Cuentos que inspiran Mishna y el Talmud

Cuentos de los sabios de la Mishna y el Talmud

Rabí Eliezer ben Horkenus
Rabí Eliezer ben Horkenus, fue uno de los más grandes sabios que tuvo el pueblo de Israel en todas las épocas.
Cuando era joven sin embargo, jamás había podido estudiar nada de Torá. Ni siquiera sabía decir el “Shma Israel”, el “Birkat Hamazón”, ni ninguna otro rezo.
El era un jóven grande y fuerte, y todos los días salía a arar los campos de su padre.
Sus hermanos araban la tierra de la planicie, donde ésta era llana y blanda, mientras que él lo hacía en la montaña donde ésta era dura y rocosa.
Un día, Eliezer se sentó en su casa y se puso a llorar.
Vino su padre y le preguntó: ¿Por qué lloras Eliezer? ¿Es acaso porque tus hermanos aran la tierra blanda mientras que tu aras la rocosa que es más difícil de arar? No llores Eliezer, a partir de ahora tu también vas a arar la tierra llana.
Eliezer comenzó a arar en la planicie, más también cuando llegaba a su casa, lloraba. Se sorprendió su padre y le preguntó: ¿Por qué lloras Eliezer? ¿Acaso es porque te di para que trabajes en la planicie?
Le dijo Eliezer: No.
Le preguntó entonces su papá: ¿Y entonces por qué lloras?
Eliezer le dijo: lloro porque quiero estudiar Torá. Si puedo arar tierra rocosa, de seguro que tengo fuerzas suficientes para también estudiar Torá.
Se rió su padre de él y le dijo: ¿Quieres estudiar Torá? ¿Un muchacho grande como tu quiere estudiar Torá? Tu ya podrías casarte. Cuando tengas hijos, llévalos a ellos al colegio para que allí estudien Torá.
Lo miro seriamente Eliézer y le dijo: ¡Me iré a Ierushaláyim y estudiaré allí Torá con Rabí Iojanán ben Zakai!
Se enojó entonces su padre y enojado le dijo: tienes que arar absolutamente todo este campo. Hasta que no termines no recibirás nada de comida.
Horkenus pensó lo siguiente: Mi hijo Eliezer trabajará tan duramente la tierra que finalmente se olvidará de sus deseos de estudiar Torá.
Sin embargo, se levanto temprano Eliezer y aró todo aquel campo. Mas cuando termino de arar no se fue a su casa para pedir comida, sino que sin esperar ni un minuto más, se dirigió caminando hacia la ciudad de Ierushaláyim. En el camino no tenía lo que comer, ni tampoco dinero para comprar comida. Cada vez que sentía hambre, se ponía tierra en su boca y la masticaba, para así evitar sentir tanto hambre.
Llegó finalmente a Ierushaláyim y entró en el Beit Midrásh donde Rabí Iojanán ben Zakai enseñaba a sus alumnos. Se sentó Eliezer en un costado y escuchó. Sin embargo, no entendía nada de lo que hablaban, pues hasta ahora nunca había estudiado Torá. Comenzó entonces a llorar. Al verlo Rabí Iojanán ben Zakai se acerco a él y le preguntó: ¿Por qué lloras hijo mío?
Eliezer le contestó: lloró porque quiero estudiar Torá y entender como el resto de los alumnos entiende.
Noto Rabí Iojanán ben Zakai que él ya era un muchacho grande y no un niño que comenzaba a estudiar, y entonces le preguntó: ¿Acaso hasta ahora nunca has estudiado la Torá?
Nunca estudie hasta ahora absolutamente nada de Torá, le contestó Eliezer.
Entonces, le dijo Rabí Iojanán ben Zakai, te enseñare el “Shmá Israel”, el “Birkat Hamazón” y la tefilá. Le enseño Rabí Iojanán ben Zakai y Eliezer aprendió con gran ahínco todo lo que él le enseñaba, repasándolo varias veces hasta haberlo aprendido correctamente. Luego le enseño Rabí Iojanán ben Zakai más palabras de la sabiduría de la Torá, repasando Eliezer todo lo que estudiaba hasta que lo sabía a la perfección.
¿Y quién le dio de comer a Eliezer? Nadie le dio de comer, y el mismo se había olvidado de que tenía hambre, de tanto que le gustaba estudiar Torá. Así pasaron ocho días.
A causa del hambre y de la tierra que había comido, comenzó a salir un desagradable olor de boca de Eliezar. Cuando Rabí Iojanán ben Zakai percibió aquello, se dio cuenta que eso se debía a que hacía mucho tiempo que no entraba nada en su boca.
Se dirigió entonces a Eliezer y le dijo: Eliezer, ¿has comido hoy? Se avergonzó Eliezer que ya hacia ocho días que no comía nada, y por vergüenza calló.
Le insinuó Rabí Iojanán ben Zakai a dos de sus alumnos que vayan en silencio a la casa donde Eliezer dormía por la noche y que le pregunten a la dueña de casa si le dieron allí de comer.
Fueron hasta allí y le preguntaron a la dueña de casa si su amigo Eliezer había comido allí.
Ella les dijo: no , pensé que comía con Rabí Iojanán ben Zakai. Sin embargo, vi que saco algo de una bolsa y lo masticó. Quizás allí hay comida. Abrieron la bolsa y vieron que allí había solamente tierra.
Regresaron al Beit Midrash y le contaron esto a Rabí Iojanán ben Zakai, quién inmediatamente llamó a Eliezer y le dijo: Eliezer hijo mío, así como salió mal olor de tu boca por no haber comido ocho días, que así te hagas un buen nombre que sea mencionado por boca de todas las personas, pues ciertamente te has de transformar en un gran sabio. A partir de ahora siempre habrás de comer en mi mesa. Se quedó Eliezer con Rabí Iojanán ben Zakai estudiando Torá día y noche, hasta que logró transformarse en un gran sabio del pueblo de Israel.
Hashem hace para bien
Todo lo que Hashem hace es para bien
Una vez, salió Rabí Akiva al camino y llevo con él a un burro, una gallina y a una candela.
¿Para qué llevó al burro? Para poder viajar sobre él cuando se canse, y también para poder colocar sobre él a sus paquetes.
¿Para qué se llevó a la gallina? Para que lo despierte a la madrugada y pueda aprovechar eficazmente su día.
¿Para qué se llevó a la candela? Para que pueda encenderla en la noche y pueda estudiar Torá a su luz.
Se levantó Rabí Akiva, rezó y salió al camino. Recorrió Rabí Akiva un largo trecho, y al hacerse la noche llegó a una ciudad donde buscó hospedaje para poder pasar allí la noche. Sin embargo, en dicha ciudad no habían hospedajes …
Pidió Rabí Akiva a las personas de la ciudad que le brinden un lugar en sus casas donde poder dormir, mas ellas le dijeron que allí no había lugar para él y que se retirase.
Quedose Rabí Akiva parado solitario en medio del frío de la noche, sin que persona alguna le ofreciera su casa para cobijarse en ella. A pesar de su incomoda situación, inmediatamente dijo Rabi Akiva: todo lo que Hashem hace, lo hace para bien. No quiso Rabí Akiva permanecer en aquella ciudad donde sus habitantes eran personas tan malvadas e inhospitalarias, y decidió retirarse al bosque donde busco un lugar debajo de un árbol para pasar allí la noche. Encendió allí su candela y le dio de comer a su gallina y a su burro.
Se sentó a la luz de la candela y se dispuso a estudiar Torá, habiéndose olvidado por completo que se hallaba sólo en medio del bosque.
De pronto, escuchó Rabí Akiva un terrible rugido y vio como un enorme león se abalanzo ferozmente sobre su burro, devorándole.
Sorprendido y atemorizado por aquel trágico suceso, de pronto se percató que apareció un gato en medio del bosque el cual atacó diestramente a su gallina devorándola. Antes de poder levantarse para ir en auxilio de su gallina, sopló un fuerte viento que apagó completamente su candela.
Increíblemente, en unos breves instantes, se quedó Rabi Akiva sin su burro, sin su gallina y sin su candela.
A pesar de todo ello, igualmente dijo Rabí Akiva: todo lo que Hashem hace lo hace para bien.
De pronto, escucho un gran ruido de gritos y alaridos provenientes de la ciudad, que hace tan solo unas horas había tenido que abandonar.
¿Qué había sucedido en la ciudad aquella noche?
A la mañana siguiente, se enteró Rabí Akiva que sus enemigos la invadieron sorpresivamente a la misma tomando como prisioneros a todos sus habitantes.
¿De que más se enteró Rabí Akiva además?
Que de camino a la ciudad habían pasado aquellas personas por el bosque al cual él se había dirigido para pasar la noche.
Dijo Rabí Akiva: ahora entiendo perfectamente todo lo que me sucedió y comprendo perfectamente que todo lo que Hashem hizo lo hizo para bien. Si el león no se hubiera comido al burro y el gato no hubiera cazado a la gallina, estos hubieran emitido sus sonidos tradicionales al percibir a personas acercándose, y sin lugar a dudas me hubieran descubierto. Respecto a la candela, si ésta no se hubiera apagado con el viento, hubiera iluminado la oscuridad en medio de la noche y ellos me hubieran tomado también a mi como prisionero.
Le agradeció Rabí Akiva a Hashem por haberle salvado tan milagrosamente su vida, y continuó con optimismo su camino recordando siempre que: todo lo que Hashem hace lo hace para bien.
Compasión por animales

Rabí Yehudá Hanasí (el príncipe), era una persona justa y santa, querida y considerada positivamente por todos. De tanto amor que le tenían, lo llamaban bajo el título de “Rabeinu Hakadosh” (nuestro sagrado rabino), o simplemente “Rabi”.
También Hashem lo apreciaba mucho, mas a pesar de ello, cuando una vez el Creador noto que Rabí Yehudá Hanasí no tuvo compasión por un animal que estaba sufriendo, hizo que Rabí Yehudá sienta inmediatamente la consecuencia por la falta de sensibilidad que en ese momento había tenido.
¿Qué fue lo que sucedió? Una vez, en un caluroso día, Rabi Yehudá Hanasí se encontraba enseñándole Torá a sus alumnos sentado afuera del Beit Hakneset. De pronto, se aparecieron unos hombres que venían de una aldea con un pequeño borrego, al cual llevaban atado de un pequeño lazo en busca de un shojet (matarife), para que éste lo mate de acuerdo a las leyes rituales del judaísmo, y así poder comérselo.
Al pasar cerca del Beit Hakneset, se escapo el borrego de su lazo y corrió hacia Rabí Yehudá Hanasí, escondiéndose sigilosamente debajo de su capota.
Comenzó a emitir lloros y quejidos, como pidiéndole a Rabí Yehudá Hanasí para que intercediera y no lo mataran. Rabi Yehudá sin embargo, no tuvo compasión de aquel borrego, lo saco de debajo de su capota y le dijo así al borrego y dirigiéndose al borrego le dijo: “¿Qué puedo hacer? Para eso fuiste creado. Las vacas y los borregos fueron creados para que los seres humanos coman su carne”.
Al ver Hashem esto se dijo para sí: “Una persona sabia y justa como Rabí Yehudá Hanasí, no debió de haber reaccionado diciéndole al borrego estas palabras. Debido a que no tuvo compasión de aquel pequeño borrego, Yo tampoco tendré compasión de él. A partir de ahora también él comenzará a tener sufrimientos …”.
Desde aquel día, empezó Rabí a padecer de fuertes dolores en sus dientes, lamentándose muchísimo a causa de ellos. Y ningún médico lograba aliviarlo, pues Hashem había decidido que así debía de ser.
Luego de algunos años, la empleada de Rabí estaba limpiando en su casa y encontró pequeños ratones recién nacidos en una de las esquinas de su casa. Eran muy pequeños y no podían escaparse de aquel lugar. Tomo la sirvienta una escoba y quiso comenzar a barrerlos para así echarlos a la calle.
Le dijo Rabí Iehuda a su empleada: “Déjalos, también ellos tienen una madre que sufrirá si no los encuentra. Está escrito en el libro de los Salmos: ‘Y su compasión es por sobre todas sus criaturas’. Hashem tiene compasión también por todas las criaturas, también por criaturas tan pequeñas como esos ratoncitos”.
Al escuchar el Creador del mundo las palabras de Rabi dijo así: “Ahora que vi como tuvo compasión por animales que las personas generalmente persiguen para matar, corresponde que también yo tenga compasión de él y deje de sufrir de sus dolores”.
A partir de ese momento, curó Hashem a Rabi Iehuda Hanasí, y ya nunca más le volvieron a doler sus dientes.

El cuerpo y el alma
El Emperador Antonino le dijo a Rabí Iehuda Hanasi: “Tanto el cuerpo como el alma se pueden liberar del Juicio Final. ¿De qué forma? El cuerpo puede alegar y decir: el alma es la que cometió las transgresiones, y la prueba es que desde el día en que ha abandonado a mi cuerpo estoy echado como una piedra sin movimiento, no pudiendo realizar ninguna de las transgresiones que antes cometía. El alma puede venir y decir: el cuerpo es el que ha cometido transgresiones, ya que desde el día en que me separé de él, vuelo en el aire libre como un pájaro, y no puedo hacer ninguna cosa mala tal como lo hacía antes”.
Le contestó Rabí Iehuda Hanasi: “Esto se puede comparar con la siguiente fábula. Un rey de carne y hueso tenía un bello jardín, y en su interior crecían higos muy apetitosos y para cuidarlos colocó a dos guardianes: uno cojo y el otro ciego. Le dijo el cojo al ciego: Yo veo unos higos muy apetitosos en el jardín. Ve y móntame sobre tus hombros, después yo los cortaré y juntos nos los comeremos.
Al cabo de unos días, llegó el dueño del jardín y les dijo: ¿Dónde están estos apetitosos higos?
Dijo el cojo: ¿Es que acaso tengo yo piernas para acercarme a ellos? Le dijo entonces el ciego: ¿Es que acaso tengo yo ojo para verlos? ¿Qué hizo el rey? Montó al cojo sobre el ciego y los juzgo cual si fueran un solo individuo”.
Así el Santo Bendito Sea su nombre, toma al alma y la coloca sobre el cuerpo y juzga a ambos como a un solo ser.
Gallinas y cabras
Una vez, viajaba una persona por el camino llevando algunas gallinas. Cuando ya fue muy pesado para él seguir cargándolas, se sentó al lado de la puerta de la casa de Rabí Janina ben Dosa y dejo allí a las gallinas. Le dijo entonces: “dejaré aquí las gallinas por algunas horas e iré a comprar algo para comer, luego volveré a buscarlas”. Se fue el hombre al negocio a comprar cosas y se olvido de sus gallinas. Durante el camino se acordó de las gallinas, mas no lograba recordar dónde las había dejado, entristeciéndose mucho a causa de ello.
Mientras tanto, las gallinas se sintieron hambrientas y comenzaron a cacarear.
Escuchó la esposa de Rabí Janina el cacareo de las gallinas y preguntó cómo habían llegado a su patio. Se acercó a la entrada de su casa y vio que habían gallinas cuyos pies estaban atados con sogas.
Fue a lo de su esposo y le contó acerca de aquel hecho.
Él le dijo entonces: de seguro que alguien las dejó aquí y no se acuerda adónde las dejó. Cuidémoslas hasta que venga el dueño a pedirlas nuevamente.
La mujer desparramo semillas para que se alimenten y colocó agua para que puedan tomar. Ellas comenzaron a dar huevos y así comenzaron a nacer pollitos. Crecieron los pollitos y se transformaron en gallinas, hasta que el patio se llenó de gallinas.
Vio Rabí Janina que era muy difícil para él mantener tantas gallinas pues era una persona muy pobre (además del hecho que ensuciaban la casa y su continuo cacareo era muy molesto). Decidió pues venderlas y comprar con dicho dinero algunas cabras, pues estas eran capaces de ir a pastar solas al bosque y también regresar solas de allí. Luego de varios años, el hombre que había perdido a las gallinas pasó por la ciudad de Rabí Janina y por su casa y se acordó que allí había dejado a sus gallinas. Se acercó a Rabí Janina y le contó la historia, y Rabí Janina le preguntó: ¿Te acuerdas del color de las plumas y de que color era la soga con que las ataste?
El señor le dijo: eran marrones las gallinas y las até con un hilo rojo. Rabí Janina, al ver que efectivamente se encontraba ante el dueño de las gallinas, lo llevó al establo y le mostró las cabras, contándole lo que había hecho.
Le devolvió sus cabras y el hombre regreso feliz a su hogar.
David el pastor
Cuando el rey David era aún un niño, pastoreaba el ganado de su padre. Cada día salía con sus ovejas y cabras al desierto, para que éstas no pastoreasen en tierras ajenas.
Observó David que las ovejas y cabras adultas y fuertes salían primero, empujando a un lado a las ovejas y cabras pequeñas y débiles, comiéndose ellas los pastos más suaves y dejando aquellos más duros para las más débiles.
Pensó David en su corazón: “no actúan correctamente las cabras y ovejas adultas. El pasto suave deberían de dejarlo para las ovejas y cabras más pequeñas, pues ellas aún no tienen dientes suficientemente fuertes como para comer de los pastos duros, y ellas, las adultas, deberían de comer de los pastos más duros pues ya tienen la fuerza para hacerlo”.
¿Que hizo entonces David? Construyo cercos para separar a las cabras y ovejas en tres grupos: pequeñas, jóvenes y adultas.
A la mañana siguiente, se levanto David de madrugada y abrió la cerca de las cabras y ovejas pequeñas, para que ellas vayan y pastoreen primero. Corrieron felices las ovejas y cabras pequeñas, comiendo de los pastos tiernos y suaves hasta que sentirse satisfechas. Luego saco David a las cabras y ovejas jóvenes y dejo que éstas coman de los pastos “intermedios” hasta sentirse satisfechas. Finalmente saco al rebaño más adulto, a aquel que era capaz de comer de los pastos más duros, y esperó a que también ellos satisfagan su apetito.
Así todos comieron sin empujarse los unos a los otros, quedando todos satisfechos y felices …
Observó el Kadósh Baruj Hu a la sabía y sensible actitud que había tenido el joven David y entonces se dijo para sí: “aquel que sabe pastorear al rebaño brindándole a cada uno lo que necesita, es la persona apropiada para pastorear a mi amado rebaño: al pueblo de Israel”.
Y fue por este motivo que nos cuenta el Midrash, que David fue elegido para ser el nuevo Rey del pueblo de Israel.

Najum Ish Gam Zu
Hace más de mil quinientos años, vivió en la tierra de Israel una persona muy justa y sabia llamada Najum Ish Gam Zu.
¿Por qué lo llamaron con el apodo de “Gam Zu”? Porque Gam Zu significa en hebreo “también eso”; y esta persona siempre decía: “también eso es para bien“, pues “todo lo que hace Hashem lo hace siempre para bien”.
Una vez, los judíos que vivían en la tierra de Israel dijeron: enviémosle un regalo al emperador de Roma, para así evitar que salga a la guerra en contra de nosotros.
Llenaron un cofre con piedras preciosas y brillantes, y lo prepararon para enviárselo al emperador de Roma.
La pregunta era: ¿Quién podría ser el emisario ideal para llevar a cabo dicha delicada tarea? ¿Quién podrá cuidar adecuadamente el cofre en su trayecto desde la tierra de Israel hasta Roma?
El camino es un camino muy peligroso, y quizás hallan piratas en el mar que intenten apoderarse del cofre. ¿Que persona confiable e inteligente podrá llevar a cabo adecuadamente esta misión?
Todos respondieron al unísono: “¡Najum Ish Gam Zu!”.
Llamaron a Najum Ish Gam Zu, y este aceptó gustosamente la misión, feliz de poder ayudar a sus hermanos judíos.
Al comenzar su camino se dijo: “también esto es para bien”.
Viajo un largo trecho en barco, y cuando descendió del barco, camino por vía terrestre durante algunas horas. Al oscurecer, decidió hospedarse en un albergue para pasar la noche.
Luego de rezar el rezo de Arvit, colocó el cofre con las piedras preciosas y los brillantes al lado de su cama, y se quedó placidamente dormido.
Al notar el dueño del albergue que su huésped tenía un cofre, sintió gran curiosidad por saber que había en su interior.
Cuando vio que aquel se había quedado profundamente dormido, entró y abrió silenciosamente el cofre. Grande fue su sorpresa al notar la enorme riqueza de su contenido.
Observo maravillado todo lo que había en él, y sin lograr contenerse, tomó las piedras preciosas que habían adentro, y en su lugar coloco piedras comunes y arena. Cerró el dueño del albergue el cofre, y tranquilamente se fue a dormir.
De madrugada, se levantó Najum Ish Gam Zu, se puso su Talit y sus Tefilin y rezó el rezo Shajarit, y tomando a su cofre se dirigió confiado al palacio del emperador. Cuando llegó ante el emperador, con gran entusiasmo le dijo: “¡Shalom mi señor emperador! He traído un bonito regalo que te envían los judíos de la tierra de Israel”.
Observo el emperador el bonito cofre, y se despertó su curiosidad por ver lo que había en su interior. Abrió la caja y ¿qué vio? Arena y piedras.
“¿Qué es esto?” preguntó el emperador, mientras su rostro se enrojecía de furia. “¿Acaso a esto ustedes llaman “un bonito regalo”? ¿Acaso falta en mi palacio piedras y arena ? Veo que los judíos quieren burlarse de mi. Los castigaré a ellos, y a aquel que trajo personalmente este regalo, lo mandaré matar de inmediato”. Najum Ish Gam Zu no temió a dicha amenaza, y con una sonrisa en sus labios se dijo para sus adentros: “también esto es para bien”.
Al observar Hashem la enorme confianza que Ish Gam Zu depositaba en las bondades del Creador, envió a Eliahu Hanaví para que vaya en su auxilio.
Apareció Eliahu Hanaví vestido como un ministro de la corte y dirigiéndose al Emperador dijo: “Señor Emperador, ¿por qué se enoja usted con los judíos? De seguro que este no es un “polvo simple”. ¿Cómo van a hacer los judíos algo que haga enojar a Su Majestad? Probablemente, este “polvo” tiene alguna cualidad especial. Tiremos un poco al aire para ver qué sucede. Quizás se transforme en espadas y en flechas para que podamos vencer a nuestros enemigos”. “Bien has hablado”, le respondió el emperador a su “supuesto” ministro. Tiraron un poco de aquel polvo al aire, y efectivamense te transformo en espadas y flechas.
Se alegró grandemente el Emperador y dirigiéndose a Najum Ish Gam Zu le dijo: “discúlpeme que me enojé con usted. En verdad me ha traído un valioso regalo. Le llenaré la caja con oro y piedras preciosas, en lugar del“polvo mágico” que me ha proporcionado. Te pido que les envíes mi más sincero agradecimiento a tus hermanos judíos de la tierra de Israel”.
Dijo entonces Najum Ish Gam Zu para sus adentros: “¿Acaso no dije que todo lo que Hashem hace lo hace para bien?”.
Y así regresó feliz y contento Najum Ish Gam Zu a la amada tierra de Israel.
Devolución de cosas perdidas
En la ciudad de Roma, vivía una reina que tenía un gran palacio y también grandes riquezas. Un día, salió la reina de viaje y en el camino perdió a todas sus joyas: un anillo lleno de brillantes, un collar de perlas y una pulsera de oro. Se apenó mucho la reina por haber perdido a sus joyas, pues éstas le eran sumamente preciadas.
Ordeno publicar un aviso en la ciudad de Roma, ofreciéndose una generosa recompensa a aquel que devuelva las joyas en menos de treinta día, advirtiéndose que si lo hacían después, dicha persona podría ser eventualmente castigada con la pena de muerte.
Espero la reina a que le devuelvan sus joyas antes de los treinta días, pero su espera fue en vano.
Llegó entonces a la ciudad de Roma, un sabio judío de nombre Rabí Shmuel Bar Susrati. En su camino a Roma, encontró a las joyas de la reina, decidiendo esperar con ellas hasta que pasen los treinta días.
Al pasar los treinta días, se presentó ante la Reina y le dijo: “Aquí estás sus joyas. Las he encontrado”.
Miró la Reina a Rabí Shmuel, e inmediatamente le preguntó: ¿Hace cuantos días estás aquí? ¿Acaso hoy has llegado a Roma?
Le contestó entonces Rabí Shmuel: He llegado a Roma hace exactamente treinta días.
¿Y por qué no te has presentado antes ante mi? ¿Acaso no escuchaste mi aviso? Inquirió la Reina.
Le contestó entonces Rabí Shmuel: Si, he escuchado su aviso. Sin embargo, si yo hubiera venido antes de los treinta días, usted hubiera pensado que yo vine porque quería recibir la recompensa, cuando en realidad, mi única intención era cumplir con la voluntad de Su majestad; pues no he venido ni por amor al premio ni por temor al castigo. Yo he devuelto sus joyas porque el Creador del mundo -Bendito Sea- nos ordenó que devolviésemos aquello que no nos pertenece …
Vio la Reina con cuanta pureza de intención había actuado Rabi Shmuel, y dirigiéndose a él le dijo: “Bendito el D-s de los judíos” cuyos hijos actúan así. Y a partir de entonces, Rabí Shmuel fue tratado con gran respeto y honor …

La creación de la mujer
Dijo el emperador a Rabán Gamliel: “Vuestro D-s es un ladrón, pues que está escrito: “D-s hizo caer sobre Adam un profundo sueño y dormido tomó una de sus costillas (Bereshit 2, 21).
La hija de Rabán Gamliel, le pidió a su papá que le permitiera contestar esta pregunta. Se dirigió entonces al Emperador y le dijo: “Facilíteme un juez pues debo investigar un delito”.
Le pregunto entonces el Emperador: “¿De qué delito se trata?”.
Le respondió entonces la hija de Rabán Gamliel: “Durante la noche han entraron ladrones en nuestra casa, se robaron un objeto de plata que nos pertenece, y en su lugar dejaron a un objeto de oro cuyo valor es infinitamente superior”.
“¡Quisiera que este ladrón me visitase todos los días!” exclamó entusiasmado el Emperador.
“¿No fue entonces una cosa maravillosa para el primer hombre, que Hashem le tomara una costilla y que en su lugar le diera a una mujer?
Dijo entonces el Emperador: “Acaso Hashem no debió de haber tomado la costilla de Adam mientras éste estaba despierto”.
La hija de Rabán Gamliel se dirigió al Emperador y le dijo: “Deme un pedazo de carne cruda”.
Inmediatamente lo trajeron. Ella coloco la carne sobre las brazas ardientes, la cocinó y se la sirvió al Emperador diciéndole “¡cómela!”.
El Emperador contesto: “me repugna”.
Ella le dijo entonces: Lo mismo hubiera ocurrido con el primer hombre, si Hashem hubiera creado a la mujer cuando Adam estaba despierto, pues él se hubiera asqueado de ella. Es por ello que la creo mientras dormía …”. (Sanhedrin 39a).
El pescador
Se cuenta que Eliahu Hanaví caminaba de un lugar a otro. Una vez se encontró con un hombre que no sabía nada de Torá ni nada de Mishná y que las personas se burlaban de él y lo ofendían.
Eliahu Hanaví le preguntó entonces a aquel señor: “Hijo mío: ¿qué le vas a responder a nuestro Padre Celestial cuando te presentes ante Él en el día del juicio?”.
Le contestó el hombre: “Rabí, yo tengo lo que responderle a mi Padre Celestial: que no he recibido la inteligencia y el entendimiento necesarios para poder estudiar.
Eliahu Hanaví le dijo entonces: “Dime una cosa hijo mío, ¿cuál es tu profesión?”
“Soy un pescador”, le contestó.
Le preguntó entonces Eliahu Hanaví: “Hijo mío, ¿quién te enseño a tomar el hilo e hilvanarlo para luego hacer las redes que tiras al mar para poder pescar?”
El pescador le contestó: “para eso si me han dado inteligencia y entendimiento”.
Le dijo entonces Eliahu Hanaví: “¿para hilvanar hilos y hacer redes te han dado inteligencia, y para estudiar la Torá, acerca de la cual está escrito “está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón está el cumplirla”, no te han dado inteligencia?”.
Comenzó el pescador a llorar y a gemir.
Le dijo entonces Eliahu Hanavi: “Que no se entristezca tu corazón ni se deprima tu alma, pues muchas son las personas en el mundo que contestan la misma respuesta en relación a su profesión … Y sin embargo, ello no les servirá de excusa cuando se presenten ante Hashem en el Día del Juicio …
El mérito de Rajel
Cuando fue destruido el primer Beit Hamikdash, y el pueblo judío fue conducido al cautiverio en Babilonia, en primer lugar se presentaron los patriarcas ante Hashem.
Comenzó Abraham Avinu a hablar ante Hashem y le dijo: Cuando tenía cien años me diste un hijo, y cuando éste llegó a la edad de treinta y siente años, me ordenaste que lo entregue en sacrificio. Fui cruel en ese momento, no tuve compasión de él, y con mis propias manos lo ate en el altar. ¿Es que acaso no tomarás la fe que puse en mi acción y no tendrás compasión de mis hijos?
Continuó Yitzjak y le dijo a Hashem: Hashem, Rey Todopoderoso: cuando mi padre me ató en el altar, yo me ofrecí voluntariamente en sacrificio, y Tú, ¿no tendrás compasión por mis hijos en mérito a mi acción?
Siguió luego Yaacov y le dijo: “Hashem, veinte años trabaje en la casa de Labán y cuando salí de allí, me encontré con Esav y éste quiso matar a mis hijos. Yo me ofrecí en lugar de ellos, y ahora mis descendientes están en manos de sus enemigos, como ganado que es llevado en sacrificio. He sufrido toda mi vida hasta la ancianidad por el bien ellos, ¿Y Tú no les tendrás compasión ?
Luego vino Moshé y dijo: “Hashem Todopoderoso, es que acaso no fui el fiel pastor del pueblo de Israel, y corrí delante de ellos como un caballo en el desierto, y cuando llegó la hora en que debía entrar a la tierra de Israel, fui condenado a morir en el desierto. Y ahora que fueron desterrados, has ordenado que los vele y llore por ellos?, ¿Y Tú no les tendrás compasión ?
Luego llegaron Irmiahu y Moshé a ver a los cautivos que estaban sentados a la vera de los ríos de Babilonia. Cuando lo vieron, gritaron los cautivos: “He aquí Moshé, él nos sacara del cautiverio”. Moshé entonces les respondió: Ha sido ordenado que seáis expulsados de Israel. Elevaron su voz quejumbrosa prorrumpiendo en la plegaría: “Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aún llorábamos acordándonos de Tzión” (Tehilim 137).
Cuando llegó Moshé ante los Patriarcas, éstos le preguntaron: ¿Qué ha ocurrido con nuestros hijos? Y Moshé les respondió: “Unos fueron asesinados, a otros le ataron sus manos con hierros y les han quitado sus ropas. Otros han sido entregados a las aves de rapiña, y otros murieron por la sed. Irrumpieron entonces los patriarcas en llantos y lamentos.
Y le dijo entonces Moshé a Hashem: “Todopoderoso, ¿es que acaso no está escrito en tu Torá “no matarás al hijo y a su madre en el mismo día, sea buey o carnero, no degollaras en un día a él y a su hijo” (Vaikra 22, 28), y hoy están matando a la madre y a su hijo en el mismo día?
En ese momento, se presentó Rajel nuestra matriarca ante Hashem e imploró diciéndole: Hashem Todopoderoso. Tu sabes que Yaacov tu siervo me amaba y trabajo por mí durante siete años, y yo tuve compasión de mi hermana Lea, y se lo entregué en mi lugar (para que no sea públicamente avergonzada), y esperé por él otros siete años para poder ser su esposa.
¡Yo, que soy de carne y hueso no tuve celos de ella. Y Tú que eres Todopoderoso, has tenido celos de los ídolos de piedra y madera que tus hijos han servido, y por culpa de ellos han sido desterrados y asesinados por la espalda, y sus enemigos han hecho con ellos todo lo que han querido! ¿Y Tu no tendrás compasión?
Al escuchar el justo razonamiento de nuestra matriarca Rajel, la compasión de Hashem se despertó sobre su pueblo y entonces exclamó : “Por ti, Rajel, por ti haré retornar a Mis hijos a su tierra”.
amor a la Torá, Hilel
El amor por la Torá de Hilel

Cuentan nuestros sabios, que una vez llegó una persona muy pobre ante el Tribunal Celestial y entonces le preguntaron: ¿Por qué no estudiaste Torá?
El contestó: Porque era pobre y toda mi vida tuve que ocuparme en trabajar para así poder conseguir mi sustento. El Tribunal Celestial insistiendo le dijo: ¿Acaso fuiste tan pobre como Hilel?
Cuentan nuestras fuentes, que el anciano Hilel trabajaba todos los días, ganando una sola moneda diaria. De lo que ganaba, la mitad del dinero lo daba para el guardián del Beit HaMidrash y la otra mitad le servía para sostenerse a si mismo y a su familia. Un día, Hilel no encontró trabajo, y el guardián del Beit HaMidrash no le permitió entrar. Subió Hilel al tejado junto al tragaluz, para así poder escuchar mejor las enseñanzas que los sabios Shmayá y Avtalión impartían.
Aquel crudo día de invierno, era viernes víspera de Shabat, y la nieve había caído durante toda la noche por aquel lugar.
Al amanecer, Shmayá le dijo a Avtalión: Avtalión hermano mio, todos los días tenemos bastante claridad en la casa, pero hoy ésta está muy oscura: ¿será que el día esté tan nublado? Miraron por la chimenea y vieron la cara de un hombre dibujándose a través del tragaluz. Al subir al tejado, encontraron a Hilel, sobre el cual habían tres codos de nieve. Lo bajaron, lo lavaron, le frotaron su piel con aceite y lo sentaron frente al fuego.
Al observarlo, se miraron mutuamente y dijeron: Por un hombre que posee una entrega tan grande para estudiar Torá, el Shabat merece ser profanado (pues encendieron fuego para calentarle y salvarle la vida).

Yerushalaim y Yavne
El Cesar Vespasiano sitió a la ciudad de Jerusalem durante tres largos años, generándose allí una gran hambruna.
Salió Rabí Iojanán ben Zakai a pasear por el mercado, y vio a los habitantes de Jerusalem cocinar paja en agua y tomarse el “caldo” que habían producido. Les dijo entonces: personas que cocinan paja y toman su caldo, ¿acaso podrán enfrentar a los soldados de Vespasiano y vencerlos?
Pensó Rabí Iojanán para sí: saldré de la ciudad secretamente y me dirigiré a hablar con Vespasiano.
Al presentarse ante Vespasiano, se paró firmemente ante él y le dijo: ¡La paz sea sobre ti, mi señor Rey! ¡La paz sea sobre ti, mi señor Rey!
Le dijo entonces Vespasiano: Tú mereces la pena de muerte dos veces: una, por haberme llamado Rey cuando no lo soy, y la otra, en caso de que yo fuera Rey, ¿cómo no has llegado a verme hasta ahora?
Le dijo entonces Rabí Iojanán: – En relación a lo que dijiste: “no soy un Rey” – en verdad si eres un Rey. Sobre tu segunda pregunta de por qué no vine hasta ahora, la respuesta es que hasta ahora no me dejaron salir de la ciudad.
Mientras ellos conversaban, llegó un mensajero de la ciudad de Roma y le dijo a Vespasiano: el Cesar ha muerto en Roma, y los grandes dirigentes han decidido que tu habrás de ser el nuevo Rey.
Le dijo Vespasiano a Rabí Yojanán ben Zakai: Debido a que he sido nombrado el nuevo Cesar, me tendré que ir de aquí y enviaré a otro hombre en lugar de mi. Dado que he visto que tú eres un gran sabio – pues pudiste saber cosas que el común de la gente es incapaz de ver antes de que sucedan – te pido que solicites algo para que yo te conceda.
Le dijo entonces Rabí Iojanan: “Dame a Yavne y sus sabios”. Vespasiano le concedió su pedido y Rabí Iojanán ben Zakai se transformó en el jefe de los sabios de la ciudad de Yavne. Fue gracias a este aparentemente pequeño pedido, que la enseñanza de la Torá se pudo mantener en el pueblo de Israel, desarrollándose la Torá a partir de allí.