió. Cuando los alcanzó, casi todos abandonaron a Ishmael que debió fugarse, solo con ocho hombres, hacia Amón.

La gente entonces se dirigió a Irmiahu para que invocara a D”s y les dijera cómo debían obrar. Ellos querían trasladarse a Egipto para alejarse de las armas de los caldeos. Estaban cansados de tanta lucha y muerte…
Se sentirían más amparados bajo el gobierno egipcio, con quienes mantenían mejores relaciones.
En aquella época ya había una comunidad judía importante en Egipto.
El plan de ir a Egipto era provisorio, hasta que se debilitara el poder de los caldeos. Así creían.

Dijeron pues, a Irmiahu, que aceptarían cual fuese el veredicto del Todopoderoso aun si resultara difícil cumplir lo que pidiera de ellos.
Internamente, después del asesinato de Guedaliá temían aun más una eventual represalia del rey caldeo que los podía acusar de traidores, de creerlos secuaces de Ishmael.

Irmiahu respondió después de diez días: bajo ningún concepto debían ir a Egipto. Por el contrario, debían mantener viva la llama judía en Iehudá. Su continuidad en su tierra podría convertirse en el comienzo del futuro establecimiento y reconstrucción del Bet HaMikdash.
También les aseguró que el rey Nevujadnetzar no les haría daño alguno si permanecían en la Tierra de Israel.
Irmiahu advirtió que de ir a Egipto, sufrirían toda clase de maldiciones. Jamás volverían a Iehudá.
Aun así, no siguieron las directivas de Irmiahu.

De hecho, a pesar de que la comunidad de Alejandría fue muy numerosa, no quedaron recuerdos de su existencia. Por otro lado, los judíos de Babilonia nos legaron el Talmud, que es la fuente de toda nuestra sabiduría.

Nuevamente desobedecen a Irmiahu
Evidentemente, las palabras de Iojanán a Irmiahu no representaban lo que realmente aspiraban. Su anterior postura de aceptar lo que el profeta les dijera, cambió diametralmente. Acusaron a Irmiahu de estar influenciado por Baruj ben Neriá, su alumno, quien quería permanecer en la Tierra de Israel para no perder el nivel de santidad que le permitía acceder a la profecía.
Nuevamente, Irmiahu pasó a ser el “profeta falso”, tal como lo habían considerado otrora en Ierushalaim. A pesar que los sombríos vaticinios previos de Irmiahu se habían hecho totalmente realidad, esto no impidió que otra vez lo tildaran de embustero.

Iojanán y sus allegados organizaron entonces el éxodo colectivo a Egipto, completando de este modo el exilio total de la tierra que así quedó desolada de judíos.
Llevaron al propio Irmiahu y a Baruj ben Neriá (que más tarde pudo llegar a Babilonia, donde fue el maestro de Ezrá haSofer, quien lideraría el regreso a Israel años más tarde).
Si está la palabra de D”s, y está quien la transmite: ¿por qué el hombre se encapricha tozuda y reiteradamente en desobedecerla…?

En Egipto, siguió la dura polémica entre Irmiahu que los instaba a volver, advirtiéndoles que la poderosa mano de Nevujadnetzar los alcanzaría allí también, y – frente a él – los judíos que insistían en quedarse creyendo en la protección y la prosperidad egipcia. Similar a lo que decían los judíos de Babilonia a Iejezkel, también ellos se sentían libres de mantener su compromiso con D”s, luego que Él los había exiliado a tierras ajenas.
Parte de su argumento –aunque nos pareciera absurdo – consistía en que al abandonar la idolatría, cuando se la había prohibido el rey Ioshiahu, su situación empeoró hasta el punto de caer bajo el dominio caldeo…

Trágicamente, las premoniciones de Irmiahu nuevamente resultaron ciertas. La próspera comunidad judía de Egipto, sufrió peor que sus hermanos de otras latitudes, siendo destruida en reiteradas oportunidades por sus vecinos que los envidiaban.
En Bavel, en cambio, si bien sufrieron inicialmente, los judíos crecieron y legaron las enseñanzas que permitieron el restablecimiento de la nación en todo su esplendor espiritual.

Iejezkel
IEJEZKEL
Cuando en la época contemporánea consideramos nuestra situación de Galut (exilio), lo hacemos desde el ángulo de una historia que – desde el Sinaí – ya ha atravesado más de 3.000 años. Nuestro pueblo ha vivido momentos de gloria y… de penas. Hemos merecido durante muchos siglos vivir en la Tierra de Israel, y luego hemos sido expulsados de ella. Volvimos a Israel para reconstruir el Bet haMikdash, y lo hemos vuelto a perder y sumirnos en un nuevo, extenso y terrible destierro.
Hemos habitado en muchas tierras, hemos crecido y construido comunidades, escuelas de estudio, etc. – y las vimos caer frente a nuestros ojos, debiendo volver a edificar las mismas estructuras comunitarias en otros sitios.
Sentimos frustración al creer que “todo estaba perdido”, pero tuvimos la fortuna de presenciar cómo el pueblo volvió a recuperarse al establecerse por Gracia de D”s en un nuevo confín.

El profeta Iejezkel vivió durante la época del Jurbán (destrucción) del primer Bet HaMikdash (Seder Olam).

Sus primeras profecías fueron advertencias de la inminente catástrofe que se cernía sobre el pueblo. Debió amonestar duramente al pueblo.

Profeta en el exilio
Luego, una vez en Bavel, el mismo Iejezkel, líder del pueblo, debió ser el profeta y portavoz de palabras de consuelo de D”s para confortar y alentar al pueblo a seguir aferrados a la Torá y a su creencia en el vínculo especial e indestructible que hay entre el pueblo de Israel y el Todopoderoso (Bavá Batrá 14:).
Habían perdido prácticamente todo: su Sagrado Templo (que tuvieron por 410 años), la soberanía sobre su patria (luego de 790 años), habían sido asesinados sus maestros, líderes y sacerdotes, y los únicos culpables eran ellos mismos.
En ambos casos – tanto cuando debió reprender como cuando debió fortalecer a la nación deportada, su tarea no fue fácil. Del mismo modo, en que la gente previamente había sido indolente al escuchar las advertencias de los profetas, prefiriendo seguir su modo de vida, así también – una vez en el exilio – no le fue fácil aceptar las palabras de bálsamo y optimismo que el profeta les transmitía.
Más bien, la tendencia de la gente era permanecer en un estado de duelo permanente que imaginariamente le permitiría justificar su actitud de asimilación con los pueblos a los cuales habían sido desterrados.
¿Cómo es psicológicamente posible que así fuera?

Queriendo liberarse de ser judíos
Entendamos que ese destierro fue el primero de esa naturaleza, y la envidia y luego la ilusión y la presión de las naciones en el sentido de que se cortara su vínculo con D”s era una secuencia constante (Shir HaShirim 5:9, 7:1, Akdamut).
¿Sería realidad aquello que se venía proponiendo de parte de las naciones?
¿Acaso volvería D”s a crear una relación única con un pueblo que Lo había defraudado a través de su conducta?
Un grupo de personas fue a ver a Iejezkel (20:1), reflejando este sentimiento prevaleciente en el pueblo.
“¿Qué obligación tenemos hacia D”s? ¡¿no nos echó, acaso, de Su tierra?!”
“¿Qué sucede si un patrón (Cohen) de un esclavo, lo vende a un (nuevo patrón) no-Cohen? ¡¿acaso podría seguir consumiendo Trumá (tributo que entregan los agricultores a los Cohanim, que solo lo comen estos, sus familias y sus esclavos)?!” (Midrash Tanjuma Dvarim 29:11).
“Entraron 10 personas y se sentaron frente a él (Iejezkel). Les dijo: ‘Volved en Teshuvá’. Le dijeron: ‘¿Acaso un esclavo cuyo amo lo vendió, o una esposa cuyo marido la divorció, tienen obligación uno hacia el otro?’
D”s dijo al profeta: diles a ellos – ‘¿dónde está el documento de divorcio de vuestra madre que He echado?’ – o – ‘¿quién de Mis acreedores a quien os he vendido?’. ‘¡Es a raíz de vuestros pecados que han sido vendidos, y por vuestras iniquidades que fue echada vuestra madre’!”.
“Y (dice el profeta) lo que sienten Uds. no será: aquello que Uds. dicen ‘seamos como las naciones, como las familias de la tierra sirviendo madera y piedra’ (Iejezkel 20:32).” (Sanhedrín 105.).

Un punto adicional. Salir del exilio y volver a Israel requiere un gran esfuerzo espiritual. Es más cómodo vivir en el exilio. La Presencia Di-vina no se percibe tan cercana, la exigencia en términos de Mitzvot es menor, pues no se aplican muchos de los mandatos agrícolas fuera de Israel.

Fue durante todo aquel primer exilio de 70 años, que predominó esa actitud. Fue ese el enfriamiento que permitió que al ser invitados por Ajashverosh a la fiesta en el tercer año de su monarquía, vayan los judíos de Shushan a pesar de haber sido advertidos por Mordejai de no participar. Fue aquel el motivo que Mordejai exigió a la reina Esther acudir de inmediato a ver al rey a favor de su pueblo que estaba en riesgo, y no esperar ser llamada por él, a pesar que el decreto recién tendría vigencia once meses más tarde.

¿Por qué?
Porque la indiferencia que se había enraizado en aquel momento en el alma del pueblo, solo se podría combatir con actos de arrojo y heroísmo.

Tres jóvenes judíos no que permiten avasallarse
Previamente, tres jóvenes de Israel: Jananiá, Mishael y Azariá, (Daniel 1:4), a quienes el rey caldeo Nevujadnetzar había exiliado para educarlos de acuerdo a su cosmovisión, la cual – sin duda – difería mucho de lo que habían aprendido en casa, fueron a ver a Iejezkel.

El rey Nevujadnetzar, había decidido construir un monumento de 30 metros de altura y 3 de ancho, totalmente de oro macizo en honor… a si mismo. Un monumento de estas características, no se coloca sin una adecuada inauguración con hermosos himnos, interminables discursos y mucha pompa, y… que todos los presentes le rindan homenaje arrodillándose.

Los tres se encontraban ahora en un dilema: ¿Qué hacer? ¿Agacharse a la imagen? ¡Los judíos no nos agachamos ante nada ni nadie, salvo D”s!
Sin embargo, esta estructura no representaba realmente un ídolo ni una deidad pagana (ver Tosafot Talmud Pesajim 53:, primera opinión).
Su homenaje no sería una afrenta a la Torá. A su vez, podrían ausentarse disimuladamente (segunda opinión – ibid), y sin que nadie percibiera su falta entre la multitud de personas presentes. Fueron en busca de asesoramiento, pero el profeta Daniel dijo que no podía opinar.
Fueron a ver a Iejezkel para que consultara con D”s: “¿los asistiría D”s si desafiaban a Nevujadnetzar?”
La respuesta fue negativa: “No”.
Apenas habían salido, D”s avisó a Iejezkel que los salvaría, pero que no les informe.

Desconociendo esta información y pensando que iban a su muerte, Jananiá, Mishael y Azariá no eludieron el desafío. Fueron a la inauguración y, cuando llegó el momento de homenajear al rey, los tres se quedaron de pie, firmes en sus lugares. No hubo manera de intimidarlos, y el rey, encolerizado, los mandó arrojar a las llamas.
Tampoco se asustaron de eso.
Pero inesperadamente, ocurrió un milagro. El intensísimo fuego no los consumió, ni siquiera los chamuscó.

¿Por qué D”s no les permitió saber que los salvaría?
Nuevamente: el pueblo necesitaba presenciar actos de valor y valentía de estos individuos. Esto demostraría que su vínculo con D”s era el mismo de siempre, y que las actitudes asimilacionistas de desesperanza, desaliento y desesperación, estaban erradas.

Dándole ánimo a los descreídos
Las profecías de Iejezkel debieron reanimar a su generación y también a todas las que sucedieron más tarde y que vivieron (hasta hoy) en los más oscuros momentos del exilio y su lectura nos debe llenar de empuje y entusiasmo.

En el Shabat intermedio (los años en que esto ocurre) de Jol Hamoed Pesaj leemos el tramo del TaNa”J en el que Iejezkel (Cap. 37) cuenta la historia en que debió revivir los “restos desecados”, la cual refuerza en nosotros la noción de la resurrección de los muertos y la redención con la llegada del Mashíaj.

Iejezkel nos vaticina que “D”s echará sobre vosotros agua pura y seréis purificados… y pondrá en Uds. un nuevo corazón…”
No creamos que nuestra vida espiritual se empantanó y que el futuro, solo es preso del pasado.
En aquellos momentos en los que el sentimiento de apatía y desgano trata de apoderarse de nosotros, Iejezkel nos llama a despertar, conmovernos y creer y saber fehacientemente que la redención de D”s es posible y real.

Nevujadnetzar, el rey de Babilonia
SUEÑOS PROFÉTICOS
Quién fue Nevujadnetzar
El rey Nevujadnetzar no fue “un rey más” entre tantos reyes. D”s hizo caer el Bet HaMikdash precisamente en sus manos por sus características personales especiales, y así como dice más tarde respecto a los emperadores Vespasiano y Tito (que destruyeron el 2º Templo), “vehaLevanón b’Adir ipol (Ieshaiahu 10:33)” – el Bet haMikdash solo caería frente a un enemigo poderoso – aun más en este Templo, construido nada menos que por el Rey Shlomó. Sobre Nevujadnetzar dice que fue uno de los muy pocos que dominaron sobre “todo el mundo” (Meguilá 11.). Durante su dominio, “no había sonrisa (dibujada) en boca de la gente” (por el temor que infundía – Shabat 149:).

Nevujadnetzar sabía ello – y esto lo tornó aun más vanidoso. Si fuera por él, “nadie merecía morar en el mundo junto a él” (Midrash Rabá, Bamidbar 9:29). Una vez que logró doblegar a Iehudá, ya gobernaba sobre todo el mundo conocido, sin que hubiera nadie que le pudiera hacer frente. Jamás se había pensado que un humano podría dominar y destruir la Casa de D”s.
El famoso sueño del rey
En un momento, Nevujadnetzar tuvo un sueño recurrente que le perturbó la tranquilidad. Intentó que los hechiceros se lo descifraran, pero no pudieron ayudarle – pues ni él mismo recordaba su propio sueño. Solo recordaba que la aparición había tenido dimensiones ominosas. Sin saber lo que había delirado, le dijeron que esto solo se podía resolver mediante el Urim veTumim (pectoral que vestía el Cohen Gadol) o mediante la profecía – pero ambos ya estaban ausentes desde la destrucción del Templo. A lo que respondió: “¡¿y si era algo tan útil y bueno – por qué me aconsejasteis destruir el Templo?!” (Midrash Tanjumá Miketz 2).
Ante la imposibilidad de asistirlo, el rey determinó que todos los poderes ostentados por sus hechiceros y taumaturgos era una simple fantasía, por lo que emitió la orden: ¡matar a todos! (Daniel 2:12).

También el sabio Daniel hubiera sido muerto, pero ofreció a Arioj (según algunos es el mismo general Nevuzaradán que había destruido Ierushalaim) que le permitiera a él interpretar el sueño al rey – pidiendo solamente pasar la noche para que D”s le ilustrara la aparición que había tenido el monarca.
Luego que Jananiá, Mishael y Azariá rezaran con él para que D”s los asistiera y le hiciera saber a Daniel el contenido y significado del sueño, dieron su agradecimiento a D”s, y Daniel solicitó la audiencia con Nevujadnetzar.

Ya frente al rey, Daniel emuló a Iosef quien – en una situación análoga con el Faraón – no se atribuyó poderes ni sabiduría propias, sino que solamente transmitiría lo que D”s quería hacer saber al emperador.
“Su Majestad ha visto en su sueño una enorme figura: su cabeza de oro fino, sus brazos de plata, su tronco y muslos de cobre, y sus piernas de hierro. Los pies estaban formados por una mezcla de hierro con arcilla. Mientras Su Majestad miraba, una formidable piedra surgió y golpeó los pies de la imagen haciéndola caer y demoliéndola. Luego, el viento se llevó los escombros tal como si se llevara el forraje del campo al trillar – sin dejar rastro alguno. La piedra, en cambio, creció hasta llenar el mundo entero”.

“Este fue el sueño, y su interpretación es la siguiente:
“Ud. – Sr. rey – a quien D”s le ha proporcionado un poder inigualable, es la cabeza de oro. A Ud. le seguirá un reino (el de los persas y medos) que será – sin embargo – inferior. Luego surgirá un tercer reino – de cobre – que reinará sobre toda la tierra (los griegos). El cuarto reino (los romanos) será tan imponente como el hierro que arrasa y allana todo. Los pies – de hierro y arcilla – que Ud. vio: esto se debe a que se tratará de un gobierno dividido – fuerte y débil al mismo tiempo. Se mantendrá en parte, mientras la otra se carcomerá, por haber desunión entre sus integrantes (el imperio romano se dividió entre el de occidente y el bizantino). Los “dedos” del pie de la efigie representan el momento más distante de la historia.
En aquel momento D”s establecerá una monarquía que jamás será destruida, y desmenuzará y consumirá a todos los demás gobiernos. Aquel que está compuesto de hierro, de cobre, de arcilla, de plata y de oro…”

En diferentes sitios del TaNa”J, se hace alusión a cuatro distintos poderes que se destacarán y dominarán a Israel en sus sucesivos exilios, que según la mayoría de las opiniones se identifican con: 1. Bavel (los caldeos), 2. Persia y Media, 3. Grecia y 4. Roma. Este último, imperio, dará origen a dos vertientes: el poder cristiano y el del Islam. Sin embargo, en algún momento se desvanecerá aquel poderío, pues quedarán sumisos ante el Mashíaj.
En otras palabras: Nevujadnetzar representaba la cabeza superior y el comienzo de los ostracismos de los judíos – y el mayor desafío a D”s. Nadie, nunca, sería tan importante como él.
Una estatua para la posteridad
El rey Nevujadnetzar reconoció la Omnipotencia de D”s – Quien revela la verdad de los secretos, admitió la verdad en las palabras de Daniel, lo premió y lo ascendió en su corte.
Sin embargo, y a fin de evitar que el sueño se concretara, mandó hacer la monumental efigie a la que deberían inclinarse todos – incluso los judíos (Rav Saadiá Gaón). Para evitar la debilidad de las partes más endebles de la imagen de su sueño, hizo su propia estatua íntegramente de oro (Rabeinu Tam, Abarbanel).
Sin embargo, los representantes judíos se negaron reverenciarlo, tal como notamos anteriormente, salvándose de ser castigados, por un milagro Di-vino. También en esa circunstancia Nevujadnetzar consintió públicamente que el Poder Supremo sólo es de D”s (Daniel 3:33).

Del mismo modo en que – arrogantemente – había pensado desafiar a D”s, debió –en forma abierta – retractarse y divulgar su sometimiento a Él; pero, su docilidad era aún periférica, y su petulancia interior se mantenía incólume, como antes.
El árbol talado
Un tiempo más tarde, tuvo otro sueño: en esta ocasión, vio un extraordinario y frondoso árbol que crecía y crecía. Tan imponente era, que se podía admirar desde todos los confines del mundo. De él colgaba follaje y fruta en abundancia y los animales y aves encontraban resguardo en él.
En eso, un ángel se acercó con orden de talar el árbol. Solamente debía dejar sus raíces, de manera que se sustente junto a pastos y animales. Su corazón – de haber sido humano, pasará a ser un corazón animal durante siete períodos – de modo que todos los humanos sepan que el Todopoderoso es Quien determina que cierta persona goce de poder – aunque antes haya sido el más apocado entre ellos.

Nuevamente convocó a Daniel para que le dilucide el sueño.
Daniel interpretó el nuevo sueño en toda su envergadura, pero antes de hacerlo expresó su deseo de que la terrible visión recaiga sobre “sus enemigos” (Daniel 4:16). (La verdadera intención de Daniel estaba dirigida a D”s, y los “enemigos” en cuestión, se refería al propio Nevujadnetzar).
“El gran árbol era ni más ni menos que Nevujadnetzar mismo: poderoso y majestuoso como el árbol con el que había soñado. Sin embargo, la visión significaba que sería cercenado como aquel árbol, e iría a vivir como uno más entre los animales, comiendo el mismo alimento que ellos, siguiendo sus conductas y lavándose con el rocío, tal como ellos.
Sin embargo, las raíces quedarían y volvería – ya más dúctil – al trono que había dejado.

Aun así, Daniel sugirió al rey: si Ud. quiere evitar llegar a tal castigo, “redima su pecado con rectitud y su iniquidad con bondad (o sea, que ampare a los necesitados). Quizás de ese modo se postergue su condena”.
Así ocurrió, al pie de la letra, y el propio rey desembolsó sumas importantes para ayudar a los judíos exiliados.
Sin embargo, doce meses más tarde, cuando se paseaba arrogantemente sobre las terrazas de su palacio, admirando el esplendor y la belleza de Babilonia, ya había olvidado la gravedad de su sueño. Fuera del palacio, la multitud de judíos clamaba pidiendo su ayuda.
“¡¿Cómo voy a seguir manteniendo a toda esta gente?! – ¡¿Con qué dinero conservaré mis maravillosos jardines colgantes que tanto prestigio me dan?!”.
De inmediato, provino la advertencia de su pesadilla – tal como Daniel le había interpretado.
Al cumplirse la condena, Nevujadnetzar – ya más sumiso – publicó sus profusos elogios a D”s (Daniel 4:34).
Nevujadnetzar – el malvado – alabó a D”s de modo tan exuberante, que casi excedía al propio rey David, y lo hubiese superado, si no fuera que un ángel lo interrumpió (pues sus loas no estaban acompañadas por la devoción correspondiente – Sanhedrín 92:).

Preguntan los Sabios (Midrash Tanjumá Mishpatim 4):
¿Por qué el sabio Daniel intentó auxiliar con sus palabras al perverso Nevujadnetzar, aconsejándole cómo eludir su inminente y merecido castigo?
Daniel vio el deplorable estado en que estaban sumidos sus hermanos judíos desterrados, y deseaba de cualquier modo ayudarlos – aun si eso significara que Nevujadnetzar obtuviera méritos por ese medio.

El TaNa”J no narra más sobre la vida de Nevujadnetzar. Solamente que después de su muerte, le sucedió su hijo Evil Merodaj, que tuvo una actitud opuesta al padre, y los babilonios fueron más considerados hacia los judíos… al menos por un tiempo.

Los monarcas de Babilonia y Daniel
Los nuevos monarcas
Luego de la muerte de Evil Merodaj, le sucedió Beltshatzar, que siguió los malos caminos de Nevujadnetzar. Daniel – bastante más anciano – sirvió de intérprete también en esta época, cuando ya habían transcurrido casi setenta años desde que había sido desterrado a Bavel. Beltshatzar fue depuesto y ultimado por los persas.

Los nuevos monarcas – Dariavesh (Darío) el Medo, y Koresh (Ciro) el Persa – también tuvieron a Daniel como consejero encumbrado.

Sin embargo, los jerarcas y sátrapas a quienes Daniel debía supervisar, no estaban conformes y envidiaban el puesto eminentemente destacado de Daniel. Fue así, que decidieron preparar el terreno para hacerlo caer. Sin embargo, dada la transparencia de Daniel, sabían que no había posibilidad de encontrar desliz alguno, salvo que su devoción a D”s tuviera alguna contradicción con las reglas del gobierno.
Se acercaron al rey, y lo convencieron de que – a fin de fortalecer el poder del monarca – durante un período de treinta días nadie debería formular pedido o súplica alguna a ningún referente – salvo al propio rey. Quien desafiara este decreto, sería arrojado a una fosa con leones.
Daniel no intentó conseguir una excepción para poder rezar, pues el decreto era transitorio. Solamente optó por hacerlo en su casa – en lugar de acudir a la sinagoga donde oraba habitualmente.

Existen distintas opiniones acerca de si una situación como esta requiere que se ponga la vida en peligro (“Iehareg ve’al ia’avor”), pues en este caso no se intentaba alejar a los judíos de su cumplimiento, o, si aun así, está permitido arriesgar la vida por una Mitzvá.
Daniel hace un Kidush haShem
En un descuido – y según otros intencionalmente – Daniel dejó las ventanas de su casa abiertas, mientras rezaba tres veces al día dirigiendo su mirada hacia Ierushalaim, y permitiendo así que fuese visto desde afuera (Daniel 6:11).
La reacción no tardó en llegar. De inmediato, sus entusiastas enemigos lo acusaron ante el rey de insubordinación.
Este se sintió muy apenado por la circunstancia, pues quería y admiraba a Daniel, pero no pudo impedir que se llevara a cabo la condena que él mismo había firmado ante tal “rebeldía”.
Sin embargo, antes que Daniel fuera arrojado a la fosa, le deseó que D”s – a quien Daniel servía devotamente – lo salvara.
Para evitar que alguien lo liberara – o lo dañara, firmó con su sello sobre la piedra que colocaron sobre la fosa.
El rey no podía comer ni dormir. Antes del alba, se acercó a la fosa para ver qué había sucedido con su consejero querido. “¡Daniel! Siervo del D”s Eterno, ¿Te Ha podido salvar?”
Daniel respondió que D”s había cerrado las bocas de los leones, pues él no había hecho ningún mal, ni tampoco había pecado contra el rey.
Daniel fue extraído de la fosa, y sus detractores fueron lanzados en vez de él – pero, obviamente – no corrieron su misma suerte…

¿Por qué Daniel debió atravesar esta difícil y peligrosa coyuntura?
Hay diferentes criterios al respecto:
Algunos opinan que lo sucedido a Daniel fue para expiar el haberle dado a Nevujadnetzar (un malvado) el consejo que le permitiera mitigar aquel decreto recaído sobre él (que debía vivir como un animal – Bavá Batrá 4.).
Otros, en cambio, no atribuyen falta alguna a Daniel (pues sus intenciones habían sido solamente para ayudar a sus hermanos): “no cayó en la fosa de los leones, sino para que se santifique el Nombre de D”s por su intermedio” (Sifrí Ha’azinu).
El fin del exilio
Con el advenimiento de Dariavesh y Koresh, se abrió la posibilidad de retornar a Israel (liderados por Zerubavel). Daniel y otros allegados no perdieron la oportunidad.
¿El motivo?
“Para poder consumir el fruto de Israel y bendecir al Todopoderoso” (Midrash Rabá Shir HaShirim 5:5 – ¡cuánto anhelo y amor por la Tierra de Israel).

El rey nombró a Daniel (también llamado Sheshbatzar) responsable de los objetos sagrados que había rescatado de manos de los babilonios y ahora devolvía a los judíos para su servicio sagrado en el Bet haMikdash a reconstruir (Ezrá 1:7, 5:14). Pero las esperanzas quedaron frustradas muy rápidamente, debido al acoso de los samaritanos que ocupaban Israel y denunciaron falsamente a los judíos.
La incipiente reconstrucción debió interrumpirse y pasaron muchos años hasta que nuevamente se volvió a poner la obra en marcha. En señal de duelo, Daniel ayunó todos esos años (de día), y – aun de noche – se limitaba a lo más mínimo en los alimentos que consumía (Rash”í).
Grandes aportes de Daniel a su pueblo
El TaNa”J cuenta que Daniel posteriormente tuvo sueños proféticos. En ellos se le señaló más detalles acerca de las características de los cuatro imperios que sojuzgarían a Israel, el futuro del pueblo y la fecha del advenimiento del Mashíaj.

Sin embargo, no está en nosotros calcular el momento de la redención mesiánica (Sanhedrín 97:). Al contrario: nuestra obligación es anticipar a diario su llegada. Cuando cada persona se enfrenta al Tribunal Celestial en el que se juzga su vida, se le formula la pregunta: “¿Has anticipado la salvación proveniente de D”s?”
Los Sabios nos dicen que D”s está aun más “ansioso” que nosotros por el envío del Mashíaj… (Sanhedrín 97:).

El TaNa”J no dice claramente cómo siguió la vida de Daniel, pero sí sabemos que fue un miembro de los “Anshéi Kneset haGdolá” (Hombres de la Gran Asamblea) junto a Ezrá y los últimos profetas de Israel. En los comentarios, también se identifica a Daniel como Hataj, el enviado que llevó los mensajes entre Esther y Mordejai en los momentos decisivos de la Meguilá.
¿Daniel fue profeta?
Evidentemente los pasajes cuentan que Daniel reveló los sueños de Nevujadnetzar y él mismo recibió muchos conocimientos del futuro. Entendamos también que la profecía tiene distintos niveles de claridad, lo cual diferenciaría a Daniel de sus profetas contemporáneos (Sanhedrín 94.).

Sin embargo, hay diferentes opiniones al respecto. El Talmud dice que el vaticinio de 48 profetas fue transmitido para el futuro. Hay quienes cuentan a Daniel como uno de ellos.

Otros entienden que dado que Daniel tuvo las visiones solamente en sueños, o que no fueron conferidas para todo el pueblo, no se lo considera como uno de los profetas (Rash”í). Y otros sostienen que puesto que le fueron comunicadas mediante un ángel, esto lo aparta del resto de los profetas (Ramba”n Bereshit 18:1).

Sin embargo muchas de las leyes de los rezos, como así también de los ayunos, se aprenden de la conducta de Daniel, quien fue un gran tzadik, entregado totalmente a su pueblo. También en muchas instancias citamos pasajes de las famosas plegarias de Daniel, haciendo también nuestro, sus sentimientos, angustia y esperanza.

Iyov, aprender a sufrir
APRENDER A SUFRIR
Iyov
De los 24 libros que componen el TaNa”J, uno de los que mayormente más se suele desconocer, es el titulado Iyov. Trata de un personaje que llevaba aquel nombre.
No solo el léxico hebreo en que está escrito aquel libro sagrado es difícil, pues se utilizan términos que no se hallan en otros sitios del TaNa”J, sino que los propios debates que Iyov mantuvo con sus compañeros, como así también sus polémicas con D”s, son muy profundos – y de intrincada comprensión.

Adicionalmente, el contenido de Iyov se refiere principalmente a la pregunta famosa: “por qué los justos sufren”, o sea, una cuestión que es tan antigua como el mismo mundo, y que representa la incógnita de la que ningún ser humano jamás ha obtenido una respuesta íntegra – precisamente por pertenecer a un ámbito al que los seres humanos no tenemos acceso.
Sin embargo, la explicación del porqué los hombres no podemos entender ciertas cuestiones, también es complicada.

No es Iyov el único texto que trata este tema tan espinoso. El libro de Kohelet (Eclesiastés 8:14), asimismo, vuelve sobre la misma trama, y el Talmud (Brajot 7.) nos explica en base a ciertos pasajes de la Torá (Shmot 33:3) que el propio Moshé deseaba entender el modo en que D”s “maneja” el mundo: ¡¿por qué los justos (aparentemente) sufren, e inversamente, a los malvados (aparentemente) les va bien?!
Pero, ni aun Moshé accedió a una respuesta absoluta.

Es muy común que los seres humanos creamos que todo podría pasar por nuestro razonamiento. En parte, esto se debe a la soberbia humana: “¡¿qué – acaso- podría no estar a nuestro alcance, especialmente hoy en día, que ya hemos alcanzado la luna, conocemos mucho de la identidad y composición de los genes humanos y otros, y avanzamos a diario en todas las disciplinas de las ciencias?!” (Estos individuos suelen hablar como si creyeran que D”s necesita aprobación…).

Posiblemente también el creyente en D”s se formule la misma pregunta – aunque tal vez desde otro ángulo: “si D”s me creó a Su Semejanza, permitiéndome conocer de Su Sabiduría al enseñarme Él Mismo Su Torá – ¡¿por qué habría de ocultarme precisamente el secreto de la Conducción Di-vina respecto al modo de retribuir los actos de los seres humanos?!”.
Si hubiese un sistema claro y consistente del régimen Di-vino en Su Justicia – hasta donde nosotros la podemos observar – pues ciertamente, cabría un intento de “explicarnos” las cosas.
En otras palabras: si todos los malvados tuvieran “un pasar agradable”, y todos los justos sufrieran en su travesía terrenal, entonces llegaríamos a la conclusión que los malvados siempre son gratificados por sus acciones acertadas en este mundo, y los justos siempre purgan todos sus errores antes de llegar al Mundo Venidero.
Sin embargo, tampoco esto es una regla constante: hay de unos y también de otros, cuya existencia ocasionalmente es tranquila o turbulenta. Hay personas virtuosas, como Rabí Iehudá haNasí, en cuya vida se percibe “la Torá y la autoridad en un mismo lugar” (Guitin 59.). Hay quienes merecen “ambas mesas” (de Torá y de abundancia material – Brajot 5:) – y quienes no.
Siendo así, esto no nos permite crear un patrón de conducta y torna la cuestión aun menos entendible (Rav Shimón Schwab sz”l).

Para unos u otros, no hay discusión acerca del “significado” del sufrimiento humano sin la aceptación tácita de que existe un D”s – Omnipotente y Misericordioso.
Mas, una abismal diferencia entre ambos cuestionadores – el soberbio y el creyente – la cual radica en que el creyente puede “hacer las paces” con más facilidad con la realidad que D”s al hacerle saber que los hombres tenemos ciertas limitaciones. Este mero hecho, con el que el arrogante – precisamente por su naturaleza – no podrá aceptar ni convivir con él.

Pero, en Iyov, como ya veremos, hay un punto adicional: la cuestión no se examina solamente desde el plano intelectual, sino que se suma – como suele ser muy común en la gente, en estos casos – el factor emocional del dolor y el agravio teñido por un sentimiento de injusticia. Generalmente – en otros ámbitos – estos sentimientos crean rechazo a todo razonamiento racional – y rehúsan toda posibilidad de una discusión franca.

Los interrogantes acerca de Iyov
Al margen del idioma y del contenido fragoroso, a su vez la propia persona de Iyov es enigmática: no dice claramente en el texto cuándo vivió, y justamente este punto es tema de discusión entre los Sabios: hay quienes ubican a Iyov en la época de Avraham o de Ia’acov, y algunos lo creen junto a Moshé (como consejero del Faraón mientras los hebreos estaban en Egipto, o aun durante la travesía en el desierto), otros lo entienden en los tiempos en que gobernaron los Jueces; hay opiniones que sostienen que perteneció a los que retornaron con Ezrá del exilio de Babilonia, y quienes creen que era contemporáneo de Ajashverosh.
Incluso hay quienes afirman que Iyov era judío, mientras otros sostienen que no lo fue – y lo nombran entre los “justos que existieron entre las demás naciones” o entre sus profetas.
Y hay autoridades que entienden – que Iyov no existió, y que es tan solo un ejemplo (Bava Batra 15., 15: y 16., Midrash Rabá, fin de Vaierá, Ialkut Shimoní sobre Iyov). Según otra versión “vivió para ser un modelo”.

Si existió – o no: ¡¿Por qué estaría incluido este texto en las sagradas enseñanzas del TaNa”J?! – nos preguntaríamos.
En realidad, las opiniones vertidas por los Sabios no son mutuamente excluyentes: pueden haber existido muchos “Iyovs” a lo largo de la historia…

Según aquellos que dicen que el libro de Iyov fue escrito por Moshé, el motivo de su inclusión estaría vinculado con el incomprensible dolor que estaban soportando sus hermanos a manos de los crueles egipcios. La tortura arbitraria y abusiva difícilmente es compatible con la sana confianza en el D”s justo y generoso. Moshé, entonces, en su gesta por afianzar la fe en D”s (aun bajo las deplorables circunstancias) y alentarlos, compartió con los hebreos sufridos las polémicas de Iyov, a fin de que reflexionaran seriamente y con esperanza que finalmente la justicia de D”s triunfaría.

Pocas personas han logrado estudiar el libro de Iyov extensivamente, y esperemos que algún día lo podamos hacer nosotros. Lo que sigue, son solamente algunos comentarios y referencias para alcanzar apenas una idea somera sobre qué trata Iyov.

El relato
El TaNa”J comienza su relato acerca de Iyov, mencionando extensamente que era un hombre “íntegro y recto, temeroso del Creador y alejado del mal”, excediendo aun los elogios con los que se refiere a Avraham.
Esto no significa que Iyov fuera espiritualmente más elevado que Avraham. Precisamente, en Avraham toda su acción estaba caracterizada solamente por su “temor a D”s” (Bereshit 22:12), que es aquello que D”s aprecia en este mundo (Shabat 31:). Avraham era único (Ieshaiahu 51:2) y el amado de D”s (Ieshaiahu 41:8).

En cambio, las dos personas – Noaj y Iyov – a quienes el TaNa”J presenta desde un principio como Tzadikim, sumándoles otros atributos adicionales, son aquellas de quienes hubiésemos podido pensar que no lo eran. El “temor a D”s” de Iyov explicaba parte de su quehacer. Sin embargo, su buena relación con sus congéneres, podría estar motivada por consideraciones personales humanistas y honestas. De hecho, a diferencia de Avraham, en Noaj y Iyov no trascendió su obra moral más que a su propia persona, sin transmitirse a las próximas generaciones (Rav Shimón Schwab sz”l).

Había sido bendecido con muchos hijos e hijas y era un hombre de una inmensa fortuna. Su ganado poseía características extraordinarias de salud.
Siempre manejaba sus asuntos comerciales tratando de beneficiar al prójimo, de manera que su prosperidad se extendía aun a quienes entablaban relación con él.
Se hacía cargo de los campos de los niños huérfanos para mejorarlos y devolverlos restablecidos. Si una viuda no encontraba un nuevo marido, la trataba como una parienta para que la gente se interese por ella. Sostenía a los desamparados y visitaba a los enfermos, y cuando se encontraba con enfermos que se creían terminales, alentaba a la familia a no desesperar.
Iyov era muy escrupuloso con la conducta de sus hijos, trayendo ofrendas después de las reuniones festivas que ellos realizaban (en la boda de cada uno de ellos) “por si hubieran pecado en su pensamiento (al obrar con arrogancia)” – aun si estos deslices no se reflejaran en malas acciones.
Llegó Rosh haShaná, el momento en que D”s evalúa a toda la creación – juzgándolos uno por uno.

Antes de proseguir, debemos aclarar que al ser D”s Omnisciente, no “requiere de ángeles” para poner en práctica Su Voluntad, sino que ello se trata de una exposición Di-vina en términos humanos.
También el “Satán” del que habla el TaNa”J, no se asemeja a ninguna imagen que podemos haber adoptado del mundo no-judío que nos rodea (rojo, carnívoro, con rostro diabólico, alas de murciélago, cola larga, serpientes colgando de él y tridente en mano…). No es un ente independiente de D”s, del mismo modo que ningún ángel tiene autonomía.

El Talmud define al Satán como aquel factor que “baja (a la tierra) y tienta” al hombre, luego “sube (al Tribunal Celestial) y denuncia”, y finalmente “pide autorización y lleva el alma” (en otras palabras, el mal cometido por la persona termina por destruirlo…). La misión del mal es crear obstáculos y dificultades al hombre. Una vez superadas, la Gloria de D”s se torna más manifiesta.
La existencia del Satán es parte del amparo de los hombres, pues si no existiera la opción del mal – el “bien” no sería “bien”…; sin embargo, la capacidad del mal es menor frente al potencial del bien, y su existencia es efímera, pues será superado una vez que se concrete la redención.

En aquel momento todos los ángeles responsables del mantenimiento de los seres humanos se presentaron ante D”s – y el Satán entre ellos.
-“¿De dónde vienes?” – preguntó D”s al Satán.
-“He explorado toda la tierra y no he encontrado tal como Tu siervo Avraham, quien a pesar de haberle sido prometida la tierra de Cna’an, no tenía un sitio donde sepultar a Sará. Sin embargo, no flaqueó su confianza en D”s” (Iyov también tenía su tienda abierta hacia los cuatro costados para permitir que ingresaran los huéspedes desde cualquier ángulo, pero Avraham salía a buscarlos…).
-“¿Has visto la lealtad de mi fiel siervo Iyov?” – indagó D”s.
-“Esto solo se debe a que lo has bendecido de sobremanera – sino, ya Te hubiera maldecido…” – respondió Satán – “solamente obra de este modo en forma egoísta, para asegurarse Tu Bondad”.
-“Pues haz con él lo que desees, pero no lo lastimes corporalmente” – determinó D”s.

Las desventuras de Iyov
Sucesivamente, Iyov sufrió una desgracia tras otra. Primero perdió todo su ganado a manos de enemigos y de fuerzas de la naturaleza, cayendo incluso los esclavos de Iyov que lo cuidaban.
Luego, la tragedia se llevó a todos sus hijos. Iyov desgarró sus vestimentas y declaró: “Desnudo salí del vientre de mi madre – y desnudo volveré (todo lo que recibí fue porque D”s me lo proporcionó), que el Nombre de D”s sea elogiado”. Pero no habló jamás ofensivamente hacia D”s.
O sea: no solamente aceptó Iyov lo que D”s había decretado, sino hasta lo supo agradecer (del mismo modo en que la Torá nos exige “amar a D”s en cualquiera de la conductas que Él destina para con nosotros” – Brajot 54.).

Pasaron los días.
Nuevamente la humanidad estaba siendo juzgada. Posiblemente en Iom Kipur.
La escena se repitió.
-“¿De dónde vienes?” – preguntó D”s al Satán.
-“He explorado toda la tierra y no he encontrado tal como Tu sirviente Avraham…”.
-“¿Has visto a mi fiel sirviente Iyov? – aún mantiene su integridad a pesar de haber sido acusado en vano por ti” – respondió D”s.
-“Sin embargo, el hombre haría cualquier cosa por su ser, pues si lo hubieras herido a él, ya Te hubiera maldecido…” – respondió.
-“Pues haz con él lo que desees, pero no le quites la vida” – determinó esta vez D”s.

En esta oportunidad, Iyov padeció los peores males que se puede concebir. Estuvo cubierto por una terrible lepra.
Ahora la esposa fue quien le reprochó, sumándose ella a su tortura: “¿aún sostienes tu fe? – ¡maldice a D”s y muere!” (= reza a D”s que se lleve tu alma antes que llegues a injuriar, para que mueras limpio y sin pecado”).
Sin embargo, Iyov respondió: “no debes hablar de este modo: ¿acaso hemos de aceptar de D”s el bien – y no el mal?”. Y aun así no blasfemó con sus labios.
Los Sabios agregan que Iyov no blasfemó verbalmente (“con sus labios”), pero sostuvo pensamientos inadecuados en su corazón: si D”s sabe e interviene en lo que sucede en este mundo – ¡¿cómo podía haberle ocurrido semejante injusticia?”.

Sus compañeros
Los compañeros de Iyov, Elifaz, Bildad y Tzofar – aun estando a una enorme distancia uno del otro (pues los verdaderos amigos se enteran providencialmente de lo que aqueja a su camarada) – se informaron de su aflicción y acudieron de inmediato para socorrerlo y consolarlo.
Al verlo – Iyov estaba irreconocible – desgarraron también ellos sus vestimentas y se sentaron en duelo durante siete días.

El profeta Iejezkel (14:14) nombra a Iyov entre los tres Tzadikim más importantes del mundo: Noaj, Daniel y el propio Iyov. ¿Qué tienen ellos en común?
Del mismo modo que Noaj vio el mundo totalmente desarrollado, luego destruido por el diluvio y más tarde vuelto a construir, y así como Daniel vivió con el pueblo de Israel antes del exilio a Bavel, luego la destrucción del Bet HaMikdash y más tarde su reconstrucción – así también Iyov vivió su primera época de abundancia, su posterior caída – y ulteriormente su rehabilitación personal (Rash”í).
El Talmud (Sotá 27:) también nos enseña que Iyov servía a D”s por amor (y no por temor al castigo), tal como él mismo dice que aun si D”s exigiera su vida – estaría dispuesto a darla por Él (Iyov 13:15).

Sin embargo, más tarde, cuando D”s le mandó los padecimientos inconcebibles, maldijo el día en que había nacido y la vida misma. Tan convencido estaba de su propia inocencia, que ni siquiera rezó a D”s para que le quite el dolor que sufría.
Iyov debía aún aprender que existe el concepto de “tormentos de amor”.

¿Fueron efectivamente suplicios de punición por sus acciones – o estuvo expuesto a una prueba?
Rav Jaim Shmuelevitz sz”l (5733:5) explica por un lado, que se entiende que las desgracias de Iyov se debieron a haber callado (cuando fue consejero del Faraón) por los desalmados decretos en contra de los hebreos (si bien Iyov podría argumentar que “no hubiese servido absolutamente nada el haber protestado”. No hubiese podido permanecer en silencio si realmente estaba dolido por la suerte de los hebreos). El castigo correspondiente, entonces, sería sufrir como ellos.
Por otro lado, claramente se infiere del texto de Iyov, que estuvo siendo puesto a prueba.
La respuesta, entonces, debe ser una combinación de ambos – el castigo y la prueba.

La mayor parte del libro refleja las discusiones que tuvo con los amigos que lo visitaron en sus peores momentos de angustia.
(Iyov) -“(D”s) – has creado el Gan Eden y el Guehinam – a los justos y a los malvados. Están todos en Tus manos. ¡¿No están, acaso, destinados a ser como son – al igual que el toro que nace apto para su consumo y el burro que no lo es?!”.
(Compañeros) – “del mismo modo en que D”s creó la inclinación hacia el mal, también legó la Torá como antídoto”.

Los Sabios reprochan a Iyov por interpretar en sus palabras el hecho de hablar con D”s como si fuera un compañero, por dirigirse a D”s con sermones y por cuestionar la resurrección de los muertos.
En sus momentos de desdicha, Iyov llegó a suponer, equivocadamente, que la Providencia Di-vina – dada la magnificencia infinita de D”s frente a la pequeñez del hombre – no protege a cada ser en particular, sino a la especie humana en su totalidad (Ramba”n 3:1). Esto podría justificar – a su modo de entender – el tormento “arbitrario” al que estaba siendo sometido.
Sin embargo, D”s le demostró lo contrario, como seguidamente veremos.

(Iyov a D”s) – “¡¿Quizás ha sucedido un error por causa de una tormenta y se ha confundido el nombre Iyov con Oiev (= enemigo; en hebreo solo se cambia de lugar una letra – Iyov 13:24)?!”
D”s también respondió de modo “tormentoso”:
¡¿Dónde estuviste cuando establecí la tierra (Iyov 38:4)?! ¿Qué conocimiento tienes, acaso, del pasado y del futuro (como para emitir un juicio idóneo)?
El Talmud se explaya sobre estas frases:
(D”s) “Muchos pelos posee cada ser humano, y para cada uno He creado un folículo independiente, pues si dos pelos se nutrieran del mismo conducto, llegarían a ensombrecer la visión del hombre…”
“Entre un folículo y otro, no Me confundo – ¡¿y entre Iyov y Oiev sí Me equivoqué?!

“Muchas gotas He creado en las nubes, y para cada una He creado un canal independiente, pues si dos gotas salieran por el mismo cauce, enlodarían la tierra…”
“Entre un canal y otro, no Me confundí – ¡¿y entre Iyov y Oiev sí Me equivoqué?!

“Muchos truenos He creado en las nubes, y para cada uno He creado un sendero propio, pues si dos estruendos recorrieran el mismo camino, destruirían el mundo…”
“Entre un trueno y otro, no Me he confundido – ¡¿y entre Iyov y Oiev sí Me equivoqué?!

O sea: contrariamente a lo creído por Iyov, la Providencia Di-vina acompaña a cada ser en particular, en cada momento y en cada acción. (El Talmud sigue ofreciendo argumentos similares basados en los pasajes de Iyov).
A pesar de sus expresiones punzantes, Iyov no fue sancionado, pues “no se imputa a la persona por sus expresiones en momentos de extremo padecimiento” (Bavá Batra 16:).

Cómo no hablar con alguien que sufre
Los compañeros insistieron en que, sin duda, Iyov debía haber cometido alguna trasgresión, pues si D”s lo había castigado “por algo será – D”s jamás sanciona si no hay un motivo válido para hacerlo” (Iyov 4:7).
No se debe hablar de este modo: los Sabios, cuando nos enseñan acerca de la prohibición de causar dolor con palabras (Ona’at Dvarim), nos advierten que no debemos expresarnos del modo en que se manifestaron los compañeros con Iyov (Bavá Metziá 58:).

Sin embargo, los compañeros de Iyov estaban equivocados. Iyov no había cometido pecado alguno que justificara tanto suplicio. Es más, a última hora, ellos fueron disciplinados por sospechar de Iyov – el siervo del Creador – en su intento de defender la Justicia de D”s (Iyov 42:7).
El terrible tormento de Iyov duró 12 meses (Eduiot 2:10). Finalmente, D”s restituyó a Iyov toda su pérdida, y vivió muchos años de felicidad.

Todos los seres humanos padecemos – de una manera u otra – distintos males de la forma más variada.
En nombre del Gaón de Vilna dicen que la persona debe tener en cuenta varias consideraciones por las cuales no hay que quejarse por los infortunios que le suceden – a partir de las palabras de Iyov:
• Nacemos sin posesiones (desnudos). Todo lo que se suma a la persona, puede – o no – estar.
• Nos vamos de este mundo sin nada en la mano. No debe angustiarse la persona por pérdidas transitorias.
• Aunque aparentemente el éxito propio es fruto de la labor individual, no deja de ser producto de la Asistencia Di-vina (D”s suministra…).
• Nuestras privaciones, que parecieran ser provocadas por “culpa” de terceros, no dejan de estar originadas también en la Voluntad de D”s (…y D”s lleva…).

Ante el elemento más incomprensible de la existencia humana, los Anshei Kneset haGdolá nos legaron el texto que nos permite penetrar en las incógnitas más profundas de la vida.

Retornando a Israel, Ezra y Nejemia
RETORNANDO A ISRAEL
Ya habían transcurrido cincuenta y dos años desde que el grueso del pueblo de Iehudá había sido exiliado a Bavel después de ser destruido el Templo de Ierushalaim. Algunos de ellos – los sabios y líderes del pueblo – incluso ya se hallaban en Bavel desde once años antes, pues habían sido desterrados de su tierra por Nevujadnetzar quien, como vimos, inicialmente intentó despojar a los judíos de sus guías espirituales.

Mucho había acontecido en esos tormentosos años.
Al comienzo, padecieron las peripecias normales de todos aquellos que deben aclimatarse a un ambiente nuevo. En el caso de los judíos, que jamás habían conocido antes una vida distinta a aquella que gira alrededor de sus obligaciones rituales y morales – aun cuando parte del pueblo las desoyera – la aclimatación a Bavel fue difícil, sumándose a esa dificultad la humillación de la que eran objeto a manos del rey Nevujadnetzar, que siguió hostigando al pueblo de Iehudá ahora en su propio país.

Al morir Nevujadnetzar – 26 años después de la destrucción del Bet HaMikdash, le sucedió su hijo Evil Merodaj, quien, como dijimos más arriba, tuvo una actitud más tolerante hacia los judíos. Incluso liberó a los reyes de Iehudá que habían quedado reclusos durante todo ese tiempo: el ciego Tzidkiahu que falleció poco después, y a su sobrino Iehoiajín (Irmiahu 52:31).
D”s proveyó para que no se extinga la estirpe del rey David. Aun en cautiverio, la esposa de Iehoiajín dio a luz un hijo: Shaltiel, quien sería el padre de Zerubavel.
También concluyó el reino de Evil Merodaj – 23 años más tarde, y le sucedió Beltshatzar como rey. Este revirtió a los malos tratos hacia sus súbditos judíos, pero – sin que él lo supiera – sus días estaban contados.
Estupor en palacio
En el tercer año de su reinado, Beltshatzar, calculando que D”s había abandonado a los judíos a su suerte definitivamente y que ya no serían redimidos, organizó un gran banquete en el que utilizó – por primera vez desde la destrucción – los utensilios pertenecientes al Bet haMikdash que habían permanecido en los tesoros del reino, ¡para su orgía vulgar! (En aquella época aun los gentiles entendían que una fiesta mixta de hombres y mujeres conlleva al libertinaje, como bien se ve en el banquete organizado posteriormente por Ajashverosh, quien estableció la fiesta de mujeres en un sitio distinto. Pero Beltshatzar quería afrentar a D”s y rompió aun aquella regla moral…).

En aquel momento, Beltshatzar estaba siendo acosado por Dariavesh y Koresh. Puesto que recientemente estos reyes se habían retirado de luchar contra la capital Bavel, en lo que parecía ser una señal de retroceso, Beltshatzar interpretó la situación como una victoria, y esto le dio aun más motivo de festejo.

En medio del festín sucedió algo inédito: una mano misteriosa comenzó a escribir en la pared. Todos los presentes quedaron atónitos por la señal que no sabían descifrar.
El rey mandó llamar a sus hechiceros e intérpretes, pero estos no sabían revelarle lo que estaba escrito, a pesar de la suculenta y tentadora recompensa que el monarca había prometido para quien pudiera auxiliarlo en esa tenebrosa coyuntura.
Según algunas referencias, las letras hebreas estaban escritas en un alfabeto que desconocían. Otros entienden que las palabras estaban ordenadas de modo cruzado, lo que complicaba aun más su descifrado.

Finalmente – a instancias de la reina – llamaron a Daniel, que oportunamente ya había dilucidado varios sueños a Nevujadnetzar. Daniel hizo saber a Beltshatzar, que el reino que él había heredado del poderoso Nevujadnetzar, al igual que su predecesor, lo perdería a causa de su vanidad.
En relación al premio ofrecido, de inmediato lo rechazó. Y respecto a lo que la inscripción Di-vina significaba: “Mené, Mené, tekel ufarsín”, explicó: “D”s ha computado tu reino – y se ha terminado, tus acciones fueron sopesadas y encontradas faltas de mérito – y tu monarquía se ha quebrado y entregado a manos de los medos y persas” (Daniel 5:25). Aquella misma noche atacaron y dieron muerte a Beltshatzar.

Nuevos aires
Luego gobernó Dariavesh el medo por un año y le siguió Koresh. Este último de inmediato declaró:
“Todos los reinos de la tierra me ha confiado el D”s Todopoderoso, y Él me ha encargado construirLe un Templo en Ierushalaim. Quien lo desee de entre Ustedes, Su pueblo (los judíos), que ascienda a Ierushalaim, y construya la Casa de D”s en Ierushalaim. Y todos aquellos que se queden en sus lugares, podrán aportar con plata y oro, con bienes y animales, como donación a la Casa de D”s…” (Ezrá 1:2-4). El rey, además, devolvió los utensilios e instrumentos saqueados por Nevujadnetzar para que fueran utilizados en el Templo a construirse (Ezrá 1:7).

Uno hubiera esperado que todos los judíos de Bavel aprovecharan de modo entusiasta esta oportunidad (amparada por el rey!) y emprendieran viaje. Sin embargo, solamente un segmento de ellos se valió de la opción. Recordemos que ya se hallaban asentados en Bavel hacía varias décadas, y que su tierra natal estaba parcialmente desolada, y – donde sí estaba poblada – sus habitantes no estarían muy conformes de recibirlos – como la realidad terminó por demostrar.
Regreso al hogar
Cuarenta y dos mil trescientos sesenta judíos volvieron a Iehudá bajo el liderazgo de Zerubavel. Junto a él se encontraban Iehoshúa ben Iehotzadak (quien se convertiría en el Cohen Gadol), y los profetas Jagai y Zejariá ben Idó.

En su marcha fueron acompañados por soldados persas que debían protegerlos de posibles atacantes.
Efectivamente, no les esperó una vida fácil. Sin embargo, calurosamente se prepararon para reedificar el destruido Bet haMikdash en el mismo sitio en el que había estado erigido anteriormente.
Cuando colocaban los cimientos para la construcción, los jóvenes demostraban su júbilo, mientras que los ancianos – que recordaban el esplendor y gloria espiritual del anterior Bet haMikdash, que ya no se manifestaría en el nuevo alzamiento – lloraban: el 2º Templo no tendría las Lujot (Tablas de la Ley), ni la Kedushá del anterior.
A pesar que el Bet haMikdash era aún no más que un plan, los profetas indicaron que podían montar un Mizbeaj (altar) para traer sobre él los Korbanot que correspondían.

Inconvenientes y peligros
Los habitantes que moraban en la Tierra de Israel eran Cutim (samaritanos), descendientes de aquellos que habían sido instalados por Sanjeriv, el rey asirio, que había previamente erradicado a las diez tribus de Israel que vivían en el norte del país. Inicialmente se ofrecieron a los judíos a participar de la edificación del Bet haMikdash, pero los retornantes, al percibir que se trataba de una perfidia, los rechazaron (Ezrá 4:3).

Esto enfureció a los samaritanos, y consecuentemente cambiaron su estrategia: enviaron al rey persa una misiva en la que acusaban a los judíos de rebeldes. El Bet haMikdash que estaban construyendo dentro de una ciudad amurallada – según su delación – serviría como base para repetir las insurrecciones. Sus habitantes se abstendrían de pagar los impuestos y los tributos.
Si el rey analizaba los archivos de los reyes que le antecedieron – argumentaron – encontraría que precisamente esta situación había provocado en el pasado que la ciudad fuese destruida (Ezrá 4:13). De permitirse que la situación prosiguiera así, correría riesgo el propio imperio.

El rey aceptó como veraz lo confabulado por los samaritanos. De inmediato envió un bando real en el que ordenaba detener la continuación de la obra. En este estado quedaron las cosas por mucho tiempo. Después de Koresh, gobernó Ajashverosh, a quien conocemos por la famosa historia de Purim. Él también mantuvo en pie la prohibición de proseguir con la construcción (cuando Esther se presentó a hacerle un pedido aun corriendo riesgo su vida, respondió que le permitiría “hasta la mitad de su reino”, o sea: cualquier cosa – menos aquello que estaba justo en medio de su imperio y que haría temblar su trono: la reconstrucción del Bet haMikdash – Meguilat Esther 5:3).

Los Sabios denominan a esta época de la historia “Galut Madai” (exilio persa), pues como bien vemos, se presentaron todos los síntomas del exilio que la Torá describe (al margen del paralelo intento de Hamán de aniquilar al pueblo de Israel).

Otra esperanza
Recién con Dariavesh el persa, hijo de Ajashverosh (que no es el mismo que Dariavesh el medo mencionado anteriormente), se reinició la obra en el segundo año de su gobierno. Aun sin permiso real, los profetas instaron a los judíos a retomar el proyecto abandonado. Jagai hizo saber al pueblo que su crítico estado económico – que aparentemente carecía de la bendición Di-vina, se debía a que no tenían un Bet haMikdash (Jagai 1:9). A fin de que no despreciaran la oportunidad, Jagai les vaticinó que “la gloria de este nuevo Bet haMikdash sería superior al anterior” (Los Sabios del Talmud – Bava Batra 3. – debaten si esto se refiere a que el 2º Templo se sostuvo más años que el primero – 420 frente a 410, o si se refiere a las dimensiones del 2º que superaron a las del 1º).
A pesar de que la iniciativa de los profetas los podía enfrentar nuevamente con sus vecinos, Zerubavel y Iehoshúa, el Cohen Gadol, se pusieron a trabajar.

Los vecinos samaritanos no se detuvieron ante esta nueva instancia, e intentaron nuevamente interceder ante el rey para que interrumpiera la construcción. Sin embargo, en esta ocasión no tuvieron éxito. Los judíos también enviaron su escrito al rey, recordándole que en los anales de Persia estaba claramente asentado el permiso de Koresh para reconstruir el Templo. Asimismo, estaba afirmada su participación con la devolución de los objetos pertenecientes al Bet haMikdash (Ezrá 5:14).

Así fue que pronto salió el edicto que permitía terminar la construcción.
Esto sucedió a los 18 años de estar nuevamente asentados en Iehudá.
Ezrá haSofer (el escriba) recién llegó a la tierra de Israel cinco años más tarde. ¿Por qué se demoró Ezrá en retornar?
Ezrá no quiso abandonar a su anciano maestro, Baruj ben Neriá, mientras este vivía (Meguilá 16.). Baruj ben Neriá, a su vez, recordemos, había sido alumno del profeta Irmiahu.
Llegado el momento, Ezrá ascendió a Israel con 1.496 judíos adicionales.
En vista del estado espiritual en el que se encontraban los judíos, que era muy pobre, Ezrá se dedicó de inmediato a fortalecerlos con el estudio intenso y vivificante de la Torá.
Situación social y moral en la Tierra de Israel
¿Por qué había caído el nivel moral de los judíos?
Los persas, aparte de impedir el progreso de la construcción del Templo, negaron el permiso a los judíos para que sigan emigrando hacia Iehudá. De ese modo, sin refuerzos de Bavel, cortados los lazos que los unían a sus hermanos que habían quedado en el “viejo país” y acechados continuamente por vecinos que no querían que prosperasen en Israel, la voluntad y el compromiso espiritual de la población en general se debilitó.

Entre las mayores tragedias espirituales con las que se encontró Ezrá, estaba la consabida situación de las uniones matrimoniales con personas de otros pueblos.
Tanto se había entendido ese mal, que hasta en las familias más consustanciadas, había casos de “casamientos mixtos”. Entre ellas, se encontraba el propio Iehoshúa ben Iehotzadak (el Cohen Gadol…, y Zejariá 3:1).
Cuando Ezrá escuchó la terrible situación moral del pueblo, desgarró sus ropas, ayunó, comenzó a sostener un profundo duelo y rezó a D”s por Su asistencia para erradicar el mal de entre el pueblo (Ezrá 9:3).

Al ver los ancianos y los dirigentes la reacción de Ezrá, de inmediato propusieron corregir su realidad.
Convocaron a todo el pueblo para que se presente en los próximos tres días. La escena fue muy fuerte, pero el resultado fue que se separaron todos y cada uno de las mujeres no-judías que habían tomado.

En la profecía de Zejariá que mencionamos, se le hacía cargo en las esferas celestiales al Cohen Gadol por haber permanecido silencioso mientras ocurría aquel flagelo entre sus propios hijos. El “acusador” quería destituir al sacerdote de su cargo por ese motivo.
Sin embargo, D”s le permitió una nueva oportunidad: “Vístanle prendas nuevas” para que sus hijos puedan rectificar el mal.
¿Por qué se le dio esta anuencia especial?
Porque era un “leño salvado de las llamas” (Zejariá 3:2).

Después de arrojar a Jananiá, Mishael y Azariá a la hoguera por negarse a inclinarse ante la imagen creada por Nevujadnetzar (Daniel 3:19), dos hombres pecadores y profetas falsos se enfrentaron a Nevujadnetzar. Sospechando de su falacia, éste determinó probarlos exponiéndolos a la misma suerte que los tres Tzadikim anteriores. Ante el inminente peligro, ellos pidieron ser acompañados por un tercero que resultó ser el propio Iehoshúa (pensaron que se salvarían por su mérito, pero eso no sucedió – Sanhedrin 93.)… Sólo Iehoshúa se salvó (de allí lo de “leño salvado de las llamas”).

Epílogo triunfal
Ezrá fue acompañado luego por Nejemiá, un alto funcionario de la corte persa, que pidió permiso para auxiliar a sus hermanos en Iehudá. Así fue que Nejemiá fortaleció las murallas de Ierushalaim.
La tarea recién había comenzado. Ezrá y sus compañeros debieron luchar valientemente para reestablecer al pueblo de Iehudá en su tierra, pero sin claudicar a ninguno de los preceptos de la Torá, aun bajo las amenazas de los vecinos y las presiones internas.
Con ellos se terminaría el período de la profecía para el pueblo y en su conjunto establecieron una Gran Asamblea que los secundaría en el futuro.

La gran asamblea y los caminos elegidos para la supervivencia del pueblo de Israel
LA GRAN ASAMBLEA
“Moshé recibió la Torá en Sinaí, la entregó a Iehoshúa, Iehoshúa a los Ancianos, los Ancianos a los profetas. Ellos la entregaron a los Anshei Kneset haGdolá…” (Pirkei Avot 1:1). Con estas famosas palabras, los Sabios prologaron el tratado de las máximas de conducta judía.
Ubicación histórica
Junto a Zerubavel y Ezrá haSofer se hallaban los últimos profetas, y en conjunto instauraron aquella Gran Asamblea que haría renacer la vida judía en la Tierra de Israel. Ellos concluyeron la construcción del 2º Bet haMikdash e inauguraron aquel período de la historia, que contaría con el Templo durante 420 años – hasta finalmente ser destruido por los romanos.
La tarea de este cuerpo se desarrolló durante aproximadamente 40 años. Shimón haTzadik (el Justo), quien secundó a Ezrá como Cohen Gadol y líder del pueblo, perteneció a los “postímeros” de esa Asamblea (vivió en la era en que los griegos al mando de Alejandro Magno vencieron a los persas modificando el orden político mundial) – y, en materia de estudio y Halajá, lo sucedieron las “parejas” de Rabinos que sucesivamente ocuparon los cargos más jerárquicos del Sanhedrín.
Magnos, en todo el sentido de la palabra
Antes de proseguir con la historia, debemos explicar a qué se debe la denominación tan distinguida que llevó esta “Gran Asamblea”.
Al comienzo de la Amidá diaria nos dirigimos a D”s expresando los célebres adjetivos de Moshé (Dvarim 10:17): “D”s Grande, Poderoso y Reverenciado”.
Más tarde, el profeta Irmiahu (32:17) al ver cómo Ierushalaim estaba por caer en manos enemigas “obvió” el término “Reverenciado” de esta frase, pues sentía que esa temibilidad no era manifiesta en aquellas circunstancias trágicas (los profetas no contradicen a Moshé, sino que se remitieron a describir la realidad que veían, pues todas sus palabras se limitan a la verdad).
Por su lado, Daniel (9:4) obvió el concepto de “Poderoso”, al ver cómo los gentiles sometían a los judíos – sin que D”s interviniera en su favor.
Los Anshéi Kneset haGdolá determinaron que precisamente es el “Poder” y “Reverencia a Él” como atributos de D”s, los que permiten: que Él presencie la destrucción de Su santuario y no necesite “reaccionar” (lo cual sería imposible para un ser humano) y ¡¿acaso – cómo podría mantenerse en vida una oveja (Israel) rodeada por 70 lobos (las otras naciones) – si no fuera por Su intervención Poderosa?! En las palabras del Talmud (Iomá 63:) los hombres de la Gran Asamblea “devolvieron la corona (la comprensión de la Gloria de D”s) a su lugar apropiado”.

Como veremos, este período marca claramente la diferencia entre el “antes” y el “después”.
¿Por qué?
La situación por la que ellos atravesaban fue la del fin de la era de la profecía. Entre ellos estaban Jagai, Zejariá y Malají. Esto significaba que ya no se sumaría nada al TaNa”J, al que ellos le pondrían la última impronta profética: ¡Tamaña tarea!

Pero Ezrá no era un profeta común: el Talmud (Sanhedrin 21:) dice que “Ezrá merecía que la Torá fuese entregada por él – de no haberlo antecedido Moshé”.
Sobre sus hombros recayó la conducción del pueblo y todas las extraordinarias decisiones históricas a tomar (Sucá 20.).

¿Quiénes eran los demás miembros de la Gran Asamblea?
No sabemos todos sus nombres, pero sí algunos de ellos: Los tres profetas que acabamos de mencionar; más Mordejai (el de Meguilat Esther), Zerubavel, y los propios Ezrá y Nejemiá.
En realidad un Sanhedrín debe tener al menos 71 integrantes. Esto lo aprendemos de la Torá, cuando Moshé recibió la orden de reunir setenta venerables Ancianos que lo secunden y acompañen en su tarea de guiar al pueblo (Bamidbar 11:16). Sin embargo, el número puede ser mayor, y en este caso contó con 120 miembros (Meguilá 17:).
Labor fecunda
Juntos, terminaron de redactar el libro de Iejezkel, los “Doce Profetas” (más breves), el libro Daniel y la conocida Meguilat Esther (Bavá Batrá 15.).
En parte, el motivo de la necesidad de su intervención en las profecías que los predataban, fue que las profecías anteriores que fueron obtenidas fuera de Israel no revestían el mismo calibre profético, y requerían ser refrendadas en el marco de la santidad de la Tierra de Israel, en la que en la actualidad se encontraban los Sabios.
Asimismo, el libro Iejezkel presentaba ciertas aparentes contradicciones con la Torá (lo cual obviamente no sería posible ni aceptable, pues la Torá es perfecta y ningún profeta puede agregar o sustraer un ápice de ella). Todas estas “contradicciones” fueron luego resueltas (Shabat 13:) en el marco de la correcta comprensión de sus también sagradas palabras.
Nada de lo que se decidió en aquella coyuntura – o en cualquier otra – podría innovar o sumar absolutamente nada a la Torá mediante la profecía, pues las Mitzvot fueron entregadas al pueblo de Israel únicamente a través de Moshé. A partir de ese momento “ningún profeta puede introducir algo en ella” (Shabat 104.).

La reina Esther y Mordejai habían solicitado que también su memorable Meguilá sea incluida en el TaNa”J. También esto fue tema de debate, pues su inclusión podría provocar fastidio con las demás naciones (Meguilá 7.). No obstante, tanto en este caso como en relación a Kohelet, la conclusión del Talmud es que fueron escritas con “Ruaj haKodesh” (Espíritu Di-vino).

También hubo discusiones acerca de las palabras de Kohelet, pero fue incluido pues comienza y culmina con palabras de Torá: al principio nos enseña que solo el estudio de Torá “trasciende el sol”, mientras que el final nos dice que habiendo considerado todas las alternativas de vida, “solo se debe temer al Creador” (Shabat 30:).

En todas las decisiones, tuvieron Asistencia Di-vina que los respaldó y les permitió tener la certeza de que lo que estaban decidiendo contaba con el aval de HaShem. De otro modo, hubiesen desistido de tomar tamañas decisiones.

Los Anshei Kneset haGdolá, instituyeron que se acepte la obligación de separar el Ma’aser (diezmo) de toda la fruta crecida en Israel aun cuando no existía tal obligación desde su aspecto bíblico. También en este caso recibieron una demostración de la conformidad de D”s, pues no solo las personas presentes firmaron su resolución sino que fue sellado milagrosamente por una Fuerza Celestial (Midrash Rabá, Ruth 4).
Decisiones de consecuencias trascendentales
Un aspecto adicional de la vida, que requería una urgente disposición y formalidad, era la Tefilá diaria de los judíos. No es porque antes los judíos no hubieran rezado. Solo que hasta aquel momento, cada persona ordenaba sus Tefilot de acuerdo a su entendimiento personal. Pero, con el descenso espiritual de las generaciones, el sentido de las oraciones requeriría un esquema fijo.
Los humanos tenemos la tendencia a rezar por aquello que sentimos carecer, o que sospechamos que podemos llegar a necesitar. Pero nos cuesta extraernos de nuestras necesidades personales para sentir las penurias ajenas y los menesteres colectivos. Asimismo, es difícil reconocer que lo que sí creemos tener en el momento – también lo debemos a la Gracia Di-vina que nos acompaña y protege, y que, por lo tanto, debemos solicitar que esta Merced nos siga protegiendo.
En el texto de las Tefilot – en particular en la Amidá (Shmoné Esré), los Anshei Kneset haGdolá introdujeron y encapsularon todo lo que se puede requerir, de la manera más perfecta e íntegra, permitiendo así que la persona comprenda la amplitud de sus menesteres aunque – por su visión limitada personal – no los “sufra” como una urgencia inmediata (esto, no obstante, permite que el individuo agregue alguna plegaria personal en ciertos puntos de la Tefilá).
Es así que el Talmud (Brajot 33.) dice que “ellos establecieron para Israel el orden de las bendiciones, plegarias, Kedushot y Havdalá”.
Además, Ezrá fijó más normas que hoy son ley (Bavá Kamá 82.), entre ellas la de leer la Torá los lunes, jueves y Shabat a la tarde en Minjá.
Desafíos inmensos
Otro de los desafíos con los que Los Anshei Kneset haGdolá se enfrentaron, fue la consternación y el abatimiento por reconocer que los factores que habían destruido el primer Bet haMikdash (entre ellos la idolatría) aún estaban presentes entre ellos, con el obvio riesgo de que terminaría por corroer aquello que ellos estaban intentando reedificar.

El Talmud (Sanhedrin 64.) cuenta que excepcionalmente invocaron el Nombre de D”s – que habitualmente solo se pronuncia en la Azará (explanada del Bet haMikdash) – y clamaron pues “aquello que había devastado el primer templo, provocando la pérdida de los Tzadikim y desterrando al pueblo, aún “baila” entre nosotros. ¡¿Por qué – acaso – D”s había introducido tan intensamente la mala inclinación en el hombre… – no era para que (al vencerla) se merezca una mayor recompensa?!
Pues, al sentir que carecemos de la fuerza necesaria para vencer esa disposición ¡preferimos anularla y disminuir la recompensa!”.

Desde las Alturas se dio una señal con un Escrito Celestial que decía “Emet” (= verdad, D”s consentía con su propósito). Después de un ayuno de tres días “dominaron” a aquel Ietzer haRá, y prácticamente lo anularon.
Al estudiar el TaNa”J, uno se sorprende por la constancia del apego de la gente hacia el flagelo de la idolatría. ¡¿Cómo podía ser que alternadamente los hebreos copiaban las costumbres paganas de los vecinos – aun después de habérseles mostrado reiteradamente lo infructuoso de aquella práctica?!
Efectivamente, desde nuestra visión llama poderosamente la atención que los antepasados – siendo más espirituales que nosotros – hubieran caído ante tal seducción. Sin embargo, al leer el episodio del Talmud que acabamos de describir, entenderemos que jamás llegaremos a comprender la magnitud de la tentación a la que estuvieron expuestos en otras épocas.

Al reconocer que D”s había aprobado su gestión por amainar la intensidad del empuje hacia la idolatría, intentaron hacer lo mismo en lo concerniente a la promiscuidad, anulando el estímulo erótico de la creación. Sin embargo, D”s les hizo saber que el mundo no puede funcionar sin aquella naturaleza. Los Sabios supieron que tampoco podrían suprimir el impulso hacia el adulterio, sin abolir la atracción hacia las relaciones conyugales que son lícitas, adecuadas y vitales.
Por lo tanto, pidieron que – al menos – no hubiese la misma gravitación hacia el incesto (con parientes) que había habido antes – y esto sí se les concedió.

Nejemiá completó y reforzó las murallas, de Ierushalaim en pocas semanas (Nejemiá 6:15) trabajando de sol a sol. Tampoco esto fue una tarea fácil, pues mientras levantaban las murallas debían defenderse de los constantes ataques de los enemigos, que no hicieron las paces ante el hecho de la vuelta de los judíos a su tierra ancestral (Nejemiá 4:11).
Aun así, el 2º Bet haMikdash no contó con el mismo nivel de claridad de la Presencia Di-vina que había tenido el primero, pues no todos los judíos volvieron a Eretz Israel.
La toma de compromiso
Asimismo, Ezrá y Nejemiá se vieron en la obligación de convocar al pueblo para comprometerlos a ser fieles a las leyes de la Torá, y después de escuchar sus palabras y sus súplicas (algunas de las cuales repetimos todos los días en nuestras Tefilot), los presentes confirmaron su adhesión firmando su asentimiento a lo que se obligaban (Nejemiá 10:1).
Para que la gestión de Ezrá y Nejemiá prosperara, fue indispensable que el pueblo acatara lo que sus Jajamim decían. La Torá así lo ordena (Dvarim 17:10) “y cuidarás de cumplir en todo lo que instruyan”.
En Meguilat Esther (9:27) se hace mención a la aceptación de los ayunos (en recuerdo a la destrucción del Bet haMikdash), como así también de las leyes de Purim (insinuando también allí la anuencia Di-vina a dichas leyes).

El esfuerzo realizado por los Sabios de esta época en términos de sentar las bases de la nueva colonia de judíos en Eretz Israel sobre pilares fuertes y estables, permitió que más tarde los descendientes pudieran resistir los avatares de la asimilación, que estaría siempre acechando para hacerlos caer. En su actitud inconmovible, se inspiraron los Jashmonaim que lucharon contra los griegos y judíos helenistas.
Luego, y aun cuando los romanos y cristianos diseminaron y persiguieron al pueblo judío por todos los confines del planeta – hasta el día de hoy – la nación se mantuvo íntegra.
Aun sin profecía, y bajo el pesado y cruel yugo de las naciones, aquella visión aguda y previsora de los Anshei Kneset haGdolá, reglamentó la vida de los judíos conduciéndolos por los carriles más idóneos hasta el presente.

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