Cuando
te sientes a comer con un príncipe, considera cuidadosamente lo que
tienes delante: 2
porque pones un cuchillo en tu garganta, si eres hombre dado a la gula. 3
No anheles sus viandas exquisitas, porque son un manjar engañoso, 4
No te afanes por enriquecerte: desiste de semejante artificio tuyo. 5
Si diriges tu vista en aquello, y ya no está, porque (la riqueza)
ciertamente toma para sí alas, cual águila que vuela hacia el cielo, 6
No comas el pan de aquel que tiene ojo maligno, ni anheles sus manjares
deliciosos. 7
Porque según piensa en su alma, así es: Come y bebe, te dice;
pero no está contigo su corazón. 8
El bocado que has comido, lo vomitarás; y habrás desperdiciado tus
palabras amenas. 9
No te pongas a hablar a oídos
del insensato, porque despreciará la cordura de tus dichos. 10
No remuevas el mojón antiguo, ni te metas en los campos de los
huérfanos: 11
porque su Defensor es fuerte, Él defenderá contra ti la causa de
ellos. 12
Aplica a la instrucción tu corazón, y tus oídos a los dichos sabios. 13
No le niegues al muchacho la corrección, pues si le castigas con la
vara, no morirá. 14
Tú le castigarás con la vara, y librarás su alma del infierno. 15
¡Hijo mío, si fuere sabio tu corazón, se alegrará también mi
corazón! 16
también mis más íntimos pensamientos se
regocijarán, cuando hablaren tus labios cosas rectas. 17
No tenga tu corazón envidia a los pecadores, mas permanezca todo el
día en el temor del Señor, 18
porque seguramente hay un porvenir, y tu esperanza no será cortada. 19
¡Escucha, hijo mío, y sé sabio, y dirige tu corazón en el camino
(recto)! 20
No estés entre los borrachos de vino, ni entre los golosos comedores de
carne; 21
porque el que es beodo y comilón
empobrecerá, y la somnolencia vestirá (al hombre) de andrajos. 22
Escucha a tu padre, a aquel que te engendró, y no desprecies a tu madre
cuando se envejeciere. 23
Compra la verdad, y no la vendas; la sabiduría también, y la
instrucción y la inteligencia. 24
Se alegrará mucho el padre del justo, y aquel que engendra a un hijo
sabio, se regocijará en él. 25
Alégrese, pues, tu padre y tu madre, y salte de gozo la que te dio a
luz. 26
¡Hijo mío, dame tu corazón, y observen tus ojos mis caminos!, 27
porque un hoyo profundo es la ramera, y la extraña es un pozo angosto. 28
Mas aún, ella se pone en acecho, cual salteador (de caminos), y aumenta
los pérfidos entre los hombres. 29
¿Para quién son los ayes?, ¿para quién el dolor?, ¿para quién las
reyertas?, ¿para quién las quejas?, ¿para quién las heridas sin
motivo?, ¿para quién los ojos encendidos? 30
Para los que se demoran tras el vino; para los que van buscando los
licores compuestos. 31
No mires el vino cuando rojea; cuando resplandece en la copa, cuando
fluye suavemente, 32
porque a la postre muerde como culebra, y pica como víbora. 33
Tus ojos verán cosas extrañas, y tu corazón hablará cosas perversas; 34
y serás como quien está acostado en alta mar, o como quien se acuesta
en lo alto de un mástil. 35
"¡Me han herido, pero no me dolió!, ¡me han golpeado, y no lo
sentí! Cuando despertare, lo tornaré aún a buscar." |
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